Guy de Maupassant
Traducción de Luisa Juanatey
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2014, 126 páginas.
Yvette es una novela breve -apenas
supera las cien páginas- de Guy de Maupassant (1850-1893), un reconocido
escritor naturalista francés que tuvo de maestro a Flaubert. Sin llegar a la
suprema sobriedad flaubertiana, tuvo el mérito de dominar la técnica canónica
del cuento, del relato que puede condensarse en una páginas o extenderse hasta
un centenar. No pocos cultivadores del género como Horacio Quiroga, Gógol, Turgéniev,
Tolstoi y el mismo Chéjov lo venerarían en décadas posteriores. Maupassant
alcanzó la celebridad con un relato de longitud media, Boule de suif (Bola de sebo,
1880), aunque la más conocida y celebrada de sus novelas es Bel-Ami (1885).
Yvette
constituye una recreación de Yveline
Samoris, un relato aparecido en 1882. La primera edición de Yvette es de 1884. Suele considerarse un
hecho cierto que en los últimos períodos de su existencia, Guy de Maupassant
dio muestras de una enfermiza inclinación hacia las jovencitas, porque
seguramente creía que la sífilis, la enfermedad de la que se había contagiado,
se vería aliviada evitando el contacto con las prostitutas más veteranas, y
dando rienda suelta a su libido con jóvenes prostitutas o cortesanas casi
adolescentes. Los salones que frecuentaba, contaban con una amplia nómina de
estas seductoras adolescentes. No es de extrañar pues que el escritor conozca
de primera mano ese mundo de la prostitución dorada. Yvette es el prototipo de
esas “deliciosas criaturas perfumadas”, de la adolescente sensual que, adelantándose
en setenta años a Nabokov, constituye la imagen perfecta de una Lolita, la
joven mujer-florero, usada, en este caso por su madre, como eficiente reclamo
de seducción. Yvette, que vive en efecto con su madre que se hace llamar
marquesa de Obardi, es una joven tan bella como ingenua, al menos aparentemente.
Su madre, cortesana de lujo, regenta un salón donde se ejerce la “prostitución
dorada”, y emplea la hermosura y pueril inocencia de la hija para atraer una
selecta clientela de burgueses y falsos aristócratas, pretendientes de los
favores sexuales de Yvette, pero excluyendo el matrimonio: “Sabe muy bien que
entre nosotros no podría tratarse de matrimonio…se trataría de amor” (página
65), le dice el pretendiente que cree tener más posibilidades de seducirla, el
falso duque de Servigny.
La novela da comienzo en el momento en el
que Jean de Servigny, en compañía de su amigo Léon Saval, ambos ricos
parisinos, se dirigen a los salones cortesanos de la pseudo marquesa de Obardi.
El propósito de Servigny no deja dudas desde las primeras páginas: se ha
encaprichado de Yvette, espera cobrar algún día su presa, pero tiene muy claro
que con ella no se va a casar. Maupassant mantiene la tensión a lo largo de
poco más de cien páginas, alimentando la incertidumbre de si Servigny logrará hacer
realidad su plan: seducir a Yvette. Pero la tarea no deja de ser ardua porque
la joven, apasionada y novelesca, no es consciente de las verdaderas
motivaciones de sus galanes admiradores. Ambas partes, pues, practican juegos
distintos. Por eso Yvette, destinada a la prostitución dorada, pero todavía no
iniciada por su madre, experimentará en su alma la gran decepción cuando
descubre las verdaderas intenciones de los pretendientes de su hermoso cuerpo.
Y esa gran decepción se viste en la novela
de un dramatismo artificial, pero no por ello menos peligroso. Una resbaladiza
niñería que en el fondo no es otra cosa que un medio más para llamar la atención
de sus pseudo príncipes, duques, condes y barones. Y así penetra la incauta y
soñadora Yvette en el mundo de los mayores, que ya no es un cuento de hadas,
sino la realidad de los salones cortesanos: ser adorada por los hombres, pero
solamente en su radiante y hermosa corporalidad en el pináculo de la prostitución,
renunciando a sus ideales.
Al margen de esta trama y del juego de
seducción/inocencia que Maupassant relata con la solvencia del narrador
omnisciente que conoce todo lo que pasa por la mente de sus protagonistas, la
novela tiene el mérito de reflejar el ambiente en el que se ejercía esa
prostitución de lujo, los salones donde los burgueses y la aristocracia del
siglo XIX sueñan no solo con dar rienda suelta a sus insititos sexuales, como
ocurría en los prostíbulos, sino con la pulsión sexual camuflada bajo el ropaje
del juego de la seducción y del amor que nunca va más allá de huecas palabras.
Un exacto retrato pues del París burgués y libertino, poblado por vividores y egoístas
inmensamente ricos.
El estilo de la prosa de Maupassant, a pesar
de que nunca admitió ser considerado un escritor realista, se explaya en las
descripciones de paisajes, objetos y en el reflejo de la psicología de sus
personajes, especialmente de Yvette, madame Obardi y Servigny. No obstante, su
estilo resulta con frecuencia demasiado enfático y fuerza el peso de una anécdota
a base de dramatismo, con frecuencia sobreactuado, como ocurre en el desenlace
de esta novela.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“-¿Has sido o eres su amante? –preguntó Léon
Saval
-Ni lo he sido, ni lo soy, ni tampoco lo
seré. Yo voy allí más que nada por la hija.
-Ah, ¿tiene una hija?
-¡Que si tiene una hija! ¡Ah!, mi
querido amigo: una maravilla. Que en este momento es el principal atractivo que
hay en el antro aquel. A punto de sazón -dieciocho años-, alta y espléndida,
tan rubia como morena es su madre; siempre alegre, la risa suelta a toda hora,
siempre con ganas de fiesta, siempre bailando sin freno como una peonza… ¿Quién
se la llevará? ¿O quién se la ha llevado? No se sabe. Los que aguardamos, los
que nos mantenemos a la espera, somos diez.
Una muchacha así, en manos de una mujer como la marquesa,
es un capital. Y juegan las dos sobre seguro, las muy bribonas: no sueltan
prenda. Puede que estén esperando una ocasión…mejor…que yo. Por mi parte te
aseguro que no pienso dejarla escapar…la ocasión. Si es que se me presenta.
Me desconcierta por completo esa
muchacha, Yvette. Es un misterio. Si no es el monstruo de astucia y perversidad
más acabado y perfecto que jamás haya yo conocido, sin duda es el fenómeno de
inocencia más portentoso que se pueda encontrar. En ese ambiente innoble ella
vive, y triunfa, con una naturalidad tan
absoluta que o es una ingenua admirable o es una bellaca digna de admiración.”
…..
“Pero
la madre, exaltada, enardecida, continuaba:
-¡Pues
sí, soy una cortesana! ¿y qué? Si no fuera una cortesana tú ahora serías
cocinera, que es lo que era yo antes, y a cambio de un jornal de treinta céntimos
trabajarías el día entero, y fregarías los platos, y tu ama te mandaría a
comprar la carne y si te entretenías te echaría a la calle, ¿me oyes?, mientras
que así no haces otra cosa que entretenerte el día entero gracias a que yo soy
una cortesana: que lo sepas. Cuando una no es más que una mísera sirvienta, una
infeliz con unos ahorros de cincuenta francos, más vale que se sepa espabilar
si no quieres acabar como una muerta de hambre; ¡y para nosotras no existen dos
maneras!, ¡no hay dos para la que es una criada!, ¿lo oyes? Nosotras no podemos
hacer fortuna buscando un puesto, ni podemos hacer cambalaches en la bolsa. No
tenemos otra cosa que nuestro cuerpo, únicamente nuestro cuerpo.”
(Guy de Maupsassant, Yvette, páginas 14-15, 93)
Una historia breve pero intensa...
ResponderEliminarSaludos
Este año como cada año, nuestro tren parara en alguna estación, depende de cada uno de nosotros dejar ir a la tristezas, miedos, frustraciones, malos momentos, desamor. Agradece a cada uno de ellos.. su compañía y sus enseñanzas, aunque hayan sido dolorosas, déjalos ir, déjalos bajar de este tren. Deseo que en esta parada, a tu tren suban miles de bendiciones, sueños alcanzables, amor, abundancia, fuerza y determinación para seguir tu viaje.
ResponderEliminarHoy en mi vagón quedaran puestos desocupados y espero te sientes a mi lado para compartir junt@s este nuevo viaje. FELIZ NUEVO COMIENZO EN ESTE AÑO 2015!!!