miércoles, 31 de mayo de 2023

LA PECULIAR COCINA DE DANIEL CASSANY

La cocina de la escritura

Daniel Cassany

Anagrama, Argumentos, Barcelona, 255 páginas

 

   Los  eruditos hablarán de esta cocina como libro de metaescritura. La realidad es mucho más sencilla: Daniel Cassany traduce del catalán una especie de manual de redacción. Escritura por consiguiente sobre la escritura. El autor, como digo, hace la versión española de su propia obra, escrita originalmente en catalán, y asume un doble presupuesto: escribir no es una tarea sencilla y en las enseñanzas académicas más bien se aprende a leer que a escribir. Así pues, la mayoría de las personas se sienten desamparadas ante un papel en blanco.

   La cocina de la escritura pretende ser un manual para aprender a redactar, la preceptiva sobre la comunicación impresa, una especie de libro de estilo sin ninguna marca de casa, y abierto, por el contrario, a todo aprendiz de escritor. Sin embargo, nada de gramática y nada de ortografía. La peculiar cocina de Daniel Cassany echa mano de productos comestibles, más allá de esas recetas de última hora, como los formularios de correspondencia comercial o administrativa. Tampoco quiere ser una preceptiva de métodos y estilos que son al autor como el carácter a la persona.

    

                                        

                                         Daniel Cassany

 

 

   En este gran supermercado retórico y lingüístico, los aspirantes a este también viejo oficio de escritor -viejo pero no envejecido- encontrarán de forma práctica y sencilla, muchos elementos y estrategias de la técnica de la escritura, de la creatividad sintáctica. Y consejos aprovechables para una apropiada textura escrita. No obstante aléjense los aspirantes a ser grandes escritores, la literatura de carrera, porque el talento, concede a fin de cuentas Cassany, no se enseña, ni tampoco existen brebajes afrodisiacos en esta peculiar cocina.

Francisco Martínez Bouzas 

martes, 23 de mayo de 2023

RECORDANDO A MARTIN AMIS

   El pasado día 19 de mayo fallecía en Lake Worth (Estados Unidos) Martin Amis, unos de los grandes novelistas británicos del último tercio del pasado siglo y del actual. Hijo del escritor Kingsley Amis, se inició en la narrativa con un comienzo brillante, El libro de Rachel (Premio Somerset Maugham en 1973). Madurado en la crisis del 73, el desmoronamiento del estado de bienestar, la desilusión con el régimen cubano y las alternativas de izquierda seguidoras de la URSS y el giro conservador de su país, poco a poco va reflejando en sus novelas un negro pesimismo provocado por el descubrimiento del mal, cuyo paradigma es sin duda Stalin, protagonista de Koba el Temible, un pretendido ajuste de cuentas equivocado con la tolerancia de la intelectualidad de izquierdas..

   Sin embargo su nombre se codeaba con Julian Barnes, William Boyd, Kasuo Ishiguro, Ian McEvan, Salman Rushdie o Graham Swift. Miembro de la Generación Granta (la revista que en 1983 publicó la lista de los que consideraba eran los mejores escritores británicos jóvenes.

   Reconociendo sus aportaciones a la literatura y sus desvíos ideológicos, considero que debe ser recordado. En esta bitácora he reseñado cuatro de sus obras. Reproduzco una de ellas sobre el libro La casa de los encuentros (House of Meetings, 2006), traducido por Editorial Anagrama en 2008, como homenaje a un escritor al que los cambios ideológicos hicieron que no llegara a ser el gran escritor que prometía.

 

 

“LA CASA DE LOS ENCUENTROS”. LAS OBSESIONES DE MARTIN AMIS

 

 

La casa de los encuentros          

Martin Amis

Traducción de Jesús Zulaika

Editorial Anagrama, Barcelona, 2008, 264 páginas

(Libros de fondo)

 

 

   No hace mucho tiempo, y sobre todo en geografías anglófonas, se hablaba de él, de Martin Amis, siempre con frases muy elogiosas: “Me encantaban sus libros”, “Amis era tan buen escritor”. En efecto, el enfant terrible de las letras británicas, hijo de otro famoso escritor, Kingsley Amis, descubierto en la primera hornada de la revista Granta, tiene en su haber algunas de las más importantes obras de la ficción contemporánea. Libros versátiles y repletos de talento, como Money (1984), The Information (1995), Yellow Dogs (2004); junto con libros autobiográficos como Experience (2002) y otros productos híbridos entre el ensayo y el relato ficcional, como Koba the Dread o The Second Plane (2008). Algunos analistas consideran que Martin Amis es oscuro y desagradable; otros por el contrario opinan que es uno de los más ingeniosos escritores satíricos contemporáneos.

   House of Meetings, editada en español por Anagrama como La casa de los encuentros, ha recibido no pocos juicios elogiosos, pero también valoraciones muy negativas. No falta quien considera La casa de los encuentros como la mejor novela de Amis. Una novela que supedita el gusto por la pirotecnia posmoderna a las exigencias de la  historia; un texto tan fascinante como denso, con fuerte tufillo  a violencia y a gotas de intriga, sin olvidar un cierto adorno pasional. Para otros críticos, los elementos ficcionales de la novela son muy tenues. En el inicio de la obra se dejan sentir repetidos presagios de que está en camino un buen cuento chino. Pero no: el tema de fondo que finalmente aparece, es la clásica rivalidad amisiana entre dos hermanos, y un largo dietario de los actuales intereses y obsesiones de Martin Amis, sazonadas con ciertas dosis de imaginación, agudeza y hermosas florituras verbales. Porque ningún escritor inglés actual -podemos citar a Barnes, McEvan o Rushdie- es capaz de someter el idioma como Amis. Sin embargo, en esta ocasión, Amis machaca al lector con el empleo de un pretencioso registro lingüístico. Y además lo sumerge en una historia extraída del cajón de sastre de sus actuales obsesiones. Amis dejó de escribir buenos libros satíricos para convertirse en un indiscutible perseguidor de atrocidades. Ofertas inabarcables como los asesinos en serie, el Holocausto, el Gulag o el 11 de Setiembre, los errores o excesos de la revolución feminista… ¡Como si el hecho de escribir sobre acontecimientos realmente perversos o catastróficos convirtiera a un autor en un buen escritor!

   Para el comentarista La casa de los encuentros es una buena introducción al archipiélago Gulag para aquellos lectores que nada saben del mismo. El recorrido que Amis hace por los males de la sociedad soviética después de la Segunda Guerra Mundial, nos llega servido a través de un triángulo amoroso-sexual entre dos hermanos, los dos presos políticos en un gulag siberiano, y la mujer a la que ambos aman, que acude a visitarlos. Un narrador innominado, uno de los hermanos presos, más tarde ex preso, le cuenta a Venus, su hijastra americana, sus experiencias en el campo de trabajo siberiano y más tarde fuera de él. Había participado en la Segunda Gran Guerra, había sido herido y condecorado y así mismo había tomado parte  en las violaciones masivas del ejército soviético al invadir Alemania. Más tarde cae en desgracia y, junto con su hermano, es enviado al campo de trabajo, donde estarán retenidos durante diez años. Allí reciben la visita de Zoya que atraviesa medio continente para poder pasar una noche en la “casa de los encuentros” En 1954 habían comenzado efectivamente las visitas conyugales a los campos de trabajo soviéticos. Para los hombres estos vis a vis eran sinónimo de rapado de la cabeza, desinfección, duchas prolongadas con una manguera de incendios. Para las mujeres que acudían a la casa, el encuentro constituía por sí mismo una verdadera categorización: las transformaba sin más en esposas de los enemigos del pueblo.

    

                                            

                                           Martin Amis

 

    El prolongado monólogo del protagonista relator se convierte en una reflexión, no solo sobre sus propias experiencias vitales, sino también acerca del destino de Rusia y de las diferencias entre dos paraísos (el comunista y el capitalista), entre los que conocen el lado obscuro de la historia y los que todavía ignoran tales horrores. Así pues, una reflexión sobre el mal, sobre el terror que jamás será borrado del todo. El narrador le advierte a la destinataria de sus misivas que nunca existe un cierre definitivo para personas como él, que nadie se recupera jamás de nada ni es capaz de pasar página.

   La casa de los encuentros desmiente a aquellos que piensan que los lectores de Amis siempre se ven sorprendidos, porque el escritor retoma en la novela el tema de la Unión Soviética, ya tratado en sus alegaciones antistalinistas de Koba the Dread: la atrocidades del Gulag. Sin embargo, la novela es todo aquello que no llegó a ser el libro sobre Stalin. Sin dejar de ser un libro político, por mucho que Amis reitere que su ideología es la no ideología, La casa de los encuentros es fundamentalmente ficción. Ficción sobre las pesadillas de la sociedad soviética stalinista. Ficción sobre esa condición predadora de los seres humanos que con tanta exactitud había reflejado la metáfora de Hobbes.

Francisco Martínez Bouzas

 

 

Fragmentos

 

“Estoy a punto de describir a una jovencita extraordinariamente atractiva, y la experiencia me dice que no va a gustarte, porque eso es lo que tú eres también. Estoy seguro de que piensas que has evolucionado y te has librado de ello -de la envidia-. Pero la evolución no es cosa de una tarde. Y la experiencia me dice también que una mujer atractiva no quiere ni oír hablar de otra mujer atractiva. Y aún te va a resultar más problemático, quizá, por el hecho de que va a despertar en ti un ánimo protector hacia tu madre, lo cual es natural. Así que te invito a ponerte en la piel de cualquier fémina contemporánea de Zoya. Tenía diecinueve años, y, ya desde el principio, su reputación era francamente terrible. Seguro que eso te anima. Y, aun así, las otras chicas la veían como un ser excepcional. Instintivamente la disculpaban, pues veían en ella una figura de vanguardia -l’esprit fort-. Vivía más que ellas, pero también sufría más que ellas; y les mostraba posibilidades.
Solía decirse que Moscú era el pueblo más grande de Rusia. En los arrabales, en invierno, había pequeños senderos en la nieve que comunicaban cada casa con las paradas de tranvía y las tiendas de comida (Leche, decían los letreros), y la gente andaba de un lado para otro arrastrando los pies como rústicos, con sus abrigos cortos de piel de borrego, y parecía que en cualquier momento ibas a ver un mamut o un iceberg. Pero es un recuerdo de la niñez (hoy día no hay leche). El panorama cambió: una maraña primitiva en la que se habían incrustado varios altos hornos y fundiciones y fábricas de gas y curtidurías en medio de las casitas y los empedrados. Teníamos un pueblo dentro del pueblo (el distrito del sureste conocido como El Codo), y cuando Zoya entró en él, en enero de 1946, cayó como un rapapolvo contra las condiciones imperantes, la falta de comida y combustible, la falta de libros, ropa, cristal, bombillas, velas, cerillas, papel, goma, pasta de dientes, cuerda, sal, jabón. No, más: era como un acto de desobediencia civil. Zoya era temerariamente llamativa, y judía -un blanco natural para la denuncia y la detención-. Porque así era como se resolvían en mi país desde hacía siglos los resentimientos y las envidias. Así era como podía resolverse de forma maravillosamente simple, por ejemplo, un «triángulo amoroso.»

…..

“Teniendo en cuenta la variedad e intensidad del sufrimiento que casi siempre causaba, me dejaba perplejo cuán anhelada y perseguida seguía siendo aquella casita de la colina. Yo fui un estudioso atento de aquel rito de paso (aunque bastante irreflexivo, he de admitir, sobre todo al principio). Para los maridos, la visita conyugal significaba el afeitado de cabeza, la desinfección, el largo chorro con la manguera de incendios. Salían de las duchas irreconociblemente restregados, escocidos, alertados, con ropas tiesas no por la suciedad sino por el efecto de los detergentes feroces. Luego, como la viva estampa del apetito y el brío, flanqueados por una pequeña escolta, se encaminaban con prisa hacia La Casa de los Encuentros. Y al día siguiente, viéndolos bajar uno por uno, tambaleantes, hechos auténticas ruinas o apariciones, yo solía sorprenderme pensando: lo pedíais a gritos, luchamos por ello, ¿qué os pasa ahora?”

 

(Martin Amis, La casa de los encuentros)

 

domingo, 21 de mayo de 2023

MAESTRA DURANTE EL FRANQUISMO

 

La maestra y la Bestia

Imma Monsó

Versión al español de la propia autora

Editorial Anagrama, Barcelona, 349 páginas.

 
   

 

   Imma Monsó (Lérida, 1969) es una narradora en lengua catalana, arropada por una amplia obra creativa, muchos de cuyos títulos ella misma traduce al español, cosa que ocurre con el título que presento, La maestra y la Bestia. Posiblemente su libro más conocido es Un home de paraula (2006), Un hombre de palabra en versión al castellano. De su obra se ha escrito que sus libros tratan de la imposibilidad de aceptarnos tal como somos, en un mundo que, en la realidad y en la ficción, emplea las imposturas, recurriendo para ello a personajes disfrazados de una aparente excentricidad.

   La novela de Imma Monsó, narrada en tercera persona, nos traslada la historia de una joven maestra que llega a un minúsculo pueblo incrustado en las montañas de los Pirineos, Dusa, pueblo ficticio pero que se puede asemejar a Vilaller de donde procedía su padre. Y allí busca un lugar donde ejercer su profesión de joven maestra y echar raíces.

   La historia alterna la narración de sus peripecias en este pequeño pueblo con la historia de sus padres, ya fallecidos, y cuyo comportamiento no había logrado descifrar en la niñez. Los padres pertenecían a una generación marcada por la Guerra, obligos a vivir en contra de su forma de pensar. Severina, la joven maestra, se ve forzada a descifrar las apariencias que esconden verdades inconfesables, por temor a las represalias. El miedo le impide hablar de política, y se ve constreñida a enseñar por los manuales que reproducen la doctrina oficial del régimen.

   Sus alumnos están divididos según el bando al que pertenecen sus padres. Algo similar le ocurre con la prohibición del uso del catalán. Severina es por lo tanto, como reconoce la autora, una exiliada de sí misma y cuya vecindad es el silencio, una esclava de la mirada del otro y reflejada en el modelo que impone el sistema sobre la mujer ideal, servicial, entregada a la familia y a los hijos, sometida al marido.

   A pesar de que Severina aparenta ser una mujer muy inocente, siente los impulsos de la carne y disfruta de una gran libertad sexual. Gestiona su placer como lo gestiona todo: sola y sin remordimientos.

   El lector acompañará a Severina en este pueblo minúsculo pero infierno grande durante una año (1962-1963), alternándose los capítulos de este presente con los  de la inmersión en su infancia, narrados por la propia protagonista. Pero hay una sección de la novela que, a modo de epílogo, retrata a la protagonista convertida en madre y abuela, situando el tema central de la historia en el momento actual al que la protagonista ha llegado teniendo en cuenta la memoria histórica de la guerra y de la represión de la dictadura, así como el deterioro cognitivo que nos puede hacer perder la memoria real. La memoria histórica es el gran mundo de la novela que determina su planteamiento.

    

                                          

                                          Imma Monsó

 

   Novela bien elaborada arquitectónicamente, impregnada de reflexiones culturales, llaman la atención las musicales. Y lo más importante: la autora supo poner el objetivo perseguido en esta novela en algo realmente importante: el despertar de la conciencia  en un niña que nace y crece en la primera posguerra,  a pesar del alejamiento de la realidad en el que la resguarda su padre pretendiendo protegerla. La protagonista, sin embargo, por su propia cuenta supo recuperar todas las pérdidas del pasado.

   En definitiva, la novela de una joven protagonista que no tuvo otra opción que adaptarse a un entorno rural por ella deseado en pleno franquismo entre silencios y sobreentendidos, contactando con distintos personajes, como la protectora Justa o Simeó, la Bestia, un hombre con quien vivirá una intensa y torrencial pasión.

 

Francisco Martínez Bouzas

martes, 16 de mayo de 2023

RETABLO CARNAVALESCO DE COMPOSTELA

En el vientre del sielencio

X. L. Méndez Ferrín

Traducción de Moncha Fuentes Arias

Editorial Txalaparta, Pamplona, 2009, 203 páginas.

 

  

   Hay autores y libros que, pese al paso del tiempo desde su primera edición, siguen estando vivos y no dejan de demandar segundas lecturas. Uno de ellos es No ventre do silencio de la autoría del que, en mi opinión es el mejor escritor gallego en la segunda mitad del pasado siglo: X. L. Méndez Ferrín. Fue la última novela publicada hasta el momento  (1999), ganadora de los premio más significativos del sistema literario gallego. Y traducida al español en el año 2009.

   Vuelvo sobre una novela que nunca me cansaré de leer en la versión que al castellano hizo Moncha Fuentes Arias. Ferrín que fue llevado casi por aclamación a la Real Academia Galega y que supo dimitir ante ciertos contubernios; objeto de admiración y reverencia para tantos lectores, incluso para aquellos que lo detestan por su ideología. Las envidias y el ninguneo no impidió sin embargo que Méndez Ferrín fuera propuesto como candidato al Premio Nobel. Méndez Ferrín es un verdadero lujo para cualquier literatura, y  su novela, preñada de una gran riqueza en todos los sentidos, que una visión crítica pueda indagar.

   En el vientre del silencio no es “literatura de cordel”, literatura de fácil lectura. Una vez más Méndez Ferrín le hace caso a Umberto Eco y construye su propio lector que se quedará con el romance, con su fascinante complejidad, con la “complejidad de página”  como se dice desde el pedantismo universal y sobre todo madrileño. Nada pues que ver en esta novela con esa literatura que nos ofrecen golosina melindrera  los mugidores de historias.

   Plagiando al propio autor en el prologo que escribió para Os anos escuros de Franco Grande - un libro muy recomendable para entender este- este comentario, a la hora de cuestionar la naturaleza y el valor de la novela de Ferrín, necesariamente debe empezar por reconocer que,  por variadas vías y modos, puede ser leído este libro.

   En una de ellas, sin duda provisoria, fruto de una primera aproximación a una obra que soporta fácilmente más de una lectura, aparece ante el lector un gran retablo sardónico, carnavalesco, esperpéntico-realista de las mil vidas que transitan por las piedras desgastadas de las rúas  mojadas del vientre del silencio, la ciudad apostólica. Ferrín destripa todas las entrañas, una por una, de la ciudad, porque el gran protagonista de esta narración coral es la urbe compostelana. Ella es el vientre del silencio.

   La trama novelesca se centra en el discurrir diario de la capital a finales de la década de los cincuenta (“en aquellos días de Hungría”), trozos de la vida opresiva y oprimida de decenas de personajes que formaban parte de una colectividad enterrada en el silencio.

   Personajes histórico, personajes de carne y hueso, figuras inventadas, sucesos que acontecieron tal como son relatados y otros desfigurados, carnavalizados, en unos días que, por ejemplo, la indigente y pintoresca vida universitaria ofrecía más que sufrientes argumentos para el chiste y el sarcasmo. Como aquel Barrio Doval, convertido por Ferrín en el profesor ayudante Castro Dorrio (o Tarrío) convertido en un jaimito universitario. Y con el que la estupidez (“asneira” en gallego) entró definitivamente en la historia.

   Pero haciéndole compañía, toda la “carcuncia”  histórica compostelana, la jarana prostibularia, los estudiantes que no frecuentas las aulas, pero sí las copas y el puterío, los derrochadores transmutados en predicadores compulsivos de los Cursillos de Cristiandad; las clases de religión franquista del canónigo Besgo y la burra harinera entrando como conversa en su aula. Y las termites guerras de las Centurias de la Guardia de Franco bajo el  mando del tarugo bravo Xan Cardóniga; los clérigos ostentosos y prostibularios, toda la “clerigalla” compostelana.

    

                                       

                                        X. L. Méndez Ferrín

 

   No está ausente en el mural de Méndez Ferrín el enfrentamiento ideológico entre aquel galleguismo galaxiano que tiene a Heidegger como Führer y conductor y aquel otro ligado a Sartre, al comunismo práctico.

   Sería preciso hablar de muchas otras cosas en este comentario-reseña. Por ejemplo si hay realismo en El vientre del silencio. Hoy es suficiente con confirmar que la técnica es la de siempre, la misma de O crepúsculo e as formigas: una atmósfera de irrealidad, incluso de irracionalidad, lograda a partir de escenarios y personas reales. Con relación a la lengua, al estilo de prosa, y diría que nunca Ferrín escribió tan bien y con tanta fuerza como en algunas páginas de este romance en el que el autor sale al encuentro de aquel tiempo  en el que tanta gente había hecho “el aprendizaje de la muerte, del silencio”.

 

Francisco Martínez Bouzas