miércoles, 5 de marzo de 2014

"ELOGIO DEL FETICHISMO" O LA DESENFADADA CELEBRACIÓN DEL EROTISMO



Elogio del erotismo
Pierre Bourgeade
Traducción de  David Cunquil
Prólogo de Vicente Molina Foix
Editorial Siberia, Barcelona, 2013, 224 páginas.

   Pierre Bourgeade (Morlanne, 1927) fue un escritor francés fallecido en el año 2009. Autor de una amplísima obra en todo los géneros literarios. Fotógrafo y realizador de cine así mismo. Escritor iconoclasta y provocador, pivotó su obra sobre temas como el erotismo, el sexo, la soledad. Autor igualmente de múltiples novelas negras. Numerosos premios y distinciones acompañaron su carrera literaria.
   Elogio del fetichismo bascula entre la narrativa y el ensayo. La obra es una celebración del erotismo en todas sus posibles e infinitas formas. Bourgeade, observador fetichista y de mirada rigurosa y casi clínica, nos lleva en un recorrido literario, desprovisto de juicios morales, a través de las múltiples piezas que componen el rompecabezas del deseo. Amar la parte por el todo. El lector se convierte en voyeur involuntario de relatos, confesiones, poemas y una singular antología de textos de numerosos autores.
   De la obra de Bourgeade escribe el prologuista: “Siendo escritor además de adepto, suponemos una variada gama de fijaciones en lo más rebuscadamente obsceno, Bourgeade tiende a dejar de lado el flujo ensaístico y dar paso al narrador. El libro está compuesto en muchas de sus páginas de relatos verídicos o narraciones orales que él pone por escrito con gracia sicalíptica. Es muy ocurrente en el capítulo VII la lectura necrófila de La colonia penitenciaria de Kafka, con el excurso propio sobre el número de agujeros penetrables en un cuerpo de mujer: siete, dice Bourgeade, aunque si se cuentan los ojos son nueve (…) Este libro de resonancias tan satánicas también está escrito para gente como yo y como usted, que tampoco pertenece  a la cultura del mal autoinfligido y la esclavitud voluntaria” (páginas 11-12).
   El fetichismo, en su acepción más usual, no es otra cosa que la fijación sexual en ciertas partes del cuerpo, en objetos o prendas. Mucho de esto hay en este libro dedicado a Catherine Millet -recordemos su autobiográfia erótica, La vida sexual de Catherine M.- y a su pareja Jacques Henric. Mucho de fetichismo que Bourgeade define, como ya he dicho, “amar la parte por el todo”.Y las partes son incontables: el pie, la pierna, las nalgas, el sexo, las manos, las uñas, el rostro, los cabellos, los labios, la voz...Una mujer que estalla en mil pedazos. Innumerables así mismo los objetos,  prendas y espacios (el rojo, la lencería, el cuero, el vinilo, el latex, la seda, los tacones altos, el tigre, las pieles, el látigo… Fetichismo de las formas ovoides, de las bragas usadas. Fetichismo, en fin, de los lugares incómodos y de los lugares y objetos sagrados. O del mismo crimen.
   Sin embargo, el libro le hace justicia al título original con el que lo bautizó el autor: Éloge des fétichistes. Es decir, Pierre Bourgeade pone el acento mucho más en las personas fetichistas que en los objetos. Por eso mismo la substancia de este texto híbrido está compuesta por un abigarrado mosaico escenográfico de la sumisión con importantes, pero no exclusivos componentes fetichistas. Un auténtico prontuario de las parafilias y de las diversas formas de sumisión, descritas o recogidas por un libertino desaforado. Así lo califica en el prólogo Vicente Molina Foix.
   En el pórtico de la publicación una cita esclarecedora de Pierre Klossowski que, en buena medida, va a servir de hilo conductor de este texto amalgama de Pierre Bourgeade: “Una mujer es totalmente inseparable de su propio cuerpo. Nade le es más extraño que la distinción entre lo físico y lo moral, y el malentendido insalvable comienza con la idea de que no sea más que un animal. Pero claro: su cuerpo sí es su alma”. El autor, por consiguiente pretende llevar al lector por la senda de la separación entre el cuerpo y la moral, de modo que los rigores y constricciones de esta última no obscurezcan o diluyan los fascinantes secretos de los cuerpos.
   Por eso mismo, Bourgeade, en un texto alejado de tabúes y moralismos, pero también de intenciones provocativas, desenvuelve un lienzo interminable que reproduce por supuesto los fetichismos y toda la gama de colores y matices que éste ha proyectado en el arte y en la literatura. Desde Montaigne, Rousseau, el Marqués de Sade, hasta Malcolm de Chazal, Georges Bataille o el “maldito” Pierre Molinier, suicida en 1976, que fue uno de los primeros en expresar con su trabajo y su existencia que cada ser humano es a la vez “masculino” y “femenino”. Desde la sumisión, la exhibición, el bondage hasta la necrofilia o la zoofilia. Una gama de fijaciones sexuales, algunas extremadamente obscenas, en cuyo relato Pierre Bourgeade deja de lado la vena ensayística y se convierte en verdadero narrador. Relatos verídicos, narraciones orales. Literatura erótica sin ningún tapujo, en una precisa y armoniosa amalgama de géneros y formatos; escrita con gran fluidez y con la teatralidad de un hombre también de la escena, pero sobre todo, por un iconoclasta que escribe este libro en la senda de los grandes autores franceses de la escritura erótica.

Francisco Martínez Bouzas


Pierre Bourgeade

Fragmentos

“Allí está ella, desnuda, lívida, rasurada, con toda su parafernalia, que transporta en un bolso de lo más banal. Me gustaba aquel cuerpo azulado, de reflejos vagamente cadavéricos, su voz juvenil pero aplicada. Hablaba lentamente, con tono grave, como si debiera  reflexionar antes de cada palabra. Tenía una licenciatura en Psicología, era asistente de un profesor de la Sorbona. A cuatro patas, los ojos vendados, correa al cuello, pinzas en los senos, plug en el ano, medias negras hasta los muslos, zapatos de tacón de siete centímetros, le pedí que enunciara después de mí, en voz alta, los cuatro estadios del desarrollo del ser humano que, según Freud, conducían  ala sórdida sexualidad macho-hembra fundada sobre diferencias anatómicas azarosas, lejos de la confusión primigenia, en la que el cuerpo entero formaba una sola pieza: estado genial (por detrás le hundí un consolador el  sexo), uretral (tuvo que mear, tal como estaba, en un barreño; anal (removí el plug en su ano) oral (le hice lamer miz zapatos a grandes lametones, por encima, por debajo).”

…..

“El diamantista Michel Bloch, que vivió en París a finales del siglo XIX, es la figura emblemática de los que pinchan o «pinchadores» -pinchadores de agujas-.
Era inmensamente rico. Pensaba, con o sin razón, que el dinero era el opio de la mujer, el potente sedante que permite olvidar los sufrimientos del cuerpo.
Tenía su taller y su boutique cerca de la Ópera, pero compraba sus diamantes en Anvers, ya fuera mandando a sus apoderados, ya viajando él mismo. Dejó unas Memorias secretas en las que cuenta cómo fue en Anvers donde se «encaprichó», según su propia expresión, de la carne de las Rubens que ejercían allí el oficio de cortesanas.
Según él fue una de ellas, cuyo sexo, muy pequeño, quedaba oculto bajo sus formas enormes, la que le sugirió, un día que no lograba penetrarla, perdiéndose dentro del laberinto de pliegues, que le pinchara las nalgas, aquellos monumentos de carne, con las múltiples agujas que ella siempre llevaba consigo; conociéndole, no dudaba que experimentaría más placer con esto que con cualquier otra cosa.”

(Pierre Bourgeade, Elogio del fetichismo, páginas 48, 199-200)

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