Emmanuel Bobe
Traducción de Mercedes Noriega Bosch
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2017, 189 páginas.
Aunque tardíamente reconocido,
Emmanuel Bove (de nacimiento Emmanuel Bobonikoff, París 1898-1945) está considerado
en la actualidad como uno de los grandes narradores franceses de la primera
mitad del siglo XX. Autor de numerosas y notables novelas, también de títulos
populares que firmaba con pseudónimos, y ajenas, según sus mismas palabras, al
oficio de escritor, fue descubierto por
Colette lo que le permitió publicar Mes
amis (1924) que cosechó un enorme
éxito. No obstante, caerá en el olvido fundamentalmente por ser un escritor
ajeno a cualquier causa que no fuese la literatura. Durante la Guerra y la
ocupación alemana, tras verse rechazado sus deseos de unirse a la resistencia
en Inglaterra, se traslada a Argelia, donde compuso sus últimos textos: La Piege, Départ dans la nuit y Non-lieu.
La traducción de sus obras al alemán por Peter Handke le redescubrirá de
nuevo y recibirá años más tarde el aplauso de Sacha Guitry, Rainer María Rilke,
Samuel Beckett o Roland Barthes.
Huida
en la noche es su penúltima novela y, como tantas otras de su autoría, nos
hace partícipes del tiempo convulso de la Segunda Guerra Mundial, una época de
persecuciones, campos de exterminio y pesadillas del nazismo que él, al menos aparentemente,
logró esquivar. Así como del convencimiento de la necesidad de sobrevivir a
cualquier costa.
La voz narrativa que lo hace en primera
persona, es la de un soldado francés prisionero y deportado a un campo de
trabajo alemán. Son días muy duros, agravados por sus problemas físicos, nunca
atendidos por el médico del campo y por la aparente afabilidad que, de forma
siniestra, muestran a veces los guardianes del campo, así como por los
diferentes y contrapuestos intereses de los mismos prisioneros. La seguridad de
una muerte que sienten cercana anima a un grupo de ellos a planear una fuga:
evadirse del campo y recorrer a pie cuatrocientos kilómetros a través de
Alemania, procurando no ser capturados.
El protagonista prefiere huir solo, mas las
dificultades de la evasión le hacen comprender por primera vez lo que significa
realmente estar preso. Desde un destacamento de trabajo, elabora un plan para
una huida en solitario, más quiere ser solidario a pesar de la mezquindad de
sus compañeros que se ríen de su plan, aunque finalmente se fugan. Pero el
protagonista es incapaz de olvidar su drama personal: haber tenido que matar a
dos guardianes. Caminan de noche y se ocultan de día. La huida es un continuo
aflorar de egoísmos, de miedos, del hambre que no cesa de torturar. A pesar de
que llega a Bruselas, será una huida a ninguna parte porque sigue el peligro de
ser capturado y devuelto al control de los alemanes donde le espera un pelotón
de fusilamiento.
La novela recorre paso a paso la aventura
externa de la fuga, pero, sobre todo y con mayor intensidad, las terribles
vivencias internas de la que es víctima el protagonista que le convierten en un
hipocondriaco, un paranoico que sufre manías persecutorias. Es víctima de su
propia imaginación que crea temores absurdos.
Emmanuel Bove da muestras de una gran
maestría a la hora de expresar estos sentimientos del hombre acosado por el
miedo porque él mismo los experimentó en carne propia: fue señalado, perseguido
y destinado a un campo nazi de concentración y exterminio. Y sus propias
pesadillas se hallan transcritas en las páginas de la novela. La misma
ambientación del relato (cuevas, canteras, graneros, vagones de carga…) en los
que se ocultan los prisioneros y finalmente el protagonista cuando abandona el
grupo, da fe de este miedo cerval que atenaza al fugitivo y que Emmanuel Bove
transmite en adecuados retratos psicológicos de sus actantes.
Una novela de estructura lineal, con un
relato centrado especialmente en los personajes, aunque quizás demasiado
parsimonioso en la exposición de los planes de fuga y en los repetidos intentos
del protagonista para convencer a sus compañeros. Un estilo claro y diáfano,
alejado de preciosismos y ornamentaciones formales, nos introduce en esta
aventura humana laminada por las
angustias y las pesadillas.
Francisco
Martínez Bouzas
Emmanuel Bove |
Fragmentos
“Aunque
hasta el último momento había creído que no me uniría a ellos, de repente, al
llegar la medianoche, me levanté. Una vez superado el período de espera, cuando
el peligro es inminente, encararlo nos produce un inmenso alivio. En unos
instantes sería libre. Ya no podía pensar en otra cosa. La libertad por una
parte o la miseria física y moral por otra. En esas circunstancias, ¿cómo dudar
del éxito?
Acudía
al punto de encuentro detrás de las letrinas. La oscuridad era absoluta.
Avanzamos con las manos hacia delante, fingiendo que nos tocábamos por la falta
de visibilidad, aunque en realidad lo hacíamos pata infundirnos valor. Cuando
llegamos al último barrancón nos detuvimos delante de las alambradas,
repentinamente intimidados por la magnitud de la empresa. Por muy avanzada que
estuviera la ejecución de nuestro plan, todavía podíamos dar marcha atrás.”
…..
“Antes
de partir quise hacer un inventario de los víveres que habíamos traído, porque
había reparado en que algunos comían mucho más que otros. Vaciamos nuestros
macutos. Cogí una hoja de papel y un lápiz y volví a hacer la lista de lo que
cada uno de nosotros habíamos llevado. Según los cálculos que había hecho antes
de salir, debíamos tener comida suficiente para catorce días. Pues bien, mi
estupor fue mayúsculo al comprobar que no habían pasado ni siquiera
veinticuatro horas desde que nos evadimos y ya solo quedaban víveres para un
par de días como máximo. Era incomprensible.
Intenté
averiguar lo que había ocurrido, pero nadie me lo supo aclarar. Y lo más
extraño de todo era que, mientras yo me devanaba los sesos intentando hallar
una explicación, mis compañeros, como si ya se creyeran en Francia, no concedían
ninguna importancia a un hecho que ponía patas arriba un plan en el que las raciones
se habían calculado al milímetro. Como ya en la primera etapa llevábamos un retraso
de nueve kilómetros -debo reconocer que por
culpa mía-, aquello prometía.”
…..
“Lo
que nos tenía más desesperados era la falta de comida. Algunos hasta se plantearon
desenterrar unas hortalizas. A pesar del hambre, me negaba a aceptar esa idea. Me
sorprendía enormemente la rapidez con que se resignaban a adoptar las soluciones
más extremas. Se lo dije a Roger, que resultó ser de mi opinión. Ambos pensábamos
que, por muy difícil que fuese nuestra situación, aún no necesitábamos recurrir
a medidas tan radicales. Aún podíamos esperar un poco. Esa manera de dramatizar
no auguraba nada bueno. Revelaba nerviosismo.”
(Emanuel Bove, Huida en la noche, páginas 24, 95-96, 112)
Buen libro...
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