Xavier Queipo
Editorial Ézaro, Madrid, 2008, 244 páginas.
Fue en su
día un libro largamente aguardado y esperado, sobre todo en la narrativa
gallega, debido en parte a la ausencia de de ficciones relativas al mar en un
país de 1490 kilómetros de costa. Pero tampoco en español la literatura ha sido
pródiga con piezas en las que el mar no solo es un espacio, más bien
decorativo, sino el principal o uno de los primordiales protagonistas. Por eso
revisito con placer la novela que, con el título O paso do noroeste publicó Xavier Queipo en 1996, traducido al
castellano con el título Las aventuras
del capitán Duchesnoy. Una historia de aventuras que es también la de la
descomposición de una personalidad y de una época absolutista, a la que
seguiría de inmediato la Revolución francesa. Una novela además que ha sido
reconocida por la crítica como la mejor novela de tema marino escrita en
gallego, al menos hasta la navegación alucinada
de Extramunde, también del
mismo autor Advierto sin embargo que Las
aventuras del capitán Duchesnoy es un relato de aventuras marinas, pero muy
alejadas de las costas y mares gallegos.
Pero un
libro que, en correlación con el prólogo de Joseph Conrad a la novela The Niger of Narcisus, apela a nuestra
capacidad para el deleite, para la admiración, para la reflexión: a nuestra intuición del misterio que rodea la
vida cuando esta parece que va a sufrir los efectos de la derrota física y
moral.
Xavier
Queipo, partiendo del artificio del manuscrito hallado bajo una losa de la
fortaleza de Mont Saint-Michel, articula
con dominio del oficio, verosimilitud, alineándose con esa atmósfera
mágica que se produce en su producción literaria anterior, y narra o “compila”
la tentativa de la fragata de La Royale L´
Épée, al mando del capitán Jean Christophe de Simonet, barón de Duchesnoy,
de fraccionar los hielos árticos, y hallar una ruta - el paso del Noroeste-,
buscando por el norte el camino de las Indias, de Japón y de China.
En el
periplo marítimo por los mares del Atlántico Norte fluye de forma abundante la
aventura. Con noches de calmazo, de rugir del viento, con nieblas ubicuas,
mares grises y revueltos, superficies brumosas, descomunales monstruos marinos, encuentros con civilizaciones desconocidas. Y sobre todo con ese mar
intemporal y fantasmagórico y la inmensa llanura de la banquisa, las peligrosas
capas de hielo flotante, que está presente en toda la narración y aferra a
hombres y navíos, obligándoles a navegar entre los miedos y las incertidumbres.
Y como en
muchos otros libros de aventuras, también ese transcurrir sutil, un trasfondo
inequívoco, que podemos leer en clave alegórica, que se ceba sobre todo con la
vida de un hombre, el capitán Duchesnoy, que, con pasión y empeño
inquebrantable, acepta el desafío: construirse a sí mismo y buscar el sentido y la realización de la
propia existencia en su relación con el mundo de su tiempo, en vísperas de una
radical transformación. Mas, a medida de que sus hombres van siendo arrebatados
por las olas y arrecia el frío y la blancura silenciosa del mar, Duchesnoy
experimenta el crecimiento, como bola de nieve, de la sensación de
atemporalidad, desaliento, congelación, predestinación y tragedia.
En el
desenlace, sobre el rostro interior del marino francés las marcas de la derrota
ética, derivadas de un doble naufragio: el del navío y el del propio yo minado
por el derrumbamiento de ilusiones, proyecto y valores, en la antesala de un
tiempo en crisis: el de la Revolución de 1789.
Un buen
relato de aventuras, tanto las que se producen en el mar impenetrable, como en
las insondables profundidades interiores de un hombre que finalmente toma
consciencia de su derrota y de la desintegración de su identidad. Xavier Queipo hace presente, sin distorsiones
y largar cavilaciones que desviarían la atención del lector, un intento de reflexión
sobre el ser humano y el lugar que le corresponde
ocupar en el mundo. Sobre la realidad natural y sus contrastes, sobre la ética y
el sentimiento de construcción y dominio de la propia personalidad; sobre eses mundos
que la voluntad siempre ha estado tentada de vivirlos, antes incluso de ser capaz
de explicarlos.
Francisco Martínez Bouzas
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