María
Antonia Ricas
Prólogo
de Elisa Romero Huidobro
Editorial
CELYA, Colección Generación del Vértice, Toledo 86 páginas.
Una écfrasis suele definirse tradicionalmente como el ejercicio
literario que consiste en describir un objeto de arte. Pero esta acepción no
solamente se circunscribe a la modalidad descriptiva, sino que puede realizarse desde otros géneros adoptando
modalidades narrativas, dialogadas, expositivas y también líricas. Todas ellas,
especialmente las últimos, remiten al
tópico horaciano: Ut pictura poesis.
Existen écfrasis donde el autor solamente se limita a describir un cuadro, una
fotografía, pero en otras narra lo que sucede en la obra virtual o pictórica,
los sentimientos que se producen en su interior. De este modo los introducen el
tiempo para relatar una sucesión de hechos que él experimenta o percibe en la
obra artística. Representación verbal pues de una forma visual artística.
Y eso es lo que nos ofrece María Antonia
Ricas en su poemario Salir de un Hopper.
Escribe sobre los que ve en los cuadros de Hopper, reinterpretados por su ojo
interior a través de treinta y un poemas en los que camina por los laberintos
del artista y por su propios laberintos. En sus poemas, plasmados en una poesía
muy fría, según sus propias palabras, logra mostrarnos un mundo más allá de las
imágenes, cuadros, paisajes y sentimientos del pintor Edward Hopper. María
Antonia Ricas consigue construir un mundo penetrando en la pintura de Hopper,
el pintor de la melancolía, del erotismo, de lo desconocido, de la complejidad
de las relaciones interpersonales, de Nueva York, de la Gran Depresión, porque
Hopper es el gran ilustrador de la vida en Estados Unidos. El Manhattan de
entreguerras, los bungalós de Cape Cod,
la soledad compartida en la habitación de un hotel., las mujeres de mirada
perdida. Pero todo eso es estático. El lenguaje, sin embargo es acción, genera
realidad, modifica y expresa nuestras emociones. Crea ser y hacer, y María
Antonia Ricas, interpretando la pintura de Hopper, refleja la soledad de los
personajes representados.
María Antonia Ricas divide su poemario en
tres grandes partes: “Vistas con luz”, “Mujer al sol” y “Mujer con otros”. En
cada uno de sus poemas parte de un cuadro de Hopper que describe en una
entradilla en la página anterior; y a partir de sus palabras, crea una nueva
pintura, o hace que crezca o madure en nosotros lo que la autora expone,
sugiere o reflexiona. Y sobre todo nos permite contemplar la vida que se
esconde en esos cuadros tan herméticos de Edward Hopper. Concuerdo con la
prologuista Elisa Romero Huidobro: “…la palabra exacta de María Antonia Ricas cobija
la desolación de los espacios, les arranca la impavidez a los personajes, hurga
en sus semblantes y posturas, los zarandea y, en su percepción más allá de lo impertérrito,
los hace fieramente humanos…”
Mas no pidamos lo imposible. La poeta no puede
humanizar a Hopper con palabras repletas de colorido, de sensualidad, de calidad.
En ese caso, su trabajo carecería de honestidad. Por eso sus poemas son fríos, a
veces secos, descarnados, indagatorios; poemas que interrogan el misterio que encierran
tantos cuadros del pintor americano. De este modo, los cuadros de Hopper adquieren
una luz especial que incide en el lector que se interna en este libro como si fuera
en un museo.
Francisco Martínez
Bouzas
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