Con
dos noticias de signo distinto, nos sorprende este 13 de octubre. A las 13
horas conocíamos la concesión del 109 Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan.
Un premio controvertido, “por haber creado una nueva expresión poética dentro
de la gran tradición americana de la canción”, tal como lo justificó la
Academia Sueca. Horas antes, conocíamos el fallecimiento de Dario Fo (Sangiano,
24 de marzo de 1926), igualmente Premio Nobel de Literatura en 1997, “por
emular a los bufones de la Edad Media en la autoridad flagelante y por defender
la dignidad de los oprimidos”.
Dario Fo, autor, director, actor, escribió
su primera obra teatral en 1944, y en 1948 el mismo debutó como actor en la
escena. En colaboración con su esposa, Franca Rame (fallecida en 2013),
escribió y representó más de cincuenta obras de teatro, ácidas sátiras
políticas en las que arremete sin piedad contra el poder político, el
capitalismo, la mafia y la Iglesia jerarquía del Vaticano. Misterio Buffo y otras comedias, Muerte accidental de un anarquista o
Aquí no pasa nada son algunas de sus
obras maestras. En 2014, Dario Fo publicó su primera novela, Lucrecia Borgia, la hija del Papa,
editada en España por Siruela. Y el pasado año volvió a la narrativa con C‘è un re pazzo in Dinamarca editada
igualmente en español.
En recuerdo y homenaje de este Arlecchino de
Italia, heredero de la tradición de los juglares, azote del poder político y
eclesial, activista incansable que lo convirtió en referente moral de la
izquierda italiana que dejó de existir el día “en que se casó estúpidamente con
el poder”, reproduzco dos textos de Dario Fo, inmenso maestro de la sátira,
extraídos de Hay un rey loco en Dinamarca.
Dario Fo
Traducción del italiano de Carlos
Gumpert
Ediciones Siruela, Madrid, 2016, 182
páginas
La idea de este libro, surge, tal como
confiesa el autor en la nota introductoria, a raíz de una investigación
realizada por su hijo Jacopo sobre los reyes daneses del siglo XVIII, en
concreto, de las crónicas, comentarios y
diarios que desde el siglo XV solían escribir los hombres que tenían práctica
en las letras. De este modo, han llegado hasta nosotros testimonios de
personajes históricos que alcanzaron la fama. El hallazgo de estos papeles ha permitido
reconstruir los trágicos y grotescos sucesos que marcaron Escandinavia durante
el período comprendido entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX,
desconocidos durante mucho tiempo. El autor más importante de estas memorias
salidas a la luz es Cristián VII, rey de Dinamarca y de Noruega desde 1766 a
1808, que a pesar de que sufría graves problemas mentales, posiblemente
esquizofrenia, y era un crápula y libertino, asumió el trono tan solo con
dieciséis años. A esa esa misma edad se casó con la princesa de Gales, Carolina
Matilde de Hannover, hermana del rey Jorge III de Gran Bretaña.
Francisco
Martínez Bouzas
Dario Fo en 2008 (foto de Bernardo Pérez) |
Textos
Dentro y fuera
de un cuento de hadas
“Me
llamo Cristián y soy de fe luterana. Tengo treinta años, más o menos, no lo
recuerdo con exactitud, pero me molesta pedir información sobre mi nacimiento a
alguien de la servidumbre o de la corte. Vine al mundo en Copenhague, supongo
que en el palacio real con la ciudad cubierta de nieve, ¡fue en pleno
invierno…! Más o menos a mediados del
siglo XVIII.
Mi
madre, Luisa de Hannover, fue la primera mujer de Federico V, rey de Dinamarca
como es natural. De ella no tengo casi memoria, ni de su voz ni de sus senos
mientras me amamantaba. Y es que fui depositado de inmediato entre los brazos
de una nodriza de la que recuerdo con exactitud sus pechos tiernos y henchidos
de leche y una voz que me cantaba para que me adormeciera. Mi madre murió
cuando yo tenía dos años y no lo supe hasta mucho más tarde, cuando mi padre el
rey volvió a casarse con otra mujer noble, muy hermosa pero codiciosa también,
y carente de humanidad, Juliana María de Brunswick-Lüneburg, de la que me
esforzaré por hablar ampliamente dentro de poco. Solo anticipo al lector que
descubrir a esa señora, que parecía surgida de las leyendas mitológicas de un
antiguo narrador escandinavo, fue para mí algo terriblemente desagradable. Era
una auténtica madrastra, como la de esos crueles cuentos de hadas inventados a
propósito para asustar a los niños.
El
día en el que, al cabo de un año, la madrastra dio a luz a su primogénito caí
prostrado por unas terribles fiebres, no desde luego a causa de ese nacimiento. El médico, llamado
con urgencia, decretó que era probable que no se tratara de nada grave: un
fenómeno normal, propio del desarrollo infantil. Pero, por desgracia, el
diagnóstico era completamente erróneo; no me recuperé más que al cabo de meses
de semiinconsciencia. (…)
…..
Escenas de
un loco amor
“Me
desperté en el momento en el que las criadas empezaban a quitarme la ropa para
ponerme una túnica de seda perfumada. Cristián también apareció al rato con una
especie de paño decorado a la oriental encima. Dio órdenes para que toda la
servidumbre desapareciera. Al quedarnos solo, dejó caer la gualdrapa y apareció
desnudo ante mí. Se metió en la cama y me abrazó. No tardamos en caer dormidos
como dos criaturas.
Me
desperté todavía en sus brazos, era el amanecer. De la habitación de al lado
venía olor a café y a pásteles de crema.
Me deslicé con la mayor ligereza posible fuera de la cama y, desnuda como
estaba, me asomé para echar un vistazo a la enorme mesa en la que estaba
preparado un desayuno imposible.
Me
senté frente a aquel desfile de pasteles y de frutas, así como de bebidas, y
empecé a pellizcar de unos y de otras igual que hacía de niña. En ese momento
aparece ante mí Cristián y de inmediato exclamo entre aspavientos:
-¡Dios
mío, mi marido! ¡Él también desnudo!
-¡No
estoy desnudo en absoluto, mírame bien! –Y señala las frutas que le penden de
las orejas, y las bayas y piñas colgando de la cintura enmascarando apenas su
intimidad. Cristián se ríe, no se preocupa lo más mínimo por ponerse prenda de
vestir alguna, exactamente como me he comportado yo. Desayunamos con una
voracidad de huérfanos hambrientos. Él me acaricia la cara con las manos
bañadas en crema y luego me besa limpiándome con voluptuosidad, casi como si me
hubiera convertido en un cruasán recién horneado. Yo hago lo mismo rociándolo
de mermelada de manzanas y, sin pudor alguno, trato de lamerlo aquí y allá.
-¡No!
¡Cosquillas no, no puedo soportarlas!
Me
arroja sobre la mesa y rodamos entre platos y tazas repletas de toda clase de
manjares. Ambos nos reímos y pataleamos igual que dos amantes. Estoy viviendo
una luna de miel realmente triunfal. Me siento feliz, sobre todo porque en el
comportamiento de Cristián no se aprecia en ningún momento el menor atisbo de
enfermedad o locura. Pero, por desgracia, esta condición maravillosa estaba
destinada a durar poco.”
(Dario Fo, Hay
un rey loco en Dinamarca, páginas 14-15, 35-36)
EXCElente presentación. Una razón mas para honrarlo hoy.
ResponderEliminarHa sido un genio...
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