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lunes, 7 de febrero de 2011

ANTONIO ORTUÑO, ENTRE EL DELIRIO Y LA "MALA LECHE"

La señora Rojo
Antonio Ortuño
Páginas de Espuma, Madrid 2010, 106 páginas.

   Antonio Ortuño, “escritor y opositor de casi todo” según su propia autobiografía en twitter, es una de las últimas revelaciones de la narrativa mexicana. Después de su primera novela, El buscador de cabezas, elegida como mejor debut en la literatura mexicana de 2006, y del éxito de la segunda, Recursos humanos, finalista del Premio Herralde, publicó en Páginas de Espuma un prometedor libro de relatos, El jardín japonés. Traducido a varios idiomas, fue elegido por la Revista Granta entre los veinte y dos mejores narradores jóvenes en español. Y Jorge Herralde no tiene reparos en compararle a Michel Houellebecq, por su humor negro y su “mala leche”. Ambas categorías de calificativos hacen acto de presencia en este nueva antología de cuentos, rescatados de distintas publicaciones y que ahora podemos leer en una edición sencilla, pero a la vez elegante y con cuidada impresión de Páginas de Espuma.
   Al concluir la lectura de estos trece cuentos a este lector le queda el mismo ácido sabor de boca que impregna esta escritura, porque de la pluma de Ortuño salen a borbotones la ironía, el humor negro, la burla íntima, historias en cuyo centro de gravedad se encuentra el cinismo, la frustración, temas y personajes extremos y la realidad reflejada e iluminada con el calidoscopio del delirio.
   El libro estructura su rica carga diegética en dos secciones. La primera, rotulada “La carne”  es un muestrario  de historias individuales en las que existencias anónimas viven su cotidianidad entre el drama y la irracionalidad. Historias que pueden suceder en cualquier parte pero que hallan en la realidad extrema del México actual un humus perfecto. Historias ásperas y crueles de las que está desterrada la clemencia y cualquier resquicio compasivo. Historias a veces cercanas al expresionismo, otras al esperpento. Familia pobres – pobres, con refrigerador vacío, pero con agua corriente lo que permite limpiar la sangre que le escurre al hermano cuando se despeña por la escalera. La farsa de la felicidad llevada hasta el extremo de colocar en la lápida de la cripta familiar de una pareja mal avenida la leyenda “Fueron felices y dieron felicidad”. O la cruel venganza que hallamos en el relato “El Día del Amor”: ve a su novia traicionándole con el profesor de fotografía, le regala un cachorro de perro y cuando ella se encariña con el animal, lo mata, lo destroza y le toma un montón de fotografías que le hace llegar. La protagonista del relato “La Señora Rojo” es una inmensa tortuga que agoniza en el jardín del ficticio narrador, en medio de ruidos que complican el sueño. Logra deshacerse de ella, pero detrás de ésta, aterriza un batallón de congéneres, igualmente vomitivas. La imposición del absurdo y del delirio arruinando el sosiego familiar. “El Grimorio de los vencidos” da comienzo con una frase que marca el tono de la prosa de Antonio Ortuño: “Ciertas desgracias favorecen el alma. Perder a los padres ennoblece: nos hace adultos que nunca más recurrirán a nadie”. A continuación, un relato que bascula entre la fantasía y la credulidad popular porque, al final, la Hierba del Santo Casto le regresa a su mujer de los brazos de un mago que hace nevar, pero cada vez que la posee, el aire de la habitación se congela y en algunas ocasiones hasta está a punto de nevar ( página 50 ).
Antonio Ortuño
   Los relatos de la segunda parte ( “El mundo” ) transcienden lo individual para internarse en la realidad latinoamericana y de otros países  con regímenes totalitarios. En ellos se elude la crítica política directa, pero no el sarcasmo a la hora de retratar poderes corruptos, formal y exóticamente democráticos, pero que son ellos mismo nidos de horrores o permiten ser invadidos por gente rubia y muy admirada.
   La culpa de las revueltas es obviamente de los revoltosos, no del profesor desquiciado que elimina a tiros, uno tras otro, a sus alumnos por el simple hecho que querer reunirse en asamblea. Fuera espera la policía que había recibido la orden  de no mover un dedo mientras los muertos fueran estudiantes. En otros como “Historia” o “Héroe” narra Ortuño de forma paródica y distorsionada las guerras o la historia de un país que soñó con ser un Imperio pero “A quién se le ocurre llamar Imperio, su imperio a nuestro pantano, escribe Ortuño en muestra inteligente de ironía y de esa mala leche de la que habla Herralde.
   Es sin embargo en “Pavura” donde el narrador nos golpea la cara cuando parodia y pone en solfa la actual paranoia de los gobiernos por la seguridad de los aeropuertos debido al miedo al otro. El mal, la delincuencia infinita están ahí, pretenden colarse en nuestras entrañas y hacen que el protagonista del cuento – asesor de seguridad aeroportuaria -  se convierta en orgulloso planeador de las técnicas más demenciales, invasoras de nuestra intimidad hasta el punto de confesar lo que sigue, que copio como muestra del sarcasmo  de la pluma del escritor tapatío:
   “Disfruto, si, de las líneas de seguridad en cada aeropuerto que visito; gozo cuando soy detenido y maltratado, cuando soy orillado a desnudarme, a despojarme de zapatos y calzoncillos frente a los compañeros de fila, cuando mis documentos personales no son tomados por verdaderos, se me escolta a un cuarto cerrado y se me empuja y escupe. Procuro dejarme encima anillos, cadenas, hebillas, todo lo que sea metálico y haga saltar las alarmas. He conseguido un arma y la oculto entre los calcetines o camisetas para ver si la descubren” ( página 99 )
   Una antología de relatos breves que se inscriben en una línea  muy actual, pero a la vez con acento personalísimo, que rompen fronteras geográficas y nos permiten gozar de los usos locales del idioma porque Páginas de Espuma no ha impuesto sobre estos cuentos, escritos en México, ese discutido criterio de “traducibilidad” que suele exigir la industria editorial española.

domingo, 16 de enero de 2011

PAGINAS DE ESPUMA, COMO VIVIR DEL CUENTO DESDE HACE DIEZ AÑOS

   Páginas de Espuma  es una de esos pequeños sellos editoriales, surgidos en la pasada década como alternativa a los megagrupos que, en sus ansias depredadoras, engulleron, con contadas y honrosas excepciones, a la mayoría de las editoriales españolas. Una forma de imposición del pensamiento único y de moldear nuestros gustos estéticos. Frente a su imperio totalitario, proyectos editoriales como Páginas de Espuma, especializada en literatura y ensayo y que, en tan sólo diez años, ha editado innumerables títulos en sus siete colecciones. Pero es sobre todo con las colecciones “Voces / Literatura” y “Vivir del cuento” donde Páginas de Espuma se ha convertido en la editorial de referencia en minificción. Sus ediciones recogen lo más granado y lo más actual del cuento escrito por narradores españoles y latinoamericanos, antologías temáticas o clásicos del género rescatados. Esa es su militancia, su forma – y no minúscula – de resistencia. Viven del cuento desde hace diez años y nos permiten a los lectores gozar de las fantásticas imposturas que ha cincelado con breves martillazos la nómina de sus creadores. Nómina que se nutre con narradores de aquí y de allén de los mares: Ana Rossetti, Enrique Jaramillo Levi, Guillermo Samperio, Fernando Quiñones, Medardo Fraile, Fernando Iwasaki, Pilar Adón, Clara Obligado, Arturo Uslar Pietri, Ángel Zapata, Andrés Neuman, José María Merino, Espido Freire, Ana García Bergua, Javier Sáez de Ibarra, Ángel Olgoso… nutren, entre otros muchos, el catálogo de Páginas de Espuma.
   Hoy quiero traer a esta anotación de bitácora tres de sus últimas novedades. Es la impresión provisional de la primera ojeada a tres libros de microficción editados con maravilloso primor. En otro momento volveré sobre ellos en una reseña más reposada.

Oficios ejemplares de Paola Tinoco.  El debut de Paola Tinoco en la narrativa. Ella, voz y manos de Anagrama en México, guía y hada madrina, en sus todavía jóvenes años, de tantos escritores que transitan por México DF o por la FIL de Guadalajara. Conjuro para la hija de Roberto Bolaño en Blanes, hoy lo es para todos nosotros pero desde el otro lado de la barrera. Y sus conjuros que el lector hallará en estos Oficios ejemplares, serán un hechizo porque Paola Tinoco sabe bucear con naturalidad, elegancia e ironía en la trastienda de los oficios más prosaicos. Relatos surrealistas y alucinantes, mas basados en la realidad, como “Buzo de cementerio”. Otros, como “Lavacoches” son pequeñas obras de arte: la intensidad condensada en treinta líneas.

Lo inolvidable de Eduardo Berti. El escritor argentino es ya un clásico de la modernidad tanto en novela como en el relato breve. Una de las voces que realmente merecen la pena en la actual y prolífica narrativa latinoamericana. El olvido, sus formas y vericuetos actúan de hilo conductor de estos once cuentos en los que la identidad, la memoria y la confusión dejan oír su voz y no solamente como temas colaterales.

La Señora Rojo de Antonio Ortuño. Debutó en la narrativa en el 2006 con una novela que fue considerada la mejor del año en México, su país. Traducido a numerosos idiomas y elegido en 2010 por la revista Granta como
 uno de los mejores autores jóvenes en lengua española. Sus relatos en este volumen  iluminan la realidad por medio del delirio. Y las respuestas de sus protagonistas cuestionan, hasta lo inverosímil, sus propias acciones o las profesiones que ejercen. Prosa alejada de cualquier tentación barroquista, pluma ácida y, sobre todo, virulencia conceptual para despertar a una sociedad que hace oídos sordos.