lunes, 17 de junio de 2019

LA NOVELA DE UNA NOVELA NO ESCRITA


8.38
Luis Rodriguez
Editorial Candaya, Avinyonet del Pendès (Barcelona) 2019, 188 páginas.

    


   Libros especiales precisan editoriales especiales. Sobre todo que no rehúyan editar gestos y textos vanguardistas. Y 3.38 lo es. Por eso uno de esos sellos especiales que podía encarar su edición es Candaya. Porque, no lo olvidemos, de la esencia de la literatura forma parte ir descubriendo nuevas formas de narrar. Y además la novela es el reino de la subversión, como señaló hace ya años el anterior del Director de la Real Academia Española: “(…) la novela es el reino de la libertad, libertad de contenido y de forma, y por naturaleza resulta proteica y abierta. La única regla que cumple universalmente es transgredirlas todas”. Algo así se nos dice en interrogantes, más bien retóricos, en las páginas iniciales de 3.38: “¿De qué recursos se vale un escritor? ¿Son todos lícitos? ¿Permite ser cuestionado como la cámara lúcida en pintura?” (página 39).
   Que el autor de 3.38 se sirve de ciertos condicionantes como la metanovelística ya se nos advierte en “Algunas claves sobre 3.38” que Candaya ha tenido a bien insertar en su página web como introducción a la novela: “gesto vanguardista incuestionable”, es una obra inclasificable escrita en clave metaliteraria (…) sostenida en tres pilares narrativos de la contemporaneidad como el fragmento, la elipsis y la ambigüedad narrativa. Este último apoyo es sin duda el más duro de pelar para la mayoría de los lectores.
   Mas comenzaré con la sinopsis o algo que se le parezca. La primera voz que aparece en la novela es la de Pablo que nos habla de un escritor que accidentalmente conoció en un hostal, y que pretende escribir una novela sobre un brigada de la Guardia Civil, Aníbal, cuya intención es darle caza a unos maquis; ese era el comienzo y el propósito del relato, pero es incapaz de hacerlo. Luis Rodríguez hace referencia a sus novelas, a las novelas del escritor Luis Rodríguez, autor de cuatro novelas reales. Y llena esta primera parte de anotaciones, anécdotas, reflexiones metaliterarias, llegando a decir, por ejemplo que le gustaba confundir la realidad con la literatura. Habla además de autores conocidos de los que Pablo no tiene noticia. Rodríguez no quiere construir una historia de una persecución, de emboscadas. Por eso se halla tan lejos en su novela que le parece algo inalcanzable. Pero Luis Rodríguez escribe porque sabe leer. Una mañana desaparece y ya no volvió.
   Pablo persigue su pista y en su búsqueda se topa con Jacinta, una preadolescente de doce años, que la noche precedente había soñado con el suicidio de Luis en un embalse. Pablo le refiere el cuento de la niña a Claudio, un personaje ajeno a la literatura, pero dueño de una imaginación prodigiosa, capaz de inventar una estrambótica biografía de Luis Rodríguez.
   La narración se convierte entonces en una especie de juego, a veces teatral. Luis Rodríguez seguirá jugando con todo aquel que se obstine  en continuar con la lectura: porque de Claudio, sin apenas él sospecharlo, extraemos páginas rebosantes de imaginación, y dado su oficio ajeno a la literatura, va perfilando una extraña biografía de Luis Rodríguez.
   

                                             
Luis Rodríguez

  
   Hay un inciso en la novela en el que se dice que la literatura es un secuestro, un rapto, y que el escritor tiene que ser muy astuto para que el lector no advierta el peligro. Algo así como el pacto narrativo. El contrato implícito que se establece entre el emisor /escritor del mensaje narrativo y cada uno de sus receptores, mediante el cual estos aceptan la ficcionalidad de los que se les cuenta. Pero la lectura despierta preguntas y como lectores exigimos respuestas. Y estas respuestas habrá que exigirlas al autor, Luis Rodríguez o como quiera que se llame. No es suficiente que 8.38 sea un texto bello y adictivo, que  para algunos lectores se convierta en un verdadero regalo literario. Pero otros se preguntarán cuál es la historia que cuenta la novela. No faltará quien responda que ninguna porque está preñada de historias, de juegos narrativos, de intertextualidades, de inmersión del supuesto autor en lo que escribe, o escribió en sus novelas precedentes, que  en vez de facilitárselo, le roba cuerpo y contenido a la novela.

   Esa novela no tiene concesiones con el lector. Está escrita para lectores avezados, para aquellos lectores  -y de nuevo apelo a “Algunas claves sobre 8.38”- a los que les gusta la literatura que apuesta por renovar y explorar nuevas formas de narrar. Y que conste que en 8.38 también hay partes y largas secuencias enteramente convencionales, especialmente en el desenlace, tales como las páginas finales con madamas y prostitutas, entre ellas Jacinta que al final confiesa que a  Luis Rodríguez lo ha matado.
   Novela subversiva que explora nuevos caminos. Ignorar estas nuevas sendas equivale a desconocer que el mundo se mueve constantemente hacia alguna parte. Y la literatura, y en general todas las expresiones artísticas, no tienen más remedio que acompañarlo. ¿Y lo que no quede claro? Sigamos el consejo de Piglia: un relato en el que todo queda claro, está fuera de la literatura, y si se quiere, la teoría del iceberg, de la que no solo forman parte la elipsis sino también la ambigüedad narrativa.

Francisco Martínez Bouzas

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