Álvaro
García Hernández
Alianza
Editorial, Madrid, 2019, 198 páginas.
Enero y tú
desnuda es una novela que sorprende desde la página
inicial. Con un comienzo a la vez brutal y atrayente. El resto de la novela está
cocinado a base de chispazos de la vida de un héroe /protagonista a
contracorriente. Y sobre todo es una historia narrada con gran pericia, con la
habilidad de quien sabe ir al grano. El protagonista, Enero, un curioso nombre
que le puso su madre por haber nacido en ese mes, era un funcionario al que
todo se le torció, y es internado en un psiquiátrico durante cinco años,
sometido a medicación brutal que le produce lagunas; y para soportarla las
mezcla con speed. Casado y con una hija que no sabe
si es suya.
Cuando se inicia la novela están a punto de
darle el alta. Una vez dada, se instala en un piso y da comienzo a sus
excentricidades, aunque a lo largo de la novela comprobamos que realmente no es
un perturbado. Si el lector lo ve así es porque está sumergido en el mar de
fondo de la droga.
A medida que avanza la historia, vamos
tomando conciencia de cómo era Enero antes de su entrada en el centro
psiquiátrico: una infancia feliz en casa de su padre, interno en un colegio en
octavo y con una compañera que queda embarazada, recuerdos sombríos del
psiquiátrico: las voces de los locos por las noches, una señora mayor para que
le enseñe a tocar el piano una sola canción gracias a los reglazos. Una vida,
en resumidas cuentas, que englobaba los lo común, lo cotidiano y lo caótico.
Hasta que su existencia entra en crisis, su vida se pone patas arriba. Y entra
en el psiquiátrico. Y durante cinco años. Su cuerpo acumula una inmensa
cantidad de drogas, teóricamente curativas, que él mezcla con rayas. Su vida
está tan rota que está dispuesto a que le digan dónde tiene que firmar para ir
al infierno.
Inicia o prosigue con su vida rutinaria y
excéntrica. Los domingos no hace nada, vida de planta pero colocado. Los lunes
odia a la gente y viaja en tren al pueblo porque el ferrocarril le relaja ya
que las vías del tren no mienten ni se equivocan. Comienza así mismo a hacer
cosas de lo más extraño. Relación incómoda con las mujeres; caza ratas para
tirarlas con una catapulta a la piscina del chalé de su ex, asiste a clases de
kárate los jueves, pero no las aprovecha. Los viernes conduce por la ciudad un
tractor escoltado por la policía que le abre paso, pero ralentizando el tráfico
y cabreando a todos los que circulan detrás de él.
Pero todo cambia cuando una okupa, valga la
redundancia, ocupa el piso de enfrente. La presencia de la okupa marcará un
antes y un después en la existencia de Enero, porque se empieza a obsesionar
con ella y entra en pleno desequilibrio una vez más, a la vez que construye sus
reflexiones, algunas de ellas muy exclusivas y con una sintaxis a la que hay que estar muy atentos.
Visita comisarias, no de forma voluntaria
por supuesto, sino denunciado por tirar una rata a la olla en la que un
matrimonio suizo preparaba un cocido. Cada día se suceden mas aventuras y sobre
todo rarezas, “los fogonazos de la vida de Enero, narrados con la pericia del
que sabe que tiene que ir al grano” (Ernesto Ayala Dip).
Relato divertido muchas veces porque el
protagonista habla sobre lo obvio. Otras, debido a los actos extraños que
realiza o en los que participa. En cuanto a la composición narrativa, cabe
decir que pocas veces una novela se habrá construido con tantos diálogos. El personaje a pesar de
su comportamiento peregrino, y no obstante estar obsesionado en observarle las
bragas a una niña, genera una cierta empatía. La construcción de la novela se
desarrolla mediante capítulos cortos. Y cada uno de ellos es como un relato,
con su inicio, desarrollo y desenlace. Construida además a base de frases muy
cortas y con un ritmo calculado.
En definitiva, una novela que se lee entre
risas y penas, porque la conclusión que el lector saca es que Enero es un
perturbado. Y con la okupa instalada en el piso de enfrente, su precario
equilibrio vuela por los aires. Retrato pues de un personaje con el alma rota, en
búsqueda de una incierta salvación. Relato divertido y a la vez con sus buenas dosis
de tragedia personal.
Francisco Martínez
Bouzas
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