Georgi
Márkov
Traducción
de Viktoria Leftérova y Enrique Gil-Delgado
Ediciones
Siruela, Madrid, 2020, 93 páginas.
Ediciones Siruela traduce por primera vez al español Retrato de mi doble de Georgi Márkov
(Sofía 1927-Londres1978), famoso escritor en su país cuando abandonó Bulgaría y
comenzó a trabajar para la BBC y otras emisoras, convertido en la voz más
crítica de la disidencia búlgara. Pero en plena guerra fría, los que estaban
detrás de sus críticas tras el telón de acero, se vengarán asesinándolo, al
tercer intento, con aceite de ricino, después de haber recibido un pinchazo con
un paraguas junto al puente de Waterloo.
Posiblemente Márkov huyó de Bulgaria para
verse libre de una patología que sufría él y muchos de sus compatriotas: la ketman, un desdoblamiento de la
personalidad, inducida por el régimen, y consistente en manifestarse en público
de un manera e interiorizar una angustia y una frustración insoportables hasta
el punto de que el sujeto que la padece se convierte en un rebaño apático. La
estrategia del fingimiento a la que también había aludido Todorov.
Y ese desdoblamiento se muestra con sutil
calidad en la novela Retrato de mi doble que
concibe el tapete de juego como un
escenario donde las verdades parecen mentiras y a las mentiras se las camufla
como verdades. Todo ello lo revela, y a la vez intenta camuflar, Márkov con una
partida de póquer. El jugador de póquer es un cínico periodista que estafa en
su profesión y en su diversión.
La novela, en efecto, narra en primera
persona una partida de póquer clandestina, ya que son ilegales en la Bulgaria
comunista. El narrador es un periodista
inseguro. En el ejercicio de su profesión se convirtió en un
estafador que goza con el proceso de
falsificación. En las partidas de póquer tiene como socio a El-de-la-Derecha. Y
está convencido de que esa noche va a ganar y desplumas al Hiena, porque su
socio de juego es un jugador con mucha experiencia, un verdadero “campeón
olímpico”. Y piensa ganarle a un enemigo despreciable para los dos.
A la vez que juega, por su mente desfila un
retrato de sí mismo y la trayectoria de
sus compañeros de mesa. También rumia en su intuición para transformar, en el
ejercicio de su profesión, lo falso en verdadero y lo verdadero en falso.
Incluso para él y para su socio las mujeres son un juego, un juego por supuesto
más insípido que el póquer.
Llega la hora de la gran jugada, del golpe
definitivo, pero lo que sucede es un final inesperado y desdichado, quizás una
traición de su propio socio. Y cuando llega a casa como perdedor y desea
contarle su derrota a su mujer y obtener su perdón, lo único que encuentra es
una habitación vacía.
Con un desenlace previsible, la novela
destaca, no tanto por la trama, sino por el fresco en clave satírica de los
periodistas corruptos, fieles al régimen, que han renunciado a hacer visible la
realidad. Se sienten a la vez felices, y algunos atormentados, camuflándola.
Por eso la novela, en el fondo, revela las falsedades de la vida humana, una
cadena interminable de maquinaciones de todos contra todos. El humor negro forma
parte de los recursos de Márkov, una estrategia que los escritores y artistas del
telón de acero exploraban para evadir la censura. Son así mismo reseñables los espléndidos
dibujos psicológicos de los personajes, tanto o más sugerentes que la trama misma.
Francisco Martínez
Bouzas
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