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martes, 2 de julio de 2013

LA MINIFICCIÓN MALVADA E INVEROSIMIL DE LILIAN ELPHICK



Confesiones de una chica de Rojo

Lilian Elphick

Mosquito Editores, Santiago de Chile, 2013, 93 páginas.



   

    A estas alturas de esa historia de la minificción, nacida en tierras australes, no me cabe la menor duda de que Lilian Elphick es una de las grandes figuras del subgénero basado en la elaboración de una minuciosa orfebrería capaz de agasajarnos con abundantes narrativas completas, pero al mismo tiempo muy breves. Relato relámpago, inmensidades hechas de ausencias, el máximo de significado con el mínimo de significante y mucha inteligencia, arranca cuando concluye su lectura, solo se ve la décima parte como en el iceberg… son algunos intentos de definición. Definiciones imposibles seguramente, pero que Lilian Elphick ejemplariza de forma magistral en sus cinco libros anteriores. También en estas Confesiones de una chica de Rojo, de tan reciente edición en Santiago de Chile que huele todavía a fresca tinta verde.

   Cincuenta y ocho minirrelatos distribuidos en dos grandes secciones, la primera carente de título pero con varias series como la que se nos ofrece bajo el epígrafe “El crujido de la seda”. Seis cuentos crueles, capaces de rebanarnos el aliento ya en su porción que emerge y se manifiesta, donde brillan las navajas  y cuchillos “que cantan su melodía de afilada zampoña” (página 13) y se alude eufemísticamente a muertes matadas como “el patio de los callados”.

   Después, un amplio ramillete de historias breves, brevísimas en su mayoría, que suben esa apuesta de la que hablaba César Aira. Relatos como centellas o fusilazos que nos atrapan por el inesperado e inteligente final, que hace que salga a flote ese secreto sumergido, porque en la narrativa de Lilian Elphick se desarrolla al máximo, como ya he podido constatar en la lectura de otros de sus libros, la escritura elusiva  y en su inteligente factura es mucho más lo que sugieren que lo que expresamente dicen, sin que quepa sospechar aquello de que un mal narrador puede tener un momento de talento y hallar una frase genial o un desenlace inesperado. La minificción de Lilian Elphick, respirando atmósferas diversas y preñada de tonalidades igualmente dispares, mantiene el pulso y en unas cuantas líneas aprisiona una historia, historia sugerida que el lector tendrá que completar si quiere disfrutar de ese frenesí de escritura proteica, elusiva y, sobre todo, desbordante de ingenio y creatividad.

   En muchos de esos relatos, el mismo común denominador: el sutil filamento de la tajada asentada ya sea con veneno, con colmillos hincados, con degüellos o con balas encajadas en el corazón de la protagonista de “La soldadera”, un minicuento que ya me había hecho estremecer en anteriores lecturas y que considero digno de figurar en las más selectas antologías de la microficción.

   La presencia pues de lo trágico, de la crueldad, de lo pavoroso (“un año después me lanzaban al mar con las manos amarradas y caía, caía al azul con la esperanza de verla de nuevo”, página 27) transita por buena parte de estas confesiones que la prosa trenzada con sutil ingenio por la autora convierte en pequeños tesoros narrativos y en verdaderos artefactos que interpelan al lector.

   Especial mención merece, a mi juicio, el relato que le da el título a la colección: una personalísima e ingeniosa versión del cuento de Caperucita, paradigma de esa tonalidad malvada y vengativa que enmarca buena parte de estas minificciones.

   No obstante, la versatilidad creativa de la autora es capaz de transcender los discursos monotemáticos de las garras afiladas de la maldad y deleitarnos igualmente con otros hilos temáticos. Será el amor y sus enveses, el encuentro con la propia condena y otros núcleos diegéticos los temas que, emergiendo de su imaginación, se convierten en letra escrita. Y también con las historias fantásticas que componen la sección que clausura el libro: “Otras verosimilitudes” que nos llevan desde la invención de la sábana con miniaturas de posturas sexuales para acrecentar el arte amatorio, hasta la verdadera historia de la extrañeza.

   Narrativa en formato breve, (“testículos”, si le robamos la palabreja a Cortázar) anclada en estructuras proteicas, con muchas resonancias intertextuales enriquecedoras, con un amplio elenco de personajes. Narrativa irónica, mordaz, mortífera, corrosiva, con muchos finales fulminantes, exactos, helados, como si hubieran sido cortados con un diamante. Y vestida explícita o implícitamente con el color rojo de la sangre. Apta sobre todo para paladares exquisitos que aúnen  tanto ingenio como sensibilidad, para ser capaces de extasiarse  con esos dos tercios de la magnitud sumergida que deberán cobrar vida en su imaginación. El tercio visible nos invade a través de una escritura a veces muy clara y directa, otras elíptica y afilada, pero siempre llena de primor, de belleza y sensualidad. Así sigue Lilian Elphick construyendo sus propios abismos, inconclusos, abiertos y despeinados, como ella misma dice.



Francisco Martínez Bouzas








Lilian Elphick



Fragmentos



La soldadera



“Iba a pie. Él, a caballo. Asaba las tortillas, lavaba sus ropas, colocaba paños húmedos en su cuello. Mantenía el filo de la navaja con el cuero, revolvía el jabón y era guardadora del espejo.

Muchas veces perdí criaturas en la trinchera. Tanta era la sangre. Es que a él no le gustaba mi modo de afeitarlo. Me tenía miedo. Decía que cualquier día iba yo y lo degollaba. Y me pateaba en el suelo. Por eso, esa mañana, le sostuve el espejo. Ante las tres señales de luces, mi comadre tomo su 30 – 30 y me encajó la bala en el corazón. Tal cual le pedí. A ella la acribillaron ahí mismo. Este hecho no pasó inadvertido para la revolución: nos recordaron como valientes lesbianas.”



…..



La memoria



“En 1973, Hortensia Bussi dijo: «Quiero que sepan que aquí estamos enterrando a Salvador Allende, Presidente de Chile, en forma anónima, porque no quieren que se sepa. Pero yo les pido a ustedes, a los sepultureros, jardineros y a todos quienes trabajan aquí, que cuenten en sus casas que aquí está Salvador Allende para que nunca le falten flores.»

En 2011, al exhumar los restos de Salvador Allende, no se encontraron huesos, sino muchas flores, frescas, plenas de fragancia, vivas en su memoria silenciosa.”



…..



Curso de lingüística general



“Le arranqué la camisa, le solté el cinturón y, cuando los pantalones caían al suelo, noté su cola larga, escamosa, terminada en punta de flecha.

-         ¡Ay, Dios mío! – grité

-         Llámame como quieras, a mi no me importa – dijo él, mostrándome  el verdadero infierno de su lengua.”



(Lilian Elphick, Confesiones de una chica de Rojo, páginas 23, 26, 29)

viernes, 12 de agosto de 2011

"DIALOGO DE TIGRES": LA MICROFICCIÓN DE LILIAN ELPHICK

Diálogo de Tigres
Lilian Elphick
Mosquito Editores, Santiago de Chile, 2011, 120 páginas.

Aunque poco conocida en España -sus libros han sido editados en Chile-, Lilian Elphick es una de las voces más potentes y singulares de la narrativa hiperbreve  en lengua española. Directora de talleres literarios, editora de la página web  Letras de Chile, ha demostrado sobradamente su experiencia y buen hacer en el género de la distancia corta y la recompensa inmediata, con varios libros de sus autoría, publicados entre los años 1990 y 2011, así como en antologías de cuentos y relatos breves que vieron luz, tanto en Chile como en otros países.
Diálogo de Tigres es su más reciente aportación a la microficción en lengua española, merecedora, por la agudeza e ingenio de sus historias y por su prosa briosa, teñida de colores líricos y destellos de reflexión filosófica, de figurar en la nómina de las más selectas antologías del relato breve. Y, por supuesto, de una lectura atenta e inteligente, generadora de ese sublime placer estético que prende en nuestra mente cuando la belleza y el ingenio nos posee a través de la palabra.
Un cuento, escribió Andrés Neuman, se juega la vida en las primeras líneas. En la última tiene la posibilidad de resucitar. Las fronteras del microcuento son mucho más angostas y muchas veces la primera línea es también la última. En un simple guiño, en una rápida mirada, es preciso encerrar  toda una historia. El microcuenta se sustenta, pues, en la parquedad de la formulación verbal y en la absoluta excepcionalidad. Escribir lo mínimo, pero constriñendo al lenguaje y hacerlo además con esa precisión y con esa intensidad, de forma que en la mente lectora su denotación sea a la vez amplia, rica y profunda.
En la microficción, los ciento veinte relatos de este volumen de Lilian Elphick, como diría Cesar Aira, suben la apuesta, se lo juegan todo. Pero los riesgos que asume la autora resultan ser a la vez sedante, bendición y estímulo. Sobre todo estímulo para el lector porque la narrativa breve de Lilian Elphick desarrolla al máximo la teoría de la alusión, “to write on the principle of the iceberg” (E. Hemingway). Escritura alusiva o insinuante que afecta al nivel simbólico sumergido debajo del lenguaje, como el iceberg bajo el agua. Microcuentos, pues, que en su dimensión conceptual no dejan asomar más de un tercio de su magnitud, correspondiéndole al lector activo, a su imaginación, la tarea de bucear para descubrir la epifanía de los dos tercios restantes. En algún caso es la propia  escritora la que incita al lector a hallar esa parte invisible del témpano sumergido: “Tigre le ofrece una manzana para que ella sea una, sólo una, pero Fábola es la manzana acribillada de lujuria. ¿Se entiende?”(página 26). Por eso mismo, los relatos de Lilian Elphick son témpanos en la imaginación que ilustran la disimulación, artificio que resulta muy eficaz tanto en los cuentos independientes, como en aquellos otros que forman series (“Diluvio I-V”, “Fábulas”, “Diálogos de tigres” I-X).
Lilian Elphick
Me detengo en estos últimos, en su hilo conductor, tal como lo reconstruye mi imaginación, porque de ese hilo surge una verdadera historia. Los tigres heridos por flechas que no son flechas cualquiera, sino flechas que detienen corazones, enamorados y sueñan sueños imposibles, sin leer a Borges, solo escuchando boleros. O prometen verse de nuevo cuando no dejen huellas y el amor sea un olvido, un dejarse ir. En su último salto en el vacío, sus colas llevan atadas la cuerda de la escritura. Y cuando decidan estar solos y tomar cada uno su rumbo, treparán la pared, pero a la tigresa le costará mucho más porque está preñada de sueños” (páginas 7-16).
En los ajustados parámetros en los que Lilian Elphick concibe sus piezas breves hay, sin embargo, lugar para la fábula, para la reflexión filosófica, para el deseo y para un sutil erotismo, escondido en esos tercios sumergidos de la condensación del hiperbreve. Encierra eficazmente la autora estructuras narrativas completas en muy pocas líneas, diseñadas generalmente  a través de un lenguaje sencillo, conciso, elíptico,  mas sin renunciar por ello a los exquisitos regalos de una prosa primorosa, rebosante de tensión, fuerza, sorpresa, belleza e incluso musicalidad. Prosa torrencial que se amalgama a veces con otro tipo de escritura: sensual, lúbrica, capaz de seducirnos. Es el personalísimo acento de Lilian Elphick expresado lingüísticamente.



Crestomatía de Diálogo de Tigres

Diálogo de tigres III
“Luego de caminar por las extensas planicies de la escritura, los tigres llegan al río del silencio. Ahí se bañan y olvidan que están hechos de tiempo y de sangre. A sus pieles mojadas se adhiere la palabra ’pez’. La tigresa puede nadar debajo del agua a gran velocidad; el tigre da brincos contra la corriente. Juegan a acariciar burbujas.
-¿A quién le contaremos nuestra historia?- pregunta ella.
-¿Cuál historia?- pregunta él.
Los tigres jadean bajo el sol implacable y sus patas se hunden en la arena. Tienen sed. Saben que morirán si no encuentran una mano que morder, aquella que los escribe en la mitad de la noche”.

Fábula del tiempo
“Fábola y Tigre han decidido tomarse un tiempo. Él es el primero en beberlo. Ella tiene un poco de miedo, pero Tigre la incita a coger la copita y tragarse el líquido de una sola vez.
-Amargo
-Más bien ácido.
-Como el limón.
- Pero con un toque de cicuta.
- Oh, sí.
Y así hablaban hasta que el tiempo surte efecto. Los devora de inmediato, sin el trivial acto de canibalismo.
Fábola y Tigre se miran. Son un par de desconocidos en la enormidad de las praderas amarillas”.

Sic gloria transit mundi
“Y cuando despertó, Dios le dijo. «Quiero que estés en el pesebre». Entonces el dinosaurio fue y se acomodó como pudo entre la vaca y el burro. El Niño nunca más olvidó esa bucólica escena.

Final feliz
“Nos amamos desde el lugar de las palabras; el deseo era una escritura que iba y venía, ataviada de un presente compacto.
Nos amamos con furia, siempre indagando en la perversión que tiene toda historia ficticia.
Nos buscamos en libros y cartas; fuimos el papel y la tinta, unidos por ojos que nos leyeron.
Por eso lo maté: para amarnos más y eternizar el mejor de los finales”.

Balada de la piedra
Qué  curioso es ver el viento en su transparencia de pelo revuelto. Y qué inquietante esta inmovilidad inquebrantable frente al mar convulso, y las agujas de agua fatigándome, los pequeños crustáceos cerca de mi, arriba de mi, silenciosos y activos. Qué decir de las gaviotas graznando asesinatos: me abraza la sangre que poco a poco se evapora. El pañuelo voló hace mucho.
Y por ser piedra, lloro”.
(Lilian Elphick, Diálogo de Tigres, paginas 9, 27, 42, 100, 111)