Pablo Martín Sánchez
Acantilado, Barcelona, 2016, 218 páginas.
Parece incuestionable que a Pablo Martín
Sánchez le apetece utilizar ciertos elementos de su propia biografía en la
elaboración de sus novelas. Lo hizo en El
anarquista que se llamaba como yo (2012), en la que la coincidencia de su
nombre con el de un anarquista que tuvo un papel destacado en algún episodio de
la historia española, le dio pie para erguir una pieza narrativa considerada
por algún medio de comunicación como el mejor debut de 2012. En este libro el
autor elige el 18 de marzo de 1977 para situar un collage de historias
ambientadas en Barcelona. Esa fecha coincide con la de su propio nacimiento, y
en torno a ella construye una historia coral con varias voces y buenas dosis de
intriga. Sin embargo, solamente de forma remota se puede considerar Tuyo es el mañana como autoficción. El
autor no habla de sí mismo, aunque, tanto en este libro como en el anterior,
pone algo de él, oculto en las voces de los seis personajes actantes y
narradores de sus propias historias, un
conjunto de personajes concentrados en la misma ciudad, en el mismo día y cuyas
vidas terminan cruzándose.
La novela trancurre en un día de la
Transición española, y de ella recrea momentos importantes. A Pablo Martín
Sánchez le son suficientes veinticuatro horas para reflejar el espíritu de la
época: las tensiones entre una interminable y cruel dictadura que acaba de
fenecer aunque no del todo, y una naciente democracia que nada tuvo de idílica,
repleta de atentados, asesinatos, renuncias y rencores. Una época sumamente
convulsa que sirve de marco contextual a la novela; con problemas generados
entonces, sin resolver todavía y que siguen cuestionando el presente.
El autor estructura la novela al compás de
las horas. Seis partes, habitada cada una de ellas por un personaje central y
que abarcan todas las horas del día: medianoche, madrugada, mañana, mediodía,
tarde y noche. Cada una de esas seis parcelas temporales se subdivide así mismo
en otras seis secuencias, narradas y protagonizadas, cada una de ellas, por un
personaje distinto: una adolescente, Clara, víctima del acoso escolar,
especialmente de los malos tratos que le inflige Pena, uno de los matones del
colegio. Mas rehén también de sus propias pesadillas. Por miedo a la
prepotencia del compañero abusador, engaña a su madre y no va a una excursión
escolar, sino al canódromo. Allí contacta con el personaje canino al que
libera. Gerardo, un chileno que recuerda las torturas sufridas durante la
dictadura pinochetista, profesor de una universidad barcelonesa, que va de
copas, se acuesta con una de sus alumnas, lucha por la amnistía y, para
conseguirla, no duda en urdir un torpe secuestro de un empresario catalán.
Solitario VI, un viejo galgo con un gran pedigrí, comido por las pulgas y
temeroso de que, en su decadencia, lo manden correr a Casablanca. Carlota, la
alumna y folla amiga del profesor
chileno que está escribiendo un reportaje sobre bebés robados. José María Raich
al que conocemos en Roma acostándose con una señorita italiana, un empresario
carente de escrúpulos tanto en el trato con las mujeres como en los negocios.
Lola, la madre difunta de Raich que habla desde un retrato: añora la dictadura
y critica duramente las costumbres que ha traído consigo la incipiente
democracia, se distrae fantaseando con las vidas ajenas y espía desde su cuadro
a los vecinos. A estos actantes y voces narrativas habría que añadir la figura
de un feto que va a nacer, al que al autor se dirige en segunda persona y que
jugará un papel importante en el desenlace.
Pablo Martín Sánchez le da así vida a una
notabilísima novela coral. La polifonía de voces que van evolucionando a medida
que avanza el relato, con excepción de la pétrea figura de la difunta que habla
desde su retrato, nos muestra las vicisitudes y querencias de cada uno de los
protagonistas, pero sobre todo se convierte en un fresco, a la vez cristalino y
turbio, de lo que fue la Transición española. En veinticuatro horas el escritor
fue capaz de condensar los principales acontecimientos de esos meses o años
previos al referéndum: las manifestaciones pidiendo la amnistía general, los
insuficientes indultos, el terrorismo, el ambiente estudiantil, las torturas en
la comisaría de Vía Layetana -la casa de los horrores-, las cargas de los
grises, la efervescencia sexual, las luchas por la liberación de la mujer…
Y sobre todo, el espíritu de la época y la
lucha de contrarios: las fuerzas reaccionarias del tardofranquismo y los
todavía frágiles soplos renovadores de una democracia que da sus primeros
pasos. Un choque de fuerzas opuestas fielmente representado por las pequeñas
historias de violencia a la que están sometidos varios de los personajes de la
novela: la adolescente, el galgo, la joven universitaria. Historias violentas
que no dolo fueron negras flores de un día. Hoy sigue habiendo acoso escolar,
espeluznantes escenas de maltrato animal, tráfico de recién nacidos, frivolidad
y chulería de ciertos empresarios.
Tuyo
es el mañana no es una novela ideológica. Es ajena así mismo al maniqueísmo
de buenos y malos -el autor ni siquiera enjuicia a la mirona que añora la
dictadura-, sin embargo el autor tuvo la suficiente habilidad y un eficiente
dominio de las estructuras narrativas para presentarnos, a través de historias
atractivas, ese enfrentamiento de fuerzas opuestas, representadas por los
distintos personajes. Y hacer que todos ellos confluyan en un final abierto,
con el comienzo de un nuevo día y con el encuentro esperanzado de un niño que
acaba de nacer: de él es el mañana.
Es
satisfactorio y plausible el punto de vista narrativo que utiliza el autor: el
monólogo interior en ambientes y situaciones muy dispares. Así como la
capacidad no forzada de hacer que los personajes vayan interaccionando hasta
ese final que los congrega a todos en una vivienda barcelonesa. Una prosa
precisa, en la que, no obstante, tienen cabida los coloquialismos de la calle,
y cargada en ocasiones de humor e ironía, viste este retrato mural de las
veinticuatro horas de un día en los que está condensada una Transición política
de baja calidad y mucho más problemática
que idílica, como pretenden hacernos creer.
Francisco
Martínez Bouzas
Pablo Martín Sánchez |
Fragmentos
“Gerardo
alarga el brazo y me toca la cicatriz, siento un escalofrío, yo también alargo
el brazo y toco la suya, saca la lengua, me chupa los dedos, le cojo la mano y
me la pongo en el pecho, me aferra la cintura y me atrae hacia él, noto su
polla contra mi vientre, baja la cabeza y me besa, las lenguas se enroscan, le
empujo y le obligo a sentarse en la butaca, me pongo a horcajadas y me quito el
jersey, empiezo a desabrocharle la camisa mientras me magrea las tetas con
manos temblorosas, le estrecho fuerte entre mis brazos y le digo al oído:
-Gerardo,
no te acuestas conmigo
-¿Por
qué?
-Porque
soy muy mala.
-¿Y
eso?
-Es
que me gusta pegar cuando hago el amor
Le
doy una bofetada y se queda parado.
-Pero
no me gusta que me peguen, eh. ¿Quieres que te la chupe?
La
respuesta es previsible como una cremallera, como la cremallera que ya le estoy
bajando para meterme en la boca una polla inflada y ardiente, me vienen arcadas
cuando roza la campanilla, escupo en el glande y extiendo la saliva con la
punta de la lengua.”
…..
“Pero
esto de la democracia ya pasa de castaño oscuro, ¡la gente ha olvidado lo que
son los modales! El otro día, sin ir más lejos, José Mari me leyó la noticia de
un taxista que se había negado a poner la calefacción a cuatro señoras que iban
de La Coruña a El Ferrol. ¿Cómo es posible semejante desfachatez? Pues las
señoras, ni cortas ni perezosas, sin que el taxista se diera cuenta, sacaron
unas tijeras y vengaron la afrenta cortándole los cinturones de seguridad y los
faldones del abrigo. ¿Y qué decir de eso que ahora llaman el destape? ¡Si hasta
hay colas en los quioscos para ver mujeres satinadas en porretas! Degenerados,
que son unos degenerados. Y, claro, luego pasa lo que pasa, que corrompen a los
demás. Como a mi pobre José Mari.”
…..
“La
adoro, yo a esta niña la adoro. ¿Por qué no habrá aparecido antes en mi vida?
Seguimos caminando hasta desembocar en una plaza. A los pies de una escalera
tan alta que parece llevar al cielo, una caniche roe un hueso. Al verme, se
pone a gruñir como una degenerada. Si no
fuera por esa mierda que nos dan en la perrera, ahora mismo te callaba la boca,
so histérica. Dos chicos pasan zumbando por nuestro lado subidos a unas
pequeñas tablas con ruedas. Se detienen junto a un banco, sacan unos botes como
los que hay en la cuadra para matar moscas y los disparan contra el muro, dejándolo
lleno de colores. La gran ciudad es una maravilla. Acostumbrado a ir de la
perrera al canódromo y del canódromo a la perrera, me he perdido tantas cosas.
En otro banco de la plaza, una viejita tira pan a las palomas. Las palomas me
vuelven loco, me encanta su cabeceo. Las liebres ya no. Tantos años
persiguiendo liebres mecánicas me han inmunizado.”
(Pablo Martín Sánchez, Tuyo es el mañana, páginas
28, 38-39, 157-158)
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