Amélie Nothomb
Traducción de Sergi Pàmies
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 138 páginas.
Es una verdadera grafómana, una maniática de
la escritura ya que -son sus propias palabras- si no escribe se vuelve
peligrosa. Por eso escribe cuatro libros al año aunque solo publique uno. Su
legado literario lo componen por el momento setenta y siete manuscritos, quince
relatos y veintidós novelas publicadas. Es Amélie Nothomb, la “sale gosse”, la
niña mala de la literatura francesa, que escribe a mano todos los días, antes
del lucero del alba, desde las cuatro de la madrugada. Se reveló en 1992 como
un prodigio precoz al vender 350.000 ejemplares de Hygiène del’assasin, una novela que dio lugar a dos versiones
teatrales y a otra cinematográfica. Años más tarde, con Stupeur e tremblements (1999), la escritora que tiene siempre a
Japón como país de referencia, conquistó definitivamente al público. Cientos de
miles de ejemplares editados y vendidos y el galardón “Gran Prix du Roman” de la Academia francesa.
Autora de obras breves y a la vez refinadas, en la actualidad Amélie Nothomb es
uno de los fenómenos literarios europeos más interesantes: sabe conectar con
insólita complicidad con las inquietudes e interrogantes de nuestro tiempo y
las traduce y modela en ficciones breves pero contundentes, tan alejadas de lo
frívolo como de lo grandilocuente, de la candidez como del academicismo.
Las fabulaciones de Amélie Nothomb,
organizadas como un juego, giran alrededor de dos ejes referenciales. Por un
lado, aquellos textos que pueden ser considerados como ficciones puras; y por
otro las novelas que cumplen con el requisito que Lejeune incluyó en el
concepto de “pacto autobiográfico”: un tratamiento de ciertas temáticas
vivenciales que hacen que el lector piense que se encuentra ante recreaciones
retrospectivas que una persona hace de su propia existencia. Y aunque en los
personajes de Barba Azul, tanto en el
femenino como en el masculino, puede existir una proyección de Amélie Nothomb,
la nueva novela pertenece claramente a las ficciones puras.
En Barba
Azul la autora belga escribe su propia versión del cuento fetiche de su
infancia, el Barba Azul (1697) de Charles Perrault y lo hace cuando,
pasados los años, descubre que en el, a
primera vista, inocente cuento de hadas hay grandes dosis ocultas de misoginia.
El Barba Azul de Perrault es un
monstruo y el autor no ofrece ninguna explicación de sus asesinatos de mujeres,
ni siquiera del de la primera. Y al lado de este monstruo grotesco, sitúa
mujeres que rivalizan en estupidez y todas ellas caen en la misma trampa. Por
eso Amélie Nothomb reescribe este lóbrego cuento de hadas: su Barza Azul, en
cuanto poseedor de un secreto, es atractivo, seductor y, frente a él, una mujer inteligente, segura de sí
misma, capaz de defenderse. Será ella la que mueva las cartas de la historia.
En la reescritura del cuento clásico en la
nueva y provocativa ficción de Amélie Nothomb, la heroína es Saturnine
Puissant, una joven belga que nada tiene de frágil, es dura de pelar, poderosa como sugiere su
apellido, y será ella la que teja los hilos de la trama. Además la autora no
delinea un ogro vulgar, inspirándose, como hizo Perrault en la figura de
Enrique VIII. Al contrario, es un refinado y seductor aristócrata español,
Elemirio Nibal y Mílcar. La autora confiesa que se inspiró en el Gran Duque de
Alba (Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel), tan odiado por los belgas por su
crueldad, pero que, por ser español, podría llevar hasta el final sus pasiones.
El nuevo ogro invierte su tiempo en ser español y en las lecturas de Baltasar
Gracián, las Actas de la Inquisición y los escritos sobre alquimia de Ramón
Llull.
Amélie. Nothomb traslada la trama novelesca
a territorio parisino. El aristócrata español alquila a la joven belga una habitación
de su palacete, en el que hay, como en la versión clásica, un cuarto oscuro
cuya entrada está vedada. Saturnine sabe que las ocho mujeres, anteriores
inquilinas, desaparecieron sin dejar rastro. Pero el lujo, el arte culinaria
del nuevo Barba Azul y el champán pueden más que los presentimientos temerosos.
En régimen de coinquilinato y de la mano de inteligentes diálogos y
disquisiciones entre el ogro de nuestros días y su previsible víctima, regadas
con champán y delicias culinarias, se van descubriendo el uno al otro. La sinceridad
del aristócrata acaba por convencer a Saturnine de que aquel es el lugar apropiado
para reivindicar su propia independencia sentimental. Por eso mismo está decidida
a afrontar todos los retos. Y de este modo, entre exquisitas cenas de pareja,
conversaciones prolongadas que giran sobre lo divino y lo humano, pero
especialmente sobre el amor, el pretendiente neurótico y depresivo se convierte
en objeto de amor para la joven belga.
La novela se estructura a base de diálogos
brillantes entre dos potentes fuerzas opuestas y termina convirtiéndose en una
fantasía siniestra, con un crescendo de sensaciones escalofriantes y un final
inesperado: el de la Caperucita lista jugando al ajedrez con el lobo feroz,
transformado en verdadera víctima. Reescritura nothombiana pues del cuento de
Perrault con un tema de fondo, verdadero substrato de la novela más allá de la
trama argumental: una meditación, incrustada entre inteligentes diálogos sobre
el engaño, la mezquindad ratera de las
relaciones amorosas. Obra de madurez, depurada en su escritura, con diálogos
brillantes (A. Nothomb construye sus novelas como si de piezas teatrales se
tratase) cargados de acentos filosóficos, escasez de prosa de la autora, con
dosis de humor y horror en equilibradas proporciones.
Francisco
Martínez Bouzas
Amélie Nothomb |
Fragmentos
“Finalmente le acompañó hasta la puerta
pintada de negro.
-Ésta es la entrada al cuarto oscuro, en
el que revelo mis fotografías. No está cerrado con llave, cuestión de
confianza. Doy por sentado que entrar aquí está prohibido. Si usted decide
entrar, lo sabré, y lo pagará caro.
Saturnine no dijo nada.
-Por lo demás, puede ir a donde se le
antoje. ¿Alguna pregunta?
-¿Tengo que firmar un contrato?
-Despachará este asunto con mi
secretario, el excelente Hilarión Grivelan.”
…..
“El hombre dejó su cuchara y, con toda
la solemnidad posible, declaró:
-Señorita, la amo.
-¿Tan pronto? ¿Y por tan poco?
- Le ruego que no estropee con palabras
poco consideradas la excelente impresión que acaba de causarme. El oro es la
sustancia de Dios. Ninguna nación en el mundo tiene tanto sentido del oro como
España. Comprender el oro es comprender España y, por consiguiente,
comprenderme a mí. La amo, es así.
-Está bien. Yo no le amo a usted.
-Todo se andará.
-Saturnine probó la crema de yema
-Delicioso –dijo
Don Elemirio esperó a que terminara y
luego exclamó:
-¡Aún la amo más!
-¿Qué ha ocurrido?
- Es usted la primera que no añade que
resulta asqueroso demasiado dulce. No es usted una debilucha.
La joven se esforzó en no decir nada más,
por miedo a reforzar una pasión que no entendía en absoluto. Para librarse de
la mirada ardiente y, en adelante, fija del español, pretextó cansancio para
restirarse a sus aposentos.”
…..
“Ahora entiendo por qué no quería
escuchar sus confesiones. ¡Disfruta tanto con ellas! ¿Cómo las mató?
-Existe un mecanismo en el cuarto oscuro
que, antes de entrar hay que bloquear. Si no se bloquea, la puerta se cierra y
activa un comprensor que disminuye la temperatura hasta cinco grados bajo cero.
-Murieron de frío! Es usted de una
crueldad abominable.
-El asesinato no es un acto amable. Lo
siento. La hipotermia no estropea el
cuerpo.
-¡Qué narcisismo! ¿Castigar con la
muerte el hecho de haber visto sus fotos!
-Me parece mucho más narcisista enseñar
sus fotos
-¿Se da cuenta del suplicio que infligió
a aquellas de las que supuestamente estaba enamorado? ¿Qué puede ser peor que
morir de frío?
-Esas mujeres también decían que amaban.
¿Acaso se viola el secreto de alguien a quien amas? ¡Ni siquiera cuando no le
amas! ¿Acaso el secreto no merece respeto?”
(Amélie Nothomb, Barba
Azul, páginas 14, 29-30, 106-107)
No hay comentarios:
Publicar un comentario