Sadie Jones
Traducción de Isabel Margelí
Tusquets Editores, Barcelona, 2013, 322 páginas.
Con una ilustración de la cubierta (“Evening
Wedding on the Balcony”) de Charles Martin que recrea con fidelidad el ambiente
en el que Sadie Jones sitúa su trama, Tusquets Editores nos ofrece la traducción
española de la novela The Uninvited
Guests, la tercera novela de la escritora londinensa Sadie Jones (1967),
cuya obra ha merecido elogios tanto de la crítica:“Luis Buñuel en connivencia
con Oscar Wilde y Jane Austen” (New York Times Review of Books) como de los
lectores. La trama de Huéspedes
inesperados traslada al lector a un día de la primavera de 1912. Es pues
una novela de época que permite que nos introduzcamos en la vida y en los hábitos
de una importante familia británica. Lo que Sadie Jones narra se limita a un único
día con su correspondiente noche, en único escenario donde los protagonistas se
verán obligados a adoptar importantes decisiones.
En una breve sinopsis y sin revelar el
argumento, se puede decir que la novela nos sitúa, como he dicho, en 1912 y
todo acontece en el espacio de “Sterne”, la mansión de los Torrington, una
familia acomodada que actúa como protagonista grupal, que acoge a unos huéspedes esperados, los
invitados a una celebración de cumpleaños, y horas más tarde, a otros huéspedes inesperados, supervivientes
de un trágico accidente ferroviario que ha ocurrido en las proximidades. A
partir de entonces no solo se ve empañada la celebración del cumpleaños de
Esmerald, la atractiva hija de los Torrington, sino que se inicia un complejo
juego de secretos y mentiras, de seducciones y situaciones equívocas. Es el
momento en el que Smudge, la hija menor de la familia, pone en marcha su plan
secreto, ideado a lo largo del tiempo. Y la intriga va creciendo en
coincidencia con una formidable tormenta y con la creciente desazón y molestias
de los huéspedes inesperados, acuciados por
el cansancio y el hambre, hasta llegar a un desenlace en el que la
elegancia y las formas de las clases acomodadas británicas son superadas por
las circunstancias.
Es mérito y acierto de la autora el hecho de
situar la trama narrativa en 1912, un momento de cambio, descrito, no obstante,
con lenguaje de 2012, y que más de un lector relacionará con la serie “Dowton
Abbey”. Sadie Jones, con una escritura a caballo entre Jane Austen, la comedia
dramática y la de enredos, plasma con notable fidelidad el retrato de las
clases sociales inglesas, los prejuicios de las familias aristocráticas que
juegan, sin embargo con las apariencias. Y sobre todo la energía y el acierto
con que narra el momento en el que todo salta por el aire hecho añicos. La autora
describe con maestría y elegancia, sobre todo, a la familia que se ve obligada a acoger a los supervivientes del accidente.
Con guiños discretos, pero muy elocuentes, Sadie Jones deja entrever que no
todo es lo que parece, empezando por la familia protagonista, que no pasa por
su mejor momento. Situaciones divertidas, muchas de ellas excéntricas, en especial
las protagonizadas por la pequeña Smudge. Y en medio de todo ello, la autora
hace crecer hábilmente la intriga hasta llegar ésta a tomar posesión de la
trama.
Estilo muy personal el de Sadie Jones, que
sabe adecuar a la época y al contexto en el que se desarrolla la novela. Y una
plausible caracterización histórica de los estertores de la época victoriana, o
con más exactitud, del período eduardiano, como transfondo de esta novela. Quizás
lo menos positivo de esta pieza narrativa de Sadie Jones es la lentitud, el
ritmo pausado con el que la autora hilvana y narra la primera parte del libro,
en la que apenas ocurre nada; cargada y rebosante además de descripciones
demasiado prolongadas y de diálogos insípidos. Pero todo cambia en la segunda
parte de la novela, cuando la intriga se adueña del libro y el lector tiene la
impresión de que le han cambiado de novela.
Francisco
Martínez Bouzas
Sadie Jones |
Fragmentos
“Aunque
la rugiente tempestad había amainado un poco, la lluvia, más densa si cabe,
seguía cayendo en el suelo empapado.
Esa
lluvia es la que Patience Sutton contemplaba desde la ventana del dormitorio de
su hermano, en el que ambos se habían refugiado, dejando atrás las
humillaciones del comedor, para consolarse el uno al otro. No había ni rastro
de sus anfitriones; sólo se oían las canciones escandalosas y groseras y los
gritos, que ahora resonaban por toda la casa, circulando por los rincones y
cornisas junto con el tamborileo del aguacero:
Ven,
ven, ven a hacerme ojitos
Allá
en el viejo Bull and Bush…
Ernest
permanecía con la espalda contra la puerta, por seguridad tanto como por
comodidad, y no le pesaba admitirlo. Observaba a su hermana, junto a la
ventana.
-Esto
es un horror -dijo ella.
-Sí,
Es… -él buscó en su corazón lo mejor que pudo- profundamente ofensivo.”
…..
“Smudge
seguía en su dormitorio, sin el menor interés por lo que ocurría más allá de la
puerta de servicio. Le traía sin cuidado
ver los pequeños catres de las tribunas; no le importaban las almas difusas que
erraban, expatriadas, con sus fardos; no le parecía curioso que hasta su madre
se hubiera puesto un delantal y hubiera redoblado esfuerzos, junto a toda la
familia, para buscarles donde dormir, ni siquiera le llamaba la atención que,
anexa a su casa habitual, una cueva iluminada y amplia rebosara de cuerpos y
fuese un hervidero de movimientos y pestilente degradación. Lo único que le
interesaba era que, al cabo de un rato, el ruido de pisotones por la casa y los
gritos ocasionales de ¡«almohadas»! o ¡«cortinas”! se habían extinguido, dejándola
en paz. Tenía la Casa Nueva para ella sola.”
(Sadie Jones, Huéspedes
inesperádos, páginas 227-228, 275-276
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