Variaciones para los últimos
días
Ádám
Bodor
Traducción
de Adan Kovacsics
Cantilado,
Barcelona, 2019, 268 páginas.
El Premio Nobel de Literatura otorgado en el
años 2002 a Imre Kertész, tuvo el efecto de recordarnos que existen otros
narradores húngaros como Sándor Marai, Peter Estherhazy, Péter Navas. A este
terceto magiar hemos de añadir el nombre de Ádám Bodor, nacido en Rumanía pero
aclimatado en su idioma húngaro. Y traducido al español gracias a Acantilado.
Es lamentable que, a excepción de la casa editora fundada por Jaume Vallcorba,
la producción literaria originada en Europa del Este, es como si no existiese
para el público español y latinoamericano. Solamente Acantilado parece tener
interés en surtirnos de esta literatura. La referencia más cercana en el
tiempo, Los pájaros de Verhovina de
Ádám Bador.
En efecto, Ádám Bador nació en Rumania pero
forma parte del millón y medio de húngaros que quedaron atrapados dentro de las
fronteras rumanas como consecuencia del Tratado de Trianón. Acantilado ha
publicados sus novelas, El distrito de
Sinistra (2003), La vista del
arzobispo (2005), el libro de
relatos, La sección (2007). Y este
año, Los pájaros de Verhovina.
Variaciones para los últimos años.
Los pájaros de Verhovina es un libro de relatos o una novela
fragmentaria compuesta por trece relatos, protagonizados por los mismos
personajes. Todo acontece en Jablonska
Poliana, pero allí no sucede nada. Sus habitantes vegetan entre sus vidas
vacías, encadenados a las tareas y en espera de los mensajeros de un omnímodo
poder arbitrario e invisible. No existen referencias temporales que diferencien
pasado y presente, que se desplieguen en una suerte de laboratorio circular en
el que, cuando leemos, lo hacemos como ciegos, sin señales que nos sitúen o ayuden. Es la mejor metáfora del
totalitarismo, pero Bodor se interna además en las profundidades abisales de la condición humana.
Ádám Bador nos muestra a Jablonska Poliana
como un lugar aislado del mundo desde que cesaron las obras del ferrocarril.
Hasta los pájaros levantaron el vuelo y jamás volvieron.
La novela está narrada por Ádam, hijo
adoptivo de un vigilante de unas especiales fuentes termales de las que brota
agua caliente, salada y sulfurosa que difunde du fetidez por toda la comarca.
El mejor lugar para despedirse de la vida dicee uno de los personajes. El
brigadier, padre adoptivo de Ádam, no solo vigila las aguas, Controla la presa
y el resto del pueblo. No saben lo que ocurrió pero viven absolutamente
aislados. La vida de Ádam se reduce a ir de acá para alá llevando recados. Y
esperando a que venga alguien que les explique qué hacen allí.
Jablonska Poliana está poblada por seres
minerales, cubiertos de hielo o de musgo, ajenos al apasionamiento, al amor, a
la amistad y a la felicidad que nos es más que la saliva que se filtra por el
cristal de las ventanas. Los jóvenes son pérfidos; el nombre de la muerte está
inscrito en la vestimenta de los popes. Y el crimen y los sucesos personales se
fusionan entre sí. Y como estos, cientos de fenómenos trágicos que el autor nos
presenta mezclados con lo irrisorio. En definitiva, un microcosmos inhóspito,
surrealista, como los salidos de la pluma de Kafka. Todoss, desde los pájaros
hasta el conjunto e los jóvenes, vuelan del pueblos para no regresar. Una
novela en la que presenciamos un proceso de disolución de lo real en lo
absurdo. Algo que se produce con gran naturalidad, mientras los márgenes y
personajes se van disolviendo. Y no hay vida en ninguna otra parte, como si
estuviéramos afrontando el fin de los tiempos de una forma entre grotesca y
delirante.
La novela carece de un hilo argumental único
que nos pueda facilitar su lectura; con cantidad de personajes y detalles que
el autor nos presenta. Hay personajes que le otorgan un cierto color a la
novela como Nika Karanica, enfermera con poderes mágicos, Klara Burszen que no
conoce el idioma, pero disfruta cada día oyendo la lectura de nuestros tiempos,
o Delfina Duhocnik que fue capaz de convivir durante todo el invierno con el cadáver
de su marido. Todo ello muy cercanos a las coordenadas del realismo mágico.
Que nadie se engañe con esta novela; no es fácil
ni agradable. la literatura de Ádám Bodor. Escritura tremendamente seca, áspera
y fría, con ausencia absoluta de adornos estilísticos, sin concesiones a la galería.
Pero en este caso la sobriedad narrativa parece ser la única forma plausible para
hablar del mundo cerrado y aislado de Jablonska Poliana.
Francisco Martínez
Bouzas
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