Wendy Guerra
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 321 páginas.
El pasado mes de noviembre,
Editorial Anagrama publicaba Negra,
la cuarta novela de Wendy Guerra, actriz y escritora cubana, alumna de Gabriel
García Márquez en su taller de guiones, “Cómo contar un cuento”. La obra
narrativa de Wendy Guerra está considerada como una de las mejores de la actual
literatura latinoamericana y, como tal, ha sido traducida a más de una docena
de idiomas. Sin embargo, es invisible en su propio país, no se halla editada ni
comercializada en su cuna natal, Cuba, donde no obstante sigue viviendo la
escritora. Confiesa Wendy Guerra que, en su obra literaria, la mueve el
propósito de hablar y enfrentarse a los tópicos, a los prejuicios y censuras: al
racismo, la negritud, la bisexualidad -tema tabú hasta los 60, aunque no solo
en Cuba- la ausencia de las mujeres de las esferas del poder. Todo ello forma
parte de un duro silencio al que en alguna ocasión se ha referido la actriz y
escritora.
La trama narrativa de Negra se desarrolla entre Cuba y Francia, pasando así mismo por
otros lugares como Cataluña. Y es una exploración tan crítica como real sobre
el racismo latente en la Isla caribeña. Una tentativa para explicar en claves
afrocubanas lo que sucede con la población negra en Cuba, una parte importante
de los habitantes de la Isla, a la que, tanto antes como después de la Revolución
castrista, le costó mucho integrarse, sobre todo por motivos socioeconómicos,
puesto que provenían de estratos sociales muy pobres. Lo mismo que ha ocurrido
en muchos otros países, como Estados Unidos, Francia o la misma España.
Sin embargo, para la heroína de la novela,
Nirvana del Risco, -quizás el alter ego de la autora al menos en algunas
facetas porque Wendy Guerra es blanca, la primera blanca que escribe como una
negra en la literatura cubana- la
palabra “negra”, que nunca substituye por eufemismos paliativos ni por lo políticamente correcto, encierra en
sus cinco letras, “toda la música, el sabor y el sentimiento de su cuerpo, su
alma y su nación.”
Nirvana del Risco es, como la autora, hija
de la generación de los 60, los años de la Revolución. Es negra, bisexual,
trabaja como modelo comercial y sobre todo es cubana. La historia que de ella
cuenta Wendy Guerra aborda el tema de la discriminación social y racial, así
como la necesidad de hallar un lugar en el mundo. Para ello la autora, en una
narración en primera persona, nos sumerge en la historia de su heroína, una
cubana negra, rompedora de estereotipos, que destroza tópicos y viaja de Cuba a
Francia. La narración da comienzo en tierras cubanas donde Nirvana del Risco da
cuenta de sus vivencias, sus diferencias con relación a los demás (negra,
bisexual, conjurada frente a lo
prohibido) y lo hace con un lenguaje recurrente, “percusivo” que efectivamente se amalgama con “el seis
por ocho de los tambores afrocubanos”. Capítulos cortos, frases sumamente
poéticas, preñadas de musicalidad, rebosantes de colores, olores y sabores
tropicales y oportunas incursiones en la cultura y religión afrocubana, en la
santería que la heroína lleva dentro de su cuerpo y de su alma (rituales,
conjuros, recetas…) y especialmente el audaz arrojo del personaje (“dulce pero
ácida”, página 13), atrapan al lector y, cuando esto ocurre, tiene lugar el viaje
de la protagonista a Francia, donde teme encontrar muchas lagunas bajo la
lluvia. Es el descanso de Cuba, del socialismo tropical que “no es malo ni
bueno, es incómodo” (página 79). Un viaje de afectos, la parte más densa y dura
de la narración, el encuentro con la “izquierda sucrée, la gauche caviar, la
gauche champagne. Una ruta pasional entre Cuba y Francia y viceversa en la
que Nirvana del Risco se va tropezando con diversos personajes y amantes, en una
sexualidad abierta, descarnada, alejada hasta el infinito de lo convencional. Y
sobre todo desmantela los tópicos, marcas y baldones que se ciernen sobre una
bella mujer cubana negra como el carbón en el seno de una sociedad no racista
de puertas afuera, pero que, tras los muros de la intimidad, repudia a esta raza.
Negra
es una novela distinta, sorprendente, anclada en un sincretismo composicional,
semejante al de la religión y mitología yoruba. En el texto, en efecto,
confluyen política, sexo, magia, raza, religión, sabores, olores… Novela
apropiada para paladares capaces de degustar la diferencia, la exquisitez y la
frescura de una pieza narrativa rebosante de sensorialidad y colorido tropical,
pero sin escatimar las crudezas que la protagonista femenina afronta en su
lucha contra el machismo, el racismo o la lesbofobia.
Francisco
Martínez Bouzas
Wendy Guerra |
Fragmentos
“Como
leche derramada sobre la alfombra, mapa blanco olvidado en el vientre negro de
mi madre. Beso de fuego y goce mestizo, canción de cuna en criollo. Lágrimas
negras en la luna de mis ojos. Café arábica en grano, bien tostado, de aroma
profundo y delator. Flotando sola en el
anís de los recuerdos. A la deriva, así me siento.
Yo
soy el borrón en tu muro. Caña sembrada, cultivada, cortada, quemada por negros;
cobrada por blancos. Azúcar prieta, melaza, raspadura, miel de purga, melao
caliente.
No
hay maquillaje que cambie mi máscara africana.
Ésta
es mi piel, éste mi perfume. Mi sombra y yo, mi sexo y yo, mi culpa y yo nos
parecemos.”
…..
“¿Qué
podemos modelar en Cuba?
Muy
poco. Fotos en centros turísticos, anuncios de condones y tabacos, artesanías,
carteles instructivos o políticos y cierta ropa deportiva que traen para comercializar;
todo conspira contra el mercado. Luego «él», ese sujeto que te ve espléndida en
la foto y se enamora de la imagen y no de ti; intenta casarse contigo y te
invita a conocer la nieve. ¿Exponerse o exportarse? Ese estigma sigue siempre a
una modelo cubana. Pero sí podemos modelar en Cuba.”
…..
“Miré
a Lu, que se estiraba satisfecha, lloriqueaba entre sueños. Le espanté los
mosquitos con la mano. La destapé poco apoco, dejándola casi desnuda, placida
con sus pechos destilando ganas, los toqué levemente prendiendo su deseo. Le
besé los rosados pezones, la bordé con caricias y le arranqué el rubor, mordida
a mordida. Le deslicé mis pezones negros por su boca. La ahogué con mis pechos,
la desperté de su erotizado sueño.
Ella abrió sus ojos rasgados un poco tarde, cuando
ya yo la montaba. Quiso pedirme algo, pero sólo alcanzó a chupar la leche que
afloraba a cuentagotas. Este deseo había ido germinando por años en la también
añeja tubería de nuestras almas. Ahora nos abrimos como un compás dando la bienvenida
al placer. Me miró y, luego de morder mi boca, frotó su sexo en mis muslos.
Desesperada, manando en agua deliciosa, me pidió que la tragara toda. Quería
poseerla con más de lo que mi cuerpo de hembra permitía. A Lú le gusta ser bien
penetrada, con fuerza; me lo ha comentado una y otra vez. Lo hice con lo que la
naturaleza me dio: mi vulva sobresale, asoma y ruega, eso la desarma. Ansiaba
su saliva, su olor a guayaba verde, su
escondida lujuria la guardó para mí.”
…..
“Osain
es la deidad que transmite la esencia de la naturaleza en la religión yoruba.
Hice
sonar el cuero de chivo sobre el eco que traslada la madera de cedro en sus
toques secretos. Yo no lo toco por los secretos, eso sería sacrilegio, lo hago
porque nací a su lado. Lo toco porque suena en mi estómago, y cuando lo hago
vibro, me da felicidad.
Me
gusta porque viene de África, porque el ritmo es mi don, o tal vez porque ha
sido instrumento prohibido a las mujeres por siglos, y lo prohibido es obligatorio para mí. Cuando mi batá y yo
estamos cerca, me aterra pero me encanta, es miel la música que sacan mis dedos
si golpeo mis manos sobre él.”
(Wendy Guerra, Negra,
páginas 11, 36, 51-52, 291)
Realmente interesante...
ResponderEliminarLa obra de Wendy Guerra es intensa y provocadora. Vale la pena enfrentarse a su prosa sorprendente. ME alegra saber que ha publicado está novela con Anagrama.
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