sábado, 22 de abril de 2017

"CLAVÍCULA": DOLIENTE DE LAS ENFERMEDADES DEL CAPITALISMO SALVAJE



Clavícula
Marta Sanz
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 201 páginas.

   “Narradora proteica, astuta novelista”, así definía, en el año 2014, Rafael Chirbes a Marta Sanz en el prólogo de La lección de anatomía, un viaje autobiográfico de la escritora, percibido, no obstante, como una pieza de ficción. Literatura del yo, un juego que la autora planteó como un artificio de realidad y fabulación. Si en aquel particular autorretrato la mujer Marta Sanz se desnudaba ante los lectores desde el día en el que su madre la parió hasta el momento presente, con una edad entonces de cuarenta años, en Clavícula Marta Sanz literaturiza de nuevo la existencia del personaje Marta Sanz, mas desde una perspectiva mucho más particular: los “inmensos desajustes” -palabras del subtítulo- que se traducen en múltiples dolores somáticos, psicológicos, psicosomáticos; los dolores provocados, sobre todo, por la sobreexplotación  con la que son castigadas las mujeres en las sociedades actuales con la coartada de la crisis, por el machismo y la larga sucesión de mentiras propias de las sociedades neocapitalistas y de otras que se ufanan de no serlo.
   Si algo define a Clavícula es el hecho de que es un libro donde impera el fragmentarismo. Múltiples materiales: anotaciones al estilo de un diario, reflexiones ensayísticas, un amplio registro de anécdotas, un relato de un viaje, correos electrónicos, alguna fotografía y un poema profundamente doloroso. Pero todo ello sustentado por una gran coherencia interna y una tonalidad que impacta al lector, especialmente por la sinceridad y crudeza en la manifestación de opiniones y sentimientos muy íntimos que tendemos a ocultar o a enmascarar.
   Una original propuesta literaria en la que Marta Sanz desarrolla un insólito nudo temático: la indagación y la crónica, al mismo tiempo vivencial y literaria, de un dolor corporal y otros padecimientos por parte de una mujer madura. Y cuyo punto de arranque es un dolor en la clavícula que ella misma sintió durante un vuelo transoceánico. Un dolor que se compacta dentro de su cuerpo como el mortero de las obras. La autora -lo repite cientos de veces- escribe sobre lo que le duele porque ella experimenta sus dolencias como algo real, tangible, pero la medicina oficial las interpreta como afecciones psicosomáticas. No le duele solamente su cuerpo, no solo la corroe la garrapata de su pecho que crece alimentada de la sangre de su ira. Es víctima ciertamente de un dolor físico y mental, pero sobre todo de la duda del significado y origen de ese dolor. Por eso mismo no tiene reparo en confesar que desearía tener una insuficiencia respiratoria, una estenosis de la válvula mitral. Lo que sea con tal de hallar el origen o una razón a su dolor porque quiere alejar la impresión que,  a veces ronda por su cabeza, de que es una enferma imaginaria.
   La autora se abre en canal. Es quizás lo más sorprendente de este libro. Desnuda todas sus intimidades: las relaciones con su marido, con sus padres, la forma de dormir y viajar…hasta las finanzas familiares: sus ingresos y gastos y, por supuesto, sus miedos al colapso económico de una proletaria de las letras. Y lo hace para representar a las víctimas del capitalismo avanzado, porque, como se ha dicho desde el siglo XIX, uno no puede olvidarse, cuando escribe, de las condiciones materiales. Esas condiciones son ciertamente uno de los grandes protagonistas de esta reflexión literaria sobre el dolor, en especial el de las mujeres, porque las secuelas del actual capitalismo avanzado son somatizadas con mayor intensidad por los cuerpos femeninos. La sobreexplotación de las mujeres que friegan los váteres con legía por trescientos euros al mes; la precariedad de los contratos de duración ridícula que disminuyen sin embargo las listas del paro; las injusticias cotidianas: las mujeres son las primeras en perder sus puestos de trabajo cuando las empresas dicen entrar en crisis. También las primeras en sufrir las brechas salariales.
   A Marta Sanz, obrera de las letras, cercana ya a los cincuenta, le duele ciertamente su cuerpo, pero también somatiza esa inmensa retahíla de injusticias de nuestros días. A nivel familiar le duele intensamente la forma mediante la que el capitalismo salvaje expulsa a Chema, su marido del mercado laboral, y posiblemente para siempre, porque ha cumplido cincuenta y seis años.
   Clavícula tematiza muchas otras cosas: los discursos de la medicina oficial tejidos desde patrones masculinos, dolencias y enfermedades femeninas apenas estudiadas porque las mujeres han carecidos de voz durante muchos años para la ciencia. Y cuando se diagnostican sus dolores, se los considera patologías misteriosas que se colocan en el límite de lo psiquiátrico y lo muscular. La menopausia como palabra vedada, impronunciable porque es un tótem y un tabú. Críticas contra el panóptico digital que nos roba la privacidad…
   Libro crudo, descarnado, intensamente sincero, que nos llega con altas dosis de humor y mucha ironía; crítica pero también autocrítica. Y escrito con una prosa natural y certera aunque con chispazos de gran plasticidad e incluso de lirismo.

Francisco Martínez Bouzas

                                                  
Marta Sanz, fotografía de José Ramón Ladra

Fragmentos

“Hoy he solicitado para mi marido un trabajo como actor de anuncios. Haría muy bien de abuelito dinámico, de señor que usa Grecian 2000 o que está estreñido. Aunque el estreñimiento es una dolencia de mujeres menopáusicas, apretadas, las que no pueden cagar en váteres extraños cuando se van de viaje y necesitan licuar su bolo fecal con un microenema que distiende por fin el rictus de la boca y también el de su ano sellado herméticamente. Nuestro culo es una caja fuerte. Sin embargo, los hombres plantan pinos como rascacielos de Manhattan y se comercializan para ellos eficaces productos contra la diarrea porque sus urgencias intestinales les impiden ligar o conseguir un puesto directivo. Coger un prometedor vuelo a Cuba. Hay que tener en cuenta la calidad y consistencia de la mierda para emitir buenos diagnósticos (…). En un anuncio  mi marido podría ser un médico que recomienda la ingesta de yogures. También haría muy bien el papel de hombre maduro que por las mañanas necesita tomar actimeles para salir a hacer el gilipollas bajo la lluvia sin correr el riesgo de resfriarse. Haría muy bien de padre de familia que come pizza. Espero que lo llamen.”

…..

“Lo que yo no sabía es que la menopausia no consiste exclusivamente en una mutación que te hace sentirte menos bella. Es algo más íntimo que es a la vez algo físico yo lo llamaría algo interior. El climaterio es un asunto interior y pornográfico. No es sólo una cuestión de imagen o de sequedad de piel, paulatina pobreza capilar, arañas vasculares en las mejillas, bolsas en los ojos, retículas de arrugas como el velo de un sombrerito chic. Sí, en todo me he fijado, y a ratos me importa. Empiezo a verme como un personaje prototípico de películas de terror: el cuerpo de una jugadora de balonmano y la cara descascarillada. Sin embargo, lo peor es que la menopausia provoca un estado de sensibilidad que te induce a creerte vulgar y, consecuentemente, a serlo.”

…..

“Tengo cuarenta y ocho años. No. En realidad tengo cuarenta y siete. Hace dos años que no tengo la menstruación. Soy una mujer de éxito llena de tristeza. Temo que se mueran mis padres. Mi marido está en el paro. Trabajo sin cesar. No quiero quedarme sola. He tenido mucha suerte. Me da pánico no disponer de tiempo suficiente para disfrutar de tanta felicidad y tantos privilegios.”

…..

“La fibromialgia parece tener su origen en esos trastornos del sueño que son, a la vez, uno de sus síntomas. En la presentación del libro de un amigo sociólogo descubro que la obligación de dormir ocho horas al día sin despertarse es un imperativo del capitalismo para reforzar el buen funcionamiento y la productividad de los trabajadores. El sociólogo afirma que nadie duerme ocho horas al día de un tirón y que convertir esa característica inherente al ser humano en un deficiencia, una patología, para medicalizarla es un subterfugio más de este mundo enrarecido que nosotros creemos normal. Por eso, explica el sociólogo, ejercemos la violencia con métodos conductistas para que los niños duerman. Duérmete, niño, duérmete YA. Que viene el coco y te comerá. Sin embargo, lo normal, lo natural, lo antropológicamente razonable es no dormir esas ocho horas comatosas porque, de haberlo hecho así a lo largo del largo tiempo de la Historia, habríamos  desaparecido como especie. Se nos habrían merendado depredadores con el ojo abierto y el colmillo largo.”

(Marta Sanz, Clavícula, páginas 22-23, 28-29, 112, 135-136)

viernes, 14 de abril de 2017

LA MATERIA QUE ATESORA LA MEMORIA





El espectáculo del tiempo

Juan José Becerra

Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona), 2016, 525 páginas.



    
   El tema del tiempo como problema filosófico y sobre todo vivencial que aparece en la literatura, es el foco central de esta novela, como lo fue en la anterior del autor, La interpretación de un libro (2012). No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta lo que afirma el escritor Juan José Becerra: “Todas mis novelas tienen un mismo asunto, el tiempo”. Un tiempo que no solamente es el presente, sino que apunta y transciende hacia el pasado y hacia el futuro. Así pues, El espectáculo del tiempo rebobina y hace avanzar o retroceder el tiempo, echando mano de la vida de varios personajes y de los años en los que sus vivencias existenciales, recogidas en la novela, tuvieron lugar.

   El espectáculo del tiempo tuvo, y con gran éxito, una primera vida en Argentina. Desde hace unos meses, la vuelve a tener en España gracias a Editorial Candaya que publica, con austera regularidad, obras de gran calidad, muchas de ellas de la autoría de autores latinoamericanos.

   La novela de Juan José Becerra es una meganovela -y no solo por su elevado número de páginas-, sino sobre todo por su riqueza compositiva. Una novela total, omnívora como lo fue La interpretación de un libro, porque asimila cualquier cosa y se derrama en una estructura abierta, con una historia central, y a su lado, cientos de historias infinitamente ramificadas, como vaticinó Borges que sería la literatura del futuro, esa que solo son capaces de escribir los demiurgos y los dioses. Mas, a pesar de su naturaleza torrencial, polibiográfica como se ha escrito, en El espectáculo del tiempo hay un protagonista humano, Juan Guerra, y otro intangible, el tiempo. Juan Guerra es propietario de unas salas de cine -los Cines Lumière- en Junín, una ciudad de la pampa argentina. Rodeado y frecuentemente agobiado por su padre y, sobre todo, por una historia de amor arruinado con Bárbara Rodríguez, con varios hijos y una madre estrella de la televisión local, y una verdadera tropa de amigos y conocidos, una noche de insomnio decide darle vida escrita a la materia que almacena su memoria: escribir sobre su vida, al margen de cualquier orden cronológico, guiado únicamente por sus choques emocionales y sus relaciones con los demás.

   Constantes saltos en el tiempo nos retrotraen y permiten conocer esos familiares y amigos, así como un cúmulo de acontecimientos históricos. La vida de los familiares que le precedieron, influyen en su presente. Lo hacen especialmente y de una forma muy relevante, sus numerosas amantes (Mónica, Bárbara, Silvia, Fernanda…). Quizás sea la relación con Bárbara y su amor fallido el asunto central de la novela. Una vida amorosa y sexual narrada con todo lujo de detalles. Hasta la separación porque llegó un momento en el que, tanto ellos como la relación “se habían caído por la ruta descendente y resbaladiza del tiempo” (página 91).

   En su ejerció memorialístico, Juan Guerra desempolva, alejado de la nostalgia, el poso que familiares y amigos han dejado en los que es. Por esa razón el lector asiste a un viaje continuo de fechas y lugares, con personajes que entran y salen y vuelven a entrar en la narración. Lo que importa es lo que se narra al compás del paso del tiempo. La reflexión narrativa sobre el transcurrir del tiempo, como confiesa el mismo autor.

   Mas no solo interesan los personajes de carne y hueso y sus hazañas y desventuras, como el doloroso parte de Silvia Dondena, narrado como si fuese una carnicería, o las cenizas de Laura Vázquez transformadas en diamantes, en piedra, que se convierten así en una digna adversaria del tiempo. En la novela tienen cabida múltiples acontecimientos de la humanidad e incluso del universo, anclados en el tiempo y que, por lejanía o aproximación, también determinan lo que somos: la destrucción de Pompeya, la primera proyección cinematográfica de la historia (homenaje al cine y a sus precursores); el origen del universo, de la Tierra, de la vida y de los seres humanos (“La Nada se hinchó de Tiempo”); el matrimonio de Perón y Eva Duarte; un partido de futbol; las leyendas deportivas y sexuales de un mito del ranking del Mundial de Vuelo a Vela; el secuestro y asesinato de una niñas amish, con una curiosa consecuencia: los amish borran el progreso (la escuela en la que fueron masacradas las niñas) porque el progreso también es una prueba del progreso del tiempo.

   Una novela propiamente sin desenlace. O si se quiere, con un desenlace apocalíptico: la brusca aparición de una tormenta que lo destruye todo. “Todo fue cubierto de pasado y sobre el campo quedó, como única presencia, la belleza de la destrucción total” (página 525). En páginas casi contiguas, Juan Guerra también había destruido las fotos que le había enviado su ex mujer y que no interpreta como un gesto de censura con  el recuerdo…sino el modo natural de hacer regresar partículas de tiempo al torrente del que se habían desprendido (página 507).

   No dejará de llamar la atención las numerosas escenas de sexo, descritas de forma muy explícita, lo que, en buena medida, convierte a la novela en un producto narrativo erótico: “cogidas” profusamente narradas, “pajeos” compulsivos. Pero todo ello tiene una razón de ser: el sexo, para el autor, sostiene la cultura de los personajes. No es un deporte, es una necesidad familiar.

   El protagonismo nuclear del tiempo es esencial en la novela. Especialmente la percepción que de él tenemos. Es tiempo humano que es insignificante frente al tiempo del universo, como afirma el primer astronauta argentino, pero sin embargo es el que nos hace. Somos lo que somos en el constante fluir del tiempo.

   Una novela compleja desde el punto de vista compositivo. El autor rompe las estructuras narrativas canónicas que avanzan de forma cronológica. Analpesis muy frecuentes y regresos al punto de partida o incluso a uno futuro rompen ese orden lógico. Cuadros breves pero muy efectivos, centenares de episodios y acumulación de materiales (discursos del padre y de otros personajes, diarios, un largo poema, noticias periodísticas…) demandan la pericia de un escritor muy solvente que se capaz de encastrar todos esos elementos sin disonancias. Juan José Becerra lo hace, además con pequeñas dosis de metaliteratura, con una tonalidad ecuánime, con humor e ironía y un estilo de prosa de gran calidad, un registro lingüístico brillante. Un plus añadido, un buen regalo para el lector de una inmensa, novedosa y excepcional novela.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Juan José Becerra


Fragmentos



“Cada día me encontraba con algo nuevo de Mónica: la forma de sus piernas cónicas extendidas en la cama, el pliegue que se formaba entre los muslos y el culo, la curva de las costillas, el delgado rollo de carne del tamaño de un cigarrillo que se estacionaba como una frontera entre las axilas y las tetas cuando me echaba encima de ella, y las terminaciones saladas de la oreja que yo chupaba porque me había dicho que era el camino más corto para atontarla de calentura y chau: adentro. Sonó el timbre y nos desprendimos. Estábamos empapados, mirando nuestros brillos y amando la suciedad que nos hacía sentir adultos. Me escondí detrás de la puerta. Era Juan Carlos Giordano, Bebo, el primo hermano que siempre se la quiso coger. Escuché que ya se iba. Entonces ¿para qué entrara?”



…..



“Bárbara Rodríguez y yo nos separamos y ya no fui más su humorista ni su exégeta. Pero algo que persistía en nosotros, un empecinamiento más que una esperanza, o simplemente la dificultad de aceptar que habíamos caído por la ruta descendente y resbaladiza del tiempo (¿acaso el tiempo no era una fuerza de gravedad?) nos llevó a pasar juntos una última noche. Unas hilachas doradas cabalgaban del gran amor que se iba, eran señales que latían moribundas en el espacio preparado para fingir que seguirían viviendo eternamente en nosotros, ese monstruo de dos cabezas que ya no era lo que había sido; pero que estaba hecho de las costumbres naturalizadas por los años, usamos su memoria desviándolo como un curso de agua para que esa noche, la última que Bárbara durmió en mi cama, se pareciera, aunque solo fuese en la imagen engañosa que daba, a algunos de nuestros grandes encuentros.”



…..



“-Cómo me gusta tu pija…

-A mí me gusta tu concha…está que se parte.

-¿Sí? ¿Está blandita? ¿Te gusta así?

-Sí. En cualquier momento te mando la leche.

¿Tenés mucha?

-Un litro.

-No me hables, no me hables…

-Diez litros de leche gorda como te gusta a vos.

-¡No me vas a acabar! ¡Avísame que salgo!

-¡Pará! ¡No salgas! Te voy meter toda la leche…un bebito te voy meter.

-Ay, no, no me acabes que me vas a hacer llorar…

-Me estás bañando con la concha.

-¿En serio me querés meter el bebito?

-Un bebote te voy meter.

-¡Estás seguro?

-Sí.

-¿No te vas  a arrepentir, no? ¿Me vas a querer igual?

- Sí, sí, quédate así, quietita. Métela hasta el fondo y quédate así…

-Dale, méteme el bebé. Dame toda la leche completa…Dame mi nenito…

-Cállate hija de puta que me la hacés saltar.

- Dámela, dámela, dámela toda; dale, dame un bebé gordito que se ría.

-Tomala, tomala toda, tragala, bañate hija de puta.

¡Ay!, ¡ayyaaa!, ay, sí, lárgala. Dame el bebito, ay, sí mi bebito…

Ella avanzaba tres veces hacia mi con movimientos largos y nos quedamos abrazados. Se ve mi rostro de perfil tapando el suyo. Diez segundos más tarde se inclina hacia atrás, apoya la espalda en la cama y queda allí, con los brazos extendidos a lo largo de su cuerpo. Luego se levanta y queda apoyada sobre los codos hundidos en el colchón.”



(Juan José Becerra, El espectáculo del tiempo, 81-82, 191, 342-343)

lunes, 10 de abril de 2017

"LA MALA VIDA": UN BEST SELLER Y SUS SERVIDUMBRES



 La mala vida

Martina Cole

Traducción de F. G.Corugedo

Alianza Editorial, Madrid, 2016, 506 páginas.



   Martina Cole es hoy en día la escritora inglesa más famosa y que más vende después de J.K. Rowling. Con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, ha hecho su entrada en el selecto club de los novelistas han superado los cincuenta millones de libras. Y aunque resulte difícil de creer, no falta quien ha visto en las creaciones novelescas de Martina Cole un aire de Dickens, hasta el punto, afirman, que para conocer la Inglaterra de hoy y la del próximo futuro, es preciso leer las novelas de esta escritora de ascendencia irlandesa, pero criada en Essex. Traducidas sus obras a más de veintinueve lenguas, sus historias son frecuentemente adaptadas a la televisión. Se dice que sus libros son los más robados en las librerías y los más requisados en las prisiones.

   Uno de los secretos de su éxito reside en el hecho de que escribe desde el punto de vista del delincuente y del criminal. Y lo hace tal como lo piensa y como acontece en la calle. Es una de las razones que explican que sus libros hablen de crímenes, violencia, drogas, incestos, violaciones o prostitución. Y reflejan todo ese sórdido mundo con gran realismo, porque Martina Cole lo conoce, vivió en sus entrañas. Tuvo una etapa punk, callejera y un novio criminal. Creció en el mundo del hampa del East End londinense. De la calle, de la negrura de las cloacas humanas, extrajo muchos perfiles y modos de actuar de sus personajes. Y sobre todo conoció el submundo del crimen, de la droga, de la prostitución.

   No suele recibir los halagos de la crítica, ni los galardones de los grandes premios literarios. Pero no le importa. Sus premios son los miles de lectores. “El Booker, escribe, no me daría para tabaco, este país es clasista en todo, en la literatura también hay clases y a mí no me admiten en todos los sitios”. Un rechazo que ella achaca al hecho de que sus novelas reflejan una sociedad que no gusta.

   Mala vida, su última novela traducida al español es, como todas las suyas, una pieza narrativa que retrata el mundo del hampa. Para leerla es preciso estar preparado: no solo para poder penetrar en el día  a día de una familia de los más bajos extractos sociales de finales de los años 70, sino también para ser capaces de convivir sin excesivas náuseas con el inframundo del crimen, de la droga o del meretricio.

   En este caso, se trata de la familia Bailey: sus inicios en el mundo del hampa del East End que dominarán los hermanos Peter y Daniel Bailey. Hijos de distintos padres, sus caracteres son antitéticos. A pesar de que ambos delinquen sin remordimientos, uno, Daniel, es brutal e impulsivo. Peter, en cambio, sabe administrar la violencia de forma mucho más reflexiva. La familia se halla sumida en el frenesí de la violencia; después de eliminar a un rival con un golpe certero, se enriquecen con el dinero negro, los negocios oscuros, la extorsión. E inmersos en la mala vida crecen sus hijos. Hasta que Daniel comete un error, un acto indignante demasiado grave que puede suponer el fin del imperio familiar, porque incluso en el hampa rige un cierto código de honor que prohíbe, por ejemplo, dispararle y asesinar a un niño inocente.

   La novela se hace eco así mismo de los profundos lazos familiares que cohesionan el mundo del hampa. Toda la filosofía de la familia Bailey se basa en la familia y en ese cimiento familiar reside sus verdadera fuerza. Eso explica el protagonismo de las mujeres en el clan familiar. Desde la matriarca Theresa hasta las esposas de sus hijos, Ria y Lena, y las de sus nietos. Pese a sus distintos puntos de vista, coinciden, sin embargo en el motivo que los aglutina: ganar dinero  como sea.

   Martina Cole demuestra un profundo conocimiento de los ambientes donde impera el hampa y en el que se mueven sus personajes. La novela está contada en tercera persona por un narrador que nos revela de forma panorámica las vicisitudes de la familia, y al mismo tiempo, desde la perspectiva de cada uno de los personajes. La autora escribe con un estilo crudo y desnudo, echando mano del lenguaje de la calle y con una escritura plana. Una novela ajena por lo tanto a la calidad literaria, con escenas perfectamente prescindibles que solamente elevan la violencia, intriga, suspense… de forma exponencial. Una violencia que ni siquiera se detiene en la narración de un parricidio (Peter mata a uno de sus hijos ahogándolo con sus propias manos con el agua de Támesis). Martina Cole es  fiel a los dictados y servidumbres de de los superventas. Por eso mismo prescinde de los premios literarios. El Booker, como ya quedó dicho, no le importa, porque no le daría ni siquiera para tabaco. En cambio, libros como La mala vida le aportan beneficios económicos a raudales. Es lo bueno y lo malo de los best sellers.



Francisco Martínez Bouzas



                                                
Martina Cole


Fragmentos



“Alfie Clarke seguía últimamente una rutina. Cada mañana sentaba a su hijito junto a él en el asiento delantero de su Mercedes y juntos iban a visitar sus diversos negocios. Le gustaba presumir delante de él, le encantaba que la gente se fijara en su chico, en lo guapo y lo fuerte que era ya. Cada elogio que le hacían a Alfie Junior también era un cumplido para él. Todo el mundo se hacía lenguas de su dedicación al muchacho, y ya se habían convertido en un elemento del paisaje urbano que Alfie dominaba.

Cuando se paró delante del café que frecuentaba en la calle mayor de Ilford, se sentía muy feliz. Allí bebían algo y se tomaban un tentempié cada día. Desabrochó el cinturón de su hijo, lo tomó en brazos y en el momento en que iba a abrir la puerta del coche sintió el primer pellizco del miedo.

Un coche de color oscuro se detuvo junto a él y todos sus instintos le dijeron que algo no iba bien, que había un problema. Se volvió a mirar quién era el conductor y vio a Daniel Bailey sonriéndole.

Cuando Alfie comprendió por fin lo que sucedía, intentó proteger a su hijo con el cuerpo, pero, en lo más profundo de su corazón, ya sabía que era demasiado tarde.

Todo se acabó en cosa de minutos…Alfie Clark y su hijo estaban muertos. Ocho balas de Daniel Bailey les habían dejado secos.”



…..



“- ¿Todo bien papá?- preguntó Jack con una sonrisa nerviosa.

-Sí -asintió Peter Bailey. Sí, estoy bien, hijo. -Se volvió hacia Petey y Liam, que lo miraban atentamente… ¿Habéis  hecho que os pedí?

Petey hizo un gesto en dirección al lateral del almacen.

-Sí, está todo aquí.

Peter levantó de la silla a  su hijo menor agarrándolo con fuerza del cogote y, arrastrando tras él al chico, que no paraba de protestar, le forzó para llevarlo hasta una gran tina de agua.

Luego ahogó a su hijo con la misma facilidad que a una camada de gatitos recién nacidos.

Una vez hubo terminado el procedimiento, se secó las manos y se dirigió a los otros chicos.

-Os asegurasteis bien de que esta agua fuera del Támesis, ¿verdad?

Petey asintió con la cabeza.

-Cuando encuentren el cuerpo flotando en el Támesis ha de quedar bien claro que el agua que contengan sus pulmones sea del río. Tiene que parecer un trágico accidente.

Petey se apresuró a tranquilizar a su padre y asegurar que todo se había hecho como se debía.

-No te preocupes, papá, nos hemos ocupado de todo.

Peter Bailey suspiró.”



(Martina Cole, La mala vida, páginas 111, 274)