Juliana
Kálnay
Acantilado,
Barcelona 2020, 209 páginas.
Esta novela escrita en alemán por Juliana Kálnay, que creció y se hizo escritora entre Colonia y Málaga, y con
la que debuta y ella misma traduce al español, subvierte la preceptiva
canónica de la novela (inicio, nudo y
desenlace), rompe con cualquier linealidad a la hora de narrar, emplea
diferentes formas expresivas, mezcla las voces narrativas (primera y tercera
persona), funde diálogos, de naturaleza poco menos que teatral, con
microcuentos. Un ejercicio narrativo no fácil de asimilar por el lector que
además no halla orden en el argumento. Sin embargo, Breve crónica de una paulatina desaparición fue y es una pieza narrativa galardonada con
distintos premios, sin duda porque la autora fue capaz de suturar un cierto
realismo mágico con la literatura del absurdo. En este imaginario tan peculiar
y al mismo tiempo atractivo y complejo,
deberá moverse el lector del debut narrativo
de una joven escritora, Juliana Kálnay (Hamburgo, 1988).
El título de la novela, especialmente las
palabras “paulatina desaparición” puede hacernos pensar que nos encontramos
ante una pieza de enigmas e intriga. No obstante los rasgos que definen la
novela de Juliana Kálnay, son otros: en primer lugar el manejo de ciertas
situaciones absurdas y su capacidad para desconcertarnos por lo insólito de las
mismas; un cierto realismo mágico centralizado en torno al edificio 29,
habitado por unos vecinos sumamente peculiares, con una vidas insólitas en
muchos aspectos, porque la autora ha dado prioridad a la faceta expresiva de la
novela por encima de otros intereses. Así pues, un libro raro y posiblemente
poco comercial, y que quizás cueste entender en toda su plenitud.
Hago mía la sinopsis de la contraportada
como adecuado resumen de la trama de la novela: “El edificio de vecinos del
número 29 es un microcosmos en el que casi cualquier cosas insólita puede
ocurrir. En él conviven la primera vecina, Rita, siempre presente y vigilante,
y tan vieja como el propio edificio; Maia, la niña a la que le gusta cavar
hoyos en el suelo para esconderse; Lina y su marido Don, que sufre una extraña
metamorfosis; Tom, que vive inadvertidamente en el ascensor; los insomnes
crónicos, siempre alerta, suerte de ejército de Rita; y otros muchos personajes
sorprendentes pero profundamente humanos…”
Hay más personajes insólitos en sus
comportamientos, pero pienso que con la precedente relación es suficiente para
darnos cuenta de la especial fauna que habita el edificio 29, con múltiples
situaciones rayanas con el absurdo o el surrealismo que son los que
verdaderamente le aportan un plus a la lectura, ya que, detrás de la historia
de cada vecino se esconden situaciones insólitas, atractivas, divertidas, pero
todas ellas teñidas de realismo mágico, y a veces bastante reales.
De todos modos, la novela es un experimento
no apto para todos los paladares, especialmente para aquellos lectores que se
sienten satisfechos con la forma de novelas de siempre, con una narrativa
lineal, y esta es una novela experimental que sí será del agrado de aquellos
lectores que se sienten en una zona de beneplácito e incluso de comodidad con
la narrativa posmoderna . A pesar de los muchos escépticos, no debemos olvidar
que la novela es el reino de la libertad de contenido y de forma, y por su
naturaleza es proteica y abierta.
Por otra parte, en la novela hay no pocos
aspectos que funcionan perfectamente,
incluso como secuencias-retratos independientes. Los personajes, en sus rarezas
y manías, están bien perfilados. Las secuencias fantástico-surrealistas no solo divierten al lector, sino que pueden
ser interpretadas alegóricamente (por ejemplo la metamorfosis del hombre que se
convirtió en árbol.) La autora juega con imágenes que casi siempre impresionan
por su rotundidad metafórica y carga imaginativa.
Todo ello y otros rasgos que cada lector
puede hallar en Breve crónica de una
paulatina desaparición deben desparecer ante aquellos lectores dispuestos a
aceptar nuevas formas de narrar, la obscuridad y la peculiaridad de la novela.
Una novela, en definitiva, que requiere esfuerzo mental, que
posiblemente nos cueste entender del todo, pero que no por ello es una novela
rechazable ni absolutamente negativa, siempre, reitero, que la leamos con la
mente abierta a los elementos mágicos y a las situaciones absurdas que tienen
capacidad para desconcertarnos, precisamente porque la autora, en mi
opinión, las trata con solvencia, a pesar
de que puedan desconcertarnos en algún momento y nos cueste entender sus dobles
sentidos.
Francisco
Martínez Bouzas
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