Javier Montes
Editorial Anagrama, Barcelona, 2020, 276 páginas.
Aunque en
la actualidad no parece ser un dato demasiado relevante, Javier Montes (1976)
fue incluido en 2010 por la Revista Granta en su selección de “Los mejores
narradores jóvenes en español”. Porque lo realmente importante es su obra.
Novelas como La vida en un hotel
-entre otras razones por cierta relación ambiental con la novela que comento- y
su brillante e inusitado Varados en Río (2016).
En esta
novela, Javier Montes sutura varios géneros: entre la investigación
detectivesca y la evocación novelada de un fascinante personaje femenino
brasileño: Dora Vivacqua que dedicó su vida a encarnar el mito de “Luz de
Fuego”, del que la novela recibe su título. Y en el trasfondo, el gran marco de
un Brasil semimoderno, con ecos, redes e imaginarías de samba, bossa nova,
tropicalismo e imágenes de un pasado, hoy casi olvidado.
La novela
es la historia de de una leyenda no inventada, sino real. La historia de una
mujer de carne y hueso, Dora Vivacqua, brasileña revolucionaria, bailarina,
pionera del nudismo en Latinoamérica, guerrillera urbana…. Una vez más, un
personaje real se convierte en el objeto de una ficción, porque su personalidad
fue tan fuerte y su magnetismo tan seductor que Javier Montes no se resistió y
la noveló. En la novela relata un acontecimiento que transmite fielmente el
carácter de Luz de Fuego: en pleno carnaval brasileño sacó dos pistolones al
grito de “¡No soy la novia de Brasil! ¡Yo soy la novia Pistolera”. Y disparó
todas las balas contra el techo.
Todo
sucede en Río de Janeiro en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Y el autor
emplea el mismo modus operandi que ya usó en Varados en Río: ficción narrativa
alrededor de un personaje real, una técnica narrativa hoy tan de moda. En la
novela, el escritor se muestra como diletante detective y reportero que reúne
pruebas, imágenes, textos sobre el personaje, y que amalgama con elementos de
ficción.
La novela
es un vagabundeo y una pesquisa, una quest
sobre el personaje. Dora Vivacqua
no nació como Eva sino como Lilith. Y no vino para traer paz a la tierra, sino
para enfrentarla con sus amigas ofidias. No será ella quien ceda al pecado sino
quien lo invente. Una mujer demasiado libertina que colecciona amantes con
método de entomóloga. Pagará sus excesos con su vida, porque a Luz de Fuego la
destriparon antes de arrojar su cadáver,
lleno de piedras, a la bahía de Guanabara, para que no flotara cuando se
hincharan sus vísceras bajo el agua.
El libro
reconstruye y evoca la existencia de Luz de Fuego. Hija de familia adinerada
del interior del país, decide ser radicalmente libre y serlo de la forma más
ruidosa posible. En la novela asistimos a momentos de su infancia, siempre
ficcionalizados. A su asentamiento en
Copacabana, con libertad absoluta tanto en su cuerpo como en su conciencia.
Será una valiente, una feminista no ortodoxa porque era ante todo una
libertaria demasiado radical para encasillarse en nada. Pero, a lo largo de su
existencia, demostró que una mujer de cuarenta o cincuenta años, podía
descastarse, obrar libremente, proponerse cualquier meta. Decide llegar a la
fama, apegada a la desnudez adámica. De hecho será la precursora del
naturalismo. En la playa de la Isla del Sol quiso establecer su mundo utópico.
El libro
se basa en la realidad, pero va casi siempre acompañado de un ejercicio de
imaginación e de evocación. Y en esa evocación, asentada en algunas fotos de Dora
con serpientes y fuego, Javier Montes la identifica con Lililith, en contra de la
traducción judeo cristina, que se ha basado siempre en el mito fundacional del valle de lágrimas; con una Eva sumisa y responsable,
culpable de nuestros pecados y desgracias. Una tradición filosófica y religiosa
que ha ignorado y condenado el mito de Lilith, la verdadera Primera Dama, más divertida
y apetecible, que habría sido creada al mismo tiempo que Adán y que llegó a rebelarse
contra su supuesta autoridad.
Esta fue
Dora Vivacqua, entre la realidad y la ficción, en un Brasil con el que hoy chocaría
de forma radical, sobre todo con la sociedad reaccionaria que fomenta el presidente
Bolsonaro.
Francisco Martínez Bouzas
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