Patrick Modiano
Traducción de María Teresa Gallego
Urrutia
Editorial Anagrama, Barcelona 2015, 183 páginas
Anagrama rescata por segunda vez una de las
obras menos conocidas de Patrick Modiano, Une
jeunesse (1981), traducida al español dos años más tarde y editada ahora
por la editorial barcelonesa en la versión de María Teresa Gallego Urrutia, sin
duda la mejor traductora del lenguaje modianesco y gran difusora de la
literatura francesa. Desde que en 1968 Patrick Modiano publicara su primer
libros, La Place de l’Etoile (El lugar de las estrellas), que lo dio a
conocer como figura emergente de la narrativa francesa, se han ido sucediendo a
un ritmo acompasado un buen número de novelas que no se alejan del mismo
escenario: los contornos parisinos, sus calles, suburbios, distritos, plazas,
cafés… Un París sobre todo el de la Ocupación, una ciudad sin mirada, una urbe
de pesadilla como recordó Modiano en el discurso de aceptación del Nobel de
Literatura: “Ese París no me ha dejado nunca y su luz tamizada todavía ilumina
mis libros.”
Es la cartografía de París , en cuyas
coordenadas vivieron sus años jóvenes los protagonistas de Una juventud, Odile y Louis. Fue en su “puntos fijos”, en sus
calles, bulevares, salas de fiesta, barrios periféricos, andenes de las
estaciones ferroviarias… donde realizaron su aprendizaje vital. El París
nostálgico y a la vez mítico de los años 60, donde el escritor, el joven
Modiano, tímido, callado y melancólico vivió su desamparo de adolescente y de
joven, y que ya solamente existe en sus libros.
Aunque la novela está transitada por no
pocos personajes secundarios, los verdaderos protagonistas son Odile y Louis.
Viven en un valle rodeado de una masa de abedules con un teleférico rojo que lleva
a una estación de esquí. Y desde la frontera de los treinta y cinco años que
están a punto de traspasar, retornan a
sus años jóvenes, a sus veinte años, al período más decisivo de sus vidas que
duró apenas siete meses. La novela va desgranando en paralelo esa etapa de la
juventud de ambos. Louis acaba de ser licenciado del servicio militar y conoce
a Brossier que le consigue un trabajo como vigilante nocturno en un garaje.
Odile a Bellune que le promete introducirla en el mundo de la canción. Un día se
encuentran los dos en un bar a punto de cerrar. Y evocan ahora las peripecias
en las que más que actantes son seres pasivos que se dejan llevar. Ninguno de
los dos decide tomar las riendas de su existencia. Louis actúa bajo la
protección de personajes turbios que le introducen en el tráfico de dinero
negro. A Odile el suicidio de su amante cincuentón la deja a merced de depravados sexuales y así mismo se
convierte en cebo para la policía. Ninguno de los dos hace nada para impedir
que otros gobiernen sus vidas. Todo lo aceptan con apática placidez. Solos en
el mundo, intuimos que se enamoran, pero viven a la deriva realizando tareas
poco definidas, “viviendo de parches” con un futuro que es un puro esbozo.
Solamente al final -esta novela simplemente concluye sin un verdadero
desenlace- Modiano nos deja entrever que
esos años de neblina gris y lluvia que había sido sus juventudes, concluyen
cuando deciden tomar sus decisiones y disfrutar de la Costa Azul. Será entonces
cuando comiencen a tener existencia individual.
Al margen de esa concepción modianesca de
tomar las riendas de la propia vida como remate conclusivo de la juventud, que
me parece bastante congruente con la realidad, opino que no es Una juventud una de las mejores novelas
de Patrick Modiano. La mayoría de las peripecias, viajes, encuentros de los
protagonistas con la galería de personajes laterales que se mueven por la
novela, apenas nos dicen nada, carecen del gancho de la aventura, del thriller,
del suspense o de la simple emoción. No obstante, esos supuestamente triviales
asuntos, recreados en sus ambientes, o
sus simples anotaciones con el reflejo de sus puntos de vista, terminan
atrapando la atención lectora. Y el ir y venir como a la deriva de esta pareja
de veinteañeros por París, descritos con la simplicidad formal y la escritura
elusiva propias de todas las novelas del
escritor, convierten a la capital francesa una vez más en coprotagonista de la
narración. Una ciudad que más que pincelada o descrita, aparece simplemente
enunciada por los nombres de sus calles, plazas, bulevares, librerías, tiendas
de discos, túneles, cafés, cruces de calles, reflejados en el gris y negro, los
colores de la las pompas irisadas de la urbe francesa (página 181).
Francisco
Martínez Bouzas
P. Modiano tras el discurso de aceptación del Nobel de Literatura |
Fragmentos
“-¡Está
sola? ¿Quiere que vayamos a tomar algo?
Ella
desvió la cara en el acto y apretó el paso hacia la avenida. El hombre quiso
alcanzarla pero se detuvo bajo el porche del Lido. La muchacha se alejaba y el
hombre no le quitaba la vista de encima, como si quisiera tenerla al alcance de
los ojos cuanto fuera posible. La gente salía del cine en grupos compactos. Él
divisaba aún el pelo castaño y la espalda de la gabardina; la muchacha no tardó
en confundirse con la demás gente.
Entró
en Sinfonía. A esa hora había muchos clientes. Se fue colando hasta el fondo de
la tienda. Eligió un disco y se lo dio al vendedor para oírlo. Esperó a que se
quedase libre una cabina y se sentó al tiempo que se colocaba los pequeños
auriculares. Un silencio acolchado. Se olvidó del bullicio que la rodeaba.
Ahora deja que la inunde la voz de la cantante y cierra los ojos. Sueña que
llegará un día en que no andará ya entre ese gentío y ese barullo que la
asfixian. Un día en que podrá atravesar esa pantalla de ruido e indiferencia y
no será ya sino una voz, una voz que destaque nítidamente, como la que está
oyendo ahora mismo.
…..
“Le
estaba desabrochando la blusa y ella no oponía resistencia. Ahora estaba echada
boca abajo y él tiraba de la falda y de las bragas y le acariciaba las nalgas.
A Odile le daba asco acordarse de aquellos dedos demasiado cuidados. Miraba de
frente, con la barbilla apoyada en el borde del sofá. Las luces de la avenida
se desenfocaban a través de los visillos de gasa, igual que el contorno de los
muebles y de las cosas. Fuera llovía. Allí por lo menos estaba resguardada.
Bastaba con no moverse y, según una de las expresiones de Bellune que le
gustaba mucho, disolverse en el entorno.
Si
el individuo aquel pudiera ayudarla…Olía a una colonia cuyo aroma se le quedó a
Odile en la memoria y más adelante, cuando recordaba aquella época, le volvía
aquel aroma con el recuerdo de las esperas en las casas discográficas, del
metro en hora punta, del vestíbulo de la estación de Saint-Lazare, de la lluvia
y del radiador de sus cuarto que calentaba demasiado porque la llave estaba
estropeada.”
…..
“Todavía
era de día y pasearon al azar por aquel barrio donde había vivido Roland
Chantain de Bejardy y una rubia que se llamaba Geneviève. Louis llevaba el
maletín debajo del brazo. Fueron andando hasta la estación del Este y volvieron
luego a las inmediaciones de la estación del Norte. Un barrio de donde salen
los trenes, fachadas macizas, barrios de comerciantes, de bufetes polvorientos,
de diamantistas y de cervecerías de las que brotan bocanadas de Alsacia y de
Bélgica.
No
saben que es su último paseo por París. Todavía no tienen existencia individual
y van confundidos con las fachadas y las aceras. En el macadán, remendado como
una tela vieja, hay escritas fechas que indican las coladas sucesivas de
alquitrán, pero quizá también nacimientos, citas, muertes. Más adelante, cuando
recuerden este período de sus vidas, volverán a ver cruces de calles y portales
de edificios. Han captado todos sus reflejos. No eran sino pompas irisadas con
los colores de esa ciudad: gris y negro.”
(Patrick Modiano, Una juventud, páginas 37, 73, 180-181)
Muy bien presentado.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, amigo, por esta detallada reseña de otra obra del gran escritor. Me hace recordar, en otras épocas, a Victor Hugo y sus radiografías parisinas. Un abrazo.
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