Delphine de Vigan
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 2019, 200 páginas.
La
escritora francesa Delphine de Vigan
(Boulogne-Billancourt), autora de de noevelas de gran éxito como Nada se opone a la noche, Días sin hambre o
Basada en hechos reales no tiene
reparo en admitir que su propia experiencia personal está en eje de esta
novela. Admite, sin ambages, que la disfuncionalidad interna de la familia en
la que creció, fue el gran alimento de algunos de sus libros; una forma de
descubrir las heridas que esa desestructuración sufrida en la infancia sigue
influyendo una vez que nos hemos convertido en adultos. Y ello, a pesar de que
la experiencia de su niñez y adolescencia se aleja radicalmente de la vida de
los dos chicos adolescentes retratados en la novela, y de la pulsión
autodestructiva que el abuso del alcohol está provocando en tantos jóvenes y
adolescentes.
Las
dificultades de ser jóvenes hoy en día es posiblemente el leimotiv de esta novela en la que seres humanos que se hallan en el
momento crucial de sus vidas, expresan sus angustias que están en sintonía con
una buena parte de los adolescentes en Francia. Quizás por ello podamos ser
complacientes con una de las ideas de Delphine de Vigan: la ficción que transmite,
ilustra una faceta muy concreta del comportamiento humano: el alcoholismo en la
adolescencia.
Las lealtades es una historia contada a
cuatro voces, aunque con dos
narradores: Uno lo hace en primera persona (Hélène) la profesora que sospecha que uno de sus alumnos
es objeto de malos tratos. La otra es una voz triple que se focaliza en Théo,
su amigo Mathis, en Cécile, la madre de Mathis que descubre la doble vida de su
marido. La novela formará un díptico con Les
gratitudes, aún por editar.
El
principal protagonista de la novela es Théo Lubin al que su profesora percibe
como enclaustrado en sí mismo. Hélène detecta que sufre maltratos. Padres
separados. Su progenitor, sumido en una depresión, no sale de su apartamento.
La madre vive con referencias a su ex al que odia absolutamente por haberla
abandonado por la otra, la “zorra”. El alcohol será para Théo la vía de escape.
Son las heridas de la infancia que la autora cuestiona que puedan ser
reparadas. Y la presencia de la gran paradoja: los niños nunca han sido tan
mimados y privilegiados, pero al mismo tiempo nunca han estado tan solos. Esta reflexión es el centro, digamos externo,
de su trabajo.
Otro
personaje fundamental es Hélène, profesora de Théo y de Mathis que arrastra,
como ya quedó señalado, un pasado duro: padre posesivo y violento. Muy pronto
detecta en la conducta de Théo que puede tener problemas. Intervienen así mismo
otros personajes como Céline, madre de Mathis, que, pese a vivir para su marido
y sus hijos, se siente un cero a la izquierda, a pesar de los cual mantiene
lealtad con su marido.
Todos
estos personajes son seres magullados, marcados por sus dolencias internas y
por las demenciales circunstancias externas. La angustia en la que viven les
llevará a la autodestrucción. La familia, en vez de ser un terreno de acogida
amorosa, se convierte en algo hostil y peligroso. Esto lo sabe la profesora
como si lo hubiera vivido. Competiciones entre adolescentes a ver quién bebe
más vodka y las cabezas basculando. Théo además es un espectador oculto entre
su padre y su madre, divorciados y
viviendo cada uno al otro lado del frente de batalla (“al otro lado”). Cécile,
la madre de Mathis, por su parte descubre en el ordenador de su marido un fango
hediondo, un torrente de lodo en el que se revuelca como un monstruo para ella
desconocido.
Es tal la
desestructuración familiar y personal
que Théo con trece años bebe el alcohol como si quisiera morirse, llegando a
preguntarse si merece la pena ser adulto.
No es
preciso que Delphine de Vigan insista en ello: los actantes de esta novela son
seres solitarios, sumidos en la mentira, los autoengaños, en el alcohol. Todos,
seres solitarios, en camino hacia la autodestrucción. Quizá alguna lealtad como
la de la profesora Hélène les pueda echar una mano, pero nadie más.
Una novela
relativamente corta porque esa parquedad le permite a la autora contar la realidad
de una forma más hiriente y penetrante, a través de cuatro protagonistas que alternan
sus voces para retratar un universo adolescente y familiar. En definitiva un escalofriante
viaje al descubrimiento de los mimbres más íntimos y esenciales del comportamiento
humano.
La autora
no juzga de forma explícita ninguna conducta de sus personajes, Tampoco tiene compasión
de ellos, ni siquiera de los más desvalidos. Solamente muestra cómo son y cuál es
el camino hacia la autodestrucción. Estilo conciso, sin concesiones ni florituras.
Cuenta lo imprescindible de una forma directa. Un final en cierta medida repentino
y quizás abrupto que deja en el aire lo sucedido con el principal protagonista:
Théo Lubin.
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