Kathy Acker
Prólogo de Eloy Fernández Porta
Editorial Anagrama, Barcelona, 2019, 200 páginas.
Editorial
Anagrama acaba de rescatar, por segunda vez, una de las tres obras que en su
día consagraron a Kathy Acker, Aborto en
la escuela. Kathy Acker (Nueva York, 1947- Tijuana, 1997) ha acopiado un
inmenso cúmulo de calificativos, la mayoría abominando de ella y de sus libros.
Otros la consideran una de las escritoras más importantes de la segunda mitad
del siglo XX, y sobre todo valoran su coraje y capacidad de penetrar en la
cultura americana, “con una fuerza intelectual pícara y espléndida que no se
había visto antes” (Sapphire). Lo más benevolente que se puede decir de sus
libros es que son “obscenos”, “perturbadores” e “iconoclastas”. Feminista
postlacaniana para algunos críticos que ha analizado en profundidad su obra.
De Aborto en la escuela se ha escrito que es un festín de inventiva y
provocación, un fanático y fantasioso cóctel molotov de sexo, política y
teorías que hoy están más de moda que nunca. La relación de etiquetas que se
ganó en vida la autora, no la han abandonado nunca. Sigue siendo una bandera de
la contracultura. En buena medida, la sarta de apelativos que definieron su
pensamiento y su conducta se deben al hostil ambiente familiar ya que Acker que
fue abandonada de niña por su padre, se sentía no deseada y no querida por su madre.
“Mis padres eran monstruos para mí”, llegó a escribir.
Sus
primeras publicaciones se mueven en el ambiente “underground” de Nueva York.
También se la asocia con el movimiento punk de finales de los 70. Su obra
además es heredera de varios elementos experimentales de Borroughs y Marguerite
Duras. Con frecuencia se sirve del pastiche y de la técnica cut-up como estrategia escritural. Ella
misma definió su estilo como “post-nouveaus roman”: textos en los que amalgama
elementos biográficos, con otros como el poder, el sexo y la violencia.
Blood and Guts in High School (1984),
traducida al español como Aborto en la
escuela, y reeditada este año por la editorial barcelonesa, está considerada
la obra más importante de Kathy Acker. Novela camaleónica cuya escritura
fusiona poesía y textos en primera
persona, trozos de cuentos en tercera, pornografía, sueños oníricos dibujados
por una niña. Una suerte de burla de la misma escritura. Su mérito consiste en
haber hecho lo que nadie en su época se hubiera atrevido a hacer. En este
sentido fue única, sin parangón con ningún otro escritor o escritora.
La trama
argumental tiene mucho que ver con el mundo de Kathy Acker: las niñas son
juguetes sexuales de sus padres. Por eso la novela narra las experiencias de
Janey Smith, una niña de trece años adicta al sexo, con una enfermedad pélvica
inflamatoria, enamorada de su padre al que veía como novio, hermano, hermana,
diversión y padre, que la explotaba y vendía como esclava. Sin embargo la
actitud de de Janey es la de una mujer adulta. A pesar de que el padre juega a
placer con su hija, Janey, sin embargo, deja traslucir su necesidad de ser
amada y protegida, pero acto seguido se pone al lado de los “salvajes” y
marginados (las putillas de de trece años, los adúlteros, los esclavos). Quizás
el sexo para la niña no es más que el medio mediante el que finge sentirse
amada, pero nunca lo vive como una experiencia placentera. Janey relata sus
abortos, sus frecuentes experiencias abortivas de una forma casi frívola, ya que
para ella son como si jodieras: te acuestas y te abres de piernas.
Aborta
ella y abortan muchas otras adolescentes judías, protestantes, católicas. Y
aborta no una sino varias veces hasta el punto de que se siente más segura
allí, en un consultorio médico que en la calle: “Deseé un aborto permanente”.
Pero hablar de sus abortos quizás no sea más que una forma de hablar de su
dolor. El dolor, en efecto, pasa a primer plano, por delante de la pornografía
y de la violencia cuando se lee a Acker. De hecho al abortar su protagonista
Janey quería que la follasen con amor. El dolor le daba igual. El primero es
causa de los segundos. El dolor
engendra violencia, pornografía.
La
técnica escritural de Kathy Acker, como subraya el prologuista de esta edición,
es una de las más intensas e innovadoras de la segunda mitad del siglo XX. Pero
la suya es una escritura que debe de ser leída como una piel a la que han dado
la vuelta, como una inmensa membrana invertida. Estética de lo extremo, en
palabras del autor del prólogo, con una estructura que nada tiene que ver con
el formato convencional de una novela. Aborto
en la escuela es un patwork de diálogos teatrales, poemas, algunos en persa
con traducción, anuncios, dibujos y alguna fábula. Y todo girando alrededor de
la inquisitoria búsqueda de la identidad de la protagonista. Y al mismo tiempo,
la novela, o lo que sea, de Kathy Acker
es un homenaje a los escritores que la autora siempre admiró. Así penetra, o
intenta penetrar, Acker en el meollo de la cultura americana.
Francisco Martínez Bouzas
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