Pierre Bourgeade
Traducción de
David Cunquil
Prólogo de Vicente Molina Foix
Editorial Siberia, Barcelona, 2013, 224 páginas.
Pierre Bourgeade (Morlanne, 1927) fue un
escritor francés fallecido en el año 2009. Autor de una amplísima obra en todo
los géneros literarios. Fotógrafo y realizador de cine así mismo. Escritor
iconoclasta y provocador, pivotó su obra sobre temas como el erotismo, el sexo,
la soledad. Autor igualmente de múltiples novelas negras. Numerosos premios y
distinciones acompañaron su carrera literaria.
Elogio
del fetichismo bascula entre la narrativa y el ensayo. La obra es una
celebración del erotismo en todas sus posibles e infinitas formas. Bourgeade,
observador fetichista y de mirada rigurosa y casi clínica, nos lleva en un
recorrido literario, desprovisto de juicios morales, a través de las múltiples
piezas que componen el rompecabezas del deseo. Amar la parte por el todo.
El lector se convierte en voyeur involuntario de relatos, confesiones, poemas y
una singular antología de textos de numerosos autores.
De la obra de Bourgeade escribe el
prologuista: “Siendo escritor además de adepto, suponemos una variada gama de
fijaciones en lo más rebuscadamente obsceno, Bourgeade tiende a dejar de lado
el flujo ensaístico y dar paso al narrador. El libro está compuesto en muchas
de sus páginas de relatos verídicos o narraciones orales que él pone por
escrito con gracia sicalíptica. Es muy ocurrente en el capítulo VII la lectura
necrófila de La colonia penitenciaria
de Kafka, con el excurso propio sobre el número de agujeros penetrables en un
cuerpo de mujer: siete, dice Bourgeade, aunque si se cuentan los ojos son nueve
(…) Este libro de resonancias tan satánicas también está escrito para gente
como yo y como usted, que tampoco pertenece
a la cultura del mal autoinfligido y la esclavitud voluntaria” (páginas
11-12).
El fetichismo, en su acepción más usual, no
es otra cosa que la fijación sexual en ciertas partes del cuerpo, en objetos o
prendas. Mucho de esto hay en este libro dedicado a Catherine Millet -recordemos
su autobiográfia erótica, La vida sexual
de Catherine M.- y a su pareja Jacques Henric. Mucho de fetichismo que
Bourgeade define, como ya he dicho, “amar la parte por el todo”.Y las partes
son incontables: el pie, la pierna, las nalgas, el sexo, las manos, las uñas,
el rostro, los cabellos, los labios, la voz...Una mujer que estalla en mil
pedazos. Innumerables así mismo los objetos, prendas y espacios (el rojo, la lencería, el
cuero, el vinilo, el latex, la seda, los tacones altos, el tigre, las pieles,
el látigo… Fetichismo de las formas ovoides, de las bragas usadas. Fetichismo,
en fin, de los lugares incómodos y de los lugares y objetos sagrados. O del
mismo crimen.
Sin embargo, el libro le hace justicia al título
original con el que lo bautizó el autor: Éloge
des fétichistes. Es decir, Pierre Bourgeade pone el acento mucho más en las
personas fetichistas que en los objetos. Por eso mismo la substancia de este texto
híbrido está compuesta por un abigarrado mosaico escenográfico de la sumisión
con importantes, pero no exclusivos componentes fetichistas. Un auténtico
prontuario de las parafilias y de las diversas formas de sumisión, descritas o recogidas
por un libertino desaforado. Así lo califica en el prólogo Vicente Molina Foix.
En el pórtico de la publicación una cita esclarecedora
de Pierre Klossowski que, en buena medida, va a servir de hilo conductor de
este texto amalgama de Pierre Bourgeade: “Una mujer es totalmente inseparable
de su propio cuerpo. Nade le es más extraño que la distinción entre lo físico y
lo moral, y el malentendido insalvable comienza con la idea de que no sea más
que un animal. Pero claro: su cuerpo sí es su alma”. El autor, por consiguiente
pretende llevar al lector por la senda de la separación entre el cuerpo y la
moral, de modo que los rigores y constricciones de esta última no obscurezcan o
diluyan los fascinantes secretos de los cuerpos.
Por eso mismo, Bourgeade, en un texto
alejado de tabúes y moralismos, pero también de intenciones provocativas,
desenvuelve un lienzo interminable que reproduce por supuesto los fetichismos y
toda la gama de colores y matices que éste ha proyectado en el arte y en la
literatura. Desde Montaigne, Rousseau, el Marqués de Sade, hasta Malcolm de
Chazal, Georges Bataille o el “maldito” Pierre Molinier, suicida en 1976, que
fue uno de los primeros en expresar con su trabajo y su existencia que cada ser
humano es a la vez “masculino” y “femenino”. Desde la sumisión, la exhibición,
el bondage hasta la necrofilia o la zoofilia. Una gama de fijaciones sexuales,
algunas extremadamente obscenas, en cuyo relato Pierre Bourgeade deja de lado
la vena ensayística y se convierte en verdadero narrador. Relatos verídicos,
narraciones orales. Literatura erótica sin ningún tapujo, en una precisa y
armoniosa amalgama de géneros y formatos; escrita con gran fluidez y con la
teatralidad de un hombre también de la escena, pero sobre todo, por un
iconoclasta que escribe este libro en la senda de los grandes autores franceses
de la escritura erótica.
Francisco
Martínez Bouzas
Pierre Bourgeade |
Fragmentos
“Allí
está ella, desnuda, lívida, rasurada, con toda su parafernalia, que transporta
en un bolso de lo más banal. Me gustaba aquel cuerpo azulado, de reflejos
vagamente cadavéricos, su voz juvenil pero aplicada. Hablaba lentamente, con
tono grave, como si debiera reflexionar
antes de cada palabra. Tenía una licenciatura en Psicología, era asistente de
un profesor de la Sorbona. A cuatro patas, los ojos vendados, correa al cuello,
pinzas en los senos, plug en el ano, medias negras hasta los muslos, zapatos de
tacón de siete centímetros, le pedí que enunciara después de mí, en voz alta,
los cuatro estadios del desarrollo del ser humano que, según Freud, conducían ala sórdida sexualidad macho-hembra fundada sobre
diferencias anatómicas azarosas, lejos de la confusión primigenia, en la que el
cuerpo entero formaba una sola pieza: estado genial (por detrás le hundí un consolador
el sexo), uretral (tuvo que mear, tal
como estaba, en un barreño; anal (removí el plug en su ano) oral (le hice lamer
miz zapatos a grandes lametones, por encima, por debajo).”
…..
“El
diamantista Michel Bloch, que vivió en París a finales del siglo XIX, es la
figura emblemática de los que pinchan o «pinchadores» -pinchadores de agujas-.
Era
inmensamente rico. Pensaba, con o sin razón, que el dinero era el opio de la
mujer, el potente sedante que permite olvidar los sufrimientos del cuerpo.
Tenía
su taller y su boutique cerca de la Ópera, pero compraba sus diamantes en
Anvers, ya fuera mandando a sus apoderados, ya viajando él mismo. Dejó unas
Memorias secretas en las que cuenta cómo fue en Anvers donde se «encaprichó»,
según su propia expresión, de la carne de las Rubens que ejercían allí el
oficio de cortesanas.
Según
él fue una de ellas, cuyo sexo, muy pequeño, quedaba oculto bajo sus formas
enormes, la que le sugirió, un día que no lograba penetrarla, perdiéndose
dentro del laberinto de pliegues, que le pinchara las nalgas, aquellos
monumentos de carne, con las múltiples agujas que ella siempre llevaba consigo;
conociéndole, no dudaba que experimentaría más placer con esto que con
cualquier otra cosa.”
(Pierre Bourgeade, Elogio
del fetichismo, páginas 48, 199-200)
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