domingo, 14 de abril de 2019

ELROSTRO HUMANO DE LA TRAGEDIA Y SUS RESPONSABLES


El incendio de la mina El Bordo

Yuri Herrera

Editorial Periférica, Cáceres, 2018, 113 páginas



   


   Tanto la sinopsis argumental de Periférica como las palabras del autor, Yuri Herrera  (“Este libro es…una reticencia frente a la verdad jurídica que convirtió la historia en un episodio archivado” (página10) insisten en  el hecho de que este relato es una reconstrucción histórica (sin ficción) alguna). El relato que nos ofrece Yuri Herrera (Actopán, México, 1970) está por consiguiente marcado por la irrupción sin cortapisas de la realidad en la narrativa, penetración que, en gran medida, está ampliando el concepto de novela hasta desembocar en la novela-verdad. Hoy, en no pocos sistemas literarios, decir novela no quiere decir exclusivamente ficción. Con la peculiaridad de que Yuri Herrera no fusiona datos reales con ciertas dosis de ficción, y que se adentra y escudriña, a modo de reportaje de investigación lo que realmente pasó el 10 de marzo de 1920 en la mina El Bordo en el estado mexicano de Hidalgo, haciendo una  minuciosa reconstrucción histórica de lo ocurrido.

   El resultado es un relato tan trágico como fascinante en el que un escritor experto y capaz sabe urdir una trama intensa, emplear un lenguaje original, y sobre todo hacer que llegue a la conciencia de los lectores el rostro humano de la tragedia, así como la culpable complicidad de las autoridades y de la prensa servil, plagada de mentiras. El silencio que en ciertas secuencias mantiene de Yuri Herreras no es la ausencia de la historia, sino una historia oculta bajo una forma que es preciso descifrar.

   Este libro tiene ese propósito: desvelas la historia oculta de lo que aconteció en El Bordo y que casi todos los días sigue sucediendo en muchas partes del mundo. Una historia olvidada que Yuri Herrera rescata de las hondonadas de la memoria siguiendo el rastro de los hechos a través del expediente judicial Pachuca 1920-66, notas de periódicos de la época, el expediente administrativo y lo sucedido en las horas, días e incluso años posteriores a la tragedia. Su gran fuente es además la tradición oral emanada de los supervivientes que, en condiciones infrahumanos, resistieron en el interior de la mina, apartados de la historia y obligados a guardar silencio.

   Todo ocurrió el 10 de marzo de 1920 en la mina El Bordo, estado de Hidalgo. Una mina de diez niveles acogía en su seno entre trescientos o cuatrocientos mineros. Se declaró un incendio. Muchos de los mineros pudieron salir al exterior y salvar sus vidas. Seis días después fueron capaces de inspeccionar el sitio y encontraron a ochenta y siete cadáveres y siete supervivientes. La investigación oficial sobre causas y responsabilidades en seguida archivó el caso, relegándolo al olvido. Pero hubo un hecho crucial: los responsables cerraron herméticamente los tiros para que se apagara el incendio y quedara a salvo la infraestructura de la mina.

   Cundo seis días después la volvieron abrir, se encontraron con los cadáveres y siete trabajadores vivos. Las bocas de la mina habían sido tapadas  cuando había gente dirigiéndose a la salida. Frente  a los que pensaron que la Compañía era la responsable de la tragedia, los periodistas enviados descalificaron de inmediato esas sospechas, señalando más bien a los mineros que sentían indiferencia por la vida propia. Eran indios, al fin y al cabo. El papel de la prensa fue bochornosos: defensa de los poderosos, de la Compañía que ofreció a los reporteros un trato exquisito. Algo semejante ocurrió con la actuación de las autoridades judiciales: de inmediato descartaron la idea de que la Compañía podía ser la responsable del incendio.

   Muy dura y real es la versión de Yuri Herrera sobre las mujeres de los mineros: el expediente de la investigación las muestra como seres incompletos, callados, sin voluntad ni fortaleza, seres necesitados de la caridad, muchas de ellas en “amasiato”   En el expediente judicial nunca se pueden leer sus declaraciones. Aparecen siempre traducidas por la voz de los funcionarios del juzgado que “interpreta, recorta, oficializa” (página 51).

   Todo concluyó con el sobreseimiento de la causa pues resultaba imposible determinar el origen del incendio y, por lo tanto, no había habido delito ni nadie imputable.

   Quizás lo más trágico del relato es la secuencia titulada “La fosa”. “La fosa había sido dispuesta aún antes de que hubiera con quienes llenarla” (página 87). Se suprimieron las autopsias. Los muertos no fueron tratados como personas que merecen ser despedidas por sus familiares y  por la gente. Inhumados anónimamente.

   Pasados los días, los panfletos propagandísticos ofrecen una descripción de la mima como espacio de concordia, y enfatiza la generosidad de la administración estadounidense. Para los muertos no hubo monumentos ni placas. Su historia sobrevivió en la memoria oral de las familias. Yuri Herrera concluye su reportaje haciendo constar que es de esa zona y sigue sin saber quién cometió esa infamia; las que les precedieron y siguieron..

   

                                                  
Yuri Herrera

 El autor, en una narración precisa e implacable lo cuestiona todo. Pone en duda las decisiones tomadas y su pertinencia. Todos son interrogantes si resolver. Todo está archivado y el único relato que subsiste en los expedientes judiciales es el de los verdugos, el de los mandamases de la Compañía. El papel de las víctimas es el silencio. Con un estilo que le acerca al periodístico y al reportaje histórico y una prosa seca y sencilla – “prosa huesuda, ritmo vibrante”, Yuri Herrera ofrece una visión completa de todo lo que ocurrió y también de sus causas: la mina tenía gas grisú, accidentes, pero la Compañía que la gestionaba, fue la gran responsable: “una entidad más peligrosa que la propia mina”. Así se fraguó la riqueza imperialista de algunos países y así se sigue fraguando.



Francisco Martínez Bouzas

2 comentarios:

  1. Un libro sin duda interesante ...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  2. Sin duda, es un libro muy interesante, la verdad es que no sabía nada de esta parte de la historia de mi país, He estado en Real del Monte, conozco la mina Acosta que hoy es un museo y que acuna la inversión de los ingleses en el campo de la minería, pero no cabe duda que debe haber tantas historias perdidas por ahí, que he de descubrir. Sin embargo, me ha impactado saber esta tragedia que pienso es el espejo de muchas otras que han de suceder en todo el mundo.Preciosa reseña Francisco, me ha hecho viajar por lugares desconocidos y que guarda tantos secretos, como lo es la mina Bordo. Lo voy a comprar. Gracias.

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