Carmen Amoraga
Ediciones Destino, Barcelona, 2014, 319 páginas.
Una novela intimista pero que
al mismo tiempo sale fuera de las grutas interiores del yo, fue la ganadora de
la setenta edición del Premio Nadal de este año, el de mayor o uno de los de
mayor reconocimiento de la literatura española, no obstante su relativamente
modesta dotación económica (18.000 euros). Me estoy refiriendo a La vida era eso de la escritora
valenciana Carmen Amoraga, periodista de profesión, autora de siete novelas y
con una trayectoria ya consolidada, aunque no demasiado conocida por el
público.
En otro sitio de esta bitácora ya dejé
constancia del origen de la gestación de
esta pieza narrativa, esbocé una breve sinopsis, así como algunas de las claves
de la misma ficción, con base, no obstante en hechos reales. Resumo ahora lo ya
resumido y abordo sobre todo una valoración crítica de la misma.
La novela parte de una base real: la autora
conoció a una pareja con la que trabó amistad. Él, grande y fuerte, usuario muy
activo de Facebook. Pero poco después Carmen Amoraga supo que un cáncer se lo
había llevado casi de inmediato. Su mujer, sin embargo, en el período de duelo
había comprendido que los seres humanos estamos diseñados para sobrevivir. Y
eso es lo que se propuso: salir adelante junto a sus hijas. Era la historia que
la autora ansiaba contar y así nació La
vida era eso. Carmen Amoraga convierte a su amiga en Giuliana, al marido en
William y les adjudica nacionalidad argentina, hecho que aprovecha la autora
para hacerles hablar, desde la primera página (“las tirás mañana”), con los
localismos y fraseología del español de Argentina.
El tema de la novela lo ha expresado la
autora en diversas entrevistas: aprender a perder para aprender a vivir. Dicho
con otras palabras: para sobrevivir y transitar por el duelo de la muerte del
ser que es tu media vida, es preciso incorporar a la propia existencia
cualquier cosa que pase, sin desechar la pérdida y todas las herramientas que
nos ofrecen las actuales tecnologías. Aunque nos introduzcan de lleno en el
mundo virtual. Y, en efecto, la narración de Carmen Amoraga tematiza las
diferentes fases del dolor y del duelo y muestra el tránsito por las mismas de
la principal protagonista y cómo la vida se abre paso a través del infernal túnel
de la tragedia para asomar de nuevo y retoñar, al menos con brotes de incierta
esperanza, con la ayuda de las redes sociales. Porque, después del
fallecimiento de su marido, Giuliana abre una cuenta en Facebook, aunque sin
cerrar la de aquel, y se contagia del virus de la interactuación a través de Facebook, puesto que esas
interactuaciones con los amigos virtuales le hacen sentir que no está sola,
dándole así la razón a Gabo (“Si contás, si explicás lo que te pasa, la vida es
mejor”, página 70). Cuando está metida en Facebook se siente alegre, le dicen
sus hijas. Allí hace bromas, se ríe, pone emoticonos con caras graciosas.
Contenta pues en la vida virtual -supera de algún modo la tragedia-, deprimida
en la real. Y a través de las redes
sociales y de la interacción con familiares y amigos, la protagonista, en
cierta medida dura y huraña en vida de su marido, aprende que para sobrevivir
es preciso asumir la pérdida.
La novela estructura su substancia diegética
en cinco secciones, rotuladas con los epígrafes de las fases del duelo
(Negación, Ira, Negociación, Depresión, Aceptación) por las que transita la
protagonista. Narrada en tercera persona, pero focalizada desde la mirada y los sentimientos de la
protagonista. Los héroes de La vida era
eso, como en general los de la narrativa de Carmen Amoraga, son gente
corriente que viven sus vidas a base de escenas cotidianas, su día a día y que,
sin embargo, protagonizan la proeza de sobrevivir a la pérdida del ser querido.
La autora hace un hábil uso de las analépsis o saltos hacia el pasado en el
tiempo de la historia. Giuliana, la protagonista femenina, en las etapas de su
duelo, recupera lo bueno y lo malo; los días felices y las decepciones, las
alegrías y las traiciones.
Novela creíble porque parte de una base
real: la historia de la pareja que la autora conoció. Los post que salpican el relato están transcritos casi todos, confiesa
Carmen Amoraga, tal como los escribió la protagonista de la historia
real, ahora amiga de la escritora.
Es oportuna en mi opinión la introducción de
las redes sociales en la trama narrativa, porque la literatura lo aprovecha
todo, no puede ser ajena a los distintos medios de comunicación y las redes
sociales son un cauce más, en un momento en el que incluso existe la “tuiteratura”
(libros escritos en base a los tuits
escritos por los seguidores de determinada gente).
La línea argumental de La vida era eso se presta al sentimentalismo melodramático. No
obstante, el carácter duro y arisco del propio personaje, cierto humor irónico
y sobre todo la plenitud de vida y positivismo de los que la novela está
preñada, lo evitan. La sintaxis narrativa además no pretende corregir
injusticias ni hacer llorar al lector. La novela es sin embargo un buen ejemplo
de literatura intimista, esa escritura introspectiva que le presta atención a
las crisis del individuo, en sus estados de conciencia o inscosciencia, y
escudriña en las ondulaciones psicológicas de unos personajes que la autora
perfila profundamente, haciéndoles verosímiles.
Un final abierto que abre las ventanas de la
ilusión y de la esperanza y el estilo de una prosa construida con frases cortas
pero cálidas y envolventes arropan esta pieza narrativa que tematiza la
pérdida, la muerte y el duelo, pero paradójicamente esta rebosante de vida y de
esas estrategias que nos dan fuerzas para no tirar la toalla.
Francisco
Martínez Bouzas
Carmen Amoraga después de recibir el Premio Nadal 2014 de manos de Ana María Matute |
Fragmentos
“A
veces, esas noches que no duerme, repasa con la mano las tarjetas, sin sacarlas
ni leerlas, y tiene la fantasía de que los bordes de las cartulinas aún
conservan un resto de la piel de William. Ama esas células epiteliales
impregnadas en el papel. También le da rabia no haber tomado en consideración
la importancia de la piel de su marido. La piel es el mayor órgano del ser
humano. El mayor, y ella la ignoró, igual que ignoró tantas cosas en el tiempo
que pasaron juntos. Sí. Lo sabe. Se martiriza. Pero prefiere obsesionarse con
la piel que con qué hacer con los zapatos de su marido, si donarlos o no, si
quedárselos y entretenerse observando la manera en que su pisada deformaba la
suela hacia abajo, hacia dentro, o si llevarlos a la Casa de la Caridad para
que alguien que los necesite siga caminando los pasos que él ya no podrá dar y
así, quién sabe, lo mismo sus huellas se cruzarán por la ciudad, un día
cualquiera, y se reconocerán doloridas y abadanadas por los adoquines,
ignorantes del prodigio que acaban de presenciar.”
…..
“Sabe
que el duelo no es una enfermedad, pero sabe también que significa lo mismo que
herirse o quemarse gravemente. Sabe que en cualquier momento, en cualquier
parte del mundo, en cualquier cultura, personas que nunca se han conocido ni se
conocerán reaccionarán de la misma manera ante una pérdida: negándola,
sucumbiendo al mismo denodado esfuerzo para recuperar el objeto perdido,
tratando de convencerse de que la muerte no es un final.
Sabe
que las ocas grises vuelan juntas y en pareja toda la vida y que, cuando una de
ellas desaparece, la respuesta de la que queda es buscar a la otra en los mismo
lugares. Sabe que la oca, inquieta, vuela día y noche y recorre grandes
distancias, yendo a los lugares que conocieron juntas y en los que cree que
podría hallarse su compañera, y sabe que, en el camino, la oca viva lanza su
penetrante llamada. «Vuelve aquí. Vuelve conmigo.». Sabe que el animal vuela cada vez más lejos, cada
vez más cansado. Sabe que, en ocasiones, la oca que busca se pierde y no
encuentra el camino de vuelta, y desaparece también.
Lo
sabe y se le encoge el corazón. Por eso decide volver a Einstein y en sus dos
formas de entender la vida.”
…..
“Piensa
en William y lo imagina una noche cualquiera haciendo lo que ella hace,
investigando en las páginas que hablan sobre el cáncer, sobre sintomatología,
sobre la supervivencia; lo imagina tecleando palabras claves en el buscador,
abriendo enlaces que le lleven de un lado a otro, leyendo testimonios de
hombres que se curan y siendo testigo del dolor que dejan los que no lo
consiguen. Puede ver cómo tragó saliva cuando llegó al lugar en el que hablaba
de los tratamientos paliativos. «Si los tratamientos no dan resultados -dice
esa web-, lo importante es que usted esté cómodo», y también dice: «Es
importante que usted deje de hacer cosas que no desea y se concentre en hacer
las que siempre quiso hacer».
En
la misma postura en la que ahora está ella, se lo figura sobrecogido al saber
la cercanía del final. «En cierta manera este momento es una oportunidad para reenfocarse
en las cosas más importantes de su vida», dicen. O sea, deje sus asuntos en
orden porque pronto se va a morir.”
(Carmen Amoraga, La
vida era eso, páginas 66, 110-111, 288)
Un gran libro !
ResponderEliminarno creas, a mi me ha decepcionado un poco...
ResponderEliminar