Henry Miller
Traducción de Carlos Manzano
Edhasa, Barcelona, 2014, 252 páginas.
Henry Miller (Nueva York, 1981 – Los Ángeles,
1980) merece una peana aparte en la narrativa norteamericana a partir de los
años 30 del pasado siglo. Sus novelas, obras teatrales y ensayos son una
verdadera mirada y reflexión sobre sí mismo, proyectada en figuras marginales o
asociales usando sobre todo el tema de la sexualidad. Sin embargo, su producción
literaria, al margen de otras consideraciones, posee el mérito de haber sido
una de las que más contribuyeron al triunfo de la libertad de expresión en el
campo literario, y a la diferenciación entre juicios morales y estéticos. Por
eso mismo sus Trópicos solamente
pudieron leerse en Estados Unidos a partir de 1960, tras ganarse un recurso en
el Tribunal Supremo. Miller aparecía ante los ojos de la conservadora sociedad
estadounidense como una incitación al inconformismo.
Henrry Miller, nacido en Nueva York, se
estableció en París en 1930. Y será en la capital gala donde se entregó de
lleno a la creación literaria y llevó una vida independiente y anticonvencional
que lo consagrará como uno de los
grandes paradigmas de la bohemia moderna y un modelo para la “beat generation” (Barroughs, Keruac, Gingsberg).
En su obra narrativa confluyen elementos autobiográficos,
especulaciones filosóficas, ternura, obscenidad y, sobre todo, un sello
vitalista, anarcoide y erótico. Sus obras filosóficas, Primavera negra, sus Trópicos
y sobre todo su trilogía The rosy
crucifixión (Sexus, Plexus, Nexus),
a pesar de que contribuyen a que el sexo se trate con naturalidad en la
literatura, resultan, no obstante, un tanto monótonas porque los coitos, en
dosis sobreabundantes, llegan a ser bastante mecánicos. Y hoy en día no dice
nada de nuevo que no se haya visto o dicho en el cine, en la narrativa en incluso
en los cómics.
Por esa razón, en la actualidad interesan más
otros libros del escritor neoyorquino, como Max
y los fagotitos blancos , y más aún, sus libros de viajes, entre los que se
lleva la palma, The Colosus os Maroussi,
or the sipirit of Greece, rotulado en esta edición de Edhasa como El coloso de Marusi. El libro, escrito
en 1941, es una obra profundamente vitalista, una extraordinaria, aunque poco
convencional pieza de viajes y un corrimiento hacia la propia interioridad del
escritor. La trama argumental reconstruye las vacaciones griegas que Henrry
Miller decidió tomarse poco antes de estallar la segunda Guerra Mundial,
aceptando la invitación de su amigo Lawrence Durrell para que lo visitase en
Corfú. Sus periplos por Corfú, Creta, Atenas y el Peloponeso están recogidos en
las páginas de este libro.
La sordidez, el tedio, la deshumanización y
casi la aflicción de vivir tan presentes en obras de Miller, aquí se
transforman en un cántico, en una aleluya ciertamente vitalista, como ya he
apuntado, y en una narrativa que abre las puertas del conocimiento exterior:
Grecia; sus ruinas, que no son piedras muertas sino que atesoran la
quintaesencia de lo humano y son, por lo mismo, una experiencia existencial única;
sus paisajes; las ciudades míticas del pasado (Micenas, Cnossos, Epidauro); el
pueblo griego; sus gentes que Miller percibe como herederos de aquellos hombres
que alcanzaron la percepción, la divinidad en la tierra, con excepción de los
griegos americanizados que rinden pleitesía al sueño americano; las cálidas y
brillantes aguas del Mediterráneo; la sensualidad griega; la tierra griega que
se abre como el Libro de la Revelación; los vasos de agua en todas partes. Sus
amigos, hombres de la talla de Durrell, Seferis, Katsimbalis, un gran contador
de historias fabulosas, a quien Miller dedica el libro, Ghida, el pintor de
Hydra… La Grecia misma, un lugar donde “se tiene siempre una sensación de
eternidad”.
Pero El
coloso de Marusi, también abre rendijas para el conocimiento interior. Por
eso mismo, esta excursión por Grecia, en vísperas de la mayor catástrofe bélica
de la humanidad, es igualmente un viaje de iniciación, de descubrimientos
existenciales cruciales: el camino de la perfección anímica; del conocimiento
de los absurdos que creamos alrededor de nuestro yo (el orgullo, la envidia, la
libertad engañosa, la paz que solo es tal
cuando deriva de un cultivo interior.
Un clásico pues de la literatura de viajes y
un gran relato de experiencias vitales. Prosa vitalista y autobiográfica, repleta
de impresiones, escrita con estilo directo y con la fuerza vital del poeta que
en Grecia halló el sentido de una civilización, quizás pobre en dinero y bienes
materiales, pero colmada de profundos sentidos, de espíritu de eternidad. Y
donde las mujeres fueron igual de heroicos que los hombres (página 43)
Francisco
Martínez Bouzas
Henry Miller en Hydra (1939) |
Fragmentos
“En
Atenas, el tiempo era seco e inesperadamente caluroso. Era como si volviésemos
al verano de nuevo. De vez en cuando, el viento bajaba de las montañas
circundantes y entonces hacía un frío como de hoja de cuchillo. Por las mañanas,
me iba con frecuencia paseando hasta la Acrópolis. Me gustaba más la base que
la propia Acrópolis. Me gustaban las casuchas en ruinas, el caos, la erosión,
el carácter anárquico del paisaje. Los arqueólogos han arruinado ese lugar; han
destrozado grandes trechos de tierra para dejar al descubierto una caterva de
reliquias antiguas que quedarán escondidas en museos. Toda la base de la Acrópolis
se parece cada vez más a un cráter volcánico en el que las amorosas manos de los
arqueólogos han sacado a luz cementerios de arte.”
…..
“Epidauro
es un mero lugar simbólico: el lugar real está en el corazón, en el que cada
uno de los hombres, con tal que se detengan a buscarlo. Todo descubrimiento es
misterioso, en el sentido de que revela lo que es tan inesperadamente inmediato,
tan cercano, tan larga e íntimamente conocido. El hombre sabio no necesita
viajar lejos; el idiota es que busca la olla de oro al final del arco iris,
pero los dos están siempre destinados a encontrarse y unirse. Se encuentran en
el corazón del mundo, que es el comienzo y el final del sendero. Se encuentran
en la realización y se unen en la transcendencia de sus papeles.”
…..
“La
mayor impresión particular que me causó Grecia es la que es un mundo a la
medida del hombre. Cierto es que Francia da también esa impresión y, sin
embargo, hay una diferencia, que es profunda: Grecia es la cuna de los dioses;
pueden haber muerto, pero su presencia sigue dejándose sentir. Los dioses tenían
proporciones humanas: fueron creados a partir del espíritu humano. En Francia,
como en otros países del mundo occidental, esa vinculación entre lo humano y lo
divino ha desaparecido. El escepticismo y la parálisis producidos por ese cisma
en la propia naturaleza del hombre brinda la clave para el inevitable
hundimiento de nuestra presente civilización. Si los hombres dejan de creer que
un día llegarán a ser dioses, seguro que se volverán gusanos. Mucho se ha
hablado sobre el nuevo orden de vida destinado a surgir en este continente americano.
Sin embargo, conviene tener presente que ni siquiera se ha vislumbrado un
posible comienzo durante al menos mil años por venir.”
(Henry Miller, El
coloso de Marusi, páginas, 50, 87, 242)
Toda una reflexión...
ResponderEliminarSaludos
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ResponderEliminarExcesivo Miller, ¿me ha gustado la novela? No, exaltaciones aparte, no me ha gustado. Miller pierde pie, a veves da la impresión de haber perdido el sentido onirico de la proporción. Esteticamente es brillante en algunos pasajes, que aún fulguran como perlas de cultivo, un tanto anticuadas. Después de todo, Miller se sentía escritor de un caos interior que no llega a organizar del todo. Por ejemplo, laa comparaciones de Epidauro con las praderas indias y, sobre todo, mayas son el colmo del desvarío, pero la corriente interior del Miller es tan poderosa que nos dejamos arrastar por la impresión de profunda sinceridad que emana del texto, lleno de impurezas y de chocantes --por estrepitosas--, nimiedaes, a veces ingenuas nimiedades, que de pronto toman la forma de piropos que estallan, de flores voraces que no han reposado lo bastante en el texto...
ResponderEliminarNo quiero dejar de reseñar, sin embargo, la elocuencia de Miller en apenas página y media sobre la batalla de Esmirna, en el último tercio del libro, testimonio llameante de un indignado, diríamos hoy, de un escritor perplejo ante la crueldad inaudita que es capaz de desarrollar el ser humano con sus semejantes. Esa pagina rebelde redime el libro y lo hace mejor; por un momento Miller trasciende su sueño de manchas solares y lo embrida en un asunto verdaderamente compartido, humano.
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