Nuria
Ruiz de Viñaspre
Prólogo
de Ángeles Mora
Ediciones
Trea, Somonte- Cenero, Gijón, 2019, 90 páginas
Promocionado por la prologuista como libro
que no se nos cae de las manos porque no se parece a ninguno, aunque es un
libro con sentido y consentido. Nuria Ruiz de Viñaspre hace su enésima
incursión en la poesía, en ese arte de crear belleza con palabras, palabras que
dicen más de lo que dicen. Un poemario aparentemente breve pero lleno de hondura explicitada en las dos
partes en las que se divide, y que la prologuista, en un agudo trabajo de
análisis, desentraña: Extimidad e
Intimidad.
La palabra Extimidad proviene del
psicoanálisis y viene a confirmar que es muy difícil separar lo que es el mundo
interno del externo. Un poema que inaugura la primera parte lo aborda. “¿tú
nunca estás triste? / -preguntó la extimidad a la asombrada intimidad- /
¿nunca? / continuó la extimidad / y dos sílabas negras cayeron de mi boca /
-ser yobscuro-“
Poemas los de esta primera parte ligados así
mismo a las dicotomías burguesas, a las falsas dicotomías (lo privado para la
mujer y lo público para el hombre), porque ambos siempre aparecen entrelazados.
Claramente pues este es un libro escrito por una mujer, con cánones ajenos al
patriarcado. Una muestra más de la reinvención de la mujer como mujer que
afecta no solo al campo literario, pero también.
La segunda parte de Todo se hará público se rotula como ya quedó indicado, con la
palabra Intimidad. Y atesora sobre todo paisajes. Pero, para ello, siguiendo la
cita de Viktor Frankl que lo encabeza, el yo debe relegarse a sí mismo,
“postergarme, pasarme por alto (…) porque existir significa salirse de sí mismo
y enfrentarse consigo mismo. ¡Cómo nos
suenan estas palabras a las de Agustín de Hipona? “Vuelve a ti mismo porque en
el interior del hombre habita la verdad”. Por eso lo que importa en este libro
son los paisajes interiores, construidos desde la reflexión poética.
Un libro pues que es una cavilación sobre lo
que somos, sobre la realidad que nos habita y que a veces es oscuridad: la nube
que se asienta en nosotros… somos cuerpos perecederos, como el pájaro
estrellado en los azulejos de la piscina (página 99). La tristeza que nos
atosiga, la intimidad limitada por una frontera virtual, la vida como un
centrifugado: el número de vueltas que da el motor de la existencia en un
instante. Vivir en un mundo plegable,
porque siempre hay un lado donde todo se junta, y así lo desunido se une.
Y como estos, docenas de poemas que nos
hacen pensar, reflexionar sobre el hecho
de que venimos de las ruinas, aunque todavía no estemos en estado de ruina, con
el alma calcificada, en oportuna cita
e Juan Carlos Mestre (La tumba de Keats).
Poesía sin títulos en muchos de los poemas; sin
rimas porque las rimas parecerían artificiales, como el maquillaje, para sumergirnos
y alzarnos contra el sinsentido que con frecuencia nos atenaza y gobierna nuestras
vidas. No obstante, la poeta corretea con el lenguaje, dominándolo para remodelar
lo existente. Para ello juega metafóricamente con aspectos simbólicos de nuestro
mundo, amalgamados entre la historia y el mito. Merecen especial relieve los siete
poemas dedicados a la Atlántida. Enigmáticos poemas vitalistas que nos obligan a
pensar Y sin que en el poemario exitan intertextualiades visibles, es notable el número de autores, de pensadores
citados (Jacques Lacan, Maurice Blanchot, J. F Lyotard, Louise Burgeois, Rosa Luxenburgo,
Virgina Woolf, etc). Citas que se puede decir que no solo acompañan estos poemas
de Nuria Ruiz de Viñambre, forman parte de ellos como se ha escrito. Aportan parte
de su fuerza y de su emoción o de su denuncia.
Francisco Martínez
Bouzas
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