Lola Fernández Estévez
Grupo Tierra Trivium, Barcelona, 2019, 279 páginas.
Tras su debut en 2016 en su pasión, que no es otra que la escritura, con
una novela de aventuras y a la vez criminal (Tiempos del sal), a la que siguió en 2018 una pieza costumbrista y
a la vez feminista (Natica), Lola
Fernández Estévez cambia de registro y en Operación
Inuit nos ofrece una novela de acción y a la vez de investigación e
intriga.
La
novela, en efecto, da comienzo con un hecho que tiene totas las trazas de ser
criminal: un periodista, Antonio Villegas que investiga el plan que una
poderosa organización mundial está urdiendo, aparece ahogado en la playa de
Sitges.
Así se
inicia Operación Inuit, nombre del plan.
Y, sin solución de continuidad, hace acto de presencia la verdadera
protagonista de la trama. La joven doctora Eulalia Martín (Laly, en el resto de
la novela), trasladada recientemente al pueblecito de El Figaró. Allí comprueba
que varios pacientes mayores han muerto de manera misteriosa, Un anciano, Quim,
le advierte de que se están cargando a la gente, envenenando poco a poco a los
viejos haciéndoles tomar un medicamento nuevo de nombre IF-1 que recetan a personas
mayores de sesenta y cinco años. Un medicamento inteligente que actúa con más o
menos fuerza en función de la edad, y causa leucemia, pero avalado por el hecho
de incentivar la generación espontánea de nuevas mitocondrias dentro de las
células envejecidas. Las autopsias
demuestran que el nuevo “medicamento” temporizador IF-1 perjudicaba más o menos
según el estado de deterioro del cuerpo.
Un
medicamento, en definitiva, que mata ancianos. Y Laly recuerda con estupor que
también su madre murió de leucemia mientras tomaba el IF-1. La eliminación de
los ancianos ahorrará grandes cantidades de los presupuestos, según piensa
Quim, un anciano que fue reportero de guerra. El Instituto Catalán de la Salud
no acepta sus conclusiones y suspende a Laly de empleo y sueldo porque ha dejado
de administrar un tratamiento con rango de vacuna mundial para administrar a
los viejos en un mundo donde no tienen cabida.
Detrás de
todo ellos se encuentra la “Operación Iunuit”, el plan urdido para eliminar
parte de la población de la tercera edad en países desarrollados debido a su
coste económico; y la manera de hacerlo es utilizar un medicamento legal. La
longevidad de la población es una amenaza. Pero también los recién nacidos son
una amenaza.
La
novela introduce al lector en lo más recóndito de ciertas organizaciones
planetarias y en su intento de controlar la población mundial. Tener el poder
sobre la vida y la muerte; y por eso se convierte, en ciertas secuencias, en un
thriller criminal. Plantea así mismo la posibilidad de mundos futuros, tales
como viajar en el tiempo. Ribetes pues de ciencia ficción. Pero el núcleo
central de la novela es el interés de obtener medicamentos regenerativos,
rehaciendo células humanas. Ese es el propósito del plan urdido por los máximos
responsables de la Operación Inuit, seres que jugaban a ser Dios. El desenlace
que no revelaré, nos hace ver que sigue siendo una vana utopía el empeño de la
especie humana en alcanzar la inmortalidad.
Una
novela de intriga, de acción, de buenos y malos que plantea múltiples temas
además del central: la soledad de los ancianos -hacerse viejo es morir para los
que amas-; la edad de la pérdida: los ancianos se han convertido, en la
sociedades actuales, en muebles viejos e insensibles que han dejado de ser los
transmisores de la memoria colectiva; la ética médica; la prepotencia de las
industrias farmacéuticas que crean o hacen
desaparecer a su antojo medicamentos en función del rendimiento económico,
no de las necesidades de los enfermos; la redes sociales que no son vida real,
son simulacros.
Desde el
punto de vista formal, la autora presenta un relato lineal estructurado en
forma de diario. Un narrador omnisciente narra los acontecimientos en tercera
persona, con abundancia de diálogos y pequeñas descripciones adecuadamente
integradas en el desarrollo de la trama. Quizás hace intervenir la escritora a
demasiados personajes que crean cierta confusión. Un estilo cuidado pero
sencillo; amplia información bien documentada sobre temas médicos. Un ritmo
demasiado lento al principio que cobra viveza a medida que nos acercamos al
desenlace. Novela, pues, de intriga, cercana a veces a una novela negra. Es de
agradecer el hecho de que la autora, en un tema que se presta a ello, renuncie
al adoctrinamiento. Y aunque hay buenos y malos en la novela, lo son por sus
actos, no por preconceptos maniqueos.
Francisco Martínez Bouzas
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