viernes, 6 de diciembre de 2019

UNA NOVELA DE SERES HERIDOS



Las lealtades
Delphine de Vigan
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 2019,  200 páginas.

    


   La escritora francesa  Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt), autora de de noevelas de gran éxito como Nada se opone a la noche, Días sin hambre o Basada en hechos reales no tiene reparo en admitir que su propia experiencia personal está en eje de esta novela. Admite, sin ambages, que la disfuncionalidad interna de la familia en la que creció, fue el gran alimento de algunos de sus libros; una forma de descubrir las heridas que esa desestructuración sufrida en la infancia sigue influyendo una vez que nos hemos convertido en adultos. Y ello, a pesar de que la experiencia de su niñez y adolescencia se aleja radicalmente de la vida de los dos chicos adolescentes retratados en la novela, y de la pulsión autodestructiva que el abuso del alcohol está provocando en tantos jóvenes y adolescentes.
   Las dificultades de ser jóvenes hoy en día es posiblemente el leimotiv de esta novela en la que seres humanos que se hallan en el momento crucial de sus vidas, expresan sus angustias que están en sintonía con una buena parte de los adolescentes en Francia. Quizás por ello podamos ser complacientes con una de las ideas de Delphine de Vigan: la ficción que transmite, ilustra una faceta muy concreta del comportamiento humano: el alcoholismo en la adolescencia.
   Las lealtades es una historia contada a cuatro voces, aunque con dos narradores: Uno lo hace en primera persona (Hélène)  la profesora que sospecha que uno de sus alumnos es objeto de malos tratos. La otra es una voz triple que se focaliza en Théo, su amigo Mathis, en Cécile, la madre de Mathis que descubre la doble vida de su marido. La novela formará un díptico con Les gratitudes, aún por editar.
   El principal protagonista de la novela es Théo Lubin al que su profesora percibe como enclaustrado en sí mismo. Hélène detecta que sufre maltratos. Padres separados. Su progenitor, sumido en una depresión, no sale de su apartamento. La madre vive con referencias a su ex al que odia absolutamente por haberla abandonado por la otra, la “zorra”. El alcohol será para Théo la vía de escape. Son las heridas de la infancia que la autora cuestiona que puedan ser reparadas. Y la presencia de la gran paradoja: los niños nunca han sido tan mimados y privilegiados, pero al mismo tiempo nunca han estado tan solos.  Esta reflexión es el centro, digamos externo, de su trabajo.
   Otro personaje fundamental es Hélène, profesora de Théo y de Mathis que arrastra, como ya quedó señalado, un pasado duro: padre posesivo y violento. Muy pronto detecta en la conducta de Théo que puede tener problemas. Intervienen así mismo otros personajes como Céline, madre de Mathis, que, pese a vivir para su marido y sus hijos, se siente un cero a la izquierda, a pesar de los cual mantiene lealtad con su marido.
   Todos estos personajes son seres magullados, marcados por sus dolencias internas y por las demenciales circunstancias externas. La angustia en la que viven les llevará a la autodestrucción. La familia, en vez de ser un terreno de acogida amorosa, se convierte en algo hostil y peligroso. Esto lo sabe la profesora como si lo hubiera vivido. Competiciones entre adolescentes a ver quién bebe más vodka y las cabezas basculando. Théo además es un espectador oculto entre su padre y su madre, divorciados  y viviendo cada uno al otro lado del frente de batalla (“al otro lado”). Cécile, la madre de Mathis, por su parte descubre en el ordenador de su marido un fango hediondo, un torrente de lodo en el que se revuelca como un monstruo para ella desconocido.
   Es tal la desestructuración  familiar y personal que Théo con trece años bebe el alcohol como si quisiera morirse, llegando a preguntarse si merece la pena ser adulto.
   No es preciso que Delphine de Vigan insista en ello: los actantes de esta novela son seres solitarios, sumidos en la mentira, los autoengaños, en el alcohol. Todos, seres solitarios, en camino hacia la autodestrucción. Quizá alguna lealtad como la de la profesora Hélène les pueda echar una mano, pero nadie más.
    

                                            
Delphine de Vigan


   Una novela relativamente corta porque esa parquedad le permite a la autora contar la realidad de una forma más hiriente y penetrante, a través de cuatro protagonistas que alternan sus voces para retratar un universo adolescente y familiar. En definitiva un escalofriante viaje al descubrimiento de los mimbres más íntimos y esenciales del comportamiento humano.
   La autora no juzga de forma explícita ninguna conducta de sus personajes, Tampoco tiene compasión de ellos, ni siquiera de los más desvalidos. Solamente muestra cómo son y cuál es el camino hacia la autodestrucción. Estilo conciso, sin concesiones ni florituras. Cuenta lo imprescindible de una forma directa. Un final en cierta medida repentino y quizás abrupto que deja en el aire lo sucedido con el principal protagonista: Théo Lubin.

Francisco Martínez Bouzas

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