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sábado, 3 de marzo de 2018

LA LÚCIDA Y DENSA RIQUEZA DE LO FUGAZ





Con (textos) fugaces

(Microrrelatos y cuentos breves)

Aminta Buenaño

Editorial Hispamer, Managua, 2017, 260 páginas.



   

   Una generosa cosecha de más de un centenar y medio de microrrelatos y cuentos breves le da forma y contenido a este nuevo libro de la escritora, comunicadora y activista social Aminta Buenaño (Santa Lucía, Guayas, Ecuador), cuyo primer oficio fue y es la literatura, a la que llegó, como ya señalé hace años, no desde la política o la diplomacia, sino al revés. Doy por hecho que para la autora ecuatoriana la escritura, sobre todo de los textos de la microficción, supuso un verdadero reto, pues lo suyo, al menos hasta ahora, han sido los cuentos largos o de mediana extensión y la novela. No es fácil interesar y llegar a emocionar o al menos sorprender empleando los mínimos recursos. E incluso en los cuentos breves que jalonan el libro de Aminta Buenaño y que no suelen superar la página y media, la gramática del relato es semejante. Todos ellos, los hiperbreves y los breves se juegan la vida, como opina el escritor argentino Andrés Neuman, en las primeras palabras, ya en el título diría yo. En las últimas, la resurrección o el naufragio.

   Como tantos otros y otras, Aminta Buenaño es consciente de que esta época hiperdigital y fragmentaria en la que vivimos, se persigue la concisión, la brevedad, la economía del lenguaje. Y ese lema o imperativo procura la autora traducirlo en los textos de este libro. Y a fe que la escritora domina la gramática del microrrelato. Gracias a ese dominio, el lector obtiene el regalo de la recompensa inmediata. Títulos no demasiado explícitos y que sin embargo ejercen eficazmente su función orientadora; economía lingüística -lo contrario sería vulnerar el arte de la minificción o irse por las ramas-; núcleos diegéticos explícitos o implícitos altamente condensados que suscitan en el lector la sorpresa, la sonrisa o incluso el deseo de elaborar la propia historia. Son textos, los de Aminta Buenaño, que en su fugacidad, sugieren, no cuentan. De este modo, es el lector el  que alcanza el éxtasis por sí mismo. Juego con el doble sentido de algunas palabras. Varios de los microcuentos de este libro se sirven de este recurso (“Más…turbación”, “Penetración”, “Toilette”, “Desnudo”, “El triángulo” o “La esposa infiel”, entre otros).

   Aminta Buenaño hace uso además de la elipsis, porque este subgénero, si por algo se caracteriza, es por no obviar las cosas. Son microrrelatos, pero no palabras vacías e inanes; cuentan una historia, narran algo, están más allá del aforismo o de la simple ocurrencia. Escritos con palabras justas y necesarias, de modo que el lector los pueda ver casi como fórmulas matemáticas. Y con finales que es donde el lector debe recibir el cachete narrativo, la sorpresa que le hará reír o reflexionar. Me permito echar mano de una de las primeras minificciones de esta antología porque es una muestra paradigmática de lo dicho: Penetración. Se agitaba ansioso cerca de ella, atraído por el latir de su carne.La recorría. Montaba sobre los vellos dorados de su piel. La exploraba buscando la zona más íntima y vulnerable para penetrarla, pero ella resuelta lo impidió. De un solo manotazo mató al tenaz mosquito que la molestaba” (página 19). Sobran mis palabras, el breve texto lo dice todo.

   La arquitectura compositiva de de los cuentos breves es similar, excepto, claro está, en la brevedad y concisión. Todos ellos cuentan historias, decenas de historias creíbles, sin que necesariamente sean del todo coherentes. Uno de los privilegios de la  ficción es la libertad para no imitar a la realidad al pie de la letra. Si algo distingue a la narrativa breve es la existencia de una situación narrativa única, formulada en un espacio imaginario y en un decurso temporal, si bien algunos de sus elementos pueden estar sugeridos al margen de la lógica clásica. Y desde este punto de vista es preciso reconocer que los cuentos breves que nos brinda Aminta Buenaño, nos sugieren historias, muchas de ellas extraíbles de la vida real, del fermento psíquico de la propia vivencia personal. Otras de la historia, de aquel Quito colonial en el que Manuela Cañizares se pelea con la miseria, contra el yugo español y, tras surgir como una diosa, “en jarras y resuelta”, arenga a los patriotas.

   No resulta fácil aquilatar con exactitud la riqueza temática de estos cuentos y minicuentos, a pesar de que la autora los clasifica en ocho grandes secciones, algunas con títulos tan llamativos como “Historias de amores y desamores” o “Eva después del paraíso”. Además, algunos núcleos temáticos como el erotismo, la sensualidad o la violencia son transversales y se hallan presentes en más de un apartado. Esa es la razón por la que me centraré, sobre todo, en los enfoques y puntos de vista que la escritora deja translucir en sus textos.

   En muchos de ellos se nos invita a reconciliarnos -si eso hiciera falta-, habitar y disfrutar del erotismo. Un erotismo y una sensualidad que la escritora aborda generalmente de forma sutil, metaforizada alguna vez, sin adormecer por ello la lujuria, sin artificiosos eufemismo que nos roben las palabras más expresivas y castizas que todos conocemos. Y al mismo tiempo, sin caer en la chabacanería. Los cuerpos, tanto los masculinos como los femeninos, aparecen como objetos de deseo. También los de esas mujeres en cuyos cuerpos se deja percibir la “carnicería del tiempo” (página 26), pero que siguen siendo apetecibles y ellas mismas siguen deseando. No hay edades para las pulsiones eróticas. Las viven, sin duda alguna, las mujeres de mediana edad, esas adolescentes de cincuenta o sesenta años, como se ha expresado la autora. El deseo, la tensión amorosa, ciertas miradas, estremecimientos, éxtasis… viven o reviven con las lecturas de estos textos.

   Si existe un posicionamiento inequívoco de Aminta Buenaño es contra la pandemia de la violencia de género. Ni siquiera es preciso declararse feminista, como se nos dice en uno de los microcuentos que hizo Eva al ser expulsada del paraíso, para rechazar tajantemente la violencia  contra las mujeres. Es suficiente con aceptar la humanidad que nos define para conmovernos con las “traiciones indigestas”, con las derrotas consentidas o no que han sido y siguen siendo las vidas de tantas mujeres, vencidas por la violencia, el miedo o la cobardía. Mas si hay un relato que resume la historia milenaria de agravios y ultrajes contra las mujeres es “Historia no oficial de la vagina”. La vagina que chorrea sangre no menstrual, sino la del golpe, la humillación, el vasallaje. Ese relato es en su conjunto una “metonimia” elocuente de la dominación golpeadora de la clase de los machos sobre la de las hembras. Centurias de imperio patriarcal y sometimiento femenino están recapituladas y se hacen visibles en este microrrelato y en muchos otros como “Fragilidad”, “Defensa personal”, “Migrante quiere pasar la frontera”, “Celópata”. Y tantos otros.

   Otros de los enfoques que focaliza la escritura de Aminta Buenaño son la soledad, la traición, el miedo, la vejez, la enfermedad, la muerte presentida o temida, los amores obsesivos, esas mujeres diferentes pero valientes y libres, aproximaciones al mundo de los animales, el sencillo secreto del hombre más feo del mundo o las imperecederas ganas de amar y ser amados o amadas y que tantas  veces nos hacen sufrir.

   Y con este talante, hasta la página final, entreteniéndonos también con realidades cotidianas, en su proteica variedad, que igualmente forman parte de la vida. Destilando realismo, pero también humor, ironía, ingrávidas y agudas ocurrencias, juegos de palabras. Manjares de fantasía escritos con personalísimo acento, capaces de producirnos escalofríos, furias o deleites. Una prosa enramada en los primores de la fantasía sirve de apropiado atavío a esta amplia colactánea  de relatos muy narrativos, pese a su brevedad, y cuya lectura será sin duda una experiencia inolvidable.









Aminta Buenaño


Fragmentos



Historia no oficial de la vagina



“Era una vagina que chorreaba sangre, pero no era la sangre ritual, cíclica y animal de la menstruación. Era la vagina del golpe, de la agresión, del vasallaje de los miles de años en los que el guerrero depredador  tomaba su botín y humillaba al poblado. Era la vagina los millones de mujeres sepultadas en la nada en donde nunca alcanzaron a tener voz y solo eran vagina. Era una vagina chorreante de un crimen normalizado que no escandalizaba a nadie. Era la vagina. Y entonces esa vagina chorreante fue escribiendo, cantando, peleando y fue haciéndose persona por cuenta propia y ahora hay muchos y muchas que reclaman que mejor era, cuando era solo una vagina.”



…..



Eva después del paraíso



“Cuando Eva fue expulsada del paraíso, en lugar de lamentarse por la terrible pérdida tuvo la revelación súbita de que lo inesperado llegaba como una lluvia de estrellas en su vida. De una existencia sosa y aburrida en el jardín del Edén a una vida trepidante, llena de incertidumbres y emociones; en donde iría dibujando cada uno de sus pensamientos, conquistando cada uno de los escalones, dejando de ser la costilla para llegar al todo. Mientras Adán, compungido y temeroso, reclamaba a Yahvé  y la acusaba con infantiles gimoteos, Eva en un rapto de felicidad, se declaraba feminista.”



…..



El triángulo



“Todo funcionaba maravillosamente entre nosotros tres, hasta que se fue ella y apareció la costumbre…”



…..



“Manuela Cañizares surgió como una diosa indignada, sin pensarlo más, en jarras y resuelta, les arrojó aquella parrafada de fuego que sería el combustible de la epopeya que vendría después: «¡Cobardes… hombres nacidos para la servidumbre!, ¿de qué tenéis miedo…? ¡No hay tiempo que perder…!». Desde aquel día esa ola de fuego que despertó su palabra fue creciendo por toda América, incendiando valles y montañas, riscos y quebradas, liberando; mientras Manuela, acusada de puta, delincuente, incendiaria; perseguida con sentencia de muerte por las fuerzas realistas, se escondió en un valle cálido para morir sin siquiera vislumbrar aquel instante de arrojo que había eternizado; convencida de que su vida había sido solo humo, niebla o vergüenza como era la costumbre de las mujeres audaces de su tiempo…”



(Aminta Buenaño, Con (textos) fugaces, páginas 61, 67, 123, 193)


  


domingo, 24 de julio de 2016

LA NARRATIVA POÉTICA E IMAGINARIA DE AMINTA BUENAÑO



Si tú mueres primero
Aminta Buenaño
Suma de Letras (sello del Grupo Santillana), Quito, 218 páginas
(Libros de fondo)

   No llegó a la literatura desde la política o la diplomacia, cosa harto frecuente en nuestros días, sino justamente al revés. Me refiero a la escritora Aminta Buenaño (Santa Lucía, Guayas, Ecuador), autora de un poemario, libros de cuentos y esta novela. Así como asidua practicante del periodismo literario en Guayaquil. Docente y luchadora incansable por la igualdad de género; y en el año 2007 diputada de la Asamblea Nacional Constituyente de Montecristi, de la que fue vicepresidenta. Embajadora de Ecuador en España y, en la actualidad, en Nicaragua. Pero sobre todo escritora.
   Este libro fue una novedad editorial en el año 2011, y en esa fecha me llegó desde Guayaquil. Pero quizás Tot, la deidad egipcia de la sabiduría, patrón de los escribas, y por tanto de los escritores, decidió con su poder oculto jugar una mala pasada: el extravió durante meses y años de la novela de Aminta Buenaño. Mas el escribano sagrado acordó ponerlo de nuevo en mis manos estos días.
   Aminta Buenaño se inició como escritora con un poemario juvenil, al que siguieron cuatro colecciones de cuentos y esta novela, gestados todos ellos en los fermentos psíquicos de la infancia, un manantial del que beben muchos escritores. En lo mitos que empaparon su niñez y adolescencia  en la piladora  familiar, escuchando de boca de los montubios, (un grupo vital en la historia ecuatoriana, de rica oralidad filosófica y literaria), que, con los sacos de arroz también acarreaban sus historias del monte, la oralidad de sus relatos de amores vedados, las leyendas de pactos con el diablo. De ese mundo mágico y fantástico brotaron las colecciones de cuentos de Aminta Buenaño. Su huella se percibe también en esta novela.
   La autora sitúa la historia en una ciudad ceñida por un nombre mítico: la centenaria Real Ciudad de la Caridad, habitada por personajes de leyenda como Eudomiro, cuya gran hazaña era haber visto el mar. También la viuda de Espinoza, la señora María Dolores que, para hacer penitencia por el desamor y la negación del sexo conyugal a su marido, le hace un juramento a las puertas de la muerte de este: llevar a los convecinos del pueblo rural a conocer el mar. Empeñada en que arribe a buen puerto su empresa, visita a sus vecinos para venderles los boletos que hagan posible la excursión. Visitas que la autora aprovecha  para contarnos sus historias en breves relatos, que bien pueden funcionar de forma independiente. Como el de don Pascual Emilio Cueva, un terrible y sombrío avaro que dejó morir a su esposa por no comprarle las recetas que el médico prescribía, o que, sabedor de que en su casa se cagaba mucho, sustituyó el papel higiénico por trozos de páginas de periódicos.
   Conocemos así, en retratos que rozan el esperpento, lo real imaginario: una amplia nómina de vecinos de Real Ciudad de la Caridad, sus costumbres, manías, inconfesables secretos, aspiraciones, amores locos, inútiles esperas, enredos sentimentales y carnales, urgencias de sexo desmedido, las encendidas o mezquinas raciones de amor dadas como “traguitos” (página 51), dolientes y espantadas confesiones de homosexualidad y de amor incestuoso, la ardiente fascinación por los cuerpos hermosos, combatida a base de agua helada, persistentes sesiones de coitos para que llegue la descendencia, que sustituye a los pájaros, “como si fuera una receta prescrita por el médico” (página 82), el sexo olido, presentido, disimulado con el libro de oraciones abierto. Y como estas, decenas de historias, alentadas además por el deseo de ver el mar que es pretexto, aliento e hilo conductor del que Aminta Buenaño se sirve para agasajarnos con estas historias que basculan entre la realidad y la magia, en un pueblo que poco tiene que envidiar a Macondo, suspendido también entre las lañas y grietas del tiempo.
   Novela escrita desde perfectivas femeninas; con personajes femeninos muy potentes frente al patriarcado y sus leyes que siempre se han empeñado en dictar cómo deben ser y sentir las mujeres. Y que, sin embargo, sucumben a los efluvios masculinos, al ardor y a la ubris de esa fuerza ancestral que es el sexo, la pasión de la que Aminta Buenaño habla sin tapujos, sin eufemismos. Paradigma de este protagonismo femenino es el empeño de la viuda y Zoila Felicidad, inmune en su lujuria a las prohibiciones del cura del pueblo y a siglos de castradora moral platónica y judeo-cristiana. Multitud de personajes secundarios, descritos tanto en sus caracteres como en sus figuras físicas con exagerada verosimilitud, recalcando las desmesuradas proporciones.
   Salvando las distancias, me atrevo a decir, como conclusión, que Aminta Buenaño, con su leguaje visual que combina lo poético con lo imaginario, renueva la vigencia del realismo mágico. No hay en la novela gallinazos metiéndose por los balcones, ni calderos, pailas, tenazas y anafes que se caen de su sitio, o niños que nacen con cola de cerdo, pero la escritura de Aminta Buenaño, volcada hacia la imaginación hiperbólica, convierte el mundo del pequeño pueblo en algo fabuloso y soñado. Magia pues de metamorfosis y exageraciones en la escritura de Aminta Buenaño en la que el lector se pierde con fruición.

Francisco Martínez Bouzas

                                                  
Aminta Buenaño

Fragmentos

“El pueblo estaba por entonces dormido, hasta que un lunes, a las seis de la mañana, en el momento justo de empinar la taza de café humeante sobre sus labios, una idea como una mariposa aleteó inquieta en la angustiada cabeza de la señora María Dolores viuda de Espinoza: ¡Eso es, organizaría una gira al mar!, contrataría la chiva de don Ricardo Ronquillo, cuya capacidad daba casi para cuarenta personas (…)
Seguro que la gira tendría éxito, porque nadie, absolutamente nadie, conocía el mar; ni siquiera habían oído hablar de él desde los tiempos nostálgicos de don Abraham Aldaz Bolaño. El aristocrático viejo era el único que había dado pruebas legítimas de conocer el mar. Nadie ponía en duda sus relatos exóticos y extraños, en los que pululaban feroces tiburones en cuyos vientres aparecían  manos solitarias y descarnadas, barriles de petróleo increíblemente intactos y perlas enormes como bolas de billar; piratas que volvían locos de amor a las playas en donde nativas de cadenciosas caderas, mitad indias, mitad negras, según sus ambiguas descripciones, los esperaban bailando desnudas tras las rocas en taimada complicidad con la justicia; y acantilados abruptos en donde las cuevas y los tesoros enterrados abundaban con la misma proporción que los caracoles en la playa.”

…..

“Tuvo la virtud especial de presentir el sexo mucho antes de que apareciera en su vida: lo sintió en el olor que emanaba de las flores por la mañana, y diluido en el viento de la tarde, en las sábanas amarradas por los sueños de la noche, en el brillo de una mirada o en el aliento casi imperceptible de una despedida. Al sexo se volcaba cuando estaba triste, para aliviar sus pesadumbres y para amainar sus dolores, para reconciliarse con la vida y con los gestos y las sonrisas impostadas que, como surtidor, derramaba para todos aquellos que estaban cerca. El sexo era la pócima que bebía cuando los fantasmas la apuraban y creía que se iba a soltar el miedo, el terror que la escocía. El sexo que descubrió como una revelación (…), que atrajo al muchacho de la tienda que entendió más por instinto que por experiencia lo que le sucedía a Zoila Felicidad, y que supo calmar sus ardores con una lengua que parecía un trapiche, con una lengua que a Zoila Felicidad se le antojó que tenía dos metros porque la vació entera (…)”

…..

“Empezó a gotear y la gente huyó como una manada de animalitos espantados. Al igual que en tantos inviernos, se descargó la lluvia sobre los techos de zinc como si lloviera piedras del cielo, y un perro aulló a lo lejos. Los días empezaron a repetirse con sus mismas caras, con iguales gestos. Los hombres trabajaban de lunes a viernes y se emborrachaban los fines de semana, la mujeres se llenaban de hijos; el cura, el teniente político y los viejos se reunían todas las tardes a jugar un cuarenta interminable en el silencio crepuscular de las tardes. Luz de Jacinto, las tías de Zoila Felicidad y las demás mujeres volvieron a tejer los mismos cuentos, las mismas historias. El vacío y la intriga nadaban en las voces de doña Maira y doña Pola. La idea del viaje, como un polvillo dorado suspendido en el aire por la escoba de la viuda cuando barría y sacaba polvo a los muebles, volvió a asentarse como ceniza de otros tiempos, a dormir su sueño de siglos, hasta que otra idea tan descabellada como aquella se atreviera a romper la paz del pueblo en dos y, como un príncipe encantado, intentara despertarlo de su sueño de siempre.”

(Aminta Buenaño, Si tú mueres primero, páginas 11-12, 99, 117-118)