La pasión
según Dioniso
Pedro Juan Gomila Martorell
Prólogo de Alberto Chessa
Editorial La Lucerna, Palma, 2016, 83 páginas.
Bajo el epígrafe Eidolon que según la mitología griega es una especie de doble
fantasmal de la figura humana, un espectro o yo fantasmagórico, el poeta
mallorquín Pedro Juan Gomila Martorell está sacando a la luz una tetralogía cuya pretensión es
recoger sus propias experiencias repletas de doloroso traumatismo existencial a
causa de su condición sexual. La “epopeya del desgarro” como la definen las
palabras del prólogo de este tercer volumen, escrito por Alberto Chessa, que
tiene en la homosexualidad el motivo recurrente de los tres volúmenes poéticos
aparecidos hasta el día de hoy, y que seguramente fecundará también la
sustancia de la cuarta entrega de esta saga vivencial, Las hogueras de la carne.
Para Pedro Gomila, como el mismo confiesa,
la poesía no es una ambición, sino la manera de estar solo. Huye de cenáculos,
de premios literarios lo que le permite ser un creador libre. Esta tetralogía
persigue y confirma una salida literaria del armario de la homosexualidad,
iniciada en el año 2005 con De las
paganas masturbaciones.
Parafraseando a Audre Lorde y aplicando su pensamiento
a un mundo masculino, cabe preguntar si es posible crear una poesía de contenidos homosexuales
desde modelos heterocentrados, heteropatriarcales, utilizando los métodos y
formas del lenguaje dominante, heredado de los amos. La poesía de Pedro Gomila
lo está intentando, más desde una radical libertad lingüística. Su tetralogía
llega en un momento oportuno, en un tiempo repleto de furibundos ataques a la
llamada ideología de género, o simplemente enfoque de género, por parte de casi
todas las iglesias y sus cortes de clientes y corifeos que no aceptan que los
colectivos LGBT sean aceptados como seres normales, con los mismos derechos que
las personas heterosexuales, simplemente porque
son diferentes y quieren vivir conforme a esa diferencia.
La pasión
según Dioniso llega tras los dos primeros volúmenes de “una epopeya del
desgarro” -así la define el prologuista-: Arcadia
desolada (2013) o la negación de una utópica felicidad ya en los años de la
infancia y en el tránsito a la madurez debido a la imposibilidad de desarrollar
la propia identidad por la aversión ambiental a la condición homosexual. Esa
misma experiencia traumática y la misma búsqueda de identidad en un “limbo
preñado de voces y silencio”, la expresa el autor en el segundo volumen, En tierra de Nod (2015): un duelo entre
contrarios, “entre el yo y el Otro, el instinto y su negación y la entrega, la
muerte y la resurrección…”, en palabras de Fernando Parra que firmó el prólogo
de ese volumen.
Y tras cruzar esa frontera que el poeta
denomina como tierra de Nod, de nuevo otro enfrentamiento en el teatro de la
realidad de un mundo hostil, dominado por la homofobia, y en lucha con la
propia interioridad que también es una cárcel. Son los versos en que, al estilo
de las tragedias griegas, Pedro Gomila canta con vigor y tensión. Con ciertas
semejanzas con autores de la tragedia
griega y con los postulados de Aristóteles, el gran teórico de la misma y de la
creación en general, Pedro Gomila eleva un canto, en el que intervienen
personajes y también el coro, a Dioniso, deidad infernal de los placeres
sensuales, del desencadenamiento ilimitado, de los deseos y de la liberación de
cualquier represión mediante la locura, el éxtasis o el vino, pero también un
mito que, según Jung significa el “abismo de la disolución apasionada de cada
individualidad humana a través de la emoción llevada al paroxismo y en relación
con el sentido pretemporal de la «orgía»” (Juan Eduardo Cirlot).
El título del poemario es un claro guiño
compositivo a las “pasiones” bíblicas, pero en la escritura de Pedro Gomila el
evangelista que, de forma vicaria, toma las riendas es ese dios de la locura
ritual, del éxtasis, de los placeres sensuales y de la liberación. A pesar de
la multiplicidad de voces, el único personaje víctima sacrificial de esta pasión es el yo, un joven, Pedro
-aquí no renuncia a su nombre- escindido
en dos, y en permanente refriega con los que es o con lo que le obligan a ser,
con el otro. El yo reprimido, hostigado, anatematizado en su identidad
homosexual; por ser diferente, por los condicionamientos sociales y religiosos,
que muestran su pasión, su dolor y su amargura. También las máscaras que
ocultan, esconden y silencian al ser humano que percibe que es ese otro, y que
las presiones -las “públicas jaurías”- le impiden ser y que lucha y se rebela
para ser y vivir, no como una otredad alienada, enferma, tan enferma que
incluso requiere tratamiento con fármacos antipsicóticos, sino como su
verdadero yo, la persona normal que vive sin ocultamientos, sin taparse su auténtico
rostro.
Así pues, un verdadero combate entre
personas diferentes dentro de un mismo individuo; o en palabras de Platón al
que el autor cita en el pórtico del libro: “…existe una fuente de deseos
salvajes, horribles, fuera de toda norma y que, según parece, nos son revelados
a nosotros durante nuestros sueños”. Esa es la pasión según Dioniso, el
“túrbido Dioniso” al que recurre Pedro, el yo escindido, porque él es
Eleuterio, el Libertador del aparente y engañoso ser normal. El desenlace de
este poema escénico, modelado en forma de drama, es la muerte…, atravesada la
espalda por el hierro. Un sucumbir metafórico para lograr la defunción de
condicionamientos y represiones. Dejarán mondos los huesos, trincharán el pene
hervido en los calderos, “Mas mío el corazón. Y es suficiente” (página 69).
Cada una de las partes de la tetralogía Eidolon goza de una estructura
compositiva y formal singularizada. En esta tercera parte, el autor yergue un
poema dramático estructurado en ocho cuadros y moldeado según los cánones de la
dramaturgia griega, con intervenciones de distintos personajes, coros,
ilustradoras didascalias. Un poema escénico no para ser representado, sino para
ser leído con atención, porque su lectura se torna a veces compleja por la
profundidad del tema: un buceo en lo más profundo de la propia experiencia
humana. Y por las múltiples referencias mitológicas y simbólicas de procedencia
grecorromana y judeocristiana que demandan frecuentes visitas al listado de
notas aclaratorias que figuran como apéndice del libro.
Un estilo potente, a veces tempestuoso,
ciertas tendencias a lo culterano y gusto por palabras arcaizantes. Así mismo,
polimetría versal. El resultado es un libro crudo, nada complaciente que, dicho
con palabras de Alberto Chessa, en un prólogo excelente y muy aclaratorio,
funciona “como una denuncia en clave alegórica de la marginación, el
hostigamiento y la anatematización que está obligado a sufrir el Enfermo por
diferente, un muchacho llamado Pedro que a duras penas resiste «herido con la reja del odio y la ignorancia», enfrentado a las «públicas
jaurías” que envía la Zarza Ardiente”
(página 12)
Francisco
Martínez Bouzas
Selección de
poemas
“Aparecen los Guardianes. Tienen las caras pintadas de
yeso. Visten togas con ribetes consulares. Les acompaña la Doncella de las
Serpientes.
¡Al fin, Pedro, compareces
sano y salvo!
Esperemos que tu males ya
estén lejos,
porque entiende que el
timón de nuestra nave
no tolera que lo guíe mano
débil.
La Cabeza ha regresado del
destierro,
mas requiere del Consejo
unas verdades.
Mientras yo me regalaba en
mis pesares,
parecía que irrumpían en
mi sueño
de muy cerca los clamores
de la guerra.
Si así fuera, que, en mi
ausencia, los Guardianes,
desatando las manadas del
Ungido,
me prendieron la torcida
belicosa,
con razón mi Cuerpo desaprobaría
la modorra de milenios de
su dueño.”
(página 32)
…..
“Alrededor de Pedro, el Coro ruge con el viento de las
bramaderas, mientras cantan:
Los Segadores de sombra
hemos llegado,
removiendo las espumas de
los ojos,
marchitando los fulgores
de los astros.
Galopamos con las yeguas
de oro albero,
ya rasguñan sus espuelas
los cristales
delicados de las húmedas
ventanas
de la alcoba donde a
oscuras te acurrucas…
Ahora, Muerte, te llevamos
más allá de este palacio.
Ya retornan los Veranos
con su plétora de trigos,
diminutos y dorados coronando
las espigas.”
(página 67)
…..
“La escena va quedando sumida en silencio de eclipse. De
repente, ruido de espadas. Golpes. Furia. Pausa larga. Ahora se oye la voz de Pedro.
En vano. Sin plegarias. En
silencio.
El viento quedó mudo cuando
el hierro
atravesó mi espalda ya desnuda.
Vena de púrpuras corrientes
mana,
espuma de la vida que se vierte…
Caído en la celada como ciervo
que fía de la voz de batidores.
Sí. Vuestros son los miembros.
Todos ellos.
Cortadlos. Divididlos en pedazos.
Las ramas de mi tronco se desgajan.
Se arroja la cabeza, pies y
manos.
Preparan guarniciones para
el resto.
Crepitan en parrillas mis entrañas.
La grasa se derrite gota agota.
La sangre, una delicia a fuego
lento.
¡Saciad vuestro apetito, Caballeros!
¡Dejad mondos los húmeros y
radios!
¡Trinchad el pene hervido en
los calderos!
Mas mío el corazón. Y es suficiente”
(página 68-69)
Muy interesante...
ResponderEliminarFelices Fiestas !
Gracias, Francisco, por escribir la reseña. Un abrazo.
ResponderEliminarUna obra complicada, pero deja ver en las letras que nos compartes una tormenta interna del autor, una soledad profunda y la desolación del alma en torno a la homosexualidad. Interesantes versos, que tendría que leer desde un principio para entender bien el mensaje. Pero me parecen muy bellos, en cuanto a su estructura y ritmo. Gracias por la reseña que siempre me deja conocimiento y ganas de leer. Te dejo un abrazo. Gracias.
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