Kingsley Amis
Traducción de Raquel Vicedo,
Editorial Impedimenta, Madrid, 570 páginas
El año 2011 la editorial inglesa Penguin Books publicaba, reunidos en un solo volumen,
los relatos completos de Kingsley Amis (Complete
Stories). El olfato de Enrique Redel, editor de Impedimenta, permitió hace
unos meses su recopilación y publicación en español en una edición singular: un
volumen de tapas duras que reúne veinticuatro relatos, algunos de dimensiones
considerables. Historias que son un reflejo de las ideas creativas del autor, y
que, según sus mismas palabras, guardan una notable afinidad con su hermana
mayor, la novela. Cuentos publicados entre 1955 y 1993, escritos a lo largo de
cincuenta años con el marchamo característico del escritor inglés: entre los
humorístico, lo satírico y lo conmovedor; y que nos remiten a la prosa de uno
de los diez mejores narradores británicos posteriores a 1954, aunque no ajeno a
controversias. Miembro destacado de los
Angry Young Men (Jóvenes Airados)
junto con Philip Larkin, Harold Pinter o Allan Sillitoe. Poeta, autor de más de
veinte novelas -la más conocida Lucky Jim
(Premio Somerset Maugham)-, de libros de memorias y de una interesante prosa
epistolar, Letters of Kingsley Amis.
Su vida personal proporcionaría un buen
argumento para ese tipo de narrativa, hoy tan de moda, en la que novelistas
novelan a escritores. Estalinista en sus años de juventud, con notable
sensibilidad hacia la clase obrera, crítico con la dominante. Mas, a raíz de la invasión de Hungría por las
tropas soviéticas, se produjo en Kingsley Amis un giro copernicano, derivando
hacia un feroz anticomunismo hasta convertirse en un verdadero reaccionario que
adoraba a Margaret Tatcher y a la reina que aparecía, según su hijo Matin Amis,
en sus sueños eróticos. Tras conseguir una plaza de profesor en la Universidad
de Cambridge, renuncia a los dos años a la
misma (“Después de tres tutorías en un día no me veía capaz más que de poner el
gramófono”, fue su justificación). Su vida familiar, rebosante de alcohol, de boutades y de mujeres. Casado en dos
ocasiones y divorciado otras tantas. A pesar de su misoginia tenía, a las
mujeres entre sus debilidades. Su segunda esposa, la escritora y modelo Elizabeth Jane Howard, harta
de sus infidelidades y desplantes, lo abandonó en 1983. Y entonces el camino
que toma fue irse a vivir con la que fuera su primera mujer y el tercer marido
de esta. Martin Amis cuenta en su libro de memorias que su padre murió hinchado
por el alcohol.
Lo anterior es un pequeño flash a la vida
culposa de Kingsley Amis, pero tengamos en cuenta, como escribe Juan Tallón,
que sin basura no hay biografía y posiblemente tampoco literatura, añado yo.
Por eso, más allá de una existencia extremada y licenciosa, permanece la
literatura de Kingsley Amis, en la que por cierto deja constancia de su
irresistible amistad con el alcohol y de una crítica social cercana a la
política-ficción (The Alteration,
1976), escrita desde un punto de vista cercano al fascismo.
Los relatos, no obstante su cercanía con las
novelas breves, -en el fondo son novelas condensadas- son para Kingsley Amis,
como apunta en el Epílogo, como trabajar en vacaciones; una labor que además lo
libera de la angustia. La contrapartida es que, para abrirse hueco entre los
lectores, el relato “debe destacar entre múltiples culos y tetas impresas en
papel couché” (página 567). Sea como fuere, y a pesar de la opinión de su
creador, algunos de los cuentos reunidos en este volumen son piezas narrativas
de gran calidad, repletas de ingenio, componentes satíricos y dotadas de las
suficientes cualidades para divertir al lector. En un amplio abanico temático,
Kingsley Amis conjuga relatos que da la
impresión de estar extraídos de su propia geografía biográfica, con otros en
los que critica la deplorable eficacia de los servicios sociales, caricaturiza
la crítica literaria, ofrece parodias de Sherlock Holmes, eternas historias de
amor y desamor, reflexiones en torno a un funeral, o giran en torno a la
ciencia ficción asociada a la bebida. En esta última línea, destacan por su
capacidad para producir abundantes carcajadas, “El clarete de 2003”, protagonizado
por unos personajes que crean un artilugio -TIOPEPE son sus siglas- capaz de predecir el sabor de la bebida del
futuro. Su continuación en “Los amigos del morapio” e “Inversión en futuros”
tampoco tienen desperdicio: los tipos de la clase alta deben darse por
satisfechos con beber simple cerveza, mientras que los trabajadores degustan el
mejor vino. Memorable así mismo, “El secreto del señor Barret” por las razones
con las que el padre de Elizabeth intenta evitar su boda con el poeta Browing,
así como por su desenlace.
Cuentos presentados en esta edición de
manera cronológica, lo que nos permite comprobar la evolución narrativa del
autor, cuyo talento como escritor es innegable. Domina las estructuras
narrativas breves y el arte de la palabra, y todo ello se hace presente en cada
historia y en cada párrafo, cargado de humor, causticidad, sátira o desvarío.
Por todo ello su lectura se convierte en una experiencia literaria tan breve
como viva y penetrante.
Francisco
Martínez Bouzas
Kingsley Amis |
Fragmentos
“En
realidad, es cierto que los trabajadores sociales son necesarios, igual que son
necesarios los guardas de prisiones, los oficiales de los gobiernos locales,
los policías, los policías militares, las enfermeras, los clérigos, los
científicos, los encargados de los hospitales mentales, los políticos y -por el
momento, en cualquier caso, Dios perdone a todos- los verdugos. Pero eso no
significa que uno tuviera que sentirse predispuesto a confraternizar con cada
una de esas personas, excepto quizá con alguna que otra enfermera y, en
cualquier caso, solo basándose en lo que uno podría llamar fundamentos
extrínsecos.
Aunque,
por supuesto, uno no debería haber perdido el tiempo pensando en Mair. En lo
que a mí respecta, Mair, con su credo de arremángate y-ponte-manos-a-la-obra
(sin importar qué sea la «obra»), podía desaparecer del mapa en cualquier momento, en
la medida de lo posible después de haber sido atada, amordazada y obligada a
escuchar todo lo que Betty tuviera que decirle. Y qué si algo debía o podía
hacerse con Betty, y qué si alguien debía o podía hacerlo y cómo: a eso se
reducía todo. Me apenaba pensar en que para mí era imposible aparecer en la
cárcel el gran día, llevando un ramo de flores y un paraguas de plástico
nuevo.”
…..
“-¡Pues
me están dando arcadas! -dijo el hombre con violencia-. Esto es un Château La
Bouygue de 2003, de uva recolectada antes de la Phulloxera, por supuesto. Eso
sí, ligero y libre, no rico en asociación, pero con completa garantía de su
honestidad; instrumental mientras que los de 2001 son sinfónicos; la delicadeza
de un Braque más que la audacia de un Matisse. ¿Eso es lo máximo a lo que
puedes aspirar? ¿Amor y poesía lírica, de verdad? Nunca en mi vida he escuchado
una bazofia semejante. No tienes el nivel suficiente para venir aquí, amigo.
Mejor será que te vayas a uno de esos pubs con tus compañeros de clase alta:
ese es tu sitio.”
(Kingsley Amis, Cuentos completos, páginas 125, 222)
Realmente bueno...
ResponderEliminar