Diego
Ameixeiras
Ediciones
Akal, Madridn 2017, 160 páginas.
“Pero son Matarte lentamente, Conduce rápido
y La crueldad de abril las que verdaderamente convierten a
Ameixeiras en uno de los pilares de la novela negra en Galicia y España.”. Así
afirmaba hace unos días en mi reseña de la novela Matarte lentamente. Hoy me satisface ofrecer el siguiente
comentario de otra novela negra de Ameixeiras: Conduce rápido, publicada por la Serie negra de Ediciones Akal.
Una de las obsesiones de Diego Ameixeiras
como narrador es la de ser un fiel testigo de lo que sucede en la calle, sobre
todo en los lugares públicos de nuestras ciudades. Suele hacerlo en todos los
registros en los que escribe, incluso en el género folletinesco, tal como había
hecho en Historias de Oregón, un
retrato expresionista de una ciudad gallega rebosante de personajes sumergidos
en inconcebibles intemperies vitales: Fue esta pieza narrativa la que supuso un
comienzo en el cambio de registro, que proseguiría con Todo OK y Matarte lentamente.
Un progresivo abandono del género detectivesco en beneficio de la novela
negra, en mi opinión, una fórmula narrativa más rica y compleja que la simple
investigación de un hecho criminal. En la novela negra el elemento
estructurador es un retrato crítico de la sociedad, así como la introspección
psicológica de los personajes. Una verdadera crónica social de un tiempo que
suele convertirse en un espantoso friso de la actualidad áspera y dura, llena
de vidas rotas, esclavas de las mayores pesadillas, perdedores, siempre
perdedores.
Ese mismo cauce es por el que Diego
Ameixeiras deja transcurrir Conduce
rápido. Una novela coral que aborda los submundos de la marginación social,
atenazada por la extrema violencia. Estructurada en torno a una trama principal y varias secundarias,
que a pesar de que al inicio de la novela parecen independientes, terminan, sin
embargo, entrecruzándose, encajando entre sí, ya que todas ellas giran alrededor del mismo tema: el
narcotráfico que atenaza a un grupo de personajes que se hallan en situaciones
límites, y acaban casi que todas ellas en el bando de los perdedores.
El detonante es un saco de lona envuelto con
unos cordeles que un chico -uno de los muchos personajes de este coro de vidas
precarias- encuentra en una playa gallega. Dentro, diez kilos de cocaína. Va a
ser una excelente ocasión para que dos hermanos que viven en la
marginalidad de Santiago, busquen una solución
definitiva para sus vidas; el golpe de fortuna que los saque de la miseria y de
la delincuencia. Pero su miserable épica, con códigos muy especiales que la
convierten ciertamente en una poética de la desesperación, acabará explotando
en abismos de violencia, con la muerte como horizonte para la mayor parte de
los antihéroes de estas historias cruzadas.
En la novela hay delincuencia y hay
narcotráfico. Peo ni los delincuentes ni los traficantes son grandes capos, ni
delincuentes de guante blando. Son yonquis, gente que apenas logra sobrevivir a
base de pequeños robos, resolviendo problemas de otros, tanto los sencillos
como los complicados; o intentando venderles un saco de coca a los capos
narcotraficantes que lo perderán en el mar. Crónica negra, negrísima, de una
geografía de lo más obscuro de nuestra sociedad. Sin embargo todavía queda un
resquicio: una puerta abierta para la esperanza e incluso para el amor.
Diego Ameixeiras levanta esta novela con una
insólita economía expresiva, con la brevedad de secuencias escritas de manera
sintética, con un estilo contenido, como flashes expresionistas. Estilo
fotográfico, como se ha descrito a esta forma de narrar basada en el relato de
las acciones y en los diálogos de los protagonistas.
La novela cuenta lo que pasa en cinco días,
y cada secuencia está marcada por la hora en la que acontece lo que se relata:
la violencia que se va apoderando de la narración a un ritmo muy veloz. El
autor omite todo aquello que no es estrictamente necesario para entender lo que
ocurre. Como ha declarado el mismo Ameixeiras, siendo fiel al género, los
personajes no deben tardar treinta páginas en subir una escalera. A pesar de
esa economía expresiva, no faltan en la novela verdaderos logros expresivos. No
son, sin embargo, resplandores líricos, sino relámpagos de violencia.
Señalo finalmente la ausencia de un propósito didáctico o moralizante en Conduce rápido, bastante frecuente en la
novela negra. La visual penetrante del autor adopta en esta novela negra el
punto de vista de los delincuentes, personas que se mueven en la marginalidad,
en la pequeña delincuencia, o en otra más organizada, a los que el autor no
condena ni redime. Nos hace llegar con gran habilidad y efectismo sus miserias,
sus historias, o sus actos. Serán los lectores que leen para juzgar y no
disfrutar de un buen producto literario, a los que les corresponde actuar de
jueces.
Francisco
Martínez Bouzas
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