sábado, 30 de octubre de 2021

EL EVENTO DE ESTAR MURIÉNDOSE

Cuál es tu tormento

Sigrid Nunez

Traducción de Mercedes Cebrian

Editorial Anagrama, Barcelona 2021. 194 páginas.

 

   

    Una frase con pregunta de Simone Weil rotula esta novela: “La plenitud del amor al prójimo estriba simplemente en ser capaz de preguntar ¿cuál es tu tormento?”, escribió la filósofa y activista francesa. De ella se sirve Sigrid Nunez (Nueva York, 1951) para marcar el hilo conductor de su séptima novela. Colaboradora de no pocos medios y profesora en la Universidad de Princeton, Columbia, Boston y California. Ganadora de numerosos premios, entre los que destaca el National Book Adward que obtuvo con su novela El amigo.

   El núcleo temático de Cuál es tu tormento es la muerte, rescatada de la propia memoria familiar. Algo que ha estado siempre ahí y a la que todos nos enfrentamos, aunque vivamos como si no fuésemos a morir nunca.

   El íncipit de la novela es sin embargo otro. La protagonista que relata los hechos en primera persona asiste a una conferencia en la que el orador augura el fin del planeta por causa del cambio climático. Pero muy pronto se centra en los micro problemas y el principal es que los seres humanos morirán. Tras esta parte introductoria, suturada con las ideas filosóficas de Simone Weil, se inicia propiamente el verdadero núcleo diegético de la novela, cuya sinopsis extraigo, aunque no literalmente, de la contraportada: la narradora visita en el hospital a una amiga que padece cáncer terminal y decide instalarse con ella en su domicilio para acompañarla en sus postreros días. Entre ambas la complicidad es total: conversan, ven películas, rememoran la infancia, leen, ríen, hablan. Y, a medida que se acerca el final, las dos mujeres habrán de enfrentarse a la decisión compleja que han pactado.

   Mientras tanto se suceden las situaciones propias de los afectados y afectadas por una enfermedad terminal, así como los enfados de la enferma, no con Dios porque no era creyente, tampoco con el oncólogo y todo su equipo que habían hecho todo lo posible por prolongarle la vida. Enfadada consigo misma y contra las falsas esperanzas. Ya solo aspira a una buena muerte, marcharse con elegancia, sin la que la muerte sea un aburrimiento pero tampoco una ironía humillante.

   La narradora confiesa que la única forma de lidiar contra un cáncer  es convertirlo en una narrativa heroica, teniendo en cuenta además que en las redes sociales se piensa en el cáncer como una oportunidad para crecer espiritualmente, un trayecto en el que se desarrolla tu mejor yo. Y para ello, para el final, ya tiene una pastilla para la eutanasia que quiere que sea muy discreta. La amiga estará a su lado. Y se suceden los recuerdos: rememora lo mucho que la odiaba su propia hija porque la madre su opuso a que le tirara los tejos a su propio novio. Un recuerdo que salta en su mente de pronto.

    

                                      

                                          Sigrid Nunez

 

   Mientras tanto la enferma terminal siente una extraordinaria conformidad con su destino, pero también miedo al dolor porque morir es un papel que desempeñamos como cualquier otro en la vida.

   Una novela en la que, aunque aparentemente se relata un desenlace, poco explícito en la obra, pero fácilmente intuible: el final de una vida y la libre asunción de la muerte porque no existen escapatorias. Una novela que, aunque se basa en ideas filosóficas -las de Simone Weil sobre todo- acaba desplegando un amplio abanico de matices que nos fuerzan a reflexionar en nuestras propias experiencias.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

sábado, 23 de octubre de 2021

POEMAS PARA ENCENDER LA HOGUERA

Arde

Sara Prida Vega

Prógo de David González

In Limbo Ediciones, Albacete, 2021, 67 páginas.

 

   

 Profesora de filosofía, ilustradora, colaboradora en varias revistas. Asturiana y poeta. Debutó en el arte de la palabra convertida en belleza y en el gran milagro del mundo, como escribió un poeta gallego, con Aullido azul (2017). Ahora nos  obsequia con Arde, un pemario de “verso incandescente” como lo define el prologuista, David González. Un poemario que Sara Prida Vega escribe despojándose incuso de todos sus ropajes. Su piel incluida. De él se ha escrito que debería venderse con receta médica, pues es como una de esas pastillas que causan efecto con una dosis ínfima. Estructurado en tres partes y con un epílogo o cuarta parte que quema como el título. Todos ellos bellos y sugerentes, como la portada del libro. Algunos obscenos.

   Los poemas de Sara Prida Veva evocan los campos que se quedaron sin guijarros, el cadáver de la abuela, esa abuela que nunca le riñó, ocupada en “acallar el hueco mudo de su vientre”, sus manos desvalidas, que cosían botones como ojos en todas las muñecas, el abuelo hierba que es como un conejo que  decide morir. La tatarabuela que era como un pájaro, pero que sabía que el fusil de los guardias civiles podía volver. Memoria también del bisabuelo que al terminar la Guerra no cesó de luchar y fue maqui tirado por los montes y caminos hasta que fue ametrallado, pero sus miembros se convirtieron en estandarte libertario. Todos esto y mucho más en los poemas de la primera parte, “Hierba y carbón”, en los que la reminiscencia familiar nutre el decir poético de Sara Prida, aunque el hielo conductor sea el incendio.

   La segunda parte es “La chispa inadecuada.. El juego sigue estando ahí como metáfora muy apropiada para el amor que centraliza y motiva la mayoría de los poemas. El novio sensual, sórdido y ateo que intentó cortar las venas, “incluso antes de conocerme”, pero que también  entrelazaba flores silvestres en el pelo de la amada, que jugaba a escupitajos sobre las vías del tren y los cementerios. Poemas de sentimientos intensos que se amalgaman con el deleite de los cuerpos, enamorados como idiotas. Y en los sueños, un par de niños, pese a que nunca follaron, y una casita en el barrio alto, en las afueras.

   La tercera parte, “Hacia la hoguera”, con tan solo tres poemas, pero, en mi opinión, la más radical, la más ardiente: un repaso desde el decir poético al panorama de nuestro hoy: las promesas de renovar el paro, los sueños que se pudren, los preservativos que se rompen, en los incontables objetos de la mercadotecnia, con Theodore Kaczynski rotulando unabomber, mirando a la poeta desde el quicio de la casa vacía, mientras escribe cartas de helada esperanza.

    

                                          Sara Prida Vega

 

   Concluye Sara Prida Vega el poemario con un epílogo: “Quémame”, en el que las cerillas cercanas harán que todo arda.

Arde es un poemario que respira y refleja la contemporaneidad. La poeta domina el arte de jugar con textos sencillos, algunos en prosa poética, con otros más extraños y crípticos, que demandan una lectura atenta para desentrañar ese fuego que todo lo consume, incluido este libro, como se pronostica en el poema epilogo.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

martes, 19 de octubre de 2021

LA CRÍTICA SOCIAL EN EL SIGLO XVI

  Crotalón

Cistobal de Villalón

Edición y prólogo de Alfredo Rodriguez López

Ediciones Cátedra, Madrid, 2021, 495 páginas.

 

   

 

    El Crotalón es una obra generalmente ignorada por el público no especializado a lo que, entre otras razones, ha contribuido su temática alejada de las preocupaciones actuales. Su género además se aleja de de los géneros canónicos (narrativa, lírica, teatro), si bien participa del primero y del último. A ello se añade el interrogante de su autoría. Las impresiones eran muy limitadas en a España del Siglo de Oro. Y además había dos Cristóbal de Villalón en la misma época: uno había estudiado en Salamanca y el otro en Alcalá de Henares. La edición que ahora nos ofrece Cátedra, platea e un estudio riguroso esta cuestión que pretende ayudarnos a discernir quién es el verdadero autor. A pesar de lo dicho el Crotalón no está tan alejado de nosotros ya que critica los vicios actuales: el egoísmo, el mercantilismo, la vanidad, el papel del ocio en el deterioro de las costumbres y la corrupción de la Iglesia Católica y de los poderes eclesiásticos. Por eso el texto de Cristóbal de Villalón merecía la oportunidad de su reedición, precedida además de un largo y esclarecedor prólogo de Alfredo Rodríguez López-Vázquez.

   La obra apareció de forma anónima, lo que nos induce a pensar que su autor era cauto y entendía que la crítica social del Crotalón era ciertamente caústica en los tiempos de su primera edición (1552). Pero el Crotalón es sin duda el antecedente del ensayo español. El género didáctico, privilegiado por el Renacimiento es el diálogo, debido en gran parte a la influencia de Erasmo de Róterdam, un género que hunde sus raíces en los grandes escritores de la época clásica, Platón y Cicerón, entre otros. En nuestro Renacimiento este es un género que abunda con autores como Fray Luis de León, Alfonso Valdés, Fray Antonio de Guevara, entre muchos otros. En todos ellos, lo mismo que en el Crotalón abundan las digresiones morales y éticas.

   Centrándonos ya en el contenido, el Crotalón es un diálogo entre un zapatero y un gallo hablador que tiene además la facultad de establecer relaciones con los filósofos, debido a su amplia cultura. Los temas que surgen a lo largo del diálogo, son muy variados, mas en la esencia de todos ellos existe una finalidad didáctica. No deja de ser curioso que quien da lecciones es el gallo. Es él el que le imparte doctrina a un ser humano. Mas, poco a poco, el zapatero adquiere cierta sabiduría, aunque sigue dependiendo de las prédicas de su contertulio.

   Existen ciertos aspectos de estos diálogos que no comulgan con las costumbres y derechos de nuestra época como la misoginia. Pero en el siglo XVI era imposible pensar de otro modo, ya que todo el mal se asociaba con el sexo femenino. Son, sin embargo feroces las críticas contra la Iglesia, especialmente contra los vicios de los sacerdotes y prelados, carentes además, por lo general, de preparación intelectual.

   El diálogo, infrecuente en la literatura actual, es dinámico debido a la capacidad de los personajes de interactuar entre ellos, desarrollando ideas interesantes y actuales. Otra cosa es la imitatio, un recurso superabundante en la obra. Imita las formas de los autores clásicos con digresiones de todo tipo que convierten el Crotalón en una obra para lectores entendidos o interesados en la temática de la que la obra de Cristóbal de Villalón es un verdadero paradigma.

 

Francisco Martínez Bouzas

lunes, 18 de octubre de 2021

LAS CLAVES DEL ESPANTO DE LA GUERRA

Memoria de soldado

Alfredo Conde

Edhasa, Barcelona, 288 páginas.

 

  

 

   El servicio de novedades de la casa editora que publico en gallego la traducción de Memoria de soldado, incluye esta obra de Alfredo Conde en el “vizoso eido da novela simbólica”. La novela es justamente con Los otros días, la única obra del autor alaricano editada  únicamente en castellano, aunque con posterioridad fue traducida a otros idiomas, entre ellos al gallego. La novela, en efecto es una incursión del autor en el entorno del simbolismo, un fenómeno importante para entender muchas piezas narrativas de la modernidad. El simbolismo se presenta del siguiente modo: existe una verdad escondida a la que la trama narrativa intenta acercarse. No obstante, lo esencial de la novela simbólica reside en el hecho de que, además de su argumento concreto, ofrece ecos y repercusiones universales. Oscuros vaticinios y situaciones existenciales básicas. El paradigma moderno de la literatura simbólica lo encontramos sin duda en las obras de Kafka. Si bien sus orígenes se remontan a Apuleyo, y a Gracián, si nos fijamos  en periferias mucho más próximas a nosotros.

   Memoria de soldado es una buena novela simbólica, pero no porque encierre una gran verdad encubierta y de difícil localización, sino por los ecos universales de la misma. En efecto, esta obra literaria, de largo recorrido, dosifica desde su primer capítulo sus claves secretas: el espanto, el escalofrío infernal inseparable de cualquier guerra civil. El desenvolvimiento de la trama servirá para hacer que resuene con ecos universales.

   Desde la espesura del bosque, reino del equilibrio, un viejo evoca y recupera los recuerdos de los días en los que la guerra civil dividió  a su país en dos facciones irreconciliables: “Los nuestros” y “Los otros”. Obligado a incorporarse a filas, el protagonista-narrador comienza a relatarnos al detalle los días y meses en los que se convierte en un muñeco en manos del azar. Días ensañados que tienen lugar en un tiempo y en un espacio imprecisos -si bien el lector pensará de inmediato en la Guerra Civil española- y que el protagonista vive en su doble condición de homosexual y adicto a los bichos voladores.

   El relato de Alfredo Conde es una denuncia precisa y categórica del belicismo, del militarismo y del patriotismo esencialista, raíces de las desgracias y de las miserias de toda guerra civil. La guerra es hambre, miedo, incertezas, infinitas crueldades, cacerías humanas, cientos de cadáveres envueltos en sangre coagulada, el picor de la cadaverina, animalización… el espanto. Y también el desconcierto y el relativismo moral, el no saber dónde se encuentra lo bueno y dónde se sitúa lo malo, que se convierte en otro de los hilos ideológicos con los que Alfredo Conde trama su fabulación.

    

                                  

                                            Alfredo Conde

 En Memoria de  soldado, Alfredo Conde se mantiene fiel a ciertos aspectos de su producción precedente. Pero al mismo tiempo, nos sorprende con novedades que suponen una ruptura con relación a sus últimos libros precedentes. Es preciso recordar de forma especial el aparcamiento de las estructuras binarias con fundido de planos con las que el autor sutura lo que acontece en el pasado y lo que ocurre en el tiempo real. Memoria de soldado apuesta por una arquitectura lineal que nos permite una lectura muchos más fácil, y por una prosa mucho menos ramificada, mas sin renunciar a ningún lujo estilístico. Todo esto para vestir esta buena fabulación sobre los horrores y espantos de la guerra que le hace oídos sordos a los silbidos de los mirlos.

 

Francisco Martínez Bouzas

Brújulas y Espirales