Hoy 4 de junio, anocheció para siempre en la
vida de unos de los grandes escritores cervantinos españoles. En el año 2003 se
había despedido de la ficción. Y sin embargo, por una vez se hizo justicia y el
año 2014 obtuvo el Premio Cervantes, el más importante concedido en España.
Hoy, según ha comunicado su agencia literaria, Balcells, dejó de existir a los
86 años. La muerte de su esposa Monique Lange, fallecida en 1996, marcó el punto
inflexible de su vejez, y dio lugar a su última pieza ficcional, Telón de boca, cuya reseña me honro en
reproducir en memoria del gran escritor barcelonés que había compartido su vida
con los inmigrantes del Sentir parisino y con su “tribu”, la familia de
Abdelhadi, su pareja durante su homosexualismo latente.
Juan Gotysolo se fundirá con la tierra del
norte de África. Será enterrado en el cementerio civil de Larache, situado al
norte de Marruecos. Esa era su decisión que había dejado muy clara desde hace
tiempo. Sus restos reposarán junto a los del escritor francés Jean Genet, al
que Goytisolo profesó una profunda admiración.
Goytisolo había descubierto que la libertad
se hallaba solo en los libros. Y también se había topado con una inexorable y
única certeza: la igualdad de los muertos, pero esa igualdad no la veremos al
morir. Reproduzco, como ya he dicho, lo que escribí sobre Telón de boca en diciembre de 2014, la última obra propiamente
ficcional sobre la que el escritor, como una premonición, escribió. “Anochecía y él
mismo anochecía” (Telón de boca,
página 32).
Juan Goytisolo
El Aleph Editores, Barcelona, 2003, 100 páginas
Lo prometió y lo cumplió. El Premio
Cervantes 2014 anunció en 2003 que Telón
de boca sería su última pieza ficcional, sencillamente porque, confesó
entonces, no tengo nada más que decir en este terreno. A partir de aquel
momento Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) se centró en otros géneros. En la
poesía y en el ensayo literario: en el estudio, por ejemplo de la figura de
Manuel Azaña (El Lucernario: la pasión
crítica de Manuel Azaña). Y en la poesía. En 2008 publicó El exiliado de aquí y de allá, que es
sin embargo otra cosa: media docena de textos independientes con el mismo
personaje que nace en Señas de identidad,
se transfigura en Reivindicación del
conde don Julian y en
Makbara, para ocupar finalmente el lugar central en Paisajes después de la batalla. Textos
independiente de naturaleza ficcional pero que sin embargo no son islas.
Intelectual crítico, Goitysolo sigue siendo uno de los autores españoles más
influyentes en el extranjero.
La obra ficcional de Juan Goitysolo
atraviesa toda la segunda mitad del siglo XX. Sun inicios explosivos en la
década de los cincuenta pusieron a disposición de los lectores cinco piezas
narrativas (Juego de manos, Duelo en el
paraíso y los volúmenes de la trilogía El
mañana efímer). A inicios de los sesenta, publicaría La isla y Fin de fiesta
títulos que clausuran una etapa narrativa. Después de años de reflexión,
aparece de nuevo el escritor fabulador e
intelectual, aunque con notables cambios en su
concepción novelística. Si en otras etapas la escritura de Goitysolo
pretendía mostrar sobre todo aspectos externos de la realidad, poco a poco sus
obsesiones convergen en luchar contra los mitos imperantes de la sociedad
patria y en la transformación de la lengua española. Es la época de sus libros
más emblemáticos: Señas de identidad,
Reivindicaciones del conde don Julián, Juan sin tierra o Makbara, obras que significan una
verdadera peregrinación en la búsqueda de las propias raíces, en el sentido de
la historia española y en un proceso imparable de racionalización que lo
conducirá a romper con sus orígenes, con un pasado cultural y, por último, con la propia lengua, que
progresivamente se va transformando en caracteres árabes en las últimas páginas
de Juan sin tierra.
En 2003, como ya he dicho, el
intelectual rebelde ante el franquismo y uno de los pocos supervivientes del
espíritu crítico, como lo calificó Günter Grass, se despidió de la literatura
de ficción con este pequeño volumen, un
libro extremadamente conciso, en el que nada queda a salvo y que se ciñe
ciertamente a lo que dice su título: Telón
de boca. El paño que esconde el escenario cuando termina una
representación, pone de manifiesto la voluntad del escritor de poner silencio
definitivamente a su labor ficcional.
Telón
de boca es una pequeña obra de arte, escrita de forma primorosa y muy
concisa, que rezuma intimismo y, sobre todo, pesimismo en cada página. Tres
personajes arrastran sus problemas existenciales por los episodios de la
novela: una mujer indirectamente evocada (Monique Lange, fallecida en 1996), su
viudo y un doble de este, un verdadero demiurgo que le interroga e increpa. En
un paréntesis entre “la nada y la nada”, el viejo protagonista, alter ego del
propio autor, desde una ciudad “ocrerrosada” -posiblemente Marrakech- nos
proyecta una amarga y desolada reflexión sobre la existencia que tiene la
seguridad que dejará muy pronto. Desde la frontera de la muerte, realiza un repaso
de su vida con extrema clarividencia y con grandes dosis de pesimismo. Su
hablar se transforma en un recuerdo de la esposa fallecida y en un
reconocimiento del poder cruel de los vivos frente a la indefensión de los
muertos. Un espécimen de demiurgo,
apodado “El desalmado” y confirmable su condición en la percepción pesimista de
la especie humana, la especie más nociva del universo.
Únicamente somos poseedores de una certeza:
la igualdad de los muertos, pero esa igualdad no la veremos al morir. Novela
pues que semeja que el manto de la noche pende sobre todos nosotros que también
anochecemos sin darnos cuenta. Un símbolo extraído de Tolstoi y que aparece en
el epígrafe, el cardo amputado, con flores ennegrecidas, se convierte en la
gran metáfora del desvanecimiento de toda certeza y de la inevitabilidad del
destino al que están condenados los descendientes de la Caverna: partir sin
haber hallado el sentido de nuestra vida.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Su
destino -el de ella, de él y todos los descendientes de la Caverna- sería el
del cardo cuya imagen obsesionaba a Tolstoi, el mismo cardo tenaz que él buscó
en las montañas del Cáucaso. Iba en una chatarra de automóvil por el camino
enfangado a Shatoi y pudo atisbar, cuesta abajo, los tanques y vehículos
calcinados en una emboscada similar a la tendida a los soldados del zar siglo y
medio antes. Verificó una vez más la necia reiteración de la historia, su
crueldad obtusa. En el valle de Argún había una magnífica variedad de flores. A
través del intérprete, preguntó por la planta a uno de los reclutas que les
detenía a mendigar cigarrillos. No supo darles respuesta y, aunque siguió
escrutando entre retén y retén, no divisó ninguna. El trayecto a las ruinas aún
recientes del pueblo le confirmó en su certeza de pertenecer a la especie más
dañina del universo. El cardo amputado y sus flores ennegrecidas cobraban el
valor de un símbolo. El carro ciego que las tronchó era el que segaba
metódicamente sus vidas.”
…..
“Discurría
el cariño del sol, con un ejemplar de La sonata en el regazo, cuando irrumpió la voz del que, entre risas, afirmaba
ser a la vez creador y creado.
«¿Piensas
que puede existir, no ya una mísera tribu, sino una sociedad de las que llamáis
modernas o posmodernas sin alguna forma de creencia irracional y
fantástica?¿Sin palio blanco, manto de brocado, clámide purpúrea, diadema de
oro, cetro pontificio? Los pueblos, vuestros rebaños, no lo soportarían. ¡Mira
en lo que fueron a parar las utopías y crisis místicas de tu mentor! Sus
compatriotas pretendieron condenarme al olvido pero forjaron en seguida ídolos
crueles como yo, aunque contingentes y efímeros: ¡el profeta arrengador de la
perilla y el déspota con bigotes de cucaracha! Dime: ¿qué ha sido de ellos? No
lograron suplantarme, fueron derribados de sus peanas mientras yo sigo ahí tan
fresco, con los hechiceros que bendicen a la soldadesca e inciensan sus
matanzas. Las botas aplastan de nuevo el cardo. ¿Merecerían la pena tantos
esfuerzos, sacrificios y horrores para volver a la casilla del comienzo? No
creas que soy megalómano si sostengo que, malvado o bueno, me necesitáis y no
desapareceré en un futuro probable. Sois
una colonia de insectos en la que cada uno tira por su lado y busca el provecho
inmediato a costa de los demás. La igualdad fraterna en la que algunos sueñan
no pasa de quimera. Sólo tenéis una certeza, pero no queréis mirarla a la cara:
es la igualdad de los muertos y, al morir, no serás tú quien la vea.”
…..
“¿Qué
esperas?, ¿piensas que vas a ver siempre
los toros desde la barrera y no desde la arena misma?.
Lo
peor que te podía ocurrir ha ocurrido ya. Vives sin ella, lejos de ella y
apenas si la ves empequeñecida por la distancia. Toma las disposiciones que
estimes oportunas para quienes te cuidan y esos niños que te olvidarán, con
inocencia cruel, para crecer y multiplicarse. No te aferres a lo que pronto
dejarás. Cuanto mayor sea tu desánimo, más fácil te será el tránsito.
Aguza
el oído, no te escuches en tu sordera: me pillas en una buena racha y te hablo sin
segundas. Nada de lo que te desprendas, la rutina y comodidades de la vejez
valen cosa en comparación con lo que te aguarda. Un túnel de luz se ofrecerá a
ti por entero. Cruza conmigo las Montañas Blancas y las cimas de Polvo Negro
por cuyas hondonadas y desfiladeros se escurre al malvado al que amorosamente
instruí y armé (…) Accede a ella y piérdete en su visión. Yo estaré allí para
cerrar el paréntesis entre la nada y la nada. Mi voz retumbará en las alturas
como en el inverosímil relato bíblico.
Como te dije, o dicen que te dije, al muerto que serás: ¡levántate y anda!”
(Juan Goitysolo, Telón de boca, páginas 29-30, 47-48, 88-89)
Un gran homenaje ...
ResponderEliminarUn gran homenaje ...
ResponderEliminarUna novela interesante y parece ser excelentemente escrita, desolación y miseria del alma humana, es lo que miro de ella a través de tu reseña, un abrazo Francisco Gracias.
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