martes, 21 de abril de 2015

EL CAOS EXISTENCIAL DE HENRY MILLER



Trópico de Cáncer

Henrry Miller

Traducción de Carlos Manzano

Edhasa, Barcelona, 425 páginas

(Libros de fondo)



   Henry Miller fue uno de esos escritores que, posiblemente sin tener esa intención, más contribuyeron al triunfo de la libertad de expresión en la literatura y a la diferenciación de los juicios morales y estéticos. Nacido en Nueva York en 1891, tras su paso por el City College, se estableció en 1930 en París, ciudad en la que se entregó de lleno a la creación literaria, a la vez que llevaba una vida independiente y anticonvencional que lo convirtió en un paradigma de la bohemia moderna y en un modelo para la beat generation (Barroughs, Keruac, Gingsberg…). En sus obras narrativas confluyen elementos autobiográficos, especulaciones filosóficas, ternura y obscenidad. Su sello vitalista, anarcoide y erótico desencadenó no pocas polémicas y censuras. (En Estados Unidos hasta 1961). Durante mucho tiempo decir Miller equivalía a decir escándalo y sin embargo su obra no se reduce a las consabidas referencias sexuales que surgen en la mayoría de los lectores cuando se pronuncia su nombre. Henry Miller añade un plus de cultura y lucidez, y contribuyó,  quizás como nadie y de forma  decisiva, a que el sexo se tratara con naturalidad en la literatura.

   Trópico de Cáncer, según confiesa el propio autor, fue escrito en el medio de un caos absoluto, empantanado el escritor en un verdadero cenagal de ideas, emociones y experiencias. El resultado, tal como promete el mismo inicio de la novela, no es un libro en el significado común del término, sino una injuria, una calumnia, una difamación…un ultraje sostenido, un escupitajo en la cara del Arte.

   La novela tiene a París como escenario geográfico y vital. El París de los años 30, donde se desenvuelve la vida del escritor, que busca fuera de su patria una nueva existencia alejada de la rutina cotidiana. Miller se adaptó perfectamente en la capital francesa y, junto con otros compatriotas, se convirtió en parte integrante de la degradación urbana, de la tupida hilera de marginados que llenan los hoteles ruinosos y los alojamientos por horas de las prostitutas.

   La novela sigue un desarrollo narrativo caótico; en ella no existe una trama precisa, sino una serie de situaciones, montañas de comida y de sexo, encuentros esporádicos que llevan de una aventura a otra a un personaje, el escritor, que asume una actitud pasiva con relación a lo que acontece. Como si se dejase llevar por el curso de la vida, permitiéndonos sentir únicamente aquello que le sirve para respirar y para gozar. Miller se yergue en efecto por encima de cualquier prejuicio social o moral, y parece atado inexorablemente a aquellos elementos éticamente desagradables de la existencia humana. El autor se acerca a ellos, los conoce en todos sus recovecos y los asimila, convirtiéndolos en parte integrante de su caótico modus vivendi. La única constante de esta forma de vivir el presente es la prevalencia de los instintos.

   Es obvio que Trópico de Cáncer no se ajusta a las expectativas del feminismo. El autor que allanó los caminos para los creadores de literatura erótica, considera que  las mujeres, quizás  la sola excepción de Tania, son instrumentos para la obtención de placer. Sin embargo todo esto no debería impedirnos percibir que los personajes femeninos poseen  en Trópico de Cáncer un valor protagónico y sin ellas sería imposible entender cabalmente esta obra autobiográfica, catártica, expresionista y sensorial, tan deudora del simbolismo rimbaudiano o de la lírica de Walt Whitman, como de los textos picarescos y del naufragio de los perdedores de Dostoievski. También parece claro que hoy en día el texto de Miller no dice nada nuevo que no se haya  visto o leído  en el cine, en los cómics y en la narrativa. No obstante, los “melindres” de Henry Miller siguen siendo clásicos dentro de la literatura erótica. Ellos forman también parte del substrato cultural de la humanidad.


Francisco Martínez Bouzas

                                                                                                        
Henry Miller

Fragmentos


                                                    
La subo sobre mí y, mientras las cuerdas me resuenan en los oídos; la habitación está obscura y la alfombra pegajosa con el kümmel derramado por todas partes. De pronto, parece como si se acercara la autora: es como agua arremolinándose sobre el hielo y el hielo está azul con la bruma que se alza, glaciares hundidos en verde esmeralda, gamuza y antílope, meros dorados, morsas retozando y el ambarino lucio saltando sobre el círculo ártico… Elsa está sentada en mis rodillas. Sus ojos son como ombligos diminutos. Miro su enorme boca, tan húmeda y brillante, y la cubro con la mía.”

…..


“No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros que escribir, gracias a Dios. Entonces, ¿qué es esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo.”


…..


“Hacía sólo unos días que se había agarrado a mí desesperadamente, y después algo ocurrió, algo que ni siquiera está claro para mí ahora, y por su propia voluntad subió al tren y me volvió a mirar con esa sonrisa triste y enigmática que me desconcierta, que es injusta, forzada, de la que desconfío con toda mi alma. Y ahora soy yo, parado a la sombra del viaducto, quien tiendo los brazos hacia ella desesperadamente y en mis labios aparece esa misma sonrisa inexplicable, esa máscara que he colocado sobre mi pena. Puedo quedarme aquí parado y sonreír inexpresivamente, y por fervorosas que sean mis plegarias, por desesperado que sea mi anhelo, hay un océano entre nosotros; ella seguirá allí en la miseria, y yo caminaré aquí de una calle a otra, con lágrimas ardientes quemándome el rostro.


(Henry Miller, Trópico de Cáncer)

domingo, 19 de abril de 2015

CUATRO NOVEDADES DE EDICIONES DESTINO



   Ediciones Destino, actualmente un sello editorial del Grupo Planeta, pero que continúa ofreciendo en su catálogo colecciones ya míticas como “Áncora y Delfín”, con más de mil trescientos títulos editados, sigue brindándole al lector en español productos de calidad, entre ellos los premios Nadal de cada año.
   En los últimas semanas, Ediciones Destino le ha dado luz a un amplio conjunto de novedades en las que se mezclan ficciones de gran calidad literaria que demanda lectores selectos, con obras de consumo masivo, aunque sin caer en la “aventura de la ficción thrillera” como sin duda son algunos de los títulos editados en las últimas semanas
   En este avance editorial me fijo, en base sobre todo a las respectivas presentaciones editoriales en cuatro de las novedades de Ediciones Destino en los últimos meses, de la autoría de Lorenzo Silva, Jaume Cabré, Celso Castro y Gullem Martí. Cuatro  escritores que frecuentan distintos subgéneros, mas de contrastada calidad y experiencia, la mayoría de ellos, en el mundo de la ficción. En otro momento, ofreceré en este cuaderno de crítica mi visión valorativa de estas cuatro obras.
  
Música para feos
Lorenzo Silva
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2015, 2015 páginas.

   Música para feos es una historia de amor a contracorriente entre una joven periodista y un militar veterano, con el telón de fondo dela guerra de Afganistán. Sus dos protagonistas, que no han tenido demasiada suerte en la vida, saben sin embargo que la música está de su parte. “We are ugly but we have the music”, como canta la canción de Leonard Cohen.
   Se conocen por azar en un lugar nocturno en el que ninguno de los dos pinta gran cosa. Sin suerte en la vida, no les quedan demasiadas esperanzas de alcanzarla algún día. Ella es una periodista al borde de los treinta     que subsiste con un subempleo que detesta. Él, mediados los cuarenta, se obstina  en ser un misterio y no desvelar a qué se dedica.
   Podrían no haberse vuelto a ver nunca; al fin y al cabo, la imaginación y la gente acaban casi siempre por mentir, pero una semana después del primer encuentro, se reencuentran y en una habitación de un hotel, saben que la música está de su parte. En definitiva, una historia de amor a contracorriente.

Las incertidumbres
Jaume Cabré
Traducción de Ricard Vela
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2015, 184 páginas.

   Traducido del catalán, éste es un libro híbrido, en el que Jaume Cabré non introduce en su propio taller creativo. Un volumen de reflexiones sobre el proceso creador tras la publicación de sus últimas novelas, Las voces del Pamano, Viaje de invierno o Yo confieso.
   Lúcido ejercicio de duelo por los personajes ya abandonados y huída terapéutica de la sombra demasiado alargada de su última novela, Yo confieso. La escritura de este volumen le ha servido a Jaume Cabré para plantearse y dar respuesta a una serie de interrogantes que, paradójicamente, al tiempo que su obra se consolida, se amplían y se afirman en hondura y madurez, son más fértiles y no dejan de multiplicarse.
   Desde su larga experiencia escritural, Jaume Cabré le plantea al lector un enérgico análisis sobre el arte y la literatura, su dimensión ética, la falacia de la inspiración, la figura del escritor como asceta, el placer de narrar historias y así mismo de escucharlas. O la simple importancia de la relectura y del contacto sostenido con la propia tradición. El autor argumenta así mismo contra la concepción de la literatura como mentira, reivindica la libertad creativa y acaba rindiendo pleitesía al reino de las incertidumbres, en el que habitan las obras de arte.

Entre culebras y extraños
Celso Castro
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 154 páginas.

   Celso Castro es un escritor nacido en A Coruña, pero no es un escritor gallego, porque hasta ahora todas sus obras han sido publicadas, y posiblemente escritas, en castellano. No obstante, el escritor ha sabido hallar en Galicia la atmósfera perfecta para todas sus ficciones.
   Las muerte del padre, seca y repentina, abre el relato de un adolescente enfermizo y genial, lector de Schopenhauer, tan despiadado como sensible, que intenta desasirse de la herencia paterna y de los secretos familiares y afianzar un temperamento en construcción, agitado por el amor y el sexo -Sofía-  y por el descubrimiento de un mundo más allá de la infancia.
   Una novela contundente que nos descubre a uno de los secretos mejor guardados de la literatura en español. Así valora Enrique Vila-Matas la obra narrativa de Celso Castro: “Considero un acto de justicia poética advertir de la subversiva valía de Celso Castro”

¡Quemad Barcelona!
Guillem Martí
Colaboración de Jordi Solé
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2015, 574 páginas.

   A Guillem Martí (Barcelona, 1988) un trabajo de investigación iniciado durante el bachillerato le descubrió la oculta y fascinante historia de un tío-abuelo que había sido conceller de la Generalitat y murió exiliado en México. Después de años de indagaciones, decidió escribir esta novela con la estrecha colaboración del escritor Jordi Solé. Así nació ¡Quemad Barcelona!, un libro destinado a sacar a Miquel Serra i Pamies del olvido y dar a conocer la heroica aventura de cómo salvó su ciudad, Barcelona.
   En una polvorienta estación de autobuses, en Ciudad de México, Miquel espera la llegada de su mujer, Teresa, a quien no ve desde hace diez años, y de su hija, a quien no conoce. Mientras las espera, rememora con amargura los acontecimientos que le han llevado hasta ese lugar.
   Sus recuerdos lo llevan a enero de 1939, días antes de que el ejército rebelde entrara en Barcelona. La República agoniza y la guerra está perdida, y la ciudad es ya una sombra de lo que era: el que puede huye a la frontera y el que no, espera resignado la suerte del vencido. En estas condiciones llega la orden del Komintern de arrasar la ciudad, destruir las vías de comunicación y centros neurálgicos de energía, agua y transporte, para no dejar nada en pie al enemigo. Miquel Serra, miembro del PSUC y conseller de la Generalitat, es el encargado de llevar a cabo esa orden de tierra quemada. Pero Miquel, en alianza con Corbacho, un sargento madrileño veterano del ejército republicano, y jugándose la vida, boicotea esos planes y salvaguarda la ciudad. 

Francisco Martínez Bouzas

lunes, 13 de abril de 2015

"CICATRIZ", UNA NOVELA ADICTIVA




Cicatriz
Sara Mesa
Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, 194 páginas


   La autora de Cicatriz, Sara Mesa (Madrid, 1976), es una de las figuras emergentes de la narrativa en español. De hecho ha sido seleccionada por una prestigiosa revista literaria entre los/las treinta escritores/as cuyas edades oscilan entre los treinta y los cuarenta años. Sin que todavía haya escrito o publicado mucho (un poemario y tres novelas, la última Cuatro por cuatro finalista del XXX Premio Herralde de Novela), su voz muy personal y quizás desusada se está dejando sentir por la originalidad de su temas y también por el tratamiento escritural de los mismos. Con ello está creando un marco narrativo propio. Una obra todavía corta cuantitativamente y en la que siempre ha estado presente el tema de la ofuscación en las relaciones humanas, especialmente en las amorosas, cimentadas en impulsos y en comportamientos obsesivos e insanos. En Cicatriz constituye sin duda uno de los temas centrales, junto con el perfeccionismo, la relación con los objetos, relación fetichista en uno de los personajes centrales, la seducción o la construcción mental del objeto que creemos amar. En menor medida, el mundo subterráneo de las relaciones virtuales entre internautas, un modo de interactuar tan frecuente en las comunicaciones de al menos medio mundo.

   Con el desarrollo de todos ellos, ya que con mayor o menor intensidad todos están presentes en la novela, la autora ha creado una pieza narrativa intensamente adictiva. Si la literatura en algún momento se puede convertir en droga, la lectura de Cicatriz propicia tal atadura, tanto por el interés del hilo o de los hilos conductores que tiñen y dan sentido a todas las unidades narrativas de la novela, como por el tratamiento escritural de las mismas, muy ágil, depurado, muy de nuestros días, relatadas además con un ritmo rápido y un tono derivado de la escritura epistolar.

   La novela pivota sobre dos personajes principales, Sonia y Knut, y en un secundario, Verdú el novio/marido de Sonia, sin apenas relieve. Dos personajes en una relación a distancia, con una historia contada siempre desde la perspectiva del personaje femenino. Del masculino sabemos lo que ella nos filtra. Y centrada desde la primera secuencia. Sonia, una joven de nuestro tiempo, con una vida real gris y anodina, desempeña un trabajo que considera un absurdo despropósito. En internet, sobre todo en los chats, halla horas de distracción para su desatinado trabajo. En un foro literario contacta con un hombre que se enmascara bajo el alias de Knut Hamsun, un tipo de su edad que entre sus mayores “virtudes”, además de su retórica tan calculada que se convierte en algo artificial, destaca su habilidad para “pillar”, para robar. Pero en sus robos está impresa su particular ética: roba de manera aséptica, con estilo, habilidad y paciencia psicopática, y en grandes superficies comerciales, una suerte de sisa contra el sistema.

   Al poco tiempo de “conocerse”, Sonia recibe el primer paquete de libros robados por Knut, y a partir de ahí se verá inundada por regalos (cds musicales, perfumes, zapatos, lencería fina y cara…). A la vez Knut la va  moldeando, supuestamente para convertirla en escritora, mas en el fondo para hacer de ella una criatura a su medida, un particular objeto de culto. Sonia incorpora a Knut y a sus regalos a su cotidianeidad y acepta los frutos de sus pillajes, a pesar de que va teniendo la sensación de pérdida de control. Lo hace por la vanidad de sentirse el centro de atención de alguien, por el placer de verse obsequiada con carísimos regalos, y sin pedir nada a cambio, solo su atención. Pero todo eso la está ofuscando. Y, a pesar de que le cuesta otorgarle a Knut consistencia de persona real, y se observa a si misma actuando como un personaje, siente la necesidad de fabular que es posible vivir otra vida en la que ella juega el papel de chica elegante, distinguida y despreocupadamente liberal (página 112).

   Llega el momento en el que el personaje masculino busca hacer real lo que hasta entonces todo se había jugado en el plano de la irrealidad (un catálogo de fantasías perturbadoras y posesivas. Y Sonia reacciona a tiempo, se da cuenta de que está participando en una relación, aparentemente sin peajes, pero intensamente enfermiza y morbosa con un maniático, perfeccionista, manipulador que la ha llevado a su terreno, no a un territorio común.

   La autora delinea con gran rigor los personajes, sobre todo el de Knut. Un personaje al que va desvelando poco a poco y al que hace que a la vez nos atraiga y repela. Vive al margen de cualquier imperativo social, pero le gusta ir siempre bien vestido, incluso para “pillar” una lata de sardinas. Es un autodidacta que consume gran parte de su tiempo en perfeccionar el arte del robo, con lo que neutraliza su estrés; es un maestro en el uso del tono inquisitivo y persuasivo y es esclavo de una exhaustividad enfermiza. Con especial interés observamos la óptica que sobre el sexo tiene este neurótico perfeccionista: todas las maravillas del sexo residen en la fabulación de ese “ser que aún no es” y, por consiguiente, puede prescindir del paso posterior, de la consumación. Piensa así mismo que el alma, la espiritualidad, el amor deben quedar fuera del sexo. Pero cuando cree haber moldeado al personaje femenino como un objeto a su medida, no sólo el catálogo de fantasías que le propone es perturbador, sino que pretende hacerlo con ella sin tocarla, a través de la mediación de una de sus amantes.

   La acción narrativa está perfectamente enfocada desde la primera línea y prosigue de forma ascendente, con no pocas zonas de sombra y elipsis, períodos temporales con acontecimientos que solamente se intuyen y que el lector habrá de llenar con la luz de su propia lectura. En el haber de Sara Mesa es preciso resaltar la habilidad para hacer creíble un entramado hecho de obsesiones y sumisiones, porque lo hace encajar perfectamente con una radiografía objetiva de nuestro tiempo. Pocas pausas descriptivas, por lo que el ritmo del relato nunca se desacelera. Así mismo, escasos o nulos  artificios estilísticos y empleo de aquel lenguaje depurado que demanda la narración. Un modo narrativo focalizado en el personaje femenino, y una estructura fragmentada con cierta reiteración de prolepsis que no dificultan la lectura porque la anticipación de ciertos acontecimientos y el regreso al relato primero, se encuentran marcados por los rótulos de los capítulos. Todo ello para hacer más legible el relato de la espesa sustancia maloliente que rebosa de la mente de un maniático y el dejarse llevar en buena porción de la novela por parte de su víctima.

Francisco Martínez Bouzas

                                                               
Sara Mesa (Foto Europa Press)

Fragmentos


“Días antes una amiga a la que se atrevió a contarle una versión descafeinada de la historia se plantó con firmeza. Si de verdad quieres saber mi opinión, le dijo, creo que debes dejar de escribirle de inmediato. ¿Por alguna cuestión moral?, preguntó Sonia. Él no los coge (lo libros) de casas ajenas ni de librerías pequeñas, se apresuró a aclarar. Los pilla en grandes almacenes, cadenas como la Fnac, el Vips, sitios así. No, dijo su amiga, no era eso, o no era sólo eso. Es porque nadie regala cosas así porque sí. Algo está buscando, y si no me haces caso, algún día esta historia te salpicará en la cara, sentenció. Pero no son regalos estrictamente hablando, explicó Sonia. Hay establecido una especie de acuerdo. A él le gusta que ella le escriba, busca hablar de libros, compartir opiniones generales sobre la vida. Su amiga inclinó la cabeza, la miró achicando los ojos. Venga ya, susurró. ¿De verdad crees que tus opiniones sobre la vida valen tanto?”



…..



“Sonia le pregunta cómo ha podido un moralista como él convertirse en alguien tan impasible. ¿No enfoca el sexo con una apatía que raya la crueldad? Pero Knut no ve contradicción en su actitud. A mí lo que me gustaría es pasar totalmente, dice. El impulso del sexo termina siempre adquiriendo una raíz social detestable, formada por aprensiones morales, impulsos burgueses y la ausencia de ambiciones más intelectuales. Yo aspiro a dejarlo sólo en el impulso, sin revestirlo de nada más. ¿Eso es crueldad? El alma, o la espiritualidad, o comoquiera que acuerden llamarlo, debería quedar fuera del sexo, intocada. Detesto ese tono triturador con el que algunos hombres hablan de las mujeres, como si estuvieran en la guerra y, en nombre de la patria, presumiesen de haber matado a alguien, pero también odio esa visión del sexo como algo falsamente lúdico, un juego propio de la modernidad, como el rafting o el puenting. El sexo es tormento, dolor y soledad, una rémora animal de la que no se puede escapar. Además, por muchos disfraces que se le pongan, el sexo es…sexo.”



…..



“M. y Sonia. Sonia y M. Un día Knut le desvela otra fantasía. Él podría hacerlo con M. estando ella  justo al lado, para que él sintiese que en realidad lo está haciendo con Sonia. Ya sabes que a ti te respeto demasiado para intentarlo, pero con esta mediación sí lo veo posible. No sería una situación tan fría como parece. Podrían compensar la falta de contacto físico con miradas y palabras de amor. Por ejemplo, cuando M. se fuera al servicio, él se acercaría a ella y le susurraría al oído algo tierno, que los acercara entre sí y la excluyera a ella definitivamente. Decirte, por ejemplo, que te quiero. ¿Te molestaría eso?

Sonia lo lee y siente un nudo de inquietud en el estómago. Hasta entonces todo se había jugado en el plano de la irrealidad. Ahora, se da cuenta, Knut está buscando la manera de hacer real esa irrealidad. Sonia es consciente de su culpa. Si ni siquiera le gustan sus besos, ¿cómo se ha metido en esa historia? Fue ella misma quien, irresponsablemente, con ese no-sé-por qué que él tanto le censura, lo ha alentado a llegar hasta ese punto: ella la que finge entusiasmo, la que le ha mandado fotos con lencería y los zapatos, quien propuso la cita y quien, finalmente, fijó la fecha, aun sabiendo que todo era una farsa. Se siente bloqueada, furiosa consigo misma y, también, ligeramente asqueada.”

(Sara Mesa, Cicatriz, páginas 28-29, 85, 151)