martes, 25 de marzo de 2014

"SANTA" : PROSTITUTAS, CHULOS,CANALLAS Y LOS VANOS SUEÑOS DE REGENERACIÓN



Santa

Federico Gamboa

Editorial Drácena, Madrid, 2013, 300 páginas.



   Federico Gamboa fue un diplomático, periodista, narrador y autor dramático mexicano, nacido en 1864 en Ciudad de México y fallecido en la misma capital en 1939. La obra que lo proyectó a la fama, Santa, fue curiosamente editada en Barcelona en 1930. A lo largo del pasado siglo y del actual se han sucedido las reimpresiones, fue llevada al teatro y su adaptación cinematográfica se convirtió en la primera película hablada rodada en México. Santa fue pues el primer best seller  mexicano y al mismo tiempo su contrario: “el long seller, el libro que continúa leyéndose a lo largo de muchos años (José Emilio Pacheco). Factores que promovieron su éxito editorial fueron, sin duda, el sensacionalismo que su argumento suscitó entre la conservadora moral porfirista de comienzos del pasado siglo y el morbo de leer el relato de situaciones y experiencias de una vida crapulosa.

   Si desde el punto de vista político e ideológico, la existencia de Federico Gamboa solo cobra sentido en el Porfiriato en el que encuentra su sitio, en literatura, especialmente en la novela Santa, es preciso ubicarlo dentro de la corriente naturalista hispanoamericana. El mismo autor era consciente de ello y  manifestó en alguna ocasión  que su propuesta fue aclimatar, en su narrativa, los postulados enumerados y practicados por Zola y Goncourt. Y todo ello  a pesar de que Santa está huérfana de los substratos en los que se alimenta el naturalismo: la alta burguesía, la gran industria, la vida en las grandes urbes que hacen posible una imagen del hombre deshumanizado, brutal y decadente. Mantiene intactos además los juicios religiosos y morales mamados en el catolicismo. Por  todo ello, por  el choque con el naturalismo francés, Santa conforma una estética que reorganiza los elementos europeos dando lugar a un naturalismo original y privativo: el naturalismo mexicano. Santa sería la novela en la que se estrena y reivindica esa estética enraizada en México, y para ello Gamboa hace visible la figura de la mujer transgresora por  excelencia, la personificación literaria de la degradación del México del siglo XIX.

   Ése es precisamente el tema  de la novela, una trágica historia argumental, encarnada en las amargas vicisitudes de una joven mujer originaria del campo que, envuelta en las galanterías de un militar, queda embarazada, es abandona por su familia y recurre a un burdel de la capital para solicitar trabajo como prostituta. En ese ambiente de degradación, Santa (así se llama la protagonista) se convierte muy pronto en la mujer más codiciada, la preferida del prostíbulo. El hastío de la vida libertina hace mella en ella y provoca que intente, en más de una ocasión, regenerar su vida, reivindicándose socialmente viviendo en  pareja. Intentos vanos que terminan en el fracaso, con el consiguiente retorno a la práctica de la prostitución en burdeles cada vez más astrosos. El alcoholismo y una enfermedad la van minando y termina conviviendo con el pianista ciego del primer burdel que la había amado desde siempre. Con él se reivindica momentos antes de su muerte.

   La novela se inicia “in media res”, en un punto medio de la historia (cuando un coche de alquiler conduce a Santa al prostíbulo en Ciudad de México), lo que provocará  a lo largo de la narración frecuentes retrospecciones o analépsis. En efecto, echando mano de no pocos flashbacks, Federico Gamboa brinda al lector el pasado de la protagonista, numerosas escenas de Santa, “su largo peregrinar a través de su vida” (página 65), presentadas como si acontecieran en el tiempo presente.

   El discurso narrativo, a  pesar de esas frecuentes retrospecciones, se ajusta a una arquitectura perfectamente diseñada, con una trama de la que necesariamente se desprende un trágico desenlace. Las descripciones de los tugurios prostibulares, la “cultura marginal” del burdel, las prostitutas, los chulos y canallas cobran una poderosa vitalidad realista. Así mismo el narrador diseña personajes, y los hace creíbles, a partir de unos pocos rasgos esenciales. La misma Ciudad de México, en la pluma de Federico Gamboa, no es un simple marco espacial de la acción, sino que actúa como un personaje que condiciona, de forma prácticamente determinística, los comportamientos de los personajes. Esa interacción ciudad-personajes es justamente una de las tesis del naturalismo. La ciudad, así pues, convertida en una plasmación colectiva que de forma simbólica, con su ambiente degenerado, determinará la decadencia y el crepúsculo moral y físico de la protagonista. Determinismo social que se aúna con un cierto determinismo genético (la degradación de la protagonista, resultado de la herencia biológica). Ambos códigos son propios de las tesis naturalistas.

   Es imposible obviar el tono moralista de la novela, herencia no tanto de una pacata moral católica, sino de la exaltación de los ideales románticos. Por ello mismo y por el uso de un peculiar español decimonónico -la colocación enclítica de los pronombres átonos, por ejemplo- y el excesivo alargamiento de algunas escenas, Santa no puede ser considerada como una novela actual, aunque siga atrayendo el interés de los lectores.



Francisco Martínez Bouzas



 
Federico Gamboa

Fragmentos



“Fue el Pedregal un cómplice discreto y lenón, con sus escondrijos y recodos inmejorables para un trance cualquiera, por apurado que fuese, a diferencia de la tapia de Posadas o por los sotos de la hacienda de Guadalupe (…) Y en el Pedregal acaeció el lento abandono de Santa que dejó que le apretaran una mano; luego, que le ciñeran la cintura; luego, que Marcelino se le acostara en el regazo, con objeto -afirmaba el tuno- de contemplarla a sus anchas; y por último, dejando que le besara las manos -¡las manos nada más!-; después el cuello, con un besar suave y diabólico rozando la piel; después la boca, en los mismísimos labios entreabiertos y húmedos de la doncella, que se estremeció de voluptuosidad y trató de escapar, temblorosa, implorante.

-Suéltame, Marcelino, suéltame, Por Dios Santo…¡que me muero…!

Sin responderle y sin cesar de besarla, Marcelino desfloró a Santa en una encantadora hondonada que los escondía.”



…..



“A contar de la edificante cena, trocose Santa de encogida y cerril, en cortesana a la moda, a la que todos los masculinos que disponían del importe de la tarifa, anhelaban probar. Más que sensual apetito, parecía una ansia de estrujar, destruir y enfermar esa carne sabrosa y picante que no se rehusaba ni defendía; carne de extravío y de infamia, cuya dueña, y juzgando piadosamente, pararía en el infierno; Carne mansa y obediente a la que con impunidad podía hacerle cada cual lo que mejor le cuadrase.”



…..



“A pesar de la decadencia de Santa, esta gehena la anonadó. ¡Qué noches y qué tardes y qué mañanas y qué agonía! Salía de los brazos de un forajido y caía en los del mal que por dentro la trituraba o en los del alcohol falsificado que bebía a torrentes para ver de aniquilarse, de no sentir, de que la tirara encima de su camastro o en el vivo suelo, y roncar embrutecida e insensible. Y asistía, presenciaba lo que se sucedía, inconsciente y atónita, sin protestas ni remedios, cual todos sufrimos las pesadillas peores que no se acaban, las que enloquecen, las que, despiertos, nos hacen temblar, pedir fervorosamente a Dios que lo visto y sentido no lo veamos ni sintamos nunca, más que en pesadilla.”



(Federico Gamboa, Santa, páginas 56, 68-69, 266)

sábado, 22 de marzo de 2014

EL CURIOSO MUNDO DE LAS PERSONAS NORMALES



El curioso mundo de las personas normales

Xosé Monteagudo

Traducción de Estela Vilar

Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, 2014, 112 páginas.



    
   No es ésta la primera vez que Xosé Montagudo ficcionaliza hechos y acontecimientos reales. Me viene a la memoria, por ejemplo, su novela Un tipo listo (2009), en la que, desde el territorio de la ficción, narra el enorme pufo financiero producido en una sucursal de un banco de Vigo, atribuido al director de la misma, conocido como Pepe do Banco Pastor. Repite de nuevo con esta novela breve, El curioso mundo de las personas normales, editada originariamente en gallego en el año 2012, e inspirada así mismo en un caso real: la vida del paciente de la habitación 415 del Hospital Provincial de Pontevedra: Agapito Pazos, fallecido el año 2010, tras haber pasado setenta y siete años en esas dependencias hospitalarias, como consecuencia de haberle sido detectado un cierto atraso mental, la espina bífida, cuando con apenas dos años fue abandonado allá por 1930. La novela acaba de ser traducida y editada en castellano por Pulp Books.

   De las noticias periodísticas publicadas entonces, surge el corazón temático de esta historia, que, no obstante, no es la biografía de este paciente perpetuo, sino un verdadera ficción contada desde un peculiar punto de vista del autor, fruto de un verdadero acto creativo, si bien el paciente real (Agapito Pazos) y el personaje de la novela comparten ciertas características (el miedo  a las gaviotas y la salida fuera de las paredes del Hospital durante un fin de semana). Todo lo demás, especialmente la visión del mundo real que tiene el personaje de Xosé Monteagudo, es fruto de su imaginación.

   El mayor reto para el escritor fue sin duda encontrar la perspectiva apropiada para transmitir una historia de un personaje que no se mueve del escenario de las cuatro paredes de una habitación hospitalaria, sin resultar su relato una historia insufrible, sin llegar a aburrir al lector. En la novela encontraremos al narrador haciendo desfilar, a través de los ojos de su personaje, una buena parte de la historia del siglo XX, sin excluir la Guerra Civil. De ahí, que por exigencias del guión, el personaje novelesco ingresa en el centro hospitalario, no en el año 1933 con dos años como Agapito Pazos, sino un poco antes para dotarlo de la capacidad de percibir a través de voces vicarias lo acontecido en el año 36.

   Resulta legítimo cuestionarse si el personaje novelesco puede tener una perspectiva histórica sobre los que acontece extra muros de su cuarto hospitalario y de lo que solamente tiene noticias a través de personas interpuestas: lo que le cuentan los médicos, cuidadores, los otros pacientes, sus familiares. O lo que capta alguna que otra vez a través de murmullos o medias palabras, percibidas desde su retraso mental y sin ningún referente objetivo real, y sobre todo, sin conocer el significado de las palabras, de palabras como felicidad, amor, honor… No obstante, el autor sale airoso de esta situación y, a través de la información que deberá completar el lector, nos permite presenciar o adivinar la situación de Galicia (la Guerra Civil, los miedos de la represión franquista que se ceba en el doctor al que le dieron matarile (palabra que él obviamente no entiende); las peripecias de los huidos al monte, la “sabiduría” de no preguntar que observa en alguna persona de fuera, ciertas señales de cambio en la transición democrática…así como la captación parcial que el enfermo va adquiriendo del mundo exterior.

   Es aquí donde Xosé Monteagudo convierte a los receptores de su protagonista en una mirada cruda, a la vez inocente e irónica, que no es capaz de entender el funcionamiento y el falso proceder de las personas normales.

   Al margen pues de la vida exterior, ajeno incluso a la vida administrativa hasta los últimos años, el protagonista construye en el cubículo hospitalario su propio espacio vital, en el que se siente cómodo y satisfecho, aunque en algún momento sueñe con el amor de una enfermera. Y sobre todo llega a la conclusión de que el mundo de afuera es bien curioso y funciona bajo unas reglas que su cerebro es incapaz de entender.

   Xosé Monteagudo nos aporta el punto de vista de este paciente perpetuo, y lo hace por medio de un narrador en tercera persona debido a la discapacidad mental de su protagonista. Narra además de una forma verosímil, sencilla, a la vez tierna y desoladora, con gotas de humor, haciendo que en la mente lectora brote paradójicamente una visión crítica de lo que conocemos como la sociedad normal, captada desde la perspectiva de una persona discapacitada, privada del mundo e incluso de deseos y que, a  pesar de ello, da la impresión de haber vivido feliz,  no obstante su absoluta vulnerabilidad.



Francisco Martínez Bouzas





Xosé Monteagudo

Fragmentos



“Lo que sí intentó siempre fue aprender de todo lo que veía y oía a su alrededor,  a pesar de que los actos y las palabras de los demás tuviesen casi siempre una segunda cara que no percibía a simple vista y que, a menudo, contradecía lo que él había entendido de primeras. Los dos pacientes que tenía por compañeros en su habitación, por ejemplo, podían estar muy tranquilos y sumisos en presencia del doctor que los venía a examinar, e incluso aceptar sus palabras con una sonrisa de agradecimiento, pero cuando el médico abandonaba la habitación, se dedicaban a comentar entre ellos que aquel era un burro que sabía poco más que las cuatro letras.”



…..



“Un día se presentó ante él una enfermera nueva cubierta con una bata blanca, y cuando le dijo su nombre y él le llamó sor Berta, la enfermera le contestó que quitase el sor. Así descubrió Tomás que se podía ser enfermera sin ser monja al mismo tiempo. Observó que la enfermera Berta era diferente al resto de las enfermeras que eran monjas, porque ella además era una mujer y sonreía e iba peinada y trazaba unos gestos y movimientos que se parecían mucho más a los de las jóvenes visitas femeninas que tenían los pacientes que  alas enfermeras que eran monjas.”



…..



“Hasta entonces Tomás sólo conocía dos clases de vida: la del hospital, que había encarnado él, y la del mundo de afuera que percibía por lo que oía y por la visita de aquel fin de semana. Lo que nunca había llegado a sospechar era que existiese una tercera, y que esa le correspondiese vivirla por igual a los de dentro y a los de afuera. A tan avanzada edad ni siquiera podía concebir que le fuese posible nacer a una vida nueva, y al parecer secreta, de la que gozaban todas cuantas personas lo rodeaban. Pero eso fue lo que le ocurrió un día de pronto, cuando, junto  a la enfermera Berta, entró en la habitación una chica de bata blanca llamada Nuria. Descubrió que la nueva no era enfermera nada más oírle la primera frase.

-Usted no tiene vida administrativa- le dijo Nuria.

La frase no dejó de sorprenderlo por el calificativo que la chica acababa de aplicarle a la palabra vida, que alguna cualidad misteriosa tendría, imaginó, para que el hecho de no tener vida administrativa no fuese tan trágico como era costumbre en aquel lugar. Asumido, pues, que aquella clase de vida no debía ser tan importante, ni de lejos, como la otra, lo primero que pensó Tomás fue que no podía representar para él ningún interés tener o dejar de tener vida administrativa.”



(Xosé Monteagudo, El curioso mundo de las personas normales, páginas 28-29, 80, 97)

martes, 18 de marzo de 2014

"NEGRA",UNA NOVELA CUBANA: RACISMO, BISEXUALIDAD Y CULTOS AFROCUBANOS



Negra

Wendy Guerra

Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 321 páginas.



   El pasado mes de noviembre, Editorial Anagrama publicaba Negra, la cuarta novela de Wendy Guerra, actriz y escritora cubana, alumna de Gabriel García Márquez en su taller de guiones, “Cómo contar un cuento”. La obra narrativa de Wendy Guerra está considerada como una de las mejores de la actual literatura latinoamericana y, como tal, ha sido traducida a más de una docena de idiomas. Sin embargo, es invisible en su propio país, no se halla editada ni comercializada en su cuna natal, Cuba, donde no obstante sigue viviendo la escritora. Confiesa Wendy Guerra que, en su obra literaria, la mueve el propósito de hablar y enfrentarse a los tópicos, a los prejuicios y censuras: al racismo, la negritud, la bisexualidad -tema tabú hasta los 60, aunque no solo en Cuba- la ausencia de las mujeres de las esferas del poder. Todo ello forma parte de un duro silencio al que en alguna ocasión se ha referido la actriz y escritora.

   La trama narrativa de Negra se desarrolla entre Cuba y Francia, pasando así mismo por otros lugares como Cataluña. Y es una exploración tan crítica como real sobre el racismo latente en la Isla caribeña. Una tentativa para explicar en claves afrocubanas lo que sucede con la población negra en Cuba, una parte importante de los habitantes de la Isla, a la que, tanto antes como después de la Revolución castrista, le costó mucho integrarse, sobre todo por motivos socioeconómicos, puesto que provenían de estratos sociales muy pobres. Lo mismo que ha ocurrido en muchos otros países, como Estados Unidos, Francia o la misma España.

   Sin embargo, para la heroína de la novela, Nirvana del Risco, -quizás el alter ego de la autora al menos en algunas facetas porque Wendy Guerra es blanca, la primera blanca que escribe como una negra en la literatura cubana-  la palabra “negra”, que nunca substituye por eufemismos paliativos ni  por lo políticamente correcto, encierra en sus cinco letras, “toda la música, el sabor y el sentimiento de su cuerpo, su alma y su nación.”

   Nirvana del Risco es, como la autora, hija de la generación de los 60, los años de la Revolución. Es negra, bisexual, trabaja como modelo comercial y sobre todo es cubana. La historia que de ella cuenta Wendy Guerra aborda el tema de la discriminación social y racial, así como la necesidad de hallar un lugar en el mundo. Para ello la autora, en una narración en primera persona, nos sumerge en la historia de su heroína, una cubana negra, rompedora de estereotipos, que destroza tópicos y viaja de Cuba a Francia. La narración da comienzo en tierras cubanas donde Nirvana del Risco da cuenta de sus vivencias, sus diferencias con relación a los demás (negra, bisexual, conjurada frente  a lo prohibido) y lo hace con un lenguaje recurrente, “percusivo”  que efectivamente se amalgama con “el seis por ocho de los tambores afrocubanos”. Capítulos cortos, frases sumamente poéticas, preñadas de musicalidad, rebosantes de colores, olores y sabores tropicales y oportunas incursiones en la cultura y religión afrocubana, en la santería que la heroína lleva dentro de su cuerpo y de su alma (rituales, conjuros, recetas…) y especialmente el audaz arrojo del personaje (“dulce pero ácida”, página 13), atrapan al lector y, cuando esto ocurre, tiene lugar el viaje de la protagonista a Francia, donde teme encontrar muchas lagunas bajo la lluvia. Es el descanso de Cuba, del socialismo tropical que “no es malo ni bueno, es incómodo” (página 79). Un viaje de afectos, la parte más densa y dura de la narración, el encuentro con la “izquierda sucrée, la gauche caviar, la gauche champagne. Una ruta pasional entre Cuba y Francia y viceversa en la que Nirvana del Risco se va tropezando con diversos personajes y amantes, en una sexualidad abierta, descarnada, alejada hasta el infinito de lo convencional. Y sobre todo desmantela los tópicos, marcas y baldones que se ciernen sobre una bella mujer cubana negra como el carbón en el seno de una sociedad no racista de puertas afuera, pero que, tras los muros de la intimidad, repudia a esta raza.

   Negra es una novela distinta, sorprendente, anclada en un sincretismo composicional, semejante al de la religión y mitología yoruba. En el texto, en efecto, confluyen política, sexo, magia, raza, religión, sabores, olores… Novela apropiada para paladares capaces de degustar la diferencia, la exquisitez y la frescura de una pieza narrativa rebosante de sensorialidad y colorido tropical, pero sin escatimar las crudezas que la protagonista femenina afronta en su lucha contra el machismo, el racismo o la lesbofobia.



Francisco Martínez Bouzas





Wendy Guerra


Fragmentos



“Como leche derramada sobre la alfombra, mapa blanco olvidado en el vientre negro de mi madre. Beso de fuego y goce mestizo, canción de cuna en criollo. Lágrimas negras en la luna de mis ojos. Café arábica en grano, bien tostado, de aroma profundo  y delator. Flotando sola en el anís de los recuerdos. A la deriva, así me siento.

Yo soy el borrón en tu muro. Caña sembrada, cultivada, cortada, quemada por negros; cobrada por blancos. Azúcar prieta, melaza, raspadura, miel de purga, melao caliente.

No hay maquillaje que cambie mi máscara africana.

Ésta es mi piel, éste mi perfume. Mi sombra y yo, mi sexo y yo, mi culpa y yo nos parecemos.”



…..



“¿Qué podemos modelar en Cuba?

Muy poco. Fotos en centros turísticos, anuncios de condones y tabacos, artesanías, carteles instructivos o políticos y cierta ropa deportiva que traen para comercializar; todo conspira contra el mercado. Luego «él», ese sujeto que te ve espléndida en la foto y se enamora de la imagen y no de ti; intenta casarse contigo y te invita a conocer la nieve. ¿Exponerse o exportarse? Ese estigma sigue siempre a una modelo cubana. Pero sí podemos modelar en Cuba.”



…..



“Miré a Lu, que se estiraba satisfecha, lloriqueaba entre sueños. Le espanté los mosquitos con la mano. La destapé poco apoco, dejándola casi desnuda, placida con sus pechos destilando ganas, los toqué levemente prendiendo su deseo. Le besé los rosados pezones, la bordé con caricias y le arranqué el rubor, mordida a mordida. Le deslicé mis pezones negros por su boca. La ahogué con mis pechos, la desperté de su erotizado sueño.

Ella  abrió sus ojos rasgados un poco tarde, cuando ya yo la montaba. Quiso pedirme algo, pero sólo alcanzó a chupar la leche que afloraba a cuentagotas. Este deseo había ido germinando por años en la también añeja tubería de nuestras almas. Ahora nos abrimos como un compás dando la bienvenida al placer. Me miró y, luego de morder mi boca, frotó su sexo en mis muslos. Desesperada, manando en agua deliciosa, me pidió que la tragara toda. Quería poseerla con más de lo que mi cuerpo de hembra permitía. A Lú le gusta ser bien penetrada, con fuerza; me lo ha comentado una y otra vez. Lo hice con lo que la naturaleza me dio: mi vulva sobresale, asoma y ruega, eso la desarma. Ansiaba su saliva, su olor  a guayaba verde, su escondida lujuria la guardó para mí.”



…..



“Osain es la deidad que transmite la esencia de la naturaleza en la religión yoruba.

Hice sonar el cuero de chivo sobre el eco que traslada la madera de cedro en sus toques secretos. Yo no lo toco por los secretos, eso sería sacrilegio, lo hago porque nací a su lado. Lo toco porque suena en mi estómago, y cuando lo hago vibro, me da felicidad.

Me gusta porque viene de África, porque el ritmo es mi don, o tal vez porque ha sido instrumento prohibido a las mujeres por siglos, y lo prohibido  es obligatorio para mí. Cuando mi batá y yo estamos cerca, me aterra pero me encanta, es miel la música que sacan mis dedos si golpeo mis manos sobre él.”



(Wendy Guerra, Negra, páginas 11, 36, 51-52, 291)

jueves, 13 de marzo de 2014

"UN DÍA EN LA VIDA DEL INMORTAL MATHIEU": HUMANOS SIN CORAZÓN



Un día en la vida del inmortal Mathieu

Mario Martín Gijón

Ediciones Irreverentes, Madrid, 2013, 158 páginas



   En esta su primera novela, Mario Martín Gijón se disfraza de amigo del protagonista de esta novela futurista, el psicólogo Mathieu Beaujour, y usa el artificio de traductor al castellano de las reflexiones almacenadas en la memoria de su amigo en el año 2070. De este modo, Mario Martín, autor de destacados y premiados libros de ensayo y del libro de relatos Inconvenientes del turismo en Praga (2012), se adentra en la narrativa de ciencia ficción, en esos viajes prospectivos, no a las lejanías interestelares, sino a esos otros mundos más decisivos para la humanidad que son, como recuerda el protagonista de la novela, “los que se realizaron dentro de nosotros mismos” (página 147).

   En 1981 Günter Rophol escribía que la pregunta kantiana ¿qué debo hacer? se halla conectada, más que nunca, a aquello de lo que soy capaz de hacer. Y en nuestro tiempo el campo del quehacer humano se ha agrandado de forma tan extraordinaria, gracias a la tecnociencia, que la aniquilación del planeta, la muerte esencial de la especie homo sapiens sapiens es un peligro específico de nuestros días. Como lo es la posibilidad de una perfectibilidad prácticamente inacabable. Porque el ser humano es en la actualidad una materia prima que posee una plasticidad casi inagotable. Nuestra especie es para muchos algo que debe de ser modificado y mejorado. Pero aquello que es maleable es también susceptible de ser controlado. La mayoría de los defensores de la perfectibilidad humana -los “nuevos redentores” como los denomina José Sanmartín- ya no razonan como antaño en términos morales. Al mismo tiempo podemos constatar que han desparecido la mayoría de los recelos que en los años 70, 80 y 90 generaba el determinismo tecnológico, expresado de forma elocuente en estas palabras de Steven Levy (Hackers, 1984), un auténtico anatema contra la tecnología informática: “Los ordenadores se utilizan mayoritariamente contra las personas en lugar de para las personas. Se utilizan para controlar a la gente en vez de para liberarla”.

   En estas coordenadas se mueve la ficción de Mario Martín, que, como ya señalé, se sitúa en los albores del 2070. Su protagonista, el psicólogo Mathieu  Beaujour es un verdadero cyborg, un zomboide o robot humanoide biológico, que pauta su jornada,  desde que se “enciende” a las cinco y media de la mañana, mediante reflexiones en las que, a modo de diario, recuerda y recapacita sobre la senda recorrida en la apuesta de la humanidad por la extensión vital indefinida. En efecto, un sabotaje en Siberia contra las torres computacionales pone en peligro los avances conseguidos, y ante ese hecho y evidente amenaza, Mathieu recuerda el arduo camino recorrido por los defensores de la prolongación indefinida de la vida, que no inmortalidad. Primer paso: creación de entidades programadas para sobrevivir durante un determinado período de tiempo, reproducirse y autodestruirse algunos años más tarde. Todo ello, echando mano de la ingeniería de tejidos, la autoreproducción programada para, en una etapa posterior, substituir nuestra frágil biología por soportes más sólidos y fiables. El resultado es una sociedad transhumana  que prefiere la imaginación a la realidad, el abrazo mental al abrazo real, la comida virtual se impone así mismo sobre la real, la estimulación mutua a través de chats es más frecuente y deseable que las relaciones sexuales no virtuales.

    Como pieza de ciencia ficción, ésta es una novela prospectiva que ficcionaliza un mundo futuro, posiblemente realizable, y sobre todo interroga al lector con cuestiones cruciales. La más transcendente, en mi opinión, es la que se personifica en las angustias unamunianas -muy oportuna la referencia al Diario íntimo de Miguel de Unamuno- : el destino del ser humano a desparecer para siempre, frente al deseo de persistencia innato en neutra especie. Mérito así mismo del autor al escribir la novela es el hecho de no perderse en demasía en disquisiciones y descripciones tecnocientíficas, sino ahondar en aquellos interrogantes sobre el significado en la existencia humana, de esa prolongación vital indefinida. ¿Cómo afecta a nuestra condición humana la integración en máquinas inteligentes. Las respuestas o reflexiones del protagonista posibilitan una lectura de la novela en clave distópica, pero también en clave utópica. ¿Con mentes conectadas a la Red no desapareceremos como seres autónomos para convertirnos en simples partes de un conjunto de nódulos de una supermente? ¿Dónde deja pues un ser humano de ser humano? Pero al mismo tiempo, como ha ocurrido desde los primeros pasos de la humanidad, ¿no nos hace humanos el querer superar nuestras fronteras, sobrepasar los obstáculos que la naturaleza nos ha impuesto, ir más allá de nuestros límites?

   En mi lectura de esta pieza del subgénero del Biopunk predominan los elementos distópicos. Y en una valoración de la tecnociencia aplicable a esta extensión vital indefinida, rechazaría tanto el imperativo tecnológico como el conservacionista y me centraría en esa vía que articula lo instrumental con lo simbólico; es decir, los entornos simbólicos tales como la cultura, la ideología, las instituciones, las tradiciones que rodean a las posibilidades tecnocientíficas, deben ejercer un papel importante en la evaluación de las mismas. Lo simbólico, aquello que nos otorga lo que llamamos dignidad humana en tanto que personas, debería ser la barrera que impida que nos convirtamos en puros medios o instrumentos de los imperativos tecnocientíficos. Cuando Mathieu  Beaujour admira y envidia la vehemente fisicidad  de Natasha con una gotas de sudor recorriendo su frente o cuando siente nostalgia por los atardeceres rebosantes de aromas y sonidos, creo que camina, quizás de forma inconsciente, por la senda de la resistencia a la objetivación y a la mecanización de unos seres humanos  a los que los avances científicos del año 2070 ha privado de corazón.

   Registro en el haber de la novela una excelente literariedad. Mario Martín, atado a la ciencia, pero sin abusar de su terminología, presenta una historia bien contada, elige una estructura narrativa sólida y adecuada, persigue la belleza en la narración de los hechos y reflexiones de su protagonista. Como en cualquier otro género literario.



Francisco Martínez Bouzas





Mario Martín Gijón


Fragmentos



“Recuerdo con seguridad una de las objeciones más inteligentes planteadas por nuestros detractores, que no siempre eran simples fanáticos con miedo a lo nuevo. Si nuestras mentes, si nuestros cerebros, decían, son conectados a la Red, ¿quién garantizará nuestra independencia, nuestra cualidad de individuos? ¿No pasaremos a ser simplemente partes de un conjunto, nódulos, órganos de una supermente? ¿No desapareceremos como seres autónomos? A pesar de las concienzudas argumentaciones de los científicos involucrados en el proyecto, las dudas persistían. ¿Quién me garantizaba, por ejemplo, que  a través de la Red no me fueran a ser descargados programas ejecutables  automáticamente, que me impusieran desde mi actitud antes las nuevas tecnologías a mis ideas políticas, orientación sexual, o hábitos alimenticios.”



…..



“Recuerdo con qué ingenuidad, hace más de un siglo, creíamos que nuestro futuro estaba en lejanos viajes interestelares, que ahora sólo se planean a muy largo plazo y en caso de extrema necesidad. Se soñaba en llegar cada vez más allá, cruzando fronteras que no podíamos vislumbrar. Pero los viajes más importantes, las expediciones más escalofriantes y los pasos más gigantescos para la humanidad fueron, por supuesto, los que se realizaron dentro de nosotros mismos.”



(Mario Martín Gijón, Un día en la vida del inmortal Mathieu, páginas 49, 147)

domingo, 9 de marzo de 2014

AMÉLIE NOTHOMB Y SUS INSACIABLES HAMBRES



Biografía del hambre
Amélie Nothomb
Editorial Anagrama, Barcelona, 206 páginas.
(LIBROS DE FONDO)


   Si en otros de sus libros se había definido como grafómana, como una verdadera maniática de la escritura, en su novela, Biografía del hambre  (Anagrama, 2006), una verdadera protobiografía de la autora, Amélie Nothomb declara ser la personificación del hambre: “El hambre soy yo…Suponiendo que yo fuese el universo, me rijo por esta única ley: el hambre”. La novela, editada en Francia en el año 2004, confirma la intención de la escritora belga de publicar veinte novelas en otros tantos años, de parecidas dimensiones y escritas con ese estilo ligero, construido a base de miradas incisivas, de  humor e ironía cortantes, si bien espontáneas y no premeditadas. Y Amélie Nothomb, está siendo fiel a sus propósitos. Sus dos últimas obras son respectivamente del año 2012 y del 2013: Barbe blue, recientemente traducida por Anagrama (Barba Azul) y La Nostalgie heureuse, aún no traducida.
    Amélie Nothomb, la “sale gosse” (la chica mala) de la literatura francesa, se reveló en el año 1992 como un prodigio precoz, con  Higiene de l’assassin, una novela que vendió más de 350.000 ejemplares. Años más tarde obtiene un éxito sin precedentes con Stupeur e tremblementes, que cosechó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y unas ventas que superaron el millón de ejemplares. Hace algunos años, los alumnos gallegos de bachillerato le otorgaron el Premio Arzobispo Juan de San Clemente a Metafísica de los tubos, una nueva ficción de esta mujer, uno de los fenómenos europeos más peculiares y extraños de los últimos tiempos. Pero en cualquier caso, la narradora belga sabe conectar con inaudita complicidad con los interrogantes e inquietudes de nuestro tiempo.
   En su obra podemos diferenciar dos líneas narrativas esenciales: aquellos textos que son ficciones puras (Higiene de l’assassin, Cométique de l’enemi...) y aquellos otros que se basan en temáticas autobiográficas. En esta última línea se inscribe la novela que editó  en español Anagrama en el año 2006, Biografía del hambre, que forma parte de lo que la propia autora denomina “autobiografías temáticas”.
   En el hambre halla Amélie Nothomb la palabra que mejor resume algunos aspectos de su existencia. Pero el hambre es también una suerte de motor de la civilización. El hambre es universal, es historia, es vida. Hambre obligada y hambre querida. La narradora belga es una experta en ambos territorios. Como ya apuntamos, se autodefine, parodiando a Flaubert, como hambre, como la personificación del hambre. El hambre es la esencia de la vida, de la creatividad, del pasado y del futuro, la escuela del deseo en todas sus modalidades. Es por eso que Amélie Nothomb, que no oculta que de niña era insaciable, que lo devoraba todo (conocimiento, chocolate, las matemáticas que la exaltaban…) realiza en este libro una apología contagiosa del apetito, reivindicando una gula con múltiples registros: hambre de comida, pero también de amor, de lecturas, del tan apetecido chocolate, de bebidas, de escritura.
   Biografía del hambre es en realidad la propia historia de Amélie Nothomb desde los trece años hasta que es contratada como intérprete por una empresa japonesa. A lo largo de capítulos breves, pero muy incisivos, la autora belga recupera, con ironía y ciertas gotas de cinismo, la etapa de su infancia de niña y adolescente anoréxica, recorriendo el mundo tras una familia de diplomáticos. Un recorrido “autogeográfico” que tiene su punto de partida en Japón, verdadero paraíso para la pequeña. Luego, la China maoísta donde el hambre prospera para llegar a Nueva York, ciudad de la abundancia. Al final, acompañará a su padre hasta Bangladesh, territorio donde el hambre mantiene su gran imperio.
   Un libro construido a base de episodios breves, a veces cínicos y sentimentales, a veces dramáticos, que dan fe de los problemas de relación de la chiquilla consigo misma y con los demás. Y como telón de fondo, el hambre absoluta, el hambre de vivir y el deseo de descubrimiento y desvelo de una niña insaciable. Subrayamos por último que en Biografía del hambre Amélie Nothomb habla de su anorexia de forma directa. En otros libros, en especial en Diccionario de nombres propios, ya se había enfrentado con el tema, pero narrando historias de un personaje de ficción. Ahora es la propia anorexia, de la que la escritora  fue víctima desde los trece a los diecisiete años, la que se convierte en tema ficcional. Con estilo confesional, Amélie Nothomb revela en pocas páginas ideas sueltas, experiencias y recuerdos que forman una protobiografía carente de reglas. El tono sincero y directo de la narradora – adolescente, inconformista y original, hacen de esta mirada biográfica un obra de agradable lectura, a pesar de esa escritura ligera, marca de la casa y de ciertas revelaciones que semejan trivialidades, pero en las que existen buenas dosis de talento.

Francisco Martínez Bouzas


Amélie Nothomb

Fragmento

“Ya que no había más alimentos, decidí comerme todas las palabras: me leí el diccionario entero. La idea era no saltarme ninguna entrada: ¿cómo decidir de antemano que algunas no merecían la pena?
La tentación de ir y venir de una letra a otra como cualquier usuario del diccionario era fuerte. Se trataba de leerlo en orden estrictamente alfabético, para no perderse ni una sola de sus migajas. El efecto producido era aturdidor.
Fue así como me percaté de una injusticia enciclopédica: algunas letras eran más interesantes que sus vecinas. La más apasionante era la letra A: ¿acaso se debía al lado pérfido señalado por Rimbaud? ¿O era simplemente debido al poder turbador, a esa energía de los principios?
Sospecho que esa lectura tenía un objetivo suplementario, que en aquella época no me había confesado: el deseo de no permitir que mi cerebro se dispersara todavía más. Cuanto más adelgazaba, más sentía que se derretía lo que me hacía las veces de espíritu.”

(Amélie Nothomb, Biografía del hambre, páginas 179-180)

viernes, 7 de marzo de 2014

NOVEDADES DE EDICIONES SIRUELA. AVANCE EDITORIAL



   El comentario de hoy será únicamente informativo. Para dar noticia de novedades editoriales de la editorial fundada en 1982 por Jacobo Siruela (Jacobo Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo) y que desde el año 2000 forma parte del Grupo Anaya. No es lo que más le agrada al comentarista porque de este avance editorial está ausente precisamente lo que es la esencia de la crítica literaria: la valoración personal. Eso que tan bien expresó Fernando Aramburu el pasado mes de julio: hacer apetecibles las obras valiosas, sin limitarse a descifrarlas con la adusta terminología de profesor, sino tomándose la molestia de transmitir entusiasmo, humanizando generosamente esos textos valiosos por la vía de exponer  una parte de su condición de lector sensible. Pero tampoco seré en este comentario un redactor de reseñas metido a mercader. Hoy, como digo, doy noticia de tres novedades de Ediciones Siruela. Será en otro momento, tras una reposada lectura, cuando ejerza ese trabajo de hacer apetecible las obras valiosas. Hoy me limito a informar  de forma sumaria basándome sobre todo en las respectivas presentaciones editoriales de estas tres novedades de Ediciones Siruela. Papel que también concibo como un servicio al posible lector, aunque reconozco el plus de publicidad que todo ello implica.


Nos acostumbraremos
Zoyâ Pirzâd
Traducción del francés de Isabel González-Gallarza
Ediciones Siruela, Colección Nuevos Tiempos, Madrid, 2014, 257 páginas.

   La autora Zoyâ Pirzâd, es una de las escritoras iraníes más destacadas sobre todo en el panorama internacional, donde es más conocida y valorada que en su propio país. Ha publicado dos novelas y varios libros de relatos, obras con las que ha cosechado varios premios importantes, como el Hooshhang Golshiri Literary Award a la mejor novela del año o el premio a la mejor obra extranjera publicada en Francia en 2009.
   Nos acostumbraremos  es una visión cercana e iluminadora de la vida cotidiana, un reflejo de los anhelos y de los secretos de las mujeres iraníes. La novela nos acerca a Arezu, una mujer iraní divorciada que vive con su hija adolescente y dirige una pequeña agencia inmobiliaria, fundada en su día por su padre. Arezu es una mujer moderna e independiente, como tantas que habitan en el país asiático. Se desvive entre los deseos de su hija de ir a Francia para vivir con su padre y una extravagante madre de mentalidad tradicional y obsesionada con el qué dirán. Y todo se complica exponencialmente cuando inicia una relación sentimental con Zaryu, un cliente de su establecimiento. Relación que la obligará a enfrentarse al rechazo y a la presión de su entorno familiar y al de sus vecinos..
   La autora plasma con inteligencia y sencillez el retrato de una sociedad iraní llena de contradicciones y el de un personaje femenino dotado de un fuerte personalidad. Tan fascinante como una heroína de la narrativa de Jane Austen.


Casanova y la mujer sin rostro
Olivier Barde Cabuçon
Traducción de Teresa Clavel
Ediciones Siruela, Nuevos Tiempos/Policiaca, Madrid, 2014, 215 páginas.

   El autor, aunque ajeno profesionalmente al mundo de la narrativa, es un apasionado de la literatura, a historia y el arte y autor reconocido por sus novelas policíacas con escenarios históricos. La novela que comento, editada en Francia en 2012, es el primer caso del comisario de las muertes extrañas. Ha sido galardonada con el premio Sang d’Ecre 2012.
   Casanova y la mujer sin rostro, sitúa al lector en 1759 en un curioso escenario. Apenas dos años antes el joven Volnay, a pesar de su poca simpatía por la monarquía, salvó a Luis XV de la muerte en el atentado perpetrado por Damiens. Agradecido el monarca, creo para él el cargo de comisario de las muertes extrañas. En París es hallado el cadáver de una mujer sin rostro y Volnay se encarga del caso. Halla en el cuerpo una misteriosa carta con el sello del rey. Así mismo la presencia en el lugar del crimen del libertino Casanova no deja de intrigarle. Los restos de la joven asesinada son confiados a petición del comisario a su ayudante, un monje tan erudito como hereje. La autopsia y los primeros elementos de la investigación conducen muy pronto a Volnay a Versalles, al gabinete real y a las mansiones reservadas a la marquesa de Pompadour en el Parque de los Ciervos, y al laboratorio del enigmático conde de Saint-Germain.
   El autor, con una escritura  ágil y elegante yergue una novela negra protagonizada por un personaje de gran originalidad y, al mismo tiempo, nos ofrece un espléndido retrato de un fascinante período histórico.


Orlando furioso
Narrado en prosa del poema
de LUDOVICO ARIOSTO
Italo Calvino
Traducción de Aurora Bernárdez y Mario Muchnick
Ediciones Siruela, Biblioteca Calvino, Madrid, 2014, 170 páginas.

   El libro que edita Siruela en su Biblioteca Calvino es una original e inteligente incitación a la lectura del poema original de Ariosto, a través de la versión fabulada por la rica imaginación de uno de los grandes escritores contemporáneos, autor de obras tan conocidas como El barón rampante, El caballero inexistente o Las ciudades invisibles.
   Italo Calvino declaró que Ariosto era su poeta, algo que se evidencia por la lectura de parte de su obra. Por eso mismo, este libro es el resultado de un encuentro al que el autor ya nos tiene acostumbrados. Calvino no reemplaza a Ariosto. Se limita a traducirlo, o mejor dicho a reescribirlo, a través de su imaginación. Su prosa por consiguiente nos cuenta, con entusiasmo y sin prisas, las vicisitudes de ninfas, paladines, guerreras y magos que pueblan tanto el poema de Ariosto como, por una prodigiosa metamorfosis literaria, las novelas del propio autor.
   Y cuando la narración llega a puerto, como el mismo dice de Ariosto, «el poema sale de sí mismo, se define por medio de sus destinatarios; y a su vez, es el poema mismo que sirve como definición o emblema de la sociedad de sus lectores presentes y futuros…”
   La edición de Siruela incluye los versos de Ariosto traducidos por el capitán general don Juan de la Pezuela, conde de Cheste y miembro de la Real Academia Española.

Francisco Martínez Bouzas

miércoles, 5 de marzo de 2014

"ELOGIO DEL FETICHISMO" O LA DESENFADADA CELEBRACIÓN DEL EROTISMO



Elogio del erotismo
Pierre Bourgeade
Traducción de  David Cunquil
Prólogo de Vicente Molina Foix
Editorial Siberia, Barcelona, 2013, 224 páginas.

   Pierre Bourgeade (Morlanne, 1927) fue un escritor francés fallecido en el año 2009. Autor de una amplísima obra en todo los géneros literarios. Fotógrafo y realizador de cine así mismo. Escritor iconoclasta y provocador, pivotó su obra sobre temas como el erotismo, el sexo, la soledad. Autor igualmente de múltiples novelas negras. Numerosos premios y distinciones acompañaron su carrera literaria.
   Elogio del fetichismo bascula entre la narrativa y el ensayo. La obra es una celebración del erotismo en todas sus posibles e infinitas formas. Bourgeade, observador fetichista y de mirada rigurosa y casi clínica, nos lleva en un recorrido literario, desprovisto de juicios morales, a través de las múltiples piezas que componen el rompecabezas del deseo. Amar la parte por el todo. El lector se convierte en voyeur involuntario de relatos, confesiones, poemas y una singular antología de textos de numerosos autores.
   De la obra de Bourgeade escribe el prologuista: “Siendo escritor además de adepto, suponemos una variada gama de fijaciones en lo más rebuscadamente obsceno, Bourgeade tiende a dejar de lado el flujo ensaístico y dar paso al narrador. El libro está compuesto en muchas de sus páginas de relatos verídicos o narraciones orales que él pone por escrito con gracia sicalíptica. Es muy ocurrente en el capítulo VII la lectura necrófila de La colonia penitenciaria de Kafka, con el excurso propio sobre el número de agujeros penetrables en un cuerpo de mujer: siete, dice Bourgeade, aunque si se cuentan los ojos son nueve (…) Este libro de resonancias tan satánicas también está escrito para gente como yo y como usted, que tampoco pertenece  a la cultura del mal autoinfligido y la esclavitud voluntaria” (páginas 11-12).
   El fetichismo, en su acepción más usual, no es otra cosa que la fijación sexual en ciertas partes del cuerpo, en objetos o prendas. Mucho de esto hay en este libro dedicado a Catherine Millet -recordemos su autobiográfia erótica, La vida sexual de Catherine M.- y a su pareja Jacques Henric. Mucho de fetichismo que Bourgeade define, como ya he dicho, “amar la parte por el todo”.Y las partes son incontables: el pie, la pierna, las nalgas, el sexo, las manos, las uñas, el rostro, los cabellos, los labios, la voz...Una mujer que estalla en mil pedazos. Innumerables así mismo los objetos,  prendas y espacios (el rojo, la lencería, el cuero, el vinilo, el latex, la seda, los tacones altos, el tigre, las pieles, el látigo… Fetichismo de las formas ovoides, de las bragas usadas. Fetichismo, en fin, de los lugares incómodos y de los lugares y objetos sagrados. O del mismo crimen.
   Sin embargo, el libro le hace justicia al título original con el que lo bautizó el autor: Éloge des fétichistes. Es decir, Pierre Bourgeade pone el acento mucho más en las personas fetichistas que en los objetos. Por eso mismo la substancia de este texto híbrido está compuesta por un abigarrado mosaico escenográfico de la sumisión con importantes, pero no exclusivos componentes fetichistas. Un auténtico prontuario de las parafilias y de las diversas formas de sumisión, descritas o recogidas por un libertino desaforado. Así lo califica en el prólogo Vicente Molina Foix.
   En el pórtico de la publicación una cita esclarecedora de Pierre Klossowski que, en buena medida, va a servir de hilo conductor de este texto amalgama de Pierre Bourgeade: “Una mujer es totalmente inseparable de su propio cuerpo. Nade le es más extraño que la distinción entre lo físico y lo moral, y el malentendido insalvable comienza con la idea de que no sea más que un animal. Pero claro: su cuerpo sí es su alma”. El autor, por consiguiente pretende llevar al lector por la senda de la separación entre el cuerpo y la moral, de modo que los rigores y constricciones de esta última no obscurezcan o diluyan los fascinantes secretos de los cuerpos.
   Por eso mismo, Bourgeade, en un texto alejado de tabúes y moralismos, pero también de intenciones provocativas, desenvuelve un lienzo interminable que reproduce por supuesto los fetichismos y toda la gama de colores y matices que éste ha proyectado en el arte y en la literatura. Desde Montaigne, Rousseau, el Marqués de Sade, hasta Malcolm de Chazal, Georges Bataille o el “maldito” Pierre Molinier, suicida en 1976, que fue uno de los primeros en expresar con su trabajo y su existencia que cada ser humano es a la vez “masculino” y “femenino”. Desde la sumisión, la exhibición, el bondage hasta la necrofilia o la zoofilia. Una gama de fijaciones sexuales, algunas extremadamente obscenas, en cuyo relato Pierre Bourgeade deja de lado la vena ensayística y se convierte en verdadero narrador. Relatos verídicos, narraciones orales. Literatura erótica sin ningún tapujo, en una precisa y armoniosa amalgama de géneros y formatos; escrita con gran fluidez y con la teatralidad de un hombre también de la escena, pero sobre todo, por un iconoclasta que escribe este libro en la senda de los grandes autores franceses de la escritura erótica.

Francisco Martínez Bouzas


Pierre Bourgeade

Fragmentos

“Allí está ella, desnuda, lívida, rasurada, con toda su parafernalia, que transporta en un bolso de lo más banal. Me gustaba aquel cuerpo azulado, de reflejos vagamente cadavéricos, su voz juvenil pero aplicada. Hablaba lentamente, con tono grave, como si debiera  reflexionar antes de cada palabra. Tenía una licenciatura en Psicología, era asistente de un profesor de la Sorbona. A cuatro patas, los ojos vendados, correa al cuello, pinzas en los senos, plug en el ano, medias negras hasta los muslos, zapatos de tacón de siete centímetros, le pedí que enunciara después de mí, en voz alta, los cuatro estadios del desarrollo del ser humano que, según Freud, conducían  ala sórdida sexualidad macho-hembra fundada sobre diferencias anatómicas azarosas, lejos de la confusión primigenia, en la que el cuerpo entero formaba una sola pieza: estado genial (por detrás le hundí un consolador el  sexo), uretral (tuvo que mear, tal como estaba, en un barreño; anal (removí el plug en su ano) oral (le hice lamer miz zapatos a grandes lametones, por encima, por debajo).”

…..

“El diamantista Michel Bloch, que vivió en París a finales del siglo XIX, es la figura emblemática de los que pinchan o «pinchadores» -pinchadores de agujas-.
Era inmensamente rico. Pensaba, con o sin razón, que el dinero era el opio de la mujer, el potente sedante que permite olvidar los sufrimientos del cuerpo.
Tenía su taller y su boutique cerca de la Ópera, pero compraba sus diamantes en Anvers, ya fuera mandando a sus apoderados, ya viajando él mismo. Dejó unas Memorias secretas en las que cuenta cómo fue en Anvers donde se «encaprichó», según su propia expresión, de la carne de las Rubens que ejercían allí el oficio de cortesanas.
Según él fue una de ellas, cuyo sexo, muy pequeño, quedaba oculto bajo sus formas enormes, la que le sugirió, un día que no lograba penetrarla, perdiéndose dentro del laberinto de pliegues, que le pinchara las nalgas, aquellos monumentos de carne, con las múltiples agujas que ella siempre llevaba consigo; conociéndole, no dudaba que experimentaría más placer con esto que con cualquier otra cosa.”

(Pierre Bourgeade, Elogio del fetichismo, páginas 48, 199-200)