lunes, 31 de enero de 2022

PARÁBOLA DE TODOS NOSOTROS

La rata

Andrzej Zaniewski

Alianza Editorial, 1999, 204 páginas

(Libros de siempre)

 

   

 

 

    Esta novela, escrita originariamente en polaco en el años 1979, fue traducida a numerosos idiomas y se convirtió de inmediato en un éxito literario, a pesar de que la censura impidió su publicación durante  varios años porque “mostraba la crueldad y la falsedad y despertaba los lados obscuros de la imaginación”.

   Zaniewski (Varsovia, 1940)  prosigue con su novela una línea narrativa (recordemos a A. Camus, Kafka, Eliot o a Günter Grass) en la que las ratas son a la vez metáfora, símbolo, lectura de y para los seres humanos). De hecho las ratas de Zaniewski son mucho menos animales y mucho más humanas de lo que nuestro orgullo y vanidad nos permiten admitir.

   El núcleo narrativo de La rata no es otra cosa que una verdadera y nueva odisea en la que una rata macho relata su vida terriblemente cruel, gris y dolorosa, en un viaje de ida y vuelta en búsqueda de mundos mejores, con el final inaplazable de la muerte y de una cierta esperanza de un cierto más allá de la muerte, único momento en el que el múrido se siente salvo, seguro y feliz. Viaje simbólico de ida y vuelta en la puesta del sol y en la noche, en las cuevas y escondrijos, en las ciudades hostiles y abrasadoras. Por eso piensa el autor que, cuando describe la vida de las ratas, está pensando en nosotros, en las leyes que rigen nuestra sociedad, en nuestros mitos, en nuestras verdades y mentiras, en el amor y en la esperanza, en la soledad y en la nostalgia.

    

 

                                      

                                            Andrzej Zaniewski

 

 Sin embargo nos podríamos preguntar: hasta qué punto son válidas las analogías: ¿lo que es cierto y válido para el mundo de las ratas, tiene que serlo necesariamente para el mundo de los seres humanos y viceversa?  Así por ejemplo, cuando sobre el mundo de las ratas se habla de metáfora, parábola o alegoría, ¿no estaremos efectuando excesivas antropormizaciones, con buenas dosis de finalismo sobre el comportamiento de estos animales, a los que se hace ser incestuosos, sádicos, caníbales, celosos, ansiar la música, liarse en mitos de la caverna y morir como los humanos, corriendo hacia adelante por túneles luminosos? En realidad sería suficiente una lectura sin ninguna de estas connotaciones  del relato de secas sensaciones de Zaniewski para reconocer su sustantividad, y darnos cuenta de los componentes épicos de la vida de este ser “no racional”. Así concluiríamos en comunión patética con este odiado e inseparable compañero de nuestra especie que, por su parte seguramente jamás pretendió darnos lecciones de nada, sino huir, huir siempre de nosotros.

Francisco Martínez Bouzas

 

lunes, 24 de enero de 2022

NOVELA SUBVERSIVA Y DESVARÍO

El año del Búfalo

Javier Pérez Andújar

Editorial Anagrama, Barcelona, 2021, 250 páginas.

 

  

 

 

   Pocos son los apelativos de los que, como escritor, se ha visto libre, Javier Pérez Andújar, ganador con la novela El año del Búfalo del último Premio Herralde de novela (2021). Voz sorprendente, descarranchante, irreverente, autor de libros mestizos y libre, buen amalgador de humor y de lirismo. Nacido en Sant Adrià de Besòs, (Barcelona), es autor de más de media decena de novelas. De entrada nada más abrir el libro, el lector comprende que se trata de una novela estructuralmente distinta. Aquí no hay capítulos, sino psicofanías, con múltples notas, algunas muy largas a pié de página.

   La novela, a primera vista parece un descabellado revoltijo con temas y personajes difíciles de imaginar, imbuidos en todo caso por un sentido lúdico. El autor le da cabida en sus textos a todo lo que se le ocurre, divagaciones, simples o curiosas ocurrencias, bromas, chistes… Son guiños posiblemente en clave que el autor da por supuesto -lo cual es mucho suponer- que el lector los comprende.

   La novela ha sido calificada como un “desvario” (lo hace el mismo autor) que exaspera y engancha al mismo tiempo. También son palabras de Javier Pérez  Reverte referidas a su obra como un libro “raro de verdad”.

   La trama de El año del Búfalo hace aflorar lo que les acontece a cuatro personajes, cuatro artistas encerrados en un garaje. Son Ugo Rende, Thatos Keltik, Basilitz Zholibin, a los que se suma otro anónimo. Reciben una amenazadora visita. El personaje anónimo es autor de una novela, “una obra maestra” en la que informa de una gran cantidad de asuntos sin pegamento entre ellos que de alguna forma los pueda unir. A lo que él hace se suma la libre literatura de un escritor finlandés, Folke Ingo, que terminará siendo el verdadero autor de las historias de los artistas retenidos en la encerrona.

   Además para elevar el clima temático, Pérez Andujar inserta psicofanías que relatan historias de personajes del siglo XX, tales como Franco, Mussolini, Gaddafi, Klus Barbi, Modiano,  ColaCao y muchos más, incluido Carles Puigdemont. Novela pues sobre diversos personajes que incluso desde las numerosas notas a pié de página apotillan el texto de Folke Ingo. Lo hacen además muchos otros personajes, su traductora, su madre, un presidente de club de amigos de Gregorio Morán, la ex directora de un cineclub de Santa Coloma de Gramanet.

   

                                                    


                                        Javier Pérez Andújar

  

   Novela, en definitiva en la que si algo sobresale por encima de lo demás es la inventiva desenfrenada, inagotable, radical, altamente subversiva desde el punto de vista estético.

   El año del Búfalo es una novela distinta de lo que el lector está acostumbrado a leer, rebosa de una inagotable inventiva, erudición sin freno, tonalidad pop. Novela subversiva o desvarió,  como ya dije que reconoce el mismo autor. Desvarío que se ha de entender con estas palabras de un miembro del jurado que le otorgó el galardón, Juan Pablo Vilalobos: “Es una idea de olla maravillosa, es exasperante en sentido positivo y provoca una experiencia de lectura muy graciosa”. Y todo eso a pesar de su irreverencia y de su posible delirio. Pero eso es lo que perseguía el autor y lo que ha hecho que la novela ganara el último Premio Herralde de Novela.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

jueves, 20 de enero de 2022

MÁS ALLÁ DE LA NOVELA DE GÉNERO

Golpes de luz

Ledicia Costas

Ediciones Destino (Planeta de Libros), Barcelona, 2021, 286 páginas.

 

   

 

 

    Hay  ciertos escritores de la literatura gallega -narradores y poetas sobre todo- que de la noche a la mañana se elevan a un universo poco menos que sublime, para luego desaparecer como estrellas fugaces, sin apenas dejar rastros. No parece ser este el caso de Ledicia Costas que transita con relevante éxito por la narrativa juvenil, habiendo conseguido los premios literarios más importantes, e incluso el Premio de la Cultura Gallega. Además de todo esto, Ledicia Costas nos ha ofrecido algunas piezas, tanto en relato corto como en novelas de largo recorrido como Infamia (2019) y Golpes de luz (2021), la novela de la que hoy me ocupo y que ha sido editada al mismo tiempo en gallego y en español. Una novela que, manteniendo la tensión del thriller, va mucho más allá de la simple novela de género.

   Si bien el narcotráfico parece ser el eje de la novela, no lo es, sino la desaparición de un familiar de un hogar que se había trasladado desde Madrid a una villa gallega, en la que vive su abuela Luz. Hasta allí llega su hija Luz, periodista, y Sebas, su hijo.

   Sin embargo el narcotráfico está detrás de la desaparición, hace más de treinta años, del progenitor de Julia que había investigado en las identidades de los narcos gallegos, en su condenas, en su familias, y en la posible relación de su padre, supuestamente emigrado a Argentina con Lucifer, un mafioso colombiano que permanece encarcelado desde hace veinte años. El leimotiv de la novela es el empeño de Julia y la descripción del narcotráfico en Galicia en forma de reportaje, lo que le sirve como pretexto para retornar al pasado e investigar en la historia de su padre que había desaparecido en vida cuando ella era apenas una niña, y solo obtenía el silencio de su madre como respuesta.

   

                                              

                                            Ledicia Costas

  

 

   La tonalidad de la novela viene definida por las mismas palabras de la autora: “En esta ocasión quería escribir una novela repleta de esperanza y de luz, llena de ternura”. Y al mismo tiempo trazar un puente entre distintas generaciones, con tres voces bien perfiladas. En el desarrollo de la narración participa un gran número de personajes. No obstante son tres los  que forman el pilar de la coralidad de la pieza narrativa: la abuela Luz, muy bien caracterizada en el inicio de su deterioro cognitivo y en sus momentos de lucidez. La periodista Julia, una voz narrativa neutra e imparcial que  se halla inmersa en la investigación de la intriga. Y el niño Sebas, quizás el personaje que logra la fuerza y el impulso narrativos más fuertes, y que desempeña un papel importante en la resolución de la trama. La descripción de su mundo es uno de los méritos de esta pieza. Buena novela de la autoría de una escritora joven que está desarrollando una trayectoria ejemplar como afirma la Fundación Laxeiro.

(Versión libre de la reseña aparecida el día 21 de enero de 2022 en el periódico Faro de Vigo, bajo el título: “Acertada traxectoria")

 

Francisco Martínez Bouzas

martes, 18 de enero de 2022

HIJOS DE MARX Y DE LA COCA-COLA

Contra el posmodernismo

Alex Callinicos

Ediciones RYR, Buenos Aires, 290 páginas

(Libros de siempre)

 

    

 

 

   Poco o nada conocido entre nosotros, Alex Callinicos es sin embargo un consistente intelectual de formación oxoniense, profesor de teoría política en el King’s College de Londres. Pero de ideología marxista, troskista del PST inglés, que es, a pesar de ciertas prevenciones, una forma de ser marxista. Como intelectual comprometido con la realidad, es de lo pocos que siguen a afirmar sin ambages, después del diluvio y desde la experiencia de la derrota, que la solución se halla en el materialismo histórico clásico. El proyecto de la Ilustración radicalizada, superador de las contradicciones de la modernidad, solamente se puede desarrollar por medio de una revolución socialista.

   Y desde esta óptica de resistencia a los ataques ideológicos hoy dominantes, hace Callinicos una lúcida mas controvertida disección de lo que califica de patología  postmoderna. El resultado es este ensayo denso y arriesgado.

   El resultado del Postmodernismo de Callinicos resulta sin duda alguna polémico. Para todos aquellos que opinan que la de Jameson es la versión canónica del Postmodernismo -recuérdese Postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, una realidad inmensurable, amenazadora y sólo obscuramente perceptible-, el análisis de Callinicos no pasará de ser una simplificación reduccionista e incluso poco ambiciosa, ya que, en su visión crítica, el Postmodernismo, en efecto, no es una gran cosa, no es un fenómeno cultural sobresaliente, sino una superlativa tergiversación  o, si se prefiere, un síntoma de la frustración social y política.

   Rechaza Callinicos la retórica de que vivimos en Tiempos Nuevos (así con mayúsculas), en ninguna era postindustrial diferente del modo de producción capitalista dominante desde el siglo XVIII. Niega así mismo las tesis del postestructuralismo (Deleuze, Derrida, Foucault) de que hayan muerto definitivamente los grandes relatos y las metanarrativas, o que exista una brecha insondable entre las nuevas formas artísticas y el arte moderno “Superior”

    

  

                                            Alex Callinicos

 

 

   ¿De qué es pues señal la banalidad posmoderna? Únicamente de un fenómeno de movilidad social, a medias entre la experiencia de derrota y los deseos consumistas. La derrota es la de las esperanzas revolucionarias desprendidas de los movimientos del 68, trastocadas por culpa de la desilusión al individualismo consumista. Y ninguna otra cosa, por consiguiente, que la democratización de la lógica consumista. Hijos desligados de Marx, pillados hoy por la chispa de la Coca-Cola, que intentan celebrar el entierro de la Ilustración tocando el violín, mientras Roma arde.

   El escaso compromiso lector con el libro de ensayo, pronostica, a mi entender, que la publicación que reseño, y que no es ciertamente un majar dulce y exquisito, no ha de  acoger demasiado lectores. De ese mismo hecho se deriva el valor añadido de los sellos editoriales que silenciosamente no renuncian al valor de publicar libros como este. Y ciertamente esto no es una banalización postmoderna.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

domingo, 16 de enero de 2022

UNA NOVELA CUYO PRECIO ES LA PRISIÓN

La república era esto

Alaa Al Aswani

Traducción de árabe por Noemí Fierro

Editorial Anagrama, Barcelona, 2021, 495 páginas.

 

  

 

 

   La república era esto” es la traducción al español del libro del escritor egipcio Alaa Al Aswani,  Jumhurriya ka-anna (Beirut, 2018). Una obra censurada en Egipto, el país natal del escritor y en otros países árabes. La novela se centra en la revolución egipcia de enero de 2011 en la plaza Tahir. “El régimen de Egipto no puede tolerar una novela como esta porque es un espejo en el que vemos la dictadura, no solo en su aspecto político, sino también en el social y familiar”, escribe Alaa Al Aswani, residente actualmente en Estados Unidos, puesto que su regreso a Egipto significaría de inmediato su encarcelamiento..

   Alaa Al Aswani (El Cairo, 1957), criado en una familia de intelectuales cercanos a la izquierda, alcanzó la fama, sobre todo en el mundo árabe, en  2002 con su novela El edificio Yacobián, traducida a muchos idiomas, incluidos algunos minoritarios como el gallego. Otras obras suyas han sido traducidas en España.

   Me centraré primero en los antecedentes. En febrero de 2011, el quinto presidente y dictador egipcio Hosni Mubarak dimite de su cargo tras décadas controlando con mano férrea el país del Nilo. Una renuncia provocada por “la revolución de los jóvenes” que, en múltiples manifestaciones solicitaban el cese del dictador; manifestaciones a las que acudieron centenares de miles de personas, concentradas en las calles del país y especialmente en la plaza Tahir. Entre los millares de asistentes a aquellas manifestaciones se encontraba Alaa Al Aswani. Un mes más tarde, en un plató de televisión, se encontraba el primer ministro Ahmed Shafik y entre los contertulios Alaa Al Aswani. Tras elogiar el primer ministro el carácter dialogante del nuevo gobierno, Alaa Al Aswani le interrumpió con esta escueta pregunta: “¿Y los mártires?”, refiriéndose a los incontables manifestantes fallecidos a manos del ejército. Al Aswani lanzó dardos como nunca se habían visto en la televisión egipcia: “¿qué piensas de la gente que fue asesinada?”, “ Qué hay de las mil doscientas personas que perdieron su ojos?”. El primer ministro, tras haber perdido la compostura, dimitió al día siguiente.

   Desde entonces Alaa Al Aswani, que ya era el escritor egipcio más conocido, se erigió en el gran defensor de la revolución que ocupó la plaza Tahir. Las manifestaciones siguieron activas durante dieciocho días.

   La república era esto relata lo que ocurrió en aquellos días de la revolución de los jóvenes,  a través de la existencia y vicisitudes de varios personajes ficticios, que, sin embargo, son el reflejo de los diversos perfiles de la sociedad egipcia. El libro narra, en efecto, a través de capítulos alternos, la diversa suerte de diversas personas, situados a favor o en contra de la insurrección durante la revolución.

   

 

                                              

                                             Alaa Al Aswani

 

     Al Aswani ensambla o entrelaza los destinos de una docena de personajes: Asma, una joven profesora de inglés que reniega del velo y que representa el sufrimiento del que fue y es víctima la mujer egipcia; una estudiante de Medicina cuyo padre trabaja en los servicios secretos del régimen, y su compañero de facultad, una desconcienciada presentadora de la televisión, un ingeniero inmerso de lleno en labores sindicales; el responsable de una fábrica que había soñado ideales revolucionarios en la década de los setenta, un actor copto adicto al hachis y que está convencido de que Dios lo envió para soportar la estupidez de otras personas; su esposa que lo detesta.

   Al Aswani narra sus vidas de forma paralela, resaltando la sensación de incertidumbre, el cambio que se ve venir, el optimismo alicaído. Novela salpicada de gotas de cinismo, y chaparrones de violencia y torturas por parte de los militares. Y una amargura omnipresente ante la impotencia de que el pueblo egipcio se revele de verdad porque se halla sometido al poder, a unos gobernantes considerados divinidades ya  desde la ápoca de los faraones. La diatadura de Abdelfath El-Sisi así lo confirma. Así pues una novela imprescindible para entender la primavera árabe y cuyo precio sería la prisión de su autor.

 

Francisco Martínez Bouzas