miércoles, 9 de octubre de 2019

"CON ALMA DE GATA": DEFICIT DE SUPENSE


Con alma de gata
Nuria Barnes
Grupo Tierra Trivium, Madrid 2019, 191 páginas.

    


   Basculando entre el relato largo y el hiperbreve, Nuria Barnes le ofrece al lector una colactánea de relatos. Su cuarto libro publicado, sumando su obra poética y el relato corto. Más de cuarenta relatos en los que la autora -y me sirvo de la breve sinopsis de la contraportada- nos ofrece una visión de la vida, oteándola como los gatos: Mezclándose con la gente y a la vez en sigilo, con la finalidad de conocer sus historias. Ese gato que avizora hallará un mundo de almas, corazones y piel. Relatos, por consiguiente, teñidos de sentimientos, y a veces de misterio como subraya la prologuista, Albahaca Martín. También cita ese algo congénito del homo homi lupus hobbesiano, es decir la maldad consustancial como nuestra forma de ser.
   Los textos que nos brinda Nuria Barnes se ajustan en buena parte al “dictum” del relato breve. Me quedo, por su expresividad, con el de la novelista Marina Mayoral: “la novela es como un veneno lento y el cuento como un navajazo”. Una puñalada cortante que renuncia a todo lo accesorio e impacta de forma directa e inesperada en la conciencia del lector. Para ello sugiere más de lo que dice, respetando siempre la coherencia interna para que la historia resulte verosímil. Por eso la autora emplea con mesura la adjetivación y no lo explica todo en sus relatos. Mas su estructura es semejante a la de la novela: parte de la introducción, a veces  in media res como en el relato “Los peores mejores años de sus vidas” (páginas 66-70). Sigue el desenvolvimiento y el cierre. Así pues, en los relatos de Nuria Barnes hallamos brevedad, concisión, ideas conectadas por verbos que expresan movimiento, acción, paso del tiempo, dándole la razón a Cortázar que escribió que el cuento breve condensa la obsesión de la alimaña para fascinar al lector. Veremos hasta qué medida lo logra la autora.
   Ya en el primer relato, “Quizá sin alma”, nos sentimos embargados por los sentimientos que afloran en forma de lágrimas de la protagonista y por su entrega a la sombra que oculta su sueño renunciando a los brazos y abrazos. Un pronóstico de que estamos ante una literatura de sentimientos, de dolores ocultos detrás de las sonrisas. Siguen muchos otros relatos en los que se pone en la balanza el sentido de la vida, de una existencia gris. Todos ellos son historias tejidas  con hilos de vida: seres nacidos para bailar que, sin embargo se aferraban a su destino con pasión y con miedo, aunque su deseo sería cambiarse por una diva. Pero siempre con el miedo de que se evapore la magia. La gata también otea a seres que están o parecen estar fuera de la realidad, con su mejor amiga enamorada de su marido y ella sin enterarse. Seres cansados de vivir, sin metas, sin razones, que se alejan de los suyos. Relatos, muchos de ellos con un plus de misterio pero con un núcleo diegético en el que se relatan escenas de la vida cotidiana, preñada, eso sí, de sentimientos, con amores y desamores, porque no existe el amor sin contaminación.
   Con rasgos imaginativos que abren las puertas al extrañamiento y a lo fantástico. Por eso sospecho que los cuentos de Nuria Barnes no parten de hechos reales y que su principal componente es la ficción. Suelen tener un personaje principal, aunque en muchos de ellos el lector se encuentra con varios actantes. Relatados en general por un narrador omnisciente. Pero, en mi opinión, muchos de ellos, especialmente los más extensos, no responden a la principal exigencia de la narrativa breve: no general tensión, no son navajazos que nos dejen sin aliento.
   

                                                 
Nuria Barnes


   Están perfectamente escritos, si bien no se ajustan en demasía a la gramática de la narrativa breve: sobreabundancia de descripciones y de diálogos, por lo que difícilmente el lector captará el planteamiento, el nudo y el desenlace. Verosímiles pero carentes de sustancia narrativa y ayunos de esos comienzos que hacen que el lector quede  enganchado al  relato. No ocurre lo mismo en aquellos relatos sumamente breves, verdaderos microcuentos, como “Café amargo, “Sábanas blancas”, ·Game over” o “Tropiezo”. Su núcleo narrativo condensa verdaderamente la obsesión de la alimaña. Sugieren mucho más de lo que dicen.
   Relatos que muestran lo peor y lo mejor del ser humano pero atados a historias banales que apenas tiran de la atención lectora, porque escasea el núcleo del conflicto, y la narrativa breve debe huir de la dispersión y perseguir la condensación, precisamente en el corazón la historia, en el clímax.

Francisco Martínez Bouzas

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