Delphine de Vigan
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 342 páginas.
La autora de Basada en hechos reales, Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt,
1966) está marcada como escritora y como persona por un hecho que la catapultó
al olimpo de las letras francesas: la escritura de un libro, Nada se opone a la noche del que vendió
un millón de ejemplares y fue publicado
por una veintena de editoriales extranjeras, pero que, al mismo tiempo,
significó para ella un trauma profundo. En esa novela narraba el suicidio de su
madre bipolar, y reconstruía su peripecia vital con la misma precisión con que
la que lo haría un biógrafo o un investigador detectivesco. Abrir la caja negra
de ese suicidio y revelar buena parte de la historia familiar la sumió en un
estado de shock, en una angustia permanente, convencida de que el libro sobre
su madre podría ser el último, de no ser capaz de escribir más. Todo eso se
tradujo en tardar cuatro años en concluir
su siguiente novela, Basada en
hechos reales. Una suerte de parálisis vinculada a la naturaleza compleja
de este libro y a la del anterior en el que, de forma dolorosa, desvelaba
interioridades de la vida familiar. Si bien al contrario de Delphine, la
protagonista de la novela, nunca tuvo que luchar contra el vértigo de la página
en blanco.
La novela que ahora nos ofrece en español
Anagrama, está así mismo marcada por la irrupción sin cortapisas de la realidad
en la ficción, irrupción que en buena medida está ampliando el concepto de
novela, hasta desembocar en la novela-verdad. Si tenemos en cuenta algunas de
las novelas de Emmanuel Carrère, Annie Ernaux y de la misma Delphine de Vigan,
hoy en Francia decir novela no quiere
decir exclusivamente ficción. Y en efecto, el texto de este nuevo libro de
Delphine de Vigan está basado en hechos reales, ya que asume la realidad como
materia prima, y al lector le corresponde el papel de diferenciar la realidad
de la ficción, puesto que la propuesta narrativa ofrece claramente un ejercicio competitivo entre ambas. Aunque la
autora, a diferencia de Nada se opone a
la noche, disfraza inteligentemente los detalles personales y familiares
más íntimos.
El personaje central, aunque no
probablemente la auténtica protagonista, es Delphine que comparte con la autora
nombre, biografía, la escritura como oficio e incluso el compañero sentimental.
Ella es la narradora, un doble quizás de la autora con la que comparte una
similar crisis de creatividad tras el éxito de su anterior novela.
La protagonista Delphine confiesa, en las
páginas introductorias, que después del éxito de su última novela, dejó de
escribir. Se veía incapaz de redactar una sola línea. Finalmente comprende que
la única razón de su impotencia es L. Y así da comienzo una historia de
manipulación y vampirismo de una persona sobre otra. La voz confesional de la
protagonista reconoce que L. entró en su vida y la manipula por efracción, para
anexionarse su territorio. L. se sumerge en la vida de Delphine que, poco a
poco, la admira, llegando incluso a convertirse en objeto de deseos de la
protagonista que tardará en darse cuenta de que L. volvía de lejos, de un
territorio obscuro y fangoso. Llega un momento en que L. le muestra su juego.
De repente, un día, le pregunta “¡Qué vas a escribir ahora?”(página 74).
Previamente L. le había revelado cuál era su ocupación: redactaba libros para
otros, memorias de famosos sobre todo. Una negra literaria, una circunstancia
no baladí como se revela en el desenlace. La amiga atenta y perfecta se opone a
que Delphine vuelva a la ficción, escriba una novela ficcional sobre la
telerrealidad. Porque los lectores, le arguye, esperan lo Verdadero, quieren
que les cuenten la vida, están hartos de historias. Y, poco a poco, L. se va
haciendo dueña de la situación: llega un momento en el que Delphine es incapaz
de escribir nada. El territorio de su escritura velado a los visitantes, ahora
estaba mudo, asaltado por las dudas que L. le provocaba porque había sido capaz
de entrar en él. Y Delphine se siente sola, aislada, incapaz de alienar más de
tres palabras (página 171), con el pánico apoderándose de su ser. Su
dependencia de L. es absoluta. Ella es la única persona que podía sacarla del
agujero y del laberinto de mentiras en el que se pierde. La vampirización llega
a extremos difícilmente imaginables, rayanos a la locura: L. se hace pasar por
Delphine en una charla con alumnos de un liceo. Una verdadera mascarada.
Revelar la continuación, los detalles y
sobre todo el desenlace vulneraría lo aconsejable en una sinopsis,
especialmente cuando se escribe como crítica literaria. Pero es imposible que
el lector no se sienta irremediablemente atraído por esta paulatina pero absorbente dominación
que una mujer llega a ejercer sobre otra, aprovechándose de la personalidad insegura
y de la depresión de esta última. Y no hay disculpas porque el convencimiento
que alberga Delphine de que estaba siendo víctima de una violencia invisible,
tortuosa, que alteraba profundamente su manera de ser, tiene su origen no en la
realidad, sino en la absoluta capacidad vampirizadora de L. incluso con la
biblioteca de su amiga.
Basada
en hechos reales es claramente un thriller psicológico. Una novela de
suspense, terror y horror psicológicos que, llegado un momento, desemboca en
una amenaza y en una consternación no solo mentales, sino físicas. Esta es una
de las vigas maestras más claramente perceptibles y cautivadora además de la
atención de los lectores. Pero hay otras igualmente seductoras que tienen que
ver especialmente con aspectos metaliterarios. La novela, en efecto, incide con
frecuencia en agudas reflexiones sobre ficción y realidad, tan presentes en los
inicios del siglo XXI con la invasión de la telerrealidad en nuestro vivir
cotidiano. Los directores de cine o de televisión quieren adaptar historias
reales porque “lo real es lo único real, lo único que funciona” (página 252).
Lo verídico para que la gente pueda identificarse, sentir empatía. La escritura
de novelas que reflejen la realidad es la exigencia de la dominadora tóxica.
Pero Delphine, la protagonista llega un momento en el que se interroga si no se
habría producido una mutación profunda en nuestra manera de pensar, de ver y de
leer; de tal modo que la gente no quiere historias interesantes que le
emocionen o apasionen. Quiere lo Verdadero, precisa historias basadas en hechos
reales, porque, como le escucha un día a unos adolescentes al salir del cine,
“la realidad tiene los cojones de ir mucho más lejos”. Así pues, una
apasionante novela sobre la esencia de la ficción que disloca quizás el pacto
narrativo mediante el cual los lectores aceptan determinadas normas a la hora
de leer una novela, por ejemplo la ficcionalidad de lo que les están contando.
¿Y qué es la pura ficción? El interrogante ronda con frecuencia la cabeza de
Delphine: ¿no habrá siempre en la ficción una parte de nosotros mismos, de
nuestra memoria, de nuestra intimidad? De ahí la congruencia del título de la
novela, Basada en hechos reales.
Finalmente otro pilar fundamental de la
novela es el tema del doble, una gran línea literaria. Bien está que la autora
vista de relato una ficción. Pero ¿qué relaciones existen entre ella y su
personaje? Ya se ha señalado que Delphine de Vigan comparte con su personaje
central biografía, la escritura de una novela-verdad, la misma parálisis
virtual, dos hijos gemelos, etc. Cabe pues preguntarse: ¿Delphine la
protagonista no es el doble, el alter ego de Delphine de Vigan, la autora? ¿O
simplemente esta acaba por identificarse con su protagonista? En la
entrevistas, Delphine de Vigan se muestra ambigua en sus respuestas. Se
escabulle manifestando que todo forma parte del juego.
Las tres secciones de la arquitectura
novelesca (Seducción, Depresión, Traición) se abren con citas de Misery y La mitad oscura de Stephen King. Un homenaje al maestro de la
narrativa de terror que además ha cultivado frecuentemente el tema del doble.
Hay otro hecho que homenajea a la autora: Roman Polanski, precursor del thriller
psicológico e intensamente admirado por Delphine de Vigan en sus adolescencia,
ya está rodando una película cuyo guión
está extraído de Basada en hechos reales.
Así pues, una historia perturbadora, con
frecuencia angustiante, pero dotada de una gran fuerza, con una diabólica
mezcla de ficción y realidad; escrita de una forma muy inteligente y lúcida,
con un ritmo frenético sobre todo en la segunda y tercera parte. Y tan
absorbente como el personaje vampirizador.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Y
fue así como se instaló L. en mi vida, con mi consentimiento, merced a una
suerte de hechizo progresivo.
Cuántas
veces me pregunté qué fisura me había vuelto tan vulnerable. Tan permeable.
Recibía
cartas anónimas cada vez más violentas.
Mis
hijos se habían ido de casa y habían comenzado a construir, fuera de allí, una
vida que sería la suya propia.
El
hombre al que amaba andaba ocupado con su trabajo, sus viajes y los mil
proyectos que yo le animaba a aceptar. Habíamos elegido ese modo de vida que
dejaba espacio para otras obsesiones, otros entusiasmos. Por ingenuidad o por
exceso de confianza, nos habíamos creído preservados de cualquier tentativa de
conquista.
En
la edad adulta, la amistad se construye sobre una forma de reconocimiento, de
convivencia: un territorio común. Pero creo también que buscamos en el otro
algo que no existe en nosotros mismo sino de una forma menor, embrionaria o
reprimida. Por ello tendemos a trabar amistad con aquellos que han sabido desarrollar
una manera de ser hacia la que tendemos sin éxito.”
…..
“En
ocasiones, sí, se me pasaba por la cabeza que L. pudiera tener que ver de cerca
o de lejos con aquel estado.
Aparentemente,
se ocupaba de mí, me apoyaba, me protegía. Pero en realidad absorbía mi
energía. Captaba mi estado de ánimo, mi tensión y ese gusto por la fantasía que
a pesar de todo nunca me había faltado.
Mientras
frente a ella yo me vaciaba de toda sustancia, L. trabajaba durante horas,
entraba y salía, tomaba el metro, preparaba la comida. Cuando la observaba, a
veces me daba la impresión de verme a mí
mismo, o más bien a un doble de mí misma, reinventado, más fuerte, más potente,
cargado de electricidad positiva.
Y
pronto sólo quedaría de mí una piel muerta, seca, una funda vacía.”
…..
“Otra
noche, me desperté sobresaltada, convencida de que había alguien en mi
habitación. Me senté en la cama, con todos los sentidos alerta, escudriñé la
oscuridad, intentando descifrar la forma negra, totalmente inmóvil, que se
hallaba ante mí. Oía palpitar mi corazón a toda velocidad en el pecho, lo
sentía latir en las sienes, un zumbido aterrador que me impedía desentrañar el
silencio. El aire de la habitación me parecía denso, saturado, como si otra
persona hubiera consumido todo el oxígeno. Allí había alguien, estaba segura,
alguien me vigilaba. Hubieron de transcurrir unos minutos para que me atreviera
a encender la luz y comprobara que la forma no era más que una prenda que había
colgado de una percha y suspendido en el estante la noche anterior. Y unos
minutos más para que la sangre volviera a circular normalmente bajo mi piel
helada.”
…..
“Ya
entrada la noche, desvelada por una confusa intuición, me quedé en la
biblioteca leyendo en voz alta, como hacía L., los títulos de mis libros, apretados
unos contra otros. Todos. Estante por estante.
Cuando
me acosté, tumbada boca arriba, incapaz de conciliar el sueño, pendiente del
menor ruido, lo comprendí: todo cuanto L. me había contado de su vida, cada
anécdota, cada historia, cada pormenor, procedía de un libro de mi biblioteca
(…)
L.
había ido recogiendo de todas partes, sin predilección por ningún género, de
novelas francesas y extranjeras. Los textos que la habían inspirado tenían en
común que habían sido escritos por autores contemporáneos. La escena de la
muerte de su madre procedía sin lugar a dudas de una novela de Véronique Ovaldé. La descripción de la personalidad de su padre
se inspiraba ampliamente en una novela de Gillian Flynn. Encontré, casi palabra
por palabra, la terrible visita de un vecino en la primera novela de Alicia
Erian. El relato de la mañana en que se levantó con la garganta seca, incapaz
de proferir un sonido, y de la recuperación de su voz se asemejaba hasta el
punto de confundirse con los mismos fenómenos descritos en una novela de
Jennifer Johnston. En cuanto al encuentro con su marido, una noche de huelga de
transportes, procedía directamente de un libro de Emmanuèle Bernhein.
A lo
largo de las semanas siguientes, seguí descubriendo los vínculos que ligaban los diferentes relatos de L. con mi
biblioteca.”
(Delphine de Vigan, Basada en hechos reales, páginas 184, 229, 291, 334-335)
Ciertamente interesante...
ResponderEliminarPor lo que intuyo, un tema bastante escabrozo, temerario y contradictorio. Una se pregunta cuántas veces nos hemos topado con personas así, algunas se prolongan en la vida del otro y pueden realmente absorberle toda su sangre, su vitalidad, adueñarse de su voluntad. Pero los hay también momentáneos, seres que pasan sólo un momento por alguna vida y basta ese tiempo corto para transformar su presente en pesadillas intermitentes, que luego serán parte del presente y del futuro, así, apareciendo a hurtadillas, como fantasmas que muelen destinos de otros, produciendo enormes agujeros en sus peores recuerdos.
ResponderEliminarMe parece una reseña muy esclarecedora.
Gracias, como siempre.