Wanda Marasco
Traducción de Carlos Gumper
Tusquetes Editores, Barcelona, 2018, 253 páginas.
Existe sin
duda alguna una tradición consolidada de escritoras napolitanas (Anna María
Ortese, Antonella Cilento, Valeria Parella, Maria Orsini. Elena Ferrante…) a
las que es preciso añadir Wanda Marasco (1953), cuya novela La compañía delle anime finte (Un coro de almas) en la traducción
española fue finalista del Premio Strega 2017. Una novela tan magnífica como
dura y desgarradora.
El libro se
abre con una dedicatoria a la poesía a golpe de realidades, una verdadera
advertencia al lector porque muy pronto va a descubrir la saga familiar de
Vicenzina Umbriello a través de la mirada y las palabras, no siempre
benévolas, de sus hija Rosa Maiorona. En
efecto, desde la colina de Capodimonte, Rosa mira Nápoles y le habla al cuerpo
de Vicenzina, su madre recién fallecida.
Le habla de reparar el daño que las ha unido más allá de la unión de la sangre, y ha marcado irremediablemente
la vida de ambas. Sumergiéndose “en las vísceras de un purgatorio público y
privado”, Rosa revive la historia de su madre, su infancia pobre en una tierra
desolada a las puertas de la ciudad, el encuentro tras la destrucción y la
miseria de los años posteriores a la Guerra con Rafele, de estirpe noble
decadente, que será su futuro padre.
El resultado
es una novela coral de voces femeninas. Rosa, hablándole al cuerpo frío de la
madre reconstruye la historia. Y sobre la madre, sobre Vicenzina se vertebra y
sustenta una trama tremenda de lucha y de supervivencia en el Nápoles de
Posguerra. Rosa asiste a los últimos instantes de la existencia materna, ve la
carne agonizante, las huellas del pasado: el pasado de su madre y el suyo
propio. Y escribe como reparación de una criatura a otra. Vicenzina se casa con
Rafele Maiorana y con esa unió marital quedan definitivamente trazadas las improntas
de su vida.
Surge así una
novela sobre Nápoles sobre sus gentes, sobre sus calles. Y sobre todo el relato
de la descomunal lucha por la supervivencia en una ciudad que acaba de salir de
la Guerra y en la que la ferocidad es la única forma de perdurar. Un Nápoles
todavía al margen de la Camorra pero no de la miseria y de la usura. Este Nápoles
de la Posguerra es la hermandad entre un ejército extranjero, el nuevo gobierno
y el hampa.
Formando
parte sustancial de la trama los amores entre Vicenzina y Rafele, que por amor
a ella, pobre y sin cultura, afronta la oposición de la madre, Lisa Campani.
Pero la boda proscrita se celebra sin que de la casa de los Maiorana acuda
nadie. Pronto vienen los hijos y Vicenzina inyecta en cada uno de ellos el
fantasma de un mundo pobre y una visión de la existencia bastante alejada de la
moral. Ella misma, con la ayuda de Rosa que en un cuaderno lleva las cuentas,
practicará el préstamo con usura.
Rafele no
había seguido las carreras burguesas del padre médico y de los hermanos,
quedándose en simple oficinista, condenado a una muerte precoz. Sus hijos
habían crecido gracias a los esfuerzos de Vicenzina que recurre a la usura para
pagar el costoso tratamiento médico del marido.
Rosa recuerda
a su profesor, a los compañeros y compañeras de infancia, su propia juventud
recorriendo las calles pobres de Nápoles, la muerte del padre la vida de
prestamista usurera de la madre. Inmortaliza a la madre al mismo tiempo cercana
y alejada; fuerte, decidida, dispuesta siempre a enfrentarse con la adversidad.
Además de las
dos grandes protagonistas, Vicenzina y Rosa, por la novela circula una gran
nómina de secundarios, Ese es el coro de almas, sin el que la historia de Wanda
Marasco no se sostendría. Son ellos los que enriquecen la trama con sus dolores
y pequeños disfrutes, con las tragedias que azotan a la familia y al vecindario.
La misma protagonista y relatora no sabe si la suya es la verdadera historia de
Vicenzina, pero a lo largo de su vida aprendió a construir una que se le
semeja.
En la novela
aflora todo el Nápoles violento: el de las furcias, los prestamistas, las
comadres, las ogras, miserias, dramas
antiguos y actuales. El Nápoles de las mujeres pobres, de carne humillada,
de turbulencias carnales, la ciudad de la usura. El Nápoles donde se manipula
la vida del pobre al lado del pobre. El Nápoles de la espiral de semisótanos,
del estupro y de la peste del callejón sin fin.
La autora
traza con mano sin ningún temblor el retrato expresionista del Napoles de la
Posguerra en una novela escrita con una lenguaje de primera calidad en el que
también las formas dialectales napolitanas imponen una impronta literaria.
Francisco Martínez Bouzas
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