martes, 26 de mayo de 2015

"EL ANTICUARIO", UNA NOVELA AMBICIOSA



El anticuario
Gustavo Faverón Patriu
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés (Barcelona), 2015, 248 páginas.

   Editorial Candaya es y ha sido desde sus inicios garantía de buena literatura, de excelente narrativa sobre todo, que acostumbra a transitar por los caminos más innovadores, prestando además una especial atención a lo que se escribe en Latinoamérica. Una de sus últimas muestras, esta novela de Gustavo Faverón Patriu (Lima, 1966). La primera novela, el debut en la narrativa de ficción de un competente estudioso de la literatura latinoamericana, un verdadero “letraherido” como ha sido definido. Candaya reedita esta novela, publicada originariamente en Perú en 2010 y traducida con éxito al inglés años más tarde.
   El anticuario, sin dejar de ser una pieza ficcional, hunde sus raíces  en hechos reales que el mismo escritor despejó en una entrevista, demostrando así una vez más que realidad y ficción suelen superponerse, cuando la primera no supera claramente a la segunda. Refiere Gustavo Faverón que la idea de darle forma escrita a El anticuario surgió después de conocer que uno de sus amigos de la universidad había sido condenado por haber matado a su novia, pero en vez de ser enviado a la cárcel, fue internado en una clínica psiquiátrica. A pesar de que los amigos comunes fueron a visitarlo, él nunca se atrevió hasta que un día el presunto homicida le llamó para que lo visitara. Después de la conversación Faverón salió con la sensación de que era la misma persona y que la amistad y el cariño entre ambos no se habían evaporado. Cuando el amigo fue liberado. Rehízo su vida, pero acabó suicidándose debido a una profunda depresión y por el sentimiento de culpa. Gustavo Faverón decidió escribir un libro sobre aquella experiencia, al mismo tiempo que comenzaba otro “sobre el Perú de los años 80 cuando se produjo el choque entre Sendero Luminoso y el gobierno peruano”. En la trama de la primera novela, un hombre encerrado en una clínica psiquiátrica, reunía a los otros pacientes, personas que habían perdido la razón a raíz de los hecho traumáticos provocados por la guerra. Fue así, declara el escritor, cuando los dos protagonistas comenzaron a confundirse y apareció El anticuario, la novela que tematiza los límites de la amistad frente a la ética y la relación de la violencia privada con la violencia pública en el Perú de aquellos años.
   La novela se inicia remontándose a la prehistoria de la historia. Su relator, que lo hace en primera persona, es Gustavo, un claro alter ego del escritor. Daniel, su amigo, lector febril e impertérrito, mata a su novia de treinta y seis cuchilladas. El juez le declara demente; su madre hace valer el peso de su dinero y consigue que encierren al hijo en una clínica psiquiátrica. Daniel invita un día a Gustavo a almorzar en la clínica donde está recluido. Y a partir de la primera conversación, multitud de adivinanzas y de silencios. Para llenarlos de sentido, Gustavo tendrá que convertirse en detective, e indagar y zambullirse en el pozo de la memoria ajena, porque quiere ayudar a su amigo Daniel que le promete que le va a contar multitud de historias. Historias de un hombre enclaustrado en mundos separados de la realidad y que no es capaz de concebir la vida desde otra óptica que no sea la de los libros.
   Historias alucinadas que no son más que indicios que Gustavo tendrá que ordenar, historias que llenan sus visitas; metáforas, como se ha escrito, de una viaje hacia la maldad de la condición humana. De ahí que el mal sea una de las espinas dorsales de la novela. Otro de sus ejes es la infinita capacidad de Daniel, el anticuario, para contar historias. Historias que cuenta ante sus compañeros, alelados orates, “sombras extraídas entre las sombras”. Cataratas de historias que ya contaba antes de su reclusión: incluso en los prostíbulos se abandonaba a la vieja rutina de contar historias. Y ese es uno de los puntos nucleares de la novela: una invención de relatos, a través de los cuales una sociedad es capaz de reconocerse a sí misma.
   La novela avanza y se interna en dos vías opuestas, mas el narrador hacen que caminen de forma paralela: como indagación y cuento de terror, un juego detectivesco con historias tremebundas, como la de la mafia de traficantes de cuerpos, y a la vez la de la violencia ejercida por el ejército peruano enfrentado a Sendero Luminoso que genera así mismo historias terribles y alucinantes.
   El protagonista relator escucha estas historias tan intrigantes como perturbadoras, como relatos en clave, piezas de un puzle  que deberá componer para llegar a entender el comportamiento de su amigo, las causas del crimen y las formas de violencia que atenazan a la sociedad.
   Novela que soporta varias lecturas. Cada lector tendrá seguramente la suya. Pero nunca pierde su tonalidad delirante, provocada tanto por el clima de horror, presente como guía maligna de casi todos los relatos de Daniel en los que parece que quiere exorcizar sus culpas, como por la versión de la ciudad (Lima) donde se desarrollan los hechos y las historias. Una ciudad bañada por atmósferas asfixiantes y a veces macabras y en la que revientan los ambientes oscuros, depresivos y una no disimulada paranoia. También por la misma construcción lingüística de la propia novela: una prosa a la vez exuberante y funcional, en la que conviven varios registros lingüísticos, hilvanados todos ellos con un español sumamente elaborado, casi esmerilado, deliberadamente artificioso, riguroso, capaz de introducirnos en las zonas más tenebrosas de la condición humana. Y en la que los localismos del español de Latinoamérica, resaltan la lozanía y la expresividad del vehículo lingüístico.
   En definitiva, una novela enormemente ambiciosa, en la que alientan no pocos momentos estelares de la narrativa latinoamericana y del más clásico y genuino género negro, con los que el relato de Faverón establece un fructífero diálogo, amalgamando thriller con metaliteratura; con un desarrollo complejo y laberíntico que reclama una lectura alegórica y que demanda lectores exigentes, capaces de adentrarse en historias que van mucho más allá de los relatos lineales y de las soluciones en las que prima la lógica.

Francisco Martínez Bouzas


Gustavo Faveron  Patriu

Fragmentos

“Me convertí en el sumo sacerdote de los opas, con un séquito de ángeles chiflados que escuchaban mis prédicas absorto o quizás indiferente; daba lo mismo; de alguna manera sentí que a través de ellos se iba restableciendo mi vínculo con el mundo. Y también ellos, los demás, había aceptado cerrar ese círculo alrededor de él, ocupar cada cual un sitio igual al resto, pero diferente al de Daniel, y en sus reuniones, en el centro del pabellón, esa colección de hombres y mujeres amorfos, que hablaban lenguas que nadie más hablaba en la tierra, había encontrado una armonía estable pero real.”

…..

“Pastor asumió como una misión personal llevar a Daniel a bares de solteros, pubs y clubes nocturnos, y cuando iban a alguno, mientras más grotesco fuera -cuántas veces me lo habrá contado Pastor, dijo Yanaúma- Daniel exageraba aun más esa actitud de severidad intelectual que se adueña de él cada vez que algo le pone nervioso. Tú sabes a qué me refiero: entraba en lugares que olían a perfume barato, licor y desinfectante afectando la misma gravedad con que hubiera ingresado en una biblioteca catedralicia, y miraba a las mujeres de la barra, a las mujeres que bailaban en la pista, o arrumadas en torno a una columna, a las mujeres que caracoleaban distraídas en cualquier esquina, con las piernas enrolladas en las piernas de las demás, mirándose al espejo (…) y se sentaba en un sofá de terciopelo sintético, con la mirada roja por el sopor caliente de las lámparas y los tachos de luz vaporosa, a esperar que alguna de ellas se aproximara, y entonces les buscaba una charla impracticable, en una lengua que a ellas les sonaba ridícula, y cuando se animaba a tocarlas, lo hacía posando un dedo sobre la garganta de la chica, y bajándolo desde allí rápidamente, como cortándola en dos, o como si, con ese dedo estirado, recorriera el índice de una enciclopedia.”

…..

“Esa tarde, dijo la chica, siguió recitando Yanaúma, el oficial mató a mi padre de un solo cuchillazo en la garganta, y luego los soldados hicieron lo mismo con todos los hombres del pueblo, incluso los más chicos, entre ellos mi hermano y el niño del perro. A las mujeres las dejaron aullar de dolor un rato y luego las forzaron a cavar una zanja honda a doscientos metros del pueblo, arrojaron allí los muertos y después abalearon a las viudas,  a las hijas, a las nietas, y las tiraron sobre los demás cuerpos. Mi madre fue la última, me tuvieron que arranchar de sus manos: la vi tirada en la fosa con un hueco en la frente. A mí y a una niña más nos dejaron vivir, no sé por qué. Quisieron violarnos pero éramos muy chiquitas y se les hizo difícil entrar en nuestros cuerpos, que irisaron de moretones, rasguños, mordidas, cortes de cuchillo, y marcas afiladas de dedos y garras hambrientas. Cuando se fueron, horas más tarde, jalando una reata de cabras y cargando seis gallinas bajo el brazo, no discutieron si llevarnos con ellos o matarnos a nosotras también: simplemente se fueron.”

(Gustavo  Faverón Patriu, El anticuario, páginas 45-46, 156-157, 165)

miércoles, 20 de mayo de 2015

LA TRAGEDIA DE LA NIÑA PRODIGIO DE ZAGREB



Ruta Tannenbaum

Miljenko Jergovic

Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tíhomir Pištelek

Ediciones Siruela, Madrid, 2014, 318 páginas



   Lea Deutsch fue una niña prodigio nacida en Zagreb. Cantaba, bailaba y actuaba de tal modo que llegó a ser estrella del Teatro Nacional de Croacia, siendo conocida como la Shirley Temple croata. Pero con la ocupación de Croacia por los nazis, además de ver truncados sus sueños y aspiraciones, únicamente por su condición de judía,  fue deportada en 1943 al campo de Auschwitz. No llegó a ser internada porque falleció  en el tren de la muerte, antes de llegar a su destino. Miljenko Jergovic, creó su alter ego, o mejor dicho, una recreación libre de Lea, en Ruta Tannenbaum. En la novela rotulada con el mismo nombre recrea ficcionalmente la historia de Lea Deutsch. De este modo, sin alterar la verdadera identidad de la niña prodigio croata, le rinde homenaje, desgranando de forma realista, y a veces con cínica crueldad, la historia de su personaje, más anti heroína que heroína, situándola en un tiempo histórico marcado por el ascenso de Hitler al poder, con personajes inspirados en seres humanos reales, casi todos hipócritas y egoístas, lo que pone de manifiesto que las víctimas del nazismo no fueron solamente personas de pulcra rectitud, seres maravillosos, de comportamiento heroico. El exterminio nazi no hacía distinciones y muchas de sus víctimas fueron personas con comportamientos detestables e incluso infames. Entre ellas, la propia protagonista de la novela, una niña engreída e insolente. Sin embargo, nada de eso exime de una condena rotunda a los responsables del Holocausto, pero también a todos aquellos, ciudadanos croatas incluidos, que rechazaron la memoria de Lea Deutsch y silenciaron su figura.

   En la transmutación de Lea Deutsch en la historia de Ruta Tannenbaum, el autor recrea no pocas similitudes de lo que se conoce de la niña prodigio croata. Las dos viven en la misma calle; las madres de ambas comparten el mismo nombre; las dos se revelaron muy pronto como niñas prodigio y también compartieron el mismo fatídico final. Jergovic  añade algo más: basándose en ese buceador que es la ficción, ahonda en la personalidad no solo de Ruta y de sus familiares, sino también en la de de sus vecinos judíos o católicos, masacrados igualmente por el nazismo o por los miembros de la Ustacha.

   Con el propósito de no idealizar sin más a las víctimas, Miljenko Jergovic narra la historia y sobre todo el destino de dos familias de Zagreb, una judía y la otra católica, que habitan en el mismo edificio. Son seres reales, con virtudes y defectos que viven en un Zagreb con gran inestabilidad política y que culmina con la llegada al poder del nacionalismo racista de los ustachi, marionetas de Hitler. La novela nos traslada la vida de Ruta Tannenbaum, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Pero para poder entender la existencia de Ruta, Jergovic reproduce también la de sus padres, la de su abuelo, todos ellos judíos, y la de sus vecinos, un matrimonio católico, y la de otros muchos personajes que viven o malviven al compás de la historia de su país. Ruta se convierte muy pronto en la actriz infantil más aplaudida por el público de Zagreb, pero su carrera será corta, porque bajo el régimen de los ustachi será señalizada con la estrella amarilla de David y deportada junto con toda su familia, por mucho que el padre se esfuerce en ocultar su verdadero origen judío. Como ya he señalado, Ruta no solo se distingue por su talento para la música y las tablas, sino también por su carácter impertinente, presuntuosa y creída de sí mismo.

  
Imagen real de Lea Deutsch
Todo ello hace de Ruta Tannenbaum una novela coral: no solo se nos narra la tragedia de Ruta, sino también la de sus padres, abuelo, vecinos y la de una amplia gama de personajes que nos permiten percibir la verdadera radiografía de la sociedad croata de aquellos años, una sociedad donde la religión, la nacionalidad o la posición social determina lo que eres como ser humano. No omite el autor las responsabilidades colectivas: la de los fascistas croatas y también la de los ciudadanos corrientes que, con su silencio colaboraron indirectamente a la macabra suerte de Lea Deutsch, representada en la ficción por su alter ego.

   Narrada en tercera persona, con una prosa densa y muy elaborada, prosa contundente, no exenta del mordiente del sarcasmo y de la ironía, para relatar la cruda realidad del trágico abismo al que fueron precipitadas personas normales o dotadas de gran talento artístico, pero sobrepasadas por las aciagas circunstancias que hacen que explote la cobardía, la hipocresía, que suele anidar en lo más profundo de los seres humanos y que, como en la novela de Jorgovic, aflora al compás de las oscilaciones de la historia.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Miljenko Jergovic

Fragmentos



“Solo al cabo de medio año, a finales de mayo de 1936, Ruta Tannenbaum vio por primera vez su nombre en un cartel de teatro. Pero no escrito abajo del todo, con letras diminutas y las consabidas erratas, sino justo al lado de la gran Biserka Herm, a cuya La dama de las camelias no la habían dejado entrar el otoño pasado, y por encima del nombre de Branko Mikoci, nuestro famoso director. El nombre de Ruta figuraba escrito, igual que el de Biserka Herm, con gruesas letras rojas como la sangre y el de Mikoci ere diminuto y amarillo, como si en cualquier momento fuera a borrarse por completo.

¡Oh, qué feliz se puso Ruta cuando de la noche a la mañana empapelaron toda la ciudad con los carteles! Y en vísperas de la segunda función reconoció al joven moralista que le había impedido entrar a ver La dama de las camelias y que por aquel entonces no quería hablar con ella, sino que todo lo que tenía que decirles se lo dijo a la tía Amalija. Como si Ruta fuera imbécil, retrasada mental, como si fuera el pequeño Saša Papo y se le cayera la baba.”



…..



“-Oh, mein lieber Führer. -La formidable Betty Bloomberg tropezaba delante de Hitler y el Führer se llevaba la mano al pecho. Alrededor corrían sus pajes, alguien trajo agua y azúcar en una bandeja de plata, pero el Führer hizo un gesto con la mano y no podía apartar la vista de los grandes ojos de Betty, los más grandes y los más oscuros que jamás había mirado, y en los que se podía ahogar como en un helado lago alpino. El jefe del gran Reich alemán sentía que se hundía y ahogaba y que el universo no tardaría en volverse tan angosto que apenas podría respirar una vez más.

Mientras caía y trataba de encontrar la caída mejor y más convincente que salvaría al mundo, y cubierta de barro y sangrando pronunciaba su única frase, Ruta Tannenbaum no podía saber que ya nadie se asomaba a las ventanas del patio y que se habían bajado todas las persianas y cerrado con llave todos los portales.

Dos hombres con fusiles, apoyados en el Mercedes, estaban esperando que Ruta los viera.”



(Miljenko Jergovic, Ruta Tannenbaum, páginas 139, 315-316)

domingo, 17 de mayo de 2015

LA "PROFESIÓN" DEL MATRIMONIO



Orgullo y prejuicio

Jane Austen

Traducción de Marta Salis

Alba Editorial, Barcelona, 424 páginas

(Libros de fondo)



   No resulta fácil encuadrar a Jane Austen (1775-1817) en alguna escuela literaria o incluirla en un determinado período literario puesto que ningunos de los términos que suelen emplearse (“18th Century”, “Romantic”, “Victorian”) resulta apropiado para describir la obra literaria de esta gran escritora. Jane Austen es la excepción que convierte en semánticamente insuficientes a todas estas categorías. Y en buena medida porque, como ya había remarcado Virginia Woolf, Jane Austen nunca intentó escribir como un hombre.

   Orgullo y prejuicio (1813) no es posiblemente la mejor novela de Jane Austen, pero sí la más conocida. Un clásico de la narrativa inglesa. Junto con La abadía de Northanger y Sentido y sensibilidad forma parte de las obras de la primera época de la escritora, la de mayor espontaneidad y brillo argumental. Son las novelas en las que, ajena a la agitada situación política del momento, Jane Austen retrata  con sutil ironía a la pequeña burguesía rural de la Inglaterra de su época. Hilvana estampas que reflejan la intimidad del hogar, de la vida familiar, olvidándose de la vida profesional de sus personajes, ya que lo que a ella le interesa es contar su faceta más personal.

   En esa existencia de la clase media provinciana, la máxima aspiración de las mujeres consistía en hallar un buen consorte. Será este el tema nuclear de la mayor parte de las obras de la escritora. En la búsqueda del matrimonio apropiado, las protagonistas van superando errores y obstáculos a la vez que alcanzan la plena madurez. Es el perfeccionamiento en la “profesión” del matrimonio, tan presente como tema de fondo en Orgullo y prejuicio, novela en la que la escritora nos hace saber cómo las hermanas Bennet buscan el marido más conveniente, única meta real de sus vidas.

Portada de la primera edición de Orgullo y prejuicio
   En la Inglaterra finisecular del siglo XVIII y en una sociedad muy conservadora y tradicional, una pareja y sus cinco hijas cavilan que lo más importante es “casarse bien”. Un buen matrimonio supón ante todo lograr un marido con una buena posición social y económica. Lo que menos importa es su  educación, su moral, su inteligencia. Ni siquiera el despertar del amor. Un hombre con haberes será considerado por las familias vecinas propiedad legítima de alguna de sus hijas en edad de merecer.

   La novela denuncia con gran claridad  esta situación. Y lo hace además con maestría, elegancia y abundantes pinceladas de inteligente ironía. La trama novelesca se desenvuelve alrededor  de con quién y cómo casan las hijas y las reacciones de las familias delante de los escándalos y ocurrencias de las mismas. Y a través de esta trama, Jane Austen persigue una meta: enfrentar a la sociedad de su tiempo con la realidad una especie de espejo mágico en los que se puedan percibir todos los defectos y horrores de una clase social sin antifaces ni maquillajes. Su propósito, exteriorizado ya en el título de la novela, es oponer el orgullo al prejuicio, rompiendo así con los esquemas que aprisionaban el mundo que la autora conoce. Y justamente esa ruptura, esa ironía, esa denuncia que en definitiva realiza la novela, es lo que hace que Orgullo y prejuicio sea hoy considerada como una aportación importante dentro de la literatura feminista y progresista. Una exposición crítica de la situación de la mujer de la clase media alta en el conjunto del sistema patriarcal de inicios del siglo XIX.

   La escritora muestra un gran dominio de la psicología en la descripción matizada y profunda de sus personajes, de forma especial, la de los miembros de la burguesía inglesa a la que retrata con gran fidelidad. Un estilo único, cimentado en una excepcional capacidad de percepción, una sutileza que en ocasiones desconcierta al lector y un gran dominio de la ironía hacen de esta “alta comedia” uno de los grandes títulos de la literatura universal.



Francisco Martínez Bouzas


Jane Austen


Fragmento

“Jane se encontraba todavía muy mal, y Elizabeth no la dejaría hasta más tarde, cuando se quedó tranquila al ver que estaba dormida, y entonces le pareció que debía ir abajo, aunque no le apeteciese nada. Al entrar en el salón los encontró a todos jugando al loo, e inmediatamente la invitaron a que les acompañase. Pero ella, temiendo que estuviesen jugando fuerte, no aceptó, y, utilizando a su hermana como excusa, dijo que se entretendría con un libro durante el poco tiempo que podría permanecer abajo. El señor Hurst la miró con asombro.
-¿Prefieres leer a jugar? -le dijo-. Es muy extraño.
-La señorita Elizabeth Bennet -dijo la señorita Bingley-  desprecia las cartas. Es una gran lectora y no encuentra placer en nada más.
-No merezco ni ese elogio ni esa censura exclamó Elizabeth-  No soy una gran lectora y encuentro placer en muchas cosas.
-Como, por ejemplo, en cuidar a su hermana -intervino Bingley-, y espero que ese placer aumente cuando la vea completamente repuesta.
Elizabeth se lo agradeció de corazón y se dirigió a una mesa donde había varios libros. Él se ofreció al instante para ir a buscar otros, todos los que hubiese en su biblioteca.
-Desearía que mi colección fuese mayor para beneficio suyo y para mi propio prestigio; pero soy un hombre perezoso, y aunque no tengo muchos libros, tengo más de los que pueda llegar a leer.
Elizabeth le aseguró que con los que había en la habitación tenía de sobra.”



(Jane Austen, Orgullo y prejuicio)