martes, 26 de marzo de 2019

UN ROMANCE DE FANTASÍA PLANETARIA


Almuric
Robert. E Howard
Traducción de Francisco Arellano
Ediciones Miraguano (Futurópolis), Madrid, 154 páginas.

   

    Aunque menos conocido que Tolkien, Robert Ervin Howard (Texas, 1906-1936) es uno de los grandes creadores del género fantástico. Padre de personajes de fama internacional como Conan, Solomon Kane o Kull de Atlantis, y de sus respectivas sagas publicadas originariamente en revistas como la pulp “Weird Tales” y en otras “magazines pulp”. Discípulo de Lovecraft y perteneciente a sus Circulo del que hereda el horros cósmico (el mal proviene de entidades extraterrestres o de presencias arcanas, lo que se conoce como “Weird Menace”), Robert E. Howard está considerado, junto con sus maestro Lovecraft, como no de os más destacados autores de la literatura de terror, a pesar de su trágico y temprano fallecimiento.
   Precisamente en la revista que se consideraba el diario oficial del Círculo Lovecraft, “Weird Tales”, vio la luz por primera vez Almuric, en el año 1939, gracias a la insistencia del agente editorial de Howard, que asumió además la tarea de revisar el borrador original de la novela que el autor le había entregado poco antes de su suicidio. No será hasta el año 1964 cuando Almuric aparezca como libro independiente. Posteriormente será reeditado en múltiples idiomas.
   Ya en el proemio Robert E. Howard nos adelanta la sustancia del libro: contar lo que le aconteció a Esau Cairn y disipar así el misterio de sus desaparición. En efecto, en la única incursión de Howard en el “Planetary Romance” - el subgénero tiene como padre a Edgar Rice Burroughs, con una cierta amalgama de elementos de “Sword ans Sorcery” (“Fantasía heroica”)-, nos presenta la figura de Esau Cairn, un joven norteamericano violento, dotado de una gran fuerza corporal. Un día, mientras se adiestraba como boxeador, mata a su adversario, y como consecuencia le privan de la licencia. Esau Cairn es sobre todo instinto, fuerza bruta. Se sentía atado en este mundo y aspiraba  por otro en el que sus ansias de libertad se vieran libres de fronteras y limitaciones. Por eso mismo, tras haber entrado por azar en el laboratorio de un científico que le ofrece la forma de huir de la justicia, es enviado a otro planeta de nombre Almuric.
   Un mundo extraño y primitivo donde inicia sus aventuras entre hombres salvajes (los “guras”), acosados por una suerte de diablos. El libro de Howard narra una gran cantidad de aventuras que no revelaré ya que no es esa la función del crítico. Basta con apuntar que todas ellas se cimentan en el llamado romance o novela planetaria y en la literatura de espadas y planetas, con un personaje que sobresale por encima de los demás: Yasmeena, la reina que gobierna desde hace mil años el destino de los habitantes de Almuric, y que Howard identifica con la imagen romántica del vampiro, esclavo de depravados instintos sexuales.
   

                                           
Robert E. Howard

 La estructura narrativa de  Almuric da la impresión de ser una sutura de elementos de Borroughs con otros del propio Howard, especialmente en aquellas escenas en la que actúa el arquetipo de  héroe howardiano, a semejanza de Conan, el Bárbaro.
   Un libros pues del gusto de aquellos lectores que leen con voracidad historias de fantasía heroica, repletas de acción, que tienen lugar entre extraños seres malignos, si bien sin un mensaje explícito que sin embargo se puede extraer de otras sagas como El Señor de los Anillos. En definitiva una novela de fantasía histórica que resiste el paso del tiempo.

Francisco Martínez Bouzas

domingo, 17 de marzo de 2019

"LUNARIO DEL PARAÍSO": UN DON QUIJOTE ADOLESCENTE


Lunario del paraíso
Gianni Celati
Traducción de Francisco de Julio Carrobles
Editorial Periférica, Cáceres, 1018, 347 páginas.

   

   

   Lunario del paraíso es una novela con visos clasicistas y bastante alejada de la modernidad. Su autor Gianni Celati (1937) es sin embargo un escritor italiano relevante, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Sondrio, publicó Lunario del paraíso en 1978 y el libro muy pronto se convirtió en un producto literario mítico, una de las novelas italianas más importantes de la segunda mitad del pasado siglo. Gianni Celati compagina la creación literaria con la traducción de los clásicos ingleses del siglo XIX: Twain, Conrad o incliso Joyce. Hoy, gracias a la traducción de Francisco Julio Carrobles y a la edición de Periférica, lo podemos leer  finalmente en español.
   La novela pretende ser una especie de recuperación de los recuerdos de la juventud que de nuevo recobra vida. De subsistir únicamente en la brumas nebulosas que acarrea el paso de los años, el autor quiere transmitir a los amigos, alejados desde la adolescencia, un período excepcional de sus vida. Y en efecto, tras cuarenta años, de acontecidos los hechos, Gianni Celati, extrae de los repertorios de su memoria, la odisea de un viaje hecho a Alemania cuando tenía aproximadamente veinte años, tras la estela y las huellas profundas que Antje, una chica alemana, había dejado en su corazón, después de haberla conocido superficialmente en unas vacaciones estivales en la orilla del mar.
   “Ciofanni” será el nombre con el que se dirija a él el padre de la chica, viaja a un país desconocido, impulsado por el frenesí juvenil y las necesidades de descubrir el mundo. Sigue a la joven hasta el Hamburgo de The Beatles, y se siente feliz de dejarse hospedar por la familia de la joven alemana. Pero en el fondo  el viaje es el colmo del absurdo, y en el mismo se suceden historias increíbles, encuentros con mujeres, diversiones y sobre todo el brotar de raudales de vida.
   Si el término lunario significa el registro que comprende todos los días del año distribuidos por meses, eso precisamente es lo que hace Gianni Celati. Pero hay algo que el narrador evita de una forma intencionada: todo aquello relacionado con las funciones laborales. Por eso mismo, la trama de la novela tiene una cierta tonalidad picaresca, aunque de ella no están ausentes las referencias críticas al capitalismo y a sus dictaduras opresoras y omnipresentes sobre todo con los menos favorecidos.
   De Lunario del paraíso se ha escrito que es un texto no  muy  lejano de las narraciones de Bocaccio. Si algo pretende contarle Celati a los amigos para los que escribe la obra, son sus anécdotas y vivencias personales, más o menos apasionadas. De ahí que la técnica que emplea es la irles preparando para lo que va a narrar.
   Lunario del paraíso podría aproximarse a  una novela de formación, si bien muy alejada del concepto tradicional de la misma. La objetividad Gianni Celati no es otra cosa que apropiarse de todo aquello que es humano y novelesco, recurriendo a una lenguaje ajeno a las reglas y sirviéndose, sobre todo, de la lengua oral y de las jergas juveniles.
   

                                                    
Giovanni Celati

 La novela carece de un verdadero orden cronológico. Giovanni, el protagonista, asume el rol de narrador oral, usando varios apóstrofes, tal como hacían los cuentistas medievales. Otro hecho destacable es que esta es una novela sobre el pasado. Todo en el libro pretende resucitar viejos recuerdos sin demasiada relación con el presente. Es la poética de la lejanía como ha sido definida. Viejos recuerdos que, en más de una ocasión, precipitan al protagonista en un verdadero embrollo surrealista en la búsqueda del paraíso.
   En la novela no faltan intertextualidades con la literatita. Ya en el título hay una cierta referencia a La divina Comedia de Dante. El personaje femenino de Antje, la joven alemana, parece un calco de una Beatriz Moderna. El amor por ella aparece sublimado y sobre todo controlado por sus progenitores. Giovanni, por otra parte se describe tal cual otro Dante, como poeta de la mujer amada; pero no está ausente la dimensión corporal. Giovanni confiesa encontrarse en un continente de carne, mientras aspira a la elevación. Tal cual un péndulo, oscila entre el deseo carnal y las aspiraciones espirituales. En definitiva, un protagonista soñador, poeta, juglar y caballero. Un Don Quijote adolescente que teje sus andanzas y recuerdos en una novela que no envejece y que nos llega a través de un estilo de prosa fluido y con abundantes influencias de la oralidad.

Francisco Martínez Bouzas

jueves, 7 de marzo de 2019

"EL AMOR ES UNA SUERTE DE CANIBALISMO"





La primera vez que vi un fantasma

Solange Rodriguez Pappe

Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona) 2018, 138 páginas.



   


    Solange Rodriguez Pappe (Guayaquil, 1976) es hoy en día un indiscutible referente del cuento latinoamericano, especialmente de aquellas ficciones breves que se acercan o entran de lleno en lo fantástico y en lo extraño. Tras la publicación de ocho libros en Latinoamérica, sus relatos penetran por primera vez en otro universo: el de la narrativa española, gracias a Editorial Candaya, sin duda el sello editor que más está haciendo para dar a conocer aquellos productos literarios meritorios que se publican al otro lado del Océano. Y si algo debemos agradecer a la escritora ecuatoriana  es su ingenio, tan siniestro como poderoso, para permitir que la narrativa latinoamericana recobre de nuevo su potente capacidad fabuladora, de forma que el lector pueda perseguir ese desbordamiento de lo obvio y de lo cotidiano para entrar en los intersticios de otro orden.

   Por eso mismo, esta colección de relatos nos induce a adentrarnos por derroteros inesperados en su gran mayoría.

   Definida como “conjuradora de rarezas”, no lo es tanto si tenemos en cuenta que el reino de la magia y de la fantasía, incluso esas que nos horrorizan, parecen extrañas o incluso nos seducen, se esconden con frecuencia detrás de los trivial y de los anómalo.

   En los relatos de Solange Rodríguez, lo que posiblemente más atraiga al lector es la atmósfera que la escritora ha sabido crear en sus relatos. Son todos ellos relatos muy alejados del horror cósmico, no se alimentan de visiones caóticas ni en estilos empapados en sangre. No, el terror que ha sabido crear la autora es haber introducido a figuras fantasmales, dicho siempre con minúscula, en lo más cotidiano de la vida diaria. Por eso miso sus relatos se hallan muy alejados de las historias góticas. Porque si algo es evidente es que, tras la experiencia de la publicación de un buen puñado de libros, las percepciones de las verdaderas claves de los fantástico cotidiano por parte de Solangue Rodriguez, son insoslayables.

    Por eso, no deja de carecer de importancia el hecho de que la autora prologue su colactánea de relatos con una frase extraída de Christina Stead y David Foster Wallace: “Toda historia de amor es una historia de fantasmas”, que nos empuja a pensar  el terror como algo cotidiano. O que ante otro relato, “Paladar”, se recree con un texto de Patricia Esteban Erles: “El amor es una suerte de canibalismo”

   Ello da pie para traer a colacción otra de las constantes de los relatos antologados. Las narraciones transcurren con fácil normalidad, sin que en muchas ocasiones nos demos cuenta del salto de lo cotidiano a lo fantástico.

   En La primera vez que vi a un fantasma Solange Rodríguesz Pappe nos ofrece quince relatos, surcados, como vengo diciendo, por la presencia de fantasmas y por espacios fantasmagóricos. Pero sus fantasmas, reitero, ya no son seres irreales que solamente adquieren corporeidad en las obscuridades nocturnas. Pueden ser eso, pero también presencias más sutiles o angustiosas como la atmósfera afligida del primer relato, “A tiempo para desayunar”, tan atormentado el protagonista como el recuerdo obsesivo del narrador cuyo padre mató a alguien a los diez años y parece sumido en el laberinto de las reminiscencias o de las soledades de los demás moradores del hotel. Ausentes, aislados, a los que parece que se les ha olvidado hablar.

   

                                               
Solangue Rodriguez Pappe

 En “Paladar”, se trata de hallar público que quiera degustar una comida extrema, platos exóticos, sin nombre. Tras una noche de escapada y desenfreno, el hotel les sirve ese plato en el que es preciso masticar la imagen del ser amado, porque el amor, reitera la escritora, es una suerte de canibalismo. “Un hombre en mi cama” es un poderoso melodrama sentimental. La autora logra la creación de otra realidad atravesada por la soledad, y   habitada por los monstruos que responden a nuestros deseos o frustraciones: la contemplación del hombre dormido. Seres unidos por el sueño. Una forma de no sentirse sola. Y mientras tanto su hermana se casaba simbólicamente con un árbol: una acacia macho. Otros relatos con espacios físicos y emocionales: la obscuridad de Lima, la violencia de género o la pesadilla de una noche en vela.

   Los relatos de Solange Rodríguez Papee son una incitación para inquirirnos sobre cuál es el rostro o la máscara de los que se reviste el miedo en estos primeros lustros del Siglo XXI. Quizás las inevitables e insoportables tristezas, amarguras y angustias que experimentan las personas de nuestros días, como la de la mujer del relato que le da el título al libro, que aturdida se ve sola  en un hotel, consciente de que el hombre, el amante que la acompañaba, ya no regresará. Él sí que es el fantasma que entrevé en los sueños. La visión de lo más inquietante como paradigma de los humano. Fantasmas pues que responden a nuestros miedos y paranoias.



Francisco Martínez Bouzas.


martes, 5 de marzo de 2019

"CAPILAR": MICROFICCIÓN PARA DEGUSTAR Y JAMÁS OLVIDAR


Capilar
Lilian Elphick
Ediciones Eutôpia, Santiago de Chile, 2018, 81 páginas

   


    Lilian Elphick es uno de los referentes fundamentales de la microficción tanto en España como en Latinoamérica, ese género nuevo -menor para algunos- y que poco a poco se está abriendo camino porque, con la calidad de muchas de sus producciones, ha convencido a autores, lectores y críticos de que no es un subgénero baladí, subordinado a la narrativa extensa o de largo recorrido. Las mismas obras de Lilian Elphick (Bellas de sangre contaría, Diálogo de Tigres, Confesiones de una chica de rojo y K), comentadas en esta bitácora, son una prueba palpable y de difícil refutación de cuanto digo. Sus microrrelatos, esos “textículos” a los que se refería Cortázar, icluidos en múltiples antologías han servido para enaltecer esas ficciones de hechura breve, de desenlace inesperado y de la recompensa inmediata.
   La microfición de la escritora se ve aumentada en este inicio de 2019 con Capilar, cerca de sesenta minificciones en las que Lilian Elphick  no se repite, sino que sigue explorando nuevos caminos y haciendo gala de su creatividad. Y se enfrenta por enésima vez a ese arte, hasta ahora poco valorado, que se juega la vida en las primeras líneas y resucita, si su excepcionalidad es insoslayable, en la últimas, tal como declaraba Andrés Neuman.
   Capilar se halla estructurado en dos secciones de desigual tamaño, aunque de similar enjundia: “Capilar” y “Las aristas del tiempo”. Una cita de Primo Levi sobre la perniciosa ilicitud de callar (“No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?”, que remite sin duda a Si esto es un hombre, abre la puerta a diecisiete breves relatos en los que el amor, la pasión, el erotismo toman el protagonismo, mientras la protagonista y el ser apelado “huyen de los gases, del agua sucia de la policía, hasta que en la bravura de las aguas del Pacífico  explotan sus cuerpos amarrados con alambres y dejados caer desde las alturas. Otros relatos de esta primera sección reescriben en nuestras pupilas  la persecución -no precisamos preguntarnos cuál, la de la dictadura pinochetista-, fusionada con una pasión irrefrenable capaz de acariciar al mismo miedo.
   Capilar, en su brevedad y por la sangre vertida, es el testamento de los enterrados juntos, “hueso contra hueso”, de los masacrados, de los silenciados en las salas de tortura; en la lucha por la libertad y contra la tiranía, pero alimentados por el inmenso poder del amor y del erotismo. Es el olvidado recordatorio de la muerte que revive en las flores, en la naturaleza y en la bondad del mundo, a pesar del olvido porque eso fue hace mucho tiempo. Historia de los amantes que acaso reviven en la zona capilar. E historia de un país frustrado que parece que ya se olvidó de aquellas traumáticas experiencias.
   “Las aristas del tiempo”, la segunda parte de esta minificción, introduce al lector en amplio un puñado de historias en las que el tiempo, la vida que transcurre a través del tiempo, deja sus tijeretazos en personajes que, no solo por su nombre, sino por su hechura, parecen extraídos de un sueño de Cien años de soledad. Personajes de ficción y personas reales como Adolf Eichmann, Josef Mengele o Walter Rauff, pueblan con bondad o con sus demenciales crueldades estos relatos, aterrorizando todavía hoy a los fanatismos “que navegan por los fiordos de la memoria”. Historias de personajes temidos, de sangre vengativa, otros defensores de la igualdad y el pan de los hambrientos, de lavanderas temporeras y prostitutas cuando anochece.
   Microcuentos muy cultos e intensamente profundos, capaces de hablar de lo cotidiano y de lo filosófico. Otros rebosantes de sentido común, de ansías utópicas y del orgullo de las más humildes. Sin que, al final falta ese embrujo del amor, la fragilidad  de ser amantes, la fuerza del deseo y la renuncia al amor bravo para seguirse amando, rodeados por la inocencia de múltiples sueños.
   Como excelente maestra del microrrelato, Lilian Elphick echa mano de vez en cuando de la intertextualidad, con guiños a escritores y lingüistas. Y sobre todo condensa tramas completas en estructuras lingüísticas hiperbreves, en muy pocas líneas. El tercio sumergido en la condensación Y nos las transmite con la exquisitez de una prosa primorosa, elegante, fuerte  a veces y siempre llena de tensión e impulsos torrenciales. Leer algunos textos de Lilian Elphick significa tener la posibilidad de degustar unos de los mejores lenguajes literarios que hoy se escriben en español.

Francisco Martínez Bouzas


Lilian Elphick


Tres microrrelatos de "Capilar"

Tres

“Escríbeme, dame forma, conmuéveme y descéntrame. Escríbeme, señala el norte de las palabras, hazme historia fugitiva para arrancarme esta piel y entregarme a tus manos, Escríbeme, inventa cómo era yo en el tiempo de las cerezas corazón de paloma, cómo tu boca recorría las caderas y besaba el cielo del pubis.
Querías ser testigo de mis sueños. Me veías marchando por las calles, huyendo de los gases, del agua sucia de la policía. Me veías gritando consignas: «queremos comida», «queremos salud”, «queremos justicia”, «queremos memoria».
Dijeron que merecía la muerte. Así, amarraron mis pies y manos con alambre y, desde un avión, me lanzaron al Pacífico. Llevé tu nombre al agua.
No te olvides de mí: escríbeme.”

…..

La soldadera

" Él, a caballo. Asaba las tortillas, lavaba sus ropas, colocaba paños húmedos en su cuello. Mantenía el filo de la navaja con el cuero, revolvía el jabón y era la guardadora del espejo.
Muchas veces perdí criaturas en las trincheras. Tanta era la sangre. Es que a él no le gustaban mis modos de afeitarlo. Me tenía miedo. Decía que cualquier día iba yo y lo degollaba. Y me pateaba en el suelo. Por eso, esa mañana, le sostuve el espejo. Ante las tres señales de luces, mi comadre tomó su 30-30  me encajó la bala en el corazón. Tal cual le pedí. A ella la acribillaron allí mismo. Este hecho no pasó inadvertido para la revolución: nos recordaron como valientes lesbianas.”

…..

Hija de Afrodita

“Son las cinco  de  la tarde y camino por las calles vacías. Pero, ojos, esto es una canción; no hay un yo melancólico que desee cambiar las cosas, no hay nada. Desde el vacío me rebelo. Y no es que no pueda ir a  la esquina a comprar pan  y cigarrillos. Eso es muy fácil. No es que no logre mirar al cielo y decir: va  a llover. No me hallo en esta detención de valva imperfecta, esta ruina de mis ojos, que siguen viendo las maletas de mi bisabuelo en el fragor de la guerra.
Temblores de labios.
Labios como espadas, decía Aleixandre
Voy a la bala y a la muerte, como una hija de la tierra.”

(Lilian Elphick, Capilar, páginas 13, 41, 62)