viernes, 19 de febrero de 2021

PARÁBOLA DEL DESCONCIERTO

Desgracia

J.M Coetzee

Traducción de Miguel Martínez Lage

Editorial Debolsillo, 272 páginas.

(Libros de siempre)

 

    

 

   Disgrace (1999) es probablemente la mejor novela  del Nobel J.M. Coetzee. Un libro traducido a múltiples idiomas -últimamente al gallego- con un título, Deshonra, que para algunos, no refleja el significado del original inglés. Pasados más de veinte años de su aparición, sigue siendo objeto de múltiples interpretaciones, porque toda la obra del Nobel sudafricano está rodeada de una gran ambigüedad que el escritor nunca ha querido desvelar. Lo confirma con sus propias palabras: “Si un libro no habla por sí mismo, es un fracaso; el autor no envía nada al mundo, tendría que callarse”.

   El protagonista de la novela es David Lurie, profesor de la universidad, que a sus cincuenta y dos años y divorciado, en su opinión, ha resuelto bien el problema del sexo. Semanalmente tiene encuentros con una prostituta de la que se ha enamorado. Y cuando ella desaparece, y tras intentar recuperarla, aparece en escena una alumna, Melanie. Sus clases en la universidad son un mero trámite para él y para sus alumnos.

   Pero antes de proseguir, conviene reseñar algún rasgo del autor. Nacido en 1940, pasó sus primeros años en Ciudad del Cabo y en Inglaterra. Idas y venidas porque vivir en Sudáfrica, proveniente de un núcleo de afrikáner siempre fue duro para él que no se identificaba ni con el Partido Nacionalista, ni con los defensores de las leyes raciales. Los negros le parecían incluso menos rudos que los afrikáner, si bien su sed de venganza le repugnaba. Licenciado en matemáticas y en inglés, se doctoró en lenguaje comparado con una tesis sobre análisis computarizado de la obra de Samuel Beckett. Actualmente reside en Australia, cuya nacionalidad posee. En el año 2003 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Con Disgrace  y Vida  y época de Michael K. ya había obtenido por dos veces el Booker Prize. En su obra literaria varios elementos hacen frecuentemente acto de presencia. Elementos simbólicos y alegóricos, especialmente temas recurrentes en las relaciones humanas, tales como la violencia, la sexualidad, el aparheid y en general el racismo.

   Volviendo a Disgrace, creo que es oportuno tener en cuenta lo que Villoro afirma sobre esta pieza: “Pocas novelas indagan en forma tan extrema en los usos  de la hipocresía y la corrección política como Disgrace”. La palabra inglesa  disgrace significa realmente deshonra, ignominia, la vergüenza. Por eso mismo considero acertada la traducción que del título se ha hecho en lenguas como la gallega. El lector puede interpretar que al protagonista, David Lurie, le han sucedido varias desgracias, pero en realidad lo que tematiza la novela es algo relativo al deshonor.

   Para el protagonista, un profesor poco vocacional de literatura inglesa, de cincuenta  y dos años, divorciado dos veces y padre de una hija, la sexualidad es fundamental en su vida. Una sexualidad no necesariamente ligada al amor ni a la afectividad. Y enlazo con lo dicho más arriba: la relación con su alumna Melanie. Con ella tiene relaciones sexuales pero no plenamente consentidas. Y llega un momento en el que deja de asistir a las clases del profesor. Entonces será investigado tras la denuncia de Melanie y se descubren otras incorrecciones, pero David Lurie se niega a disculparse, aunque admite todas las acusaciones de la alumna y su familia. Pierde por esa negativa a pedir disculpas definitivamente su puesto de profesor en la universidad.

   Al poco tiempo viaja a una hacienda y allí se reúne con su hija Lucy. Se dedican a la agricultura y al cuidado de mascotas, algunas escuálidas o abandonadas. Pero al poco tiempo, unos ladrones irrumpen en la finca, les roban y violan a Lucy que resulta embarazada y se niega a abortar. Hace amistad con una mujer, Bev Shav, que no le gusta pero con la que tiene sexo.

    Esta escueta sinopsis de la novela concluye cuando Bev Shaw le pregunta si renunciaría a su perro favorito y David Lurie responde afirmativamente.

   

                                               

                                                    J.M. Coetzee

 

 El libro posee un encomiable valor literario, repleto de elementos ideológicos que siguen siendo objeto de debate e interpretaciones, debido a la ambigüedad con  la que suele escribir J.M Coetzee. Sobre la narración planea constantemente el motivo de la violencia: relaciones sexuales con una alumna mayor de edad, no rechazadas, pero tampoco admitidas explícitamente y consentidas por una cierta coacción y abuso por parte del profesor, aunque en la novela, el narrador anónimo solamente  presenta el punto de vista del profesor, no el de la alumna. De todos modos, el profesor emplea ciertas artimañas para crear en la alumna una especie de sensación de obligación, de dejarse hacer; no se le resiste  aunque lo rehúye.

   En la segunda parte la granja es asaltada por tres hombres que violan a Lucy y encierran y le prenden fuego a Lurie que resulta herido levemente. “Tú no sabes lo que ha pasado” dirá la hija porque piensa que su padre es  incapaz de ponerse en el lugar de la mujer que es víctima, pero sí del hombre que la viola. La hija no denuncia a los violadores, cosa que David Lurie no acaba de entender, pero Lucy, que es lesbiana, interpreta la violación como una especie de obligación que hay que pagar por vivir donde vive. Una especie de” quid pro quo”. Por eso mismo acepta que los agresores anden por las cercanías y consiente en tener por vecino al chico agresor.

El lector puede llegar a la conclusión de que David Lurie paga sus errores como violador a través del sufrimiento de su hija. Una novela en gran parte parábola del desconcierto que da lugar a múltiples interpretaciones y que tiene una relación directa con los regímenes opresores como el aparheid.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

viernes, 12 de febrero de 2021

CÓMO CONVERTIRSE EN GENOCIDA

Ruta de escape

Philippe Sands

Traducción de Francisco J. Ramos Mena

Editorial Anagrama, Barcelona, 2021, 552 páginas.

 

    

 

   Como ya señalé en su día en la reseña de Calle Este-Oeste, Philippe Sands no es un escritor de ficción, sino un prestigioso  jurista, profesor de Derecho Internacional en la University College de Londres; y abogado con relevantes intervenciones en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y en la Corte Penal Internacional de La Haya, sobre todo en casos de genocidio. En este libro, vuelve a escribir sobre acontecimientos y casos reales. Estamos pues ante un libro non-fiction, y que sin embargo despliega en muchas de sus secuencias ciertos elementos detectivescos, investigaciones y espionaje sobre personajes que tuvieron un papel importante en la Segunda Guerra Mundial y en el Holocausto.

   En este caso, lo que investiga Philippe Sands es sobre la figura de Otto Wächter (Viena, 1901- Roma, 1949). La verdad sobre este jerarca nazi, responsable de miles de muertes, sobre todo de judíos y polacos. A base de una concienzuda investigación, reconstruye la vida del que fue conocido como “El carnicero de Lamberg”, porque en los procesos de Nuremberg quedó demostrado que, durante el primer año en el que fue gobernador de las regiones polacas de Cracovia y Galitzia, fueron asesinados más de ciento treinta mil judíos. Pero al final de la Guerra, se esfumó. Oculto durante tres años en las montañas alpinas, en 1949, con el nombre falso de Alfredo Reinhardt, consiguió llegar a Roma, y allí protegido por el obispo pro nazi Alois Hudal, rector del Colegio teutónico Santa Maria dell’Anima, una dama prusiana y un médico, falleció, mientras esperaba un pasaje para incorporarse a la ruta de las ratas que le llevaría a Latinoamérica.

   A diferencia de Calle Este-Oeste, Philippe Sands no pone el foco de su investigación en las víctimas del Holocausto, sino que se centra sobre todo en los verdugos. Por algo el subtítulo de este libro es “Amor, mentiras y justicia en la senda de un fugitivo nazi”

   Gracias a una minuciosa investigación que el autor documenta en la novela, en perfecta simbiosis con intriga y tonalidad novelesca, Sands reconstruye la vida de Otto Wächter desde sus estudios de Derecho en Viena, a cuyos profesores destituiría más tarde, su estancia en Berlín, ciudad en la que se convierte en jerarca nazi y su destino final en Polonia como mano derecha del gobernador general Hans Frank. Allí su firma de asesino genocida quedó registrada en numerosos documentos.

   El resultado es la  reconstrucción de la historia de Otto Wächter y de su esposa Charlotte Bleckmann, un matrimonio feliz, que tenía el maligno pudor de abstenerse de  una ansiada reunión en Lamberg porque le dice el marido “mañana tengo que mandar fusilar públicamente  a cincuenta polacos”. O que con desfachatez le comenta a su amante esposa como los judíos están siendo transferidos al Este en cantidades cada vez mayores, mientras lamenta la escasez de buena tierra para su cancha de tenis. Pero el libro de Sands es mucho más: es la historia de una huida -la ruta de escape- (The Ratline, la línea de ratas) patrocinada por Estados Unidos y el Vaticano, de cientos de fugitivos nazis, tras el final de la Guerra, un complejo periplo, con paradas en ciertos monasterios y en Roma. Y con destino final en Latinoamérica.

   La novela es en buena medida anacrónica entre el orden cronológico de los acontecimientos. Comienza por el final, con un paciente apellidado Reinhardt, muy enfermo en un hospital romano. Pero su verdadero apellido e era Wächter, un alto mando nazi, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad. Su esperanza era llegar a Sudamérica por la ruta de las ratas. Figuraba como soltero, pero en realidad estaba casado con Charlotte Bleckman. En Roma había vivido en la clandestinidad, protegido por el obispo Alois Hudal, en la celda de un monasterio de Vigna Pia. Se encuentra grave pero recibe tres visitantes en su estancia en el hospital: el obispo mencionado, muy cercano a Pío XII, un médico que durante la Guerra realizó funciones diplomáticas en la embajada alemana en Roma. Y una dama prusiana. Fallecería en manos del obispo, no sin antes identificar a la persona que presuntamente lo había envenenado. El autor visita, poco después a uno de sus hijos Horst Wächter que considera que su padre había sido un hombre decente, que intentaba hacer el bien, pero que se vio atrapado en los horrores ocasionados por otros. De este encuentro, nace el interés de Philippe Sands de conocer mucho más de Otto Wächter.

    

                                

                                           Phippe Sands

 A partir de este momento, nos encontramos con una lectura lineal. Otto Gustav Wächter nació en Viena el 8 de julio de 1901. Relata su infancia, juventud, sus estudios en la facultad de Derecho de la Universidad de Viena, su participación en las manifestaciones  contra los judíos. Es un partidario convencido de Adolf Hitler. Refiere igualmente la  vida de Charlotte, poco interesada en política, pero muy ocupada en buscarse un marido decente y rico. También como Otto se enrola en las filas nacionalsocialistas. Vendrán después todos los acontecimientos que siguieron a la instauración de Hitler como canciller de Alemania, el asesinato de Dollfuss, un golpe planeado por miembros de las SS austriacas, y Ottto es acusado de alta traición; la invasión nazi de Austria (el Anschluss), un acontecimiento que cambiaría radicalmente la vida de Otto y Charlotte. Tras años de ostracismo en Austria, ahora iban a saborear el poder absoluto.

   La historia novela de Philippe Sands recorre todo el sanguinario trayecto de Otto Wächter durante la Segunda Guerra Mundial y también la de su familia, especialmente la de su esposa Charlotte, consumada ladrona de joyas y obras de arte. Una historia de amor, mentiras y justicia, con frecuentes encuentros con el hijo de ambos que sigue convencido de que su padre fue un peón de una maquinaria de genocidio, pero que, pese a todo, era un buen hombre. El libro es pues una historia del auge y caída  de un jerarca nazi, contada con miles de detalles y desde la intimidad.

   Quizás el corazón del libro, tal como lo asegura el autor, es Charlotte: la esposa apoya a su marido a toda costa, siendo consciente incluso de alguna infidelidad.

   Una historia víbrate que se complica con la intervención del Vaticano a través del obispo Alois Hudal que obtuvo dinero y pasaportes falsos para esa ruta de escape. Sands, con gran tiento se pregunta qué sabía realmente el Papa Pío XII sobre todo esto. Pero si sobre algo nos hace interrogar la novela es cómo un hombre considerado bueno y decente, padre, esposo y nazi perfecto, llega a convertirse en un criminal. Eso nos hace pensar que los nazis no fueron monstruos, sino seres humanos que hicieron cosas monstruosas. En el fondo, la banalidad del mal en palabras de Hannah Arendt. La línea que separa los hechos de la ficción, lo real de lo imaginario, no está del todo clara en esta historia ficción sobre Otto Wächter.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

miércoles, 10 de febrero de 2021

ÉCFRASIS DE HOPPER

Salir de un Hopper

María Antonia Ricas

Editorial Celya, Toledo, 86 páginas

 

   
 

   Tradicionalmente  suele definirse la écfrasis  como “el ejercicio literario que consiste en describir un objeto de arte. Pero esta acepción no solamente se circunscribe a la modalidad descriptiva, sino que puede realizarse desde otros géneros adoptando modalidades narrativas, dialogadas, expositivas y también líricas. Todos ellas remiten al tópico horaciano, especialmente la última: Ut pictura poesis. Dicho de otro modo con Simónides de Ceos: “La poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda”.

   Existen, en efecto écfrasis donde el autor no solamente se limita a describir un cuadro o una fotografía, pero en otras  narra lo que sucede en la obra virtual o pictórica, los sentimientos que se producen en su interior. De este modo,  los introduce en el tiempo para relatar una sucesión de hechos que él experimenta o percibe en la obra de arte. Representación verbal, pues, de una representación virtual.

   Y eso es lo que nos ofrece María Antonia Ricas en su poemario Salir de un Hopper. La poeta escribe sobre lo que ve en los cuadros de Hopper  (1882-1967), reinterpretados por su ojo interior a través de treinta y un poemas en los que camina por los laberintos del artista y por sus propios laberintos. En poemas, plasmados en una poesía muy fría, según sus propias palabras, consigue mostrarnos un mundo más allá de las imágenes, cuadros, paisajes y sentimientos del pintor Edward Hopper. María Antonia Ricas logra construir un mundo penetrando en la pintura de Hopper, el pintor de la melancolía, del erotismo de lo desconocido, de la complejidad de las relaciones interpersonales. De Nueva York o de la Gran Depresión. Hopper es el gran ilustrador de la vida cotidiana de Estados Unidos, de la existencia moderna como vacio y soledad.

   El Manhattan de entreguerras, los bungalows de Cape Cod, la soledad compartida en la habitación de un hotel, las mujeres de mirada perdida. En sus cuadros, todo es estático. El lenguaje, sin embargo, es acción, genera realidad, expresa y modifica nuestras emociones. Genera ser y hacer. Y María Antonia Ricas  interpreta la soledad de los personajes representados, de tal modo que el personaje o motivo principal es con frecuencia el silencio o la soledad.

   La autora divide el poemario e tres grandes partes: “Vistas con luz”, “Mujer al sol” y “Mujer con otros”. En cada uno de los poemas parte de un cuadro de Hopper que describe en una entradilla. Y a partir de sus palabras, crea una nueva pintura, o hace que crezca en nosotros una intuición de los que Hopper refleja en sus lienzos, con lo que la autora expone, sugiere o reflexiona. Y sobre todo, contempla la vida que se esconde en esos cuadros tan herméticos en general de Hopper.

   

                                      

                                        María Antonia Ricas

 Concuerdo con la prologuista, Elisa Romero Huidobro: “la palabra exacta de Maria Antonia Ricas cobija la desolación de los espacios, les arranca la impavidez a los personajes, hurga en sus semblantes y posturas, los zarandea y, en su percepción, más allá de lo impertérrito los hace francamente humanos”.

   Pero no pidamos lo imposible: la poeta no puede humanizar a Hopper con palabras repletas de colorido, de sensualidad, de calidez. En ese caso su trabajo no sería honesto. Por eso sus poemas son fríos, a veces secos, descarnados, indagatorios. Lo que sí hace es interrogar el misterio que encierran tantas pinturas del artista norteamericano. De este modo, los cuadros  de Hopper adquieren una luz especial que incide en el lector que se interna en este libro como si fuera en un museo.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

sábado, 6 de febrero de 2021

LA TIERRA INVISIBLE

La tierra invisible

Hubert  Mingarelli

Ediciones Siruela, Nadrid, 2020, 118 páginas.

 

   

  

 De nuevo Hubert Mingarelli nos muestra en esta novela, La tierra invisible, que desde la concisión y la brevedad se puede escribir una buena obra ficcional. Lo había demostrado en Una comida en invierno, una ficción basada en la realidad, repleta de complejidades morales que se hacen más visibles cuando el texto  está elaborado desde una escritura simple y tersa. La tierra invisible se une así al ya amplio corpus literario de Hubert Mingarelli (Mont-Saint Martin, Francia, 1956).Ediciones Siruela nos la ofrece en español en la traducción  de Laura  Salas Rodríguez

   El autor nos brinda una crónica sostenida y sin fisuras de las consecuencias de la guerra, de las víctimas y victimarios y de cómo los asesinos no sólo son quienes disparan, sino todos aquellos que, desde el último al primero, participan en los mecanismos criminales. Por eso mismo, con Hilary Mantel, yo también pienso que este libro es un clásico sobre la condición humana.

   Lo que Mingarelli narra es una historia de guerra o de la inmediata posguerra, y las historias de guerra, como ya había señalado Tim O`Brien nunca pueden ser morales. Narrada en primera persona, la trama de la novela nos retrotrae al final de la Segunda Guerra Mundial, a la Alemania de julio de 1945. En Dinslaken, cercana al río Rin permanece, sin conseguir marcharse a su casa, un fotógrafo de guerra, a pesar de creer que ya lo había fotografiado todo: la liberación de uno de los campos de exterminio nazis. Pero necesita más, necesita fotografiar a la gente alemana delante de sus vasas.

   Espera captar a través de las imágenes quiénes fueron los que permitieron la existencia de los campos de exterminio. En un coche, y con un joven chofer que pone a su disposición el coronel de la base, parten sin rumbo fijo. Sin que se sorprendan va fotografiando familias alemanas, recorriendo carreteras entre trigales y lupinos, a la vez que tiene la impresión que de noche los muertos empujan con sus piernas grises.

   La novela de Hubert Mingarelli narra este viaje, pero los rostros de las personas a las que fotografía nada reflejan de lo que movió a sus compatriotas a levantar los campos de exterminio. Al fotógrafo le persigue la sensación de lo que percibió cuando presenció la liberación del campo de concentración; en cambio el soldado chófer que le acompaña, se limita a rememorar los acontecimientos íntimos que ocurrieron en su casa de Inglaterra.

    

                              

                                      Hubert Mingarelli

    El autor ofrece una crónica contenida de los efectos, consecuencias y responsabilidades de una guerra: seres humanos que viven en la geografía del infierno en la tierra, con víctimas y verdugos y todos aquellos que, de una manera u otra participaron en un sistema de exterminio criminal.

   Hubert Mingarelli, con frecuencia se extravía en relatos que se hacen insulsos y vacíos, porque no ocurre nada reseñable, exceptuando el viaje a través de una región alemana, con diálogos prescindibles entre el fotógrafo y el chófer. El mayor mérito de la novela reside, como en Una comida en invierno, en el hecho de haber sido capaz de delinear perfectamente a sus personajes, escribir secuencias que revelan lo que sienten. Un estilo de prosa simple, con abundantes diálogos, le sirve al autor para tejer la ruta de este viaje en el que un fotógrafo quiere reflejar la culpabilidad del mal, del Holocausto en personas completamente ajenas a él.

 

Francisco Martínez Bouzas