Javier Tomeo
Editorial Anagrama, Barcelona, 162 páginas
(LIBROS DE FONDO)
Alejado del realismo que caracterizaba
sus primeras novelas “serias”-sabido es que Tomeo escribió, bajo pseudónimo, en
los años cincuenta literatura popular e incluso algunas novelas del oeste-, y
en la misma línea de ese cambio “consciente” hacia algo diferente y difícil de
publicar que iniciara en Cuentos
perversos (2002), el escritor aragonés, Javier Tomeo (Quicena, Huesca,
1932-Barcelona, 2013), publicó en Anagrama en el año 2003 una de sus numerosas
novelas que, en sentido estricto y riguroso del término, está huérfana de
argumento. No obstante el mismo escritor describió la trama de La mirada de la muñeca hinchable como “una
situación dramática prolongada”. Y en efecto, de verdadera situación dramática
que se prorroga sin fin, puede definirse lo que le acontece al antihéroe de la
fabulación de Javier Tomeo.
Difícilmente se puede hallar mayor
dramatismo que en la figura de un hombre solitario al que en su casa le hace
compañía una muñeca inchable (Dorotea le llama), con la que vive amancebado.
Una situación a la vez desoladora, patética y cómica. Una visión esperpéntica y
deformada de la realidad que el autor reconoce que se reedita en todas sus
obras.
El protagonista de la novela es un ser
solitario e inadaptado que, cuando se encuentra en su casa, enciende el
televisor y comenta sus contenidos, “horrorosos y manipuladores”, con sus
compañera, la muñeca, que no lo contradice en lo más mínimo ni responde a sus
caricias y palabras lisonjeras. Otras veces da largos paseos por una ciudad en
compañía de otro hombre. Torcuato, una suerte de alter ego del protagonista. Y entre los dos presencian situaciones
esperpénticas, estrafalarias y contactan con personajes asimétricos.
La novela esta ausente de indicio de
estructura canónica. Y la acción podría prolongarse de forma indefinida. El
mismo Javier Tomeo es consciente de la falta de un argumento convencional,
aunque matiza que éste no existe en el sentido de que no se producen
situaciones que se podrían hallar en un novelón. Mas Javier Tomeo cuenta una
historia y en las páginas de su fabulación, hacen acto de presencia todas las
querencias y fobias de su narrativa. Su relato, página tras página, nos conduce
hasta la perturbación. El orbe estético de Javier Tomeo no está trabajado como
lo podría hacer un aparato escritural de funcionamiento sencillo y fácil. Sus
personajes, obsesionados y torturados, incapaces de hallar acomodo en la
realidad, son con frecuencia auténticos trastornados. Sus novelas, de elevada
densidad y desarrolladas a traveseé de espacios y escenografías atemporales,
universales y humorísticas, la concisión de su prosa, ciertamente cartesiana, hacen de Javier Tomeo
un escritor raro y difícil de encuadrar en las clasificaciones o tipificaciones
generacionales de la literatura española.
Mas sus textos, ya irrepetibles a no ser que
se hallen más inéditos como el de El
hombre bicolor, poseen una “luz interior” una economía lingüística y ese
estilo tan austero y límpido que los hacen parecer de fácil lectura. Es esa luz
interior la que nos permite ver en Javier Tomeo un escritor de dimensiones
universales que pervivirán más allá de la muerte, capaces de alcanzar y desconcertar
las periferias del alma compleja de nuestro tiempo.
Francisco
Martínez Bouzas
Javier Tomeo (Foto de Marce-Lí Sáenz) |
Fragmentos
“Me acerco a la ventana y contemplo la
puesta de sol. Las chimeneas empiezan a enrojecer, pero los vecinos del noveno
segunda continúan insultándose. A esa gente le importa un pimiento el color del
cielo. Falta media hora para que empiece el telediario. Doy un par de puñetazos
en la pared, pero continúan gritando.
-Tú y yo, por lo menos, no discutimos -le
digo a la muñeca.
Dorotea continúa con la mirada puesta en
el fondo del pasillo. No cambia nunca de expresión, pero desde que le pinté las
pestañas parece que me vea.
Los vecinos discuten ahora de gastronomía.
Cualquier tema es bueno para demostrar que no están de acuerdo. El marido dice
que en la fabada no se echan tacos de ternera y ella responde que su madre los
echaba. El hombre suelta una carcajada. Tal vez esté fingiendo, pero su
risotada resulta convincente. Se ríe, además, con la letra o, con lo que sus
carcajadas resultan todavía más brutales y humillantes.”
…..
“Llego a casa y me frío un par de huevos
con chorizo y la casa se llena de humo, pero Dorotea no protesta. Me siento a
cenar a su lado, pincho el chorizo con el tenedor y se lo acerco a un centímetro
de la boca, pero la mantiene cerrada. No quiere reconocer que se está muriendo
de hambre.
-Vamos, vamos, abre la boquita -la animo.
No tengo más remedio que admitir que es
más fuerte que yo. Está por encima de mis debilidades y servidumbres. No
necesita comer, no necesita amar. Cuando liquido el chorizo me limpio los
labios con la servilleta y le doy la oportunidad de que me bese.
-Adelante, soy todo tuyo, -la animo.
Cierro los ojos y espero, pero no mueve
ni una pestaña. Debe de suponer que estoy borracho y la verdad es que no se
equivoca demasiado.
-Ámame -le pido.
No dice ni mu. Continúa ignorando que
estoy a su lado.
-Vamos, dime algo -insisto, acariciándole
la mano.
Lo mejor que puedo hacer es librarme
definitivamente de esa ingrata. Lo decido de pronto. No soporto más
humillaciones. Ni siquiera le concedo el derecho a disculparse. La arrastro por
un brazo hasta la ventana y sin pensármelo dos veces la arrojo al vacío en el
preciso instante en el que el vecino del noveno quinta insiste con El trino del
diablo.”
(Javier Tomeo, La
mirada de la muñeca inchable, páginas 27-28, 124-125)
Excelente valoración....
ResponderEliminarSaludos