Editorial Candaya, radicada en Les
Gunyoles (Avinyonet del Penedès, Barcelona), es un pequeño sello editorial
independiente que desde su creación siempre nos sorprende por sus ofertas
editoriales: publicaciones no demasiado numerosas a lo largo del año, pero de indiscutible calidad. Sus
productos no aspiran seguramente a convertirse en bestsellers de consumo
masivo, pero merecen ser catalogados como textos en los que la calidad, la
originalidad y la singularidad se convierten en propuestas editoriales
realmente muy avanzadas y apetecibles para lectores exigentes. Es su forma de
afrontar la crisis y la uniformidad del libro único en los tres géneros
(narrativa, poesía, ensayo) en los que edita.
Creada y dirigida por Olga Martínez y Paco Robles, con mimo poco menos
que artesanal, pero con un perspicaz ojo para la literatura más innovadora
española, pero sobre todo latinoamericana, condenada en España muchas veces al
ostracismo, Candaya no solo combate los proyectos totalitarios y la presión
publicitaria que ejercen los megagrupos que, con contadas y honrosas
excepciones, han ido engullendo en los últimos tiempos a la mayoría de las
editoriales españolas de siempre, sino que también nos sorprende con libros de
gran calidad tanto en sus contenidos como en las plasmaciones formales de los
mismos, generalmente muy originales y vanguardistas. Los lectores que gustan de
las propuestas editoriales más de nuestro tiempo, no pueden olvidarse de los
libros de Candaya.
La calidad de las propuestas que nos está ofreciendo Candaya, es una
inexcusable exigencia para acercarnos, en una visual por el momento solamente
informativa y elaborada primordialmente a base de las presentaciones
editoriales, a dos de las novedades que Candaya ha editado este año. No es lo
que más me agrada porque de este avance editorial estará ausente precisamente
la esencia de la crítica literaria: la valoración personal. O, dicho con
palabras de Fernando Aramburu, hacer apetecibles las obras valiosas, sin limitarse
a descifrarlas con la adusta terminología de profesor, sino tomando la molestia
de transmitir entusiasmo, humanizando generosamente esos textos valiosos por la
vía de exponer una parte de su condición de lector sensible. No obstante,
tampoco seré en este comentario un redactor de reseñas metido a mercader, algo
que no soportaría el inconformismo y los buenos libros de Editorial Candaya.
Más tarde volveré sobre estos dos libros con una valoración crítica personal.
Gustavo Faverón
Patriu
Editorial
Candaya, 2005, 248 páginas
Gustavo Faverón Patriu (Lima, 1966), doctor en literaturas hispanas y
director del Programa de Estudios Latinoamericanos en Bowdoin College (Maine),
es autor de libros de historia, de teoría literaria, antólogo de cuentos peruanos
de violencia política y junto con Edmundo Paz Soldán publicó Bolaño salvaje. Su novela El anticuario ha
sido traducida al inglés y está siendo
vertida así mismo al turco, árabe, chino y japonés.
Candaya resume así la trama y el tema de fondo de El Anticuario, comentados por Mario
Vargas Llosa y Daniel Alarcón:
“Pese a llevar años encerrado en una clínica psiquiátrica, Daniel,
acusado tiempo atrás de un crimen terrible, es ahora sospechoso de otro, y
necesita la ayuda de un amigo, experto en patologías del lenguaje, para
demostrar su inocencia.
En su
superficie, El anticuario es un misterio gótico y una novela de enigma
“deliciosamente macabra” (The New York Times). Más adentro, es una
profunda interrogación sobre la locura y el poder de la palabra. Una historia
de homicidios seriales, mensajes cifrados y coleccionistas de antigüedades, en
la que se reflexiona sobre los límites entre lo público y lo privado en un país
de postguerra.
“El
anticuario es tantas cosas a la vez —una pesquisa policial, una pesadilla
medieval injertada en una ciudad contemporánea del tercer mundo, un palimpsesto
de alusiones literarias, bíblicas e históricas, y un museo de horrores,
crueldades y descomposiciones físicas y mentales— que al final de la lectura
uno queda descontrolado y alucinando… Los lectores que lean trabajando a la par
con el creador, fantaseando junto a él, y sean capaces de disfrutar las
sutilezas y secretos escondidos en un texto tan rico y profundo como el de esta
novela, no la olvidarán.” (Mario Vargas Llosa).
"Gustavo
Faverón Patriau ha escrito una oscura, cruel y emocionante joya de novela. Hay
sombras del fabulismo de Borges aquí, y de las ciudades invisibles de Calvino,
pero también algo más misterioso, algo gótico, algo macabro. El anticuario
es una novela sobre literatura, guerra, locura y amistad, una lectura
sorprendente desde la primera frase hasta la última." (Daniel
Alarcón).
Ángel Gracia
Editorial
Candaya, 2015, 255 páginas
Ángel Gracia nació en Zaragoza en 1970. Ha trabajado en bibliotecas,
quioscos, librerías de todo tipo (ambulantes, independientes y de grandes
almacenes), como corrector y, desde 2005, como programador cultural.
Es autor de los libros de poesía Valhondo (2003), Libro de
los ibones (2005) y Arar (2010), que forman una trilogía
unitaria. Ha publicado la novela Pastoral (2007) y el libro de viajes Destino
y trazo. En bici por Aragón (2009), una recopilación de artículos
publicados en Heraldo de Aragón entre 2007 y 2008.
Sinopsis de la novela:
“El Campo Rojo es un descampado parecido a Marte, asfixiado por la
contaminación de las fábricas. Ahí acuden los chavales de la banda del Farute a
jugar a los fusilamientos, a esnifar pegamento y a meter mano a las chicas. El
poder de los matones se extiende por las aulas frías y hostiles del colegio.
Los alumnos viven aterrados: tienen once o doce años y no hay nadie que los
proteja. Todo lo observamos a través de los cristales hiperbólicos
del Gafarras, el cuatroojos empollón de la clase, que sobrevive callando,
repitiendo a diario los mismos gestos rituales y gracias a la fuerza secreta
que lo sostiene: su odio infinito.
El maltrato de niños a otros niños es la herida y el hematoma central de
esta narración, a menudo despiadada. Los pasajes llenos de ternura y el humor (por
momentos salvaje e hilarante) son apenas una venda que oculta pero no cura. Los
libros, los sueños y las fantasías infantiles se convierten en la única vía de
escape de la mente erosionada del Gafarras. En sus ojos vemos escrita una
fatalidad inminente. El Mal habita por igual en verdugos y víctimas.
"Campo Rojo retrata una
adolescencia de provincias que a muchos nos resulta conmovedoramente
reconocible, con la distancia justa entre el pudor y la recriminación." Alberto Olmos”
Campo Rojo es una novela sobre la violencia
que ejercen en el ámbito escolar algunos niños sobre otros a los que perciben
diferentes o más débiles, con frecuencia ante la mirada impotente o indiferente
de los profesores. Pero es ante todo una historia sobre las cicatrices que
dejan en aquellos que los han vivido esos episodios oscuros, y sobre cómo el
resentimiento y el odio penetran igualmente en los niños víctimas,
convirtiéndolos en seres solitarios y muchas veces agresivos.
Novela así mismo de suburbio, situada en el horizonte temporal de los
años 80 en un barrio de extrarradio que se extiende alrededor de una gran
fábrica de una ciudad que podría ser la Zaragoza natal del autor. La novela
refleja con gran acierto el influjo de esos espacios precarios y hostiles (los
descampados, los pisos minúsculos, las plazas degradadas, el ruido de la
fábrica) en los seres humanos que allí vivían. Ese malsano influjo engendrará
tristeza, fatalismo ante el propio destino, el vacío de los días, la
acumulación de tensiones.
Campo
Rojo
puede además ser leída como novela generacional, reflejo de la infancia de
aquellos que crecieron en los años 70 y 80. Novela rica por su elaboración
compleja, aunque de fácil lectura, plasmada a través de un estilo muy cuidado.
Francisco
Martínez Bouzas
Muy interesantes....
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