Yukio Mishima
Traducción de Ricardo Domingo
Alianza Editorial, Madrid, 2017, 238 páginas
Sed de amor es una obra menor de Yukio
Mishima (1925-1970). La segunda que publicó tras el éxito de una de sus novelas
más famosas, Confesiones de una máscara
(1949). Sin embargo, como prácticamente toda la literatura japonesa tras la
supresión de la Liga de Escritores
Proletarios y la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, reúne
todos los ingredientes de ese sutil ejercicio
de perversas intimidades personales, de exaltación de la energía
destructora que culminó precisamente con el suicidio ritual de Yukio Mishima en
1970. Como en Confesiones de una máscara,
Mishima aborda en Sed de amor ese
mundo de obsesiones humanas que se derivan de un amor teñido por los celos, el
deseo y el odio. El amor como destrucción, en su aspecto malsano y demoledor.
La novela
traslada al lector al Japón de posguerra y narra la historia de Etsuko, una
joven viuda que se traslada a vivir a Maidemmura, un suburbio de la ciudad de
Toyonaka, perteneciente a la prefectura
de Osaka. Allí convive con sus cuñados y cuñadas, dos criados, Saburo y y Miyo
y el suegro Yakichi a cuya autoridad como cabeza de familia se someterá
durmiendo con él y manteniendo relaciones sexuales aceptadas de forma pasiva,
cuando todavía estaba de luto por su marido. Pero Etsuko se siente atraída
sentimentalmente por el sirviente Saburo, un alma simple y transparente. Todo
se complica cuando Etsuko descubre que Saburo desea sexualmente a Miyo a la
que, a pesar de no amarla, deja embarazada.
Poco a
poco, va asomando por la novela la dimensión patológica y morbosa del amor. La
pasión de Etsuko por Saburo que acabará en tragedia, es una prueba
sorprendente, por su carácter enfermizo, de la ilimitada fogosidad de los seres
humanos por torturarse a sí mismos. La protagonista es un personaje
emocionalmente inestable, víctima de una sed de amor nutrida por celos, el
deseo y el odio. Un ser desequilibrado por pasiones tóxicas, consciente además
de que se torturaba a sí misma, que ya había mantenido una relación insana con
su marido que parecía satisfacer a los dos: a él haciéndola sufrir
psicológicamente con sus infidelidades
-ella llega incluso a intentar envenenarse comida por los celos-; y
Etsuko torturándose de forma masoquista y mirándole con ojos de perro, como a
un mendigo al que ve morir con cierta complacencia.
Pero no
es Etsuko el único personaje que entiende el amor de forma insana. Su suegro
Yakichi, a pesar de que es consciente de que su nuera no lo ama, de que
solamente le permite saciar de forma pasiva su concupiscencia en la cama, es
incapaz de vivir sin ella. Ella es como un pecado o un mal hábito, pero sin
embargo, ante la sociedad no la convierte en su esposa.
La novela
explora alguna de las profundidades más tenebrosas del alma humana, un tema que
será una constante de Yukio Mishima, especialmente el del amor como
autodestrucción. Un desenlace terminante, definitivo muy traumático para Etsuko
y Yakichi, hace pensar en la misoginia de Mishima. Tras un horrendo crimen, la
narración de Mishima permite que esta mujer duerma tranquilamente unas horas. Tampoco
el hecho de acostarse con el padre de su marido provoca en ella ningún desgarro
interior, a pesar de estar enamorada de otro hombre.
No
obstante ser una de sus primeras novelas, Mishima eligió para Sed de amor una técnica narrativa que me
parece apropiada. Una narración heterodiegética en tercera persona,
que adopta en la mayoría de las secuencias el punto de vista de la
protagonista, se centra en el desciframiento del personaje inestable y
psicológicamente enfermo. A ello también
contribuye la creación de un ambiente insano que se pega a la mayoría de los
personajes. Abundan las descripciones ricas en colorido, cierto simbolismo o la
apelación al valor de las tradiciones, algo que veremos en la mayoría de las
obras del escritor japonés.
Conviene
además prestar atención a otro elemento presente en la narración: los momentos
más tranquilos los escenifica el autor mediante diálogos aparentemente
relajados. En cambio las situaciones tensas como el intento de violación,
previo al desenlace, se producen en silencio. Ritmo narrativo sosegado a lo
largo de la mayor parte del relato que, sin embargo, se acelera en el
desenlace. Mishima retrata a los personajes, sobre todo a Etsuko, por sus
actos. Y a pesar de la perfidia con la que suele describir a la mujer, en el
fondo permite que el lector, gracias a las contextualizaciones que jalonan la
vida de la protagonista, pueda entender las morbosas profundidades del amor.
Yukio Mishima |
Fragmentos
“Para Etsuko, nacida y criada en Tokio, Osaka albergaba terrores
inexplicables. Ciudad de príncipes, comerciantes, vagabundos, empresarios,
corredores de bolsa, prostitutas, vendedores de opio, administrativos,
maleantes, banqueros, funcionarios provinciales, concejales, recitadores de
Gidayu, queridas, esposas tacañas, periodistas, comediantes y presentadores,
camareras, limpiabotas -no era esto, en
realidad lo que atemorizaba a Etsuko-. ¿Era la misma vida? La vida, ese
complejo mar sin límites poblado de diferentes objetos flotantes, lleno hasta
rebosar de azules y verdes, caprichosos, violentos, pero eternamente
transparentes.”
…..
“Etsuko ansiaba tocarle con sus dedos. No sabía qué clase de deseo era.
Metafóricamente aquella espalda era para ella la profundidad de un océano sin
fondo; deseaba con ansia zambullirse en esta agua. Su deseo era muy parecido al
de quien quiere ahogarse; lo que desea no es tanto la muerte como lo que pueda
venir después de ahogarse: algo diferente de lo que tenía antes, un mundo
diferente, como mínimo.
Una nueva sacudida, un nuevo oleaje, lanzó hacia adelante a todos aquellos
cuerpos. Los jóvenes semidesnudos se movieron a contracorriente, acordes con
los caprichosos movimientos de la cabeza del león. Etsuko saltó hacia delante,
empujada por el tropel, y chocó contra una espalda desnuda, ardiente como el
fuego, que venía en dirección opuesta. Era la espalda de Saburo. Saboreó el
tacto de su piel. Saboreó el irresistible calor que despedía.”
…..
“Encerrada en la seguridad del cubrecama, Etsuko no se movió. Pero sus
ojos, armados de una mirada resuelta, salieron al encuentro de la mirada de
Yakichi. Aquellos ojos no decían nada, ninguna expresión de odio, ni de
disgusto -tampoco de amor-, pero hicieron retroceder a Yakichi.
-No, No -dijo ella con una voz muy débil , impasible-. Mientras no le digas
a Miyo que se vaya te diré «no».
¿De dónde sacaba fuerza Etsuko para este rechazo?? Antes de ponerse enferma
solía recibir la aproximación del cuerpo desgastado y desmañado de Yakichi
simplemente cerrando los ojos. Todo sucedía a su alrededor -sus ojos cerrados
con fuerza- en la periferia de su cuerpo. Incluso lo que tenía lugar sobre su
cuerpo era para ella un acontecimiento del mundo exterior. ¿Dónde empezaba este
mundo exterior? El mundo interior de esta mujer, capaz de actividades
extremadamente delicadas, desarrollaba la energía capturada, comprimida,
potencial, de un explosivo.”
(Yukio Mishima, Sed de amor, páginas 10, 139, 189-190)
Muy interesante ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta