La segunda vida de Viola Wither
Stella Gibbons
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García
Editorial Impedimenta, Madrid, 2013, 453 páginas.
Stella Gibbons (1902-1982) es
una notable y prolífica narradora inglesa -es autora de veinticinco piezas
narrativas- aunque es conocida sobre todo por la novela La hija de Robert Post (1932), que alcanzó gran éxito de ventas, el
aval de algún prestigioso premio literario y está considerada como una de las
novelas cómicas más singulares y perfectas de la narrativa inglesa del siglo
XX. Hace unos meses, y para conmemorar la edición del título número cien,
Impedimenta edita en español Nightingale
Wood, traducido con el título, no demasiado fiel con el original, La segunda vida Viola Wither.
La novela se mueve de nuevo en los terrenos
de la comedia. Comedia ingeniosa, aguda, como suele ser la que cosecha la
narrativa inglesa, especialmente la de la época victoriana y su inmediata
heredera. Comedia además con mucha vida social en la que nacen, casi por
generación espontánea, multitud de enredos que tienen casi siempre que ver con
historias de amor. Y todo ello sin que acontezcan grandes cosas.
La
segunda vida de Viola Wither vio la luz en 1938 y en una escueta sinopsis
que no revelará la esencia de la trama argumental, cabe decir que Stella
Gibbons nos presenta como protagonista, o mejor dicho como coprotagonista, a
Viola, una joven hermosa y sencilla, una vulgar dependienta, cuyo padre muere
dejándole como herencia treinta libras. Viola comete el error de casarse con un
hombre, un “joven” rollizo que superaba la cuarentena, perteneciente a la alta
burguesía rural inglesa, propietaria de una imponente y anticuada mansión
familiar, “The Eagles”. Su vida matrimonial no le proporciona ningún tipo de
felicidad porque Viola no está realmente enamorada de su marido. Poco después,
éste también fallece dejándola en la
miseria y ella se ve empujada a vivir en la mansión de los Wither, que a pesar
de ser una acomodada familia burguesa, viven en un entorno opresivo y aburrido:
marido y padre controlador de todas las inversiones de los miembros de la
familia; esposa y madre, sumisa y conservadora. Con ellos conviven dos hijas
solteras: Madge que concentra su afecto en un perro como substituto del novio
militar que la abandonó, y Tina que proyecta sus deseos y energías en conquistar al atractivo chofer que acaba
de contratar el señor Wither. Mas todo comienza
a cambiar cuando aparece en escena un personaje masculino: el joven,
apuesto y rico Victor Spring, por el que aspiran todas las casaderas del lugar
a pesar de su profundo machismo, y del que Viola se enamora.
El largo relato da comienzo “in media res”,
con la llegada de Viola a la mansión de los Wither, después de haber quedado
viuda, donde es recibida con indiferencia. Solamente al final de la novela,
cuando Viola y Victor Spring están contrayendo matrimonio, la autora nos
desvela por dónde discurrirá, de forma insospechada, el futuro de todos los
personajes.
La
segunda vida de Viola Wither es una novela concebida y escrita con
inteligencia; una escritura clásica que nos recuerda, aunque sea desde la distancia,
a Jane Austen a quien admiraba Stella Gibbons. Portadora de una profunda carga
irónica, en este caso contra la burguesía rural, anclada todavía en la época
victoriana: gran importancia del qué dirán, rechazo de matrimonios
interclasistas…La autora consigue sobre todo destapar la situación de la mujer
en los años treinta del siglo pasado. Y nos muestra así mismo con lucidez un buen
retrato de la época, a la vez que teje una intriga romántica y moldea con
agudeza el retrato psicológico de los personajes, especialmente el snobismo de
alguno de ellos.
La novela es además un perfecto muestrario de
mundos femeninos insatisfechos, independientemente la situación social,
económica o sentimental de las mujeres encerradas en esos mundos. Mujeres que
sobre todo anhelan conocer el amor. Otro punto fuerte que en la novela mueve
muchos hilos, es el poder del dinero que discrimina de forma radical a la alta
burguesía rural acomodada de la clase trabajadora.
Trama entretenida, bien escrita en la que, a
pesar de que no se nos brindan grandes acontecimientos y de que el ritmo, sobre
todo al principio, es lento, los lectores amantes de la narrativa pausada y del
fino humor inglés no dejarán de hallar deleite.
Francisco
Martínez Bouzas
Stella Gibbons |
Fragmentos
“la
verdad era que los pasatiempos de Phyllis y su pandilla resultaban demasiado
femeninos para el gusto de Victor. Él habría disfrutado mas la vida social de
hacía cincuenta años, cuando los dos sexos gozaban de sus placeres e intereses
por separado. De vez en cuando le encantaba pasar una noche de chicos, salvaje
o aburrida, y darle vueltas y vueltas al periódico de ese modo narcótico tan
propio de los hombres, pensando ensimismado en las noticias sin discutirlas con
nadie. O ver los partidos de futbol y de tenis y conducir solo.
Yse
guardaba para sí lo que pensaba de las mujeres, que solo compartía con su
madre, pues ambos tenían el mismo punto de vista.
Su
opinión era estúpida, retrógrada y ultramasculina. Nunca abandonaba la idea
(aunque, por supuesto debía disimular delante de Phyllis y de sus amigas) de
que a las mujeres había que mantenerlas ocupadas con algún entretenimiento
puramente femenino como coser, arreglar flores o cuidar niños hasta que un
hombre requiera su atención. Las mujeres que sobrevolaban océanos, ganaban
carreras de coches, escribían novelas brillantes o dirigían grandes negocios no
le despertaban ni un ápice de admiración (aunque esto también tenía que
disimularlo).”
…..
“La
cara del señor Wither era una máscara petrificada de horror e incredulidad.
Tenía la piel parcheada de gris y púrpura. Intentó decir algo en dos ocasiones,
pero luego se sentó, temblando, sacudiendo la cabeza aturdido como un perro
viejo al que hubieran apaleado.
-¿Cuánto
tiempo lleva pasando esto? -casi susurró
al fin.
-Seis
meses. Me enamoré de él en cuanto llegó. Es muy guapo y en esta casa…-la voz de
Tina era dura y calmada, pero qué exquisito alivio se obtenía de dejar salir
esas dulces palabras de sus labios; ¡la verdad, la pura verdad, tan desnuda
como Venus!-. Ninguno de nosotros es guapo y la vida que llevamos tampoco es
bonita. Él es como el Dios de la Primavera. Ninguna mujer puede resistirse a
eso, compréndelo, padre. Sobre todo una mujer de mi edad que lleva años
hambrienta de sexo…
-
¡Por Dios, Tina, no tienes por qué ser desagradable! -le cortó Madge.
-…y
como me he estado preparando para enfrentarme a la verdad de un modo que
ninguno de vosotros podría siquiera imaginar, lo planeé todo y decidí que era
mejor arriesgarse a tener un hijo…”.
(Stella Gibbóns, la
segunda vida de Viola Wither, páginas 295, 307)
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