miércoles, 26 de febrero de 2014

"LA HABITACIÓN OSCURA": DE LA FIESTA A LA RESACA




 

La habitación oscura

Isaac Rosa

Editorial Seix Barral (Biblioteca Breve), Barcelona, 2013, 248 páginas.



    
   Isaac Rosa (Sevilla, 1974) está considerado por algún medio de comunicación como uno de los doce narradores más relevantes del actual panorama narrativo español. Autor, pese a su juventud, de numerosas obras en el género narrativo y alguna en el ensayístico y dramático, ha sido galardonado así mismo con numerosos premios literarios importantes, entre ellos el Rómulo Gallegos (2005).

   Su última obra, editada por Seix Barral, es una muestra más de esa capacidad que tiene la literatura para aprovecharlo todo. En efecto, La habitación oscura es un reflejo de lo que está ocurriendo en nuestro tiempo, una verdadera habitación oscura en la que se encuentra buena parte de la ciudadanía de este país, azotada por la crisis. La imagen de la habitación oscura, piensa el autor, posee, un potente potencial metafórico para narrar el presente y hacerlo, además, desde un lugar extremo en el que la ficción sitúa al lector. Porque Isaac Rosa persigue una narrativa que enfrenta al lector con el conflicto. Y lo hace sin quedarse en la epidermis de la denuncia y tampoco en el discurso simplificador de la compleja realidad de nuestro tiempo, sino que cuestiona al lector. El resultado es una novela “desoladora, amarga y violenta, coherente con el momento que estamos viviendo”.

   La novela echa a andar cuando un grupo de jóvenes, en tránsito hacia la madurez, idea construir una habitación oscura. Esa habitación, cegada a cualquier rayo de luz, será durante un buen número de años el hilo conductor de sus vidas, el fetiche que dota de interés sus existencias. Y en esa cámara oscura experimentan nuevas formas de relación, practican sexo anónimo, las parejas se engañan mutuamente y dan rienda suelta a sus celos. Los heterosexuales descubren a ciegas la llamada de la homosexualidad y su incitación invisible. En las tinieblas de la habitación oscura se reconocen por cualquier atributo. Allí desarrollan una creciente fascinación que llega incluso hasta el hechizo, mas al salir  se convierten de nuevo en desconocidos y los emparejados vuelven a sus rutinas conyugales.

   Hasta que llega un momento en el que la comedia deja de tener gracia y de hipnotizar y entonces la habitación oscura cambia de función: deja de ser un lugar de liberación sexual para convertirse en refugio de silencio. Y es aquí donde comienza la parte más áspera e inquisitiva de la novela. Porque la realidad del incierto contexto social actual, los efectos y consecuencias de la crisis económica, la rutina o la putrefacción de las relaciones sentimentales penetran en el interior de esa cámara oscura. Y todos los que la frecuentan, tendrán que enfrentarse con la vida, sabiendo que todo tiene un precio, el precio de la lucha hobbesiana (“Homo homini lupus”)  en los paraísos capitalistas  y en el contexto de una sociedad que se derrumba mientras ellos follaban felices en su oscuro escondrijo.

   Es entonces cuando la novela de Isaac Rosa se convierte en un explosivo artefacto literario que retrata con fidelidad la miseria en la que subsistimos tras la quiebra del estado de bienestar, tras años viviendo por encima de nuestras posibilidades y engañándonos a nosotros mismo; con todas nuestras ilusiones rotas y con la vulnerabilidad laboral y personal instalándose en las existencias de ese grupo de mujeres y hombres que fueron jóvenes y frecuentaron despreocupadamente el refugio y el hechizo de la habitación oscura, transformada ahora en el lugar a donde huir, para evadir los problemas, morada íntima donde nos consolamos de un ERE, un despido o una derrota amorosa. Un lugar donde estar a salvo, al menos unas horas.

   Isaac Rosa escribe en La habitación oscura una novela fuertemente metafórica que tematiza no solo la crisis social y económica actual, sino también el paso de la ingenuidad juvenil al duro realismo de la edad adulta, convertido por la actual crisis en un laberinto sin salida. Una novela que necesariamente impacta al lector con momentos de gran crudeza tratados con realismo. Hace gala el autor de un estilo muy personal anclado en el realismo, un realismo no obstante a años luz del realismo tradicional asentado en el costumbrismo y el folletín. El retablo de sus personajes representa fielmente a toda una generación: la de aquellos que están soportando el derrumbe de sus ilusiones y de su bienestar. Acierta el autor con su escritura frecuentemente reiterativa e incluso machacona y enunciativa, muy apropiada para describir un elenco de personajes esclavos del trabajo, que reconstruyen su historia personal o incluso la historia social de todo un país. No anda errado tampoco el autor al elegir al narrador, cuyo nombre y género desconocemos, porque en la novela predomina la identidad grupal sobre la individual. Por eso La habitación oscura, como dice la fajilla que acompaña al libro, es la novela de tu una generación. Una pieza narrativa  que no puede pasar desapercibida.



Francisco Martínez Bouzas





 
Isaac Rosa


Fragmentos



“Imposible contar la historia de nuestras vidas en los últimos quince años sin hablar de la habitación oscura. Cuántas horas hemos pasado aquí dentro. Si cada uno echase cuentas y sumase todas esas horas, de sábado, de martes por la tarde, de jueves por la mañana, de visitas fugaces o de noches enteras, de semanas sin entrar y otras en que acudíamos a diario, si las sumásemos veríamos el álbum de nuestra vida entreverado de páginas en negro. A qué habríamos dedicado todas esas horas de no existir la habitación oscura, con qué habríamos llenado el hueco que parecía colmar cuando en realidad lo agrandaba más, sobre todo en aquellos primeros tiempos en que su fuerza gravitatoria era irresistible, un hechizo que nos acompañaba el resto del día, que dirigía nuestros pasos a la salida de clase o del trabajo cuando de camino a casa desviábamos el itinerario y acabábamos aquí…”



…..



“Ellos, que cuando apagábamos la luz en la planta de arriba siempre se apartaban del tumulto y follaban respetando su monogamia, aquella primera vez en la habitación oscura entraron juntos, inquietos. Todavía les duraba la risa floja al cruzar la segunda cortina, se dieron la mano pero ya no podían estar seguros de si esa mano que apretaban era la del otro, a ciegas todas las manos son la misma mano, así que ellos, mudos por obligación, tomaron la más próxima y la apretaron, y a partir de ahí se dejaron arrastrar, uno de los dos tiró o fue tirado hacia un lado mientras el otro lo hacía en dirección contraria y sus dedos se despegaron(…), cayeron en el torbellino, besaron y fueron besados, acariciaron y fueron acariciados, él penetró a alguien, ella sintió que la follaban con una dulzura en la que creyó identificar a sus pareja hasta que besó y no reconoció la otra boca…”



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“El mundo se desmoronaba mientras nosotros follábamos felices, la gente desgraciada era lanzada por los balcones con todos sus muebles y recuerdos mientras nosotros follábamos felices, los enfermos se morían en los pasillos de los hospitales esperando una prueba diagnóstica mientras nosotros follábamos felices, los padres de familia hacían cola con sus hijos en los comedores sociales mientras nosotros follábamos felices, los banqueros y sus políticos robaban a manos llenas mientras nosotros follábamos felices, ella misma no podía pagar el alquiler de la habitación ese mes porque le habían embargado la mitad del paro para abonar una multa mientras nosotros follábamos felices; y así fue enumerando cargos hasta que aceptamos la pena que nos correspondía: pusimos dinero entre todos para que pagase la habitación ese mes y el siguiente; y aceptamos sin discutir su exigencia de otra tarde más, la de los martes, para reunirse con Jesús y el resto de su grupo en el local sin que nosotros estuviéramos.”



(Isaac Rosa, La habitación oscura, páginas 33, 53-54, 158)

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