Pelayo Cardelús
Caballo de Troya (Randon House Mondadori), Barcelona
2013, 220 páginas.
Es la primera vez que en la contraportada de
una novela, la empresa editora, después de advertirle al lector que la misma es
una novela sobre el matrimonio, le hace constar así mismo que en ningún caso se
hará responsable de los posibles efectos colaterales que, para bien o para mal,
su lectura pueda producir en aquellos lectores o lectoras que vivan en estado
de matrimonio o estuvieran pensando en cometerlo. Quizás sea puro marketing,
pero si a ello añadimos la opinión que sobre las pulsiones sexuales en el
matrimonio tiene el autor, Pablo
Cardelús (un campo vedado), y la confesión
de que el germen de su novela fue una entrevista en la que Joaquín
Sabina decía que los casados eran mucho más guarros que los solteros, surge de
inmediato el acicate de leer de un tirón Las
vacaciones de Íñigo y Laura, convencidos, como lo está el autor de que el
matrimonio moderno, a años luz del tradicional, es o puede ser “un coctel
explosivo de intereses egoístas y atracción sexual” que nada más rozarlos puede
estallar en mil pedazos.
Por eso mismo, el lector se va a encontrar
en esta novela con un discurso valiente y atrevido sobre el amor posesivo, el
deseo y las obsesiones sexuales. Sin revelar la trama argumental, me arriesgo a
resumir el hilo conductor de la novela en la siguiente sinopsis: Íñigo y Laura,
tras cinco años de matrimonio, esperan por fin descendencia y por eso mismo
deciden pasar sus últimas vacaciones como pareja en solitario en una tranquila
playa andaluza. Ya en el primer día, tumbados en la arena, Íñigo, un machista
reprimido, le pide a Laura que haga
topless y poco más tarde juega como un niño con el cuerpo de su mujer,
reduciéndole la parte inferior del bikini a la mínima expresión. Pero cada vez
que pasa un hombre, le pide que se vista. Si la que transita cerca de ellos es
una mujer, no existe el problema que el protagonista masculino resume en la
siguiente aseveración: el topless no es un
derecho fundamental y mucho menos
cuando hay miradas masculinas cerca. No llama la atención el comportamiento de
auténtico moro del protagonista masculino por la frecuencia con la que en
nuestro país y en otros de nuestra órbita cultural y lingüística salen a flote
actitudes machistas que tratan a la propia mujer como un objeto, una muñeca a
la que se viste y desviste en función de los celos o de los deseos. Sí que la
llama la actitud permisiva de ella que se deja hacer, poner y quitar el bikini
una y otra vez y solo se molesta ante
las obsesiones de su marido de que la fotografíen mostrando los pechos.
A partir de aquí somos testigos de una
historia en la que se alterna la comedia y la tragedia y que nos interroga
sobre una serie de cuestiones que todavía hoy siguen sin resolver: el sentido
del amor, del matrimonio, los celos, el machismo, el cuerpo de la pareja como
propiedad privada y la misma muerte. En la última parte de la novela se produce
un giro inesperado, un vuelco quizás rocambolesco y una inconcebible catarsis,
en buena medida inverosímil, y la realidad hace acto de presencia con toda su
crudeza.
Sería un falso reduccionismo leer la novela
de Pelayo Cardelús únicamente como una ficción sobre las vacaciones veraniegas,
sobre la vida de la playa de los treintañeros, sobre las fantasías reprimidas. La
novela trasciende esas fronteras y va mucho más allá: nos cuestiona, nos
demanda respuestas personales y, sobre todo, nos presenta un relato sobre el
amor, un amor lleno de traumas, traiciones y engaños, un amor posesivo que
reclama el dominio en exclusividad del ser amado, sobre todo la posesión de su
cuerpo. Un derecho de exclusividad que le abre el camino a los celos y a los
comportamientos sexistas y machistas. Al concluir la lectura de la novela de
Pablo Cardelús surge de forma de forma
espontánea y coherente la siguiente pregunta: ¿qué es el amor? ¿Deseo, libido,
posesión, conocimiento, fusión de cuerpos y de mentes, senda hacia el
descubrimiento de uno mismo y del otro?
¿O exclusivo dominio del sexo, el
más intenso de los placeres como ha planteado Michel Houellebecq, citado por
cierto en la novela?
Pelayo Cardelús escribe esta novela, no de
espaldas a la literatura más innovadora, ya que en el libro hay ciertos guiños
metaliterarios, textos eróticos escritos supuestamente por el protagonista
masculino. Pero lo que predomina es una narración escrita con precisión, un
estilo claro y diáfano no exento de humor e ironía. Y pautada en forma de
diario de los diez días de una pareja que en las playas andaluzas no solo toma
el sol, sino que se encuentra verdaderamente con su propia realidad como
personas y como pareja.
Francisco
Martínez Bouzas
Pelayo Cardelús |
Fragmentos
“Hoy
es sábado y se nota, la playa está llena de gente. Íñigo comprende que su mujer
hoy no hará topless. Ni querrá ella, ni quiere tampoco él. Al cabo de un tiempo
dan un paseo por la orilla. A su derecha observan la actividad de los grupos,
algunos de los cuales han montado un toldo amplio donde una o dos personas
duermen la siesta. La mayoría de los grupos hacen dos cosas o una sola, según
se mire: descansar (o sea nada) y comer y beber (o sea obedecer los requerimientos
del estómago. «El descanso, el estómago y el placer sexual -piensa Íñigo
mientras camina en silencio junto a Laura- constituyen los fines mayoritarios
de la humanidad. Casi todo el mundo vive (o sea trabaja) para esto y nada más
que para esto.» Íñigo no cree perseguir en su vida unos fines más elevados que
los de la mayoría de las personas. Sólo a veces, sobre todo cuando lee libros
importantes como el de Schopenhauer, quiere convencerse de lo contrario.”
…..
“Se
indignó de repente consigo mismo, parecía idiota pensando esas cosas. Su mujer –la
conocía de sobra- era incapaz de serle infiel. ¿Por qué entonces tenía que
imaginar aquella escena de infidelidad? Se preguntó luego si de verdad conocía
a su mujer, reflexionó sobre ello durante más de cinco minutos y terminó
reconociendo que ignoraba cuáles eran sus pensamientos cotidianos. Habían
construido su relación en torno a los problemas y los proyectos de él. De los
dos, siempre era Íñigo quien hablaba, a veces sin freno, por el puro vicio de
articular pensamientos, y siempre Laura quien generosa y pacientemente le
escuchaba, a menudo asintiendo a una idea y luego, sin darse cuenta, ala contraria. Las pocas veces que ella
hablaba de sí misma, Íñigo no conseguía mantener la atención.”
…..
“Una
bandada de gaviotas planea rozando el mar con la punta de las alas. Íñigo le
quita a Laura la parte de arriba del bikini, luego la contempla. Laura toma el
sol primero boca arriba y luego boca abajo. Empieza a mirarla lleno de inquietud,
dominado progresivamente por el deseo. Con el consentimiento silencioso de su
plácida mujer, pliega la tela de la parte de abajo del bikini de modo que deja
al descubierto la mitad exterior de las nalgas; de inmediato, como si formara
parte de la misma operación, le baja despacio tan exigua prenda hasta la mitad
del culo.
A
continuación ocurrió lo que ya hemos descrito en otras ocasiones. Íñigo pasó la
siguiente hora intranquilo y febril, cubriendo y descubriendo el cuerpo de su apacible
mujer, al compás de sus miedos y deseos. Temiendo reconocer el objetivo oculto
de una cámara de fotos, escudriñaba sin descanso las dunas traidoras, los
carrizos temblorosos y hasta los balcones de los lejanos edificios.”
(Pelayo Cardelús, Las vacaciones de Ínigo y Laura, páginas 97-98, 123-124, 139-140)
Magistral !
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