domingo, 18 de diciembre de 2016

"LA PASIÓN SEGÚN DIONISO": TRÁGICA POESÍA CONFESIONAL POR SER DIFERENTE



La pasión según Dioniso
Pedro Juan Gomila Martorell
Prólogo de Alberto Chessa
Editorial La Lucerna, Palma, 2016, 83 páginas.

   Bajo el epígrafe Eidolon que según la mitología griega es una especie de doble fantasmal de la figura humana, un espectro o yo fantasmagórico, el poeta mallorquín Pedro Juan Gomila Martorell está sacando a  la luz una tetralogía cuya pretensión es recoger sus propias experiencias repletas de doloroso traumatismo existencial a causa de su condición sexual. La “epopeya del desgarro” como la definen las palabras del prólogo de este tercer volumen, escrito por Alberto Chessa, que tiene en la homosexualidad el motivo recurrente de los tres volúmenes poéticos aparecidos hasta el día de hoy, y que seguramente fecundará también la sustancia de la cuarta entrega de esta saga vivencial, Las hogueras de la carne.
   Para Pedro Gomila, como el mismo confiesa, la poesía no es una ambición, sino la manera de estar solo. Huye de cenáculos, de premios literarios lo que le permite ser un creador libre. Esta tetralogía persigue y confirma una salida literaria del armario de la homosexualidad, iniciada en el año 2005 con De las paganas masturbaciones.
   Parafraseando a Audre Lorde y aplicando su pensamiento a un mundo masculino, cabe preguntar si es posible  crear una poesía de contenidos homosexuales desde modelos heterocentrados, heteropatriarcales, utilizando los métodos y formas del lenguaje dominante, heredado de los amos. La poesía de Pedro Gomila lo está intentando, más desde una radical libertad lingüística. Su tetralogía llega en un momento oportuno, en un tiempo repleto de furibundos ataques a la llamada ideología de género, o simplemente enfoque de género, por parte de casi todas las iglesias y sus cortes de clientes y corifeos que no aceptan que los colectivos LGBT sean aceptados como seres normales, con los mismos derechos que las personas heterosexuales, simplemente porque  son diferentes y quieren vivir conforme a esa diferencia.
   La pasión según Dioniso llega tras los dos primeros volúmenes de “una epopeya del desgarro” -así la define el prologuista-: Arcadia desolada (2013) o la negación de una utópica felicidad ya en los años de la infancia y en el tránsito a la madurez debido a la imposibilidad de desarrollar la propia identidad por la aversión ambiental a la condición homosexual. Esa misma experiencia traumática y la misma búsqueda de identidad en un “limbo preñado de voces y silencio”, la expresa el autor en el segundo volumen, En tierra de Nod (2015): un duelo entre contrarios, “entre el yo y el Otro, el instinto y su negación y la entrega, la muerte y la resurrección…”, en palabras de Fernando Parra que firmó el prólogo de ese volumen.
   Y tras cruzar esa frontera que el poeta denomina como tierra de Nod, de nuevo otro enfrentamiento en el teatro de la realidad de un mundo hostil, dominado por la homofobia, y en lucha con la propia interioridad que también es una cárcel. Son los versos en que, al estilo de las tragedias griegas, Pedro Gomila canta con vigor y tensión. Con ciertas semejanzas con autores de la tragedia griega y con los postulados de Aristóteles, el gran teórico de la misma y de la creación en general, Pedro Gomila eleva un canto, en el que intervienen personajes y también el coro, a Dioniso, deidad infernal de los placeres sensuales, del desencadenamiento ilimitado, de los deseos y de la liberación de cualquier represión mediante la locura, el éxtasis o el vino, pero también un mito que, según Jung significa el “abismo de la disolución apasionada de cada individualidad humana a través de la emoción llevada al paroxismo y en relación con el sentido pretemporal de la «orgía»” (Juan Eduardo Cirlot).
   El título del poemario es un claro guiño compositivo a las “pasiones” bíblicas, pero en la escritura de Pedro Gomila el evangelista que, de forma vicaria, toma las riendas es ese dios de la locura ritual, del éxtasis, de los placeres sensuales y de la liberación. A pesar de la multiplicidad de voces, el único personaje víctima sacrificial  de esta pasión es el yo, un joven, Pedro -aquí no renuncia  a su nombre- escindido en dos, y en permanente refriega con los que es o con lo que le obligan a ser, con el otro. El yo reprimido, hostigado, anatematizado en su identidad homosexual; por ser diferente, por los condicionamientos sociales y religiosos, que muestran su pasión, su dolor y su amargura. También las máscaras que ocultan, esconden y silencian al ser humano que percibe que es ese otro, y que las presiones -las “públicas jaurías”- le impiden ser y que lucha y se rebela para ser y vivir, no como una otredad alienada, enferma, tan enferma que incluso requiere tratamiento con fármacos antipsicóticos, sino como su verdadero yo, la persona normal que vive sin ocultamientos, sin taparse su auténtico rostro.
   Así pues, un verdadero combate entre personas diferentes dentro de un mismo individuo; o en palabras de Platón al que el autor cita en el pórtico del libro: “…existe una fuente de deseos salvajes, horribles, fuera de toda norma y que, según parece, nos son revelados a nosotros durante nuestros sueños”. Esa es la pasión según Dioniso, el “túrbido Dioniso” al que recurre Pedro, el yo escindido, porque él es Eleuterio, el Libertador del aparente y engañoso ser normal. El desenlace de este poema escénico, modelado en forma de drama, es la muerte…, atravesada la espalda por el hierro. Un sucumbir metafórico para lograr la defunción de condicionamientos y represiones. Dejarán mondos los huesos, trincharán el pene hervido en los calderos, “Mas mío el corazón. Y es suficiente” (página 69).
   Cada una de las partes de la tetralogía Eidolon goza de una estructura compositiva y formal singularizada. En esta tercera parte, el autor yergue un poema dramático estructurado en ocho cuadros y moldeado según los cánones de la dramaturgia griega, con intervenciones de distintos personajes, coros, ilustradoras didascalias. Un poema escénico no para ser representado, sino para ser leído con atención, porque su lectura se torna a veces compleja por la profundidad del tema: un buceo en lo más profundo de la propia experiencia humana. Y por las múltiples referencias mitológicas y simbólicas de procedencia grecorromana y judeocristiana que demandan frecuentes visitas al listado de notas aclaratorias que figuran como apéndice del libro.
   Un estilo potente, a veces tempestuoso, ciertas tendencias a lo culterano y gusto por palabras arcaizantes. Así mismo, polimetría versal. El resultado es un libro crudo, nada complaciente que, dicho con palabras de Alberto Chessa, en un prólogo excelente y muy aclaratorio, funciona “como una denuncia en clave alegórica de la marginación, el hostigamiento y la anatematización que está obligado a sufrir el Enfermo por diferente, un muchacho llamado Pedro que a duras penas resiste «herido con la reja del odio y la ignorancia», enfrentado a las «públicas jaurías” que  envía la Zarza Ardiente” (página 12)

Francisco Martínez Bouzas

                                                
Pedro Gomila Martorell
 
Selección de poemas

“Aparecen los Guardianes. Tienen las caras pintadas de yeso. Visten togas con ribetes consulares. Les acompaña la Doncella de las Serpientes.

¡Al fin, Pedro, compareces sano y salvo!
Esperemos que tu males ya estén lejos,
porque entiende que el timón de nuestra nave
no tolera que lo guíe mano débil.

La Cabeza ha regresado del destierro,
mas requiere del Consejo unas verdades.
Mientras yo me regalaba en mis pesares,
parecía que irrumpían en mi sueño
de muy cerca los clamores de la guerra.
Si así fuera, que, en mi ausencia, los Guardianes,
desatando las manadas del Ungido,
me prendieron la torcida belicosa,
con razón mi Cuerpo  desaprobaría
la modorra de milenios de su dueño.”
(página 32)

…..

“Alrededor de Pedro, el Coro ruge con el viento de las bramaderas, mientras cantan:

Los Segadores de sombra hemos llegado,
removiendo las espumas de los ojos,
marchitando los fulgores de los astros.
Galopamos con las yeguas de oro albero,
ya rasguñan sus espuelas los cristales
delicados de las húmedas ventanas
de la alcoba donde a oscuras te acurrucas…

Ahora, Muerte, te llevamos más allá de este palacio.
Ya retornan los Veranos con su plétora de trigos,
diminutos y dorados coronando las espigas.”
(página 67)

…..

“La escena va quedando sumida en silencio de eclipse. De repente, ruido de espadas. Golpes. Furia. Pausa larga. Ahora se oye la voz de Pedro.

En vano. Sin plegarias. En silencio.
El viento quedó mudo cuando el hierro
atravesó mi espalda ya desnuda.
Vena de púrpuras corrientes mana,
espuma de la vida que se vierte…
Caído en la celada como ciervo
que fía de la voz de batidores.
Sí. Vuestros son los miembros. Todos ellos.
Cortadlos. Divididlos en pedazos.
Las ramas de mi tronco se desgajan.
Se arroja la cabeza, pies y manos.
Preparan guarniciones para el resto.
Crepitan en parrillas mis entrañas.
La grasa se derrite gota agota.
La sangre, una delicia a fuego lento.
¡Saciad vuestro apetito, Caballeros!
¡Dejad mondos los húmeros y radios!
¡Trinchad el pene hervido en los calderos!
Mas mío el corazón. Y es suficiente”
(página 68-69)

3 comentarios:

  1. Gracias, Francisco, por escribir la reseña. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Una obra complicada, pero deja ver en las letras que nos compartes una tormenta interna del autor, una soledad profunda y la desolación del alma en torno a la homosexualidad. Interesantes versos, que tendría que leer desde un principio para entender bien el mensaje. Pero me parecen muy bellos, en cuanto a su estructura y ritmo. Gracias por la reseña que siempre me deja conocimiento y ganas de leer. Te dejo un abrazo. Gracias.

    ResponderEliminar