Xina Vega
Traducción de Estela Villar
Pulp Books (Un sello de Rinoceronte Editora), Cangas
do Morrazo, Pontevedra, 2016, 169 páginas.
“Siento a cada instante como las bacterias perforan mis dientes, como va
avanzando la podredumbre, los bichos de la polilla. De vez en cuando grandes
relámpagos azules me iluminan el cerebro. Dolor intenso. Sólo dolor. Agradezco
este dolor que proviene de mi cuerpo porque me permite no pensar, porque apaga
mi pobre cabeza.” (página 157)
Es un breve fragmento de Dark Butterflay, la novela testimonial
que Regina Vega publicó el año 2012 en gallego, y que ahora traduce al español
Estela Villar para Pulp Books. Hay muchos con el mismo calado que consiguen que
un verdadero escalofrío se vaya alojando en el lector a medida que se sumerge
en la lectura de la novela de Xina Vega. Una novela en la que la escritura
ficcional se conjuga con ciertos elementos biográficos extremadamente duros,
como confesó la misma autora, que halla en la escritura de este texto una
verdadera catarsis personal. Una hermana suya terminó su vida tal como muere la
protagonista. A Xina Vega le restaba por hacer un ajuste de cuentas personal
que supo transformar en ficción. Ficción de las vivencias de la locura, basada
en importantes fuentes documentales que abordan el tema de la esquizofrenia
(Foucault, Deleuze, Wolfson), y en la que deja así mismo sentir su voz la
intertextualidad (Bernard-Marie Koltès, Cioran, Gabriel Ferrater, Alejandra
Pizarnik, Sylvia Plath e incluso ciertos relatos de Méndez Ferrín). Y parpadeos,
ciertos gritos y expresiones lingüísticas extraídas de los cuadernos
vivenciales de la propia hermana que fue víctima de esa terrible brecha.
Desde estos cimientos, articula Xina Vega el
relato de una esquizofrenia antes de internet, con el objetivo primordial de
acercarnos una visión realista y a la vez metafórica a través del lenguaje de
algo que no es metáfora sino una experiencia vital dura, inquietante, que nos
abruma en un largo y penoso camino por los abismos infernales -ese valle de
lágrimas del primer capítulo- de la esquizofrenia.
¿El resultado? Una vivencia pavorosa de la
locura, una bajada a los infiernos de la demencia lograda mediante un excelente
relato, cuyo fruto final es una novela breve espeluznante. El relato de una
enferma afectada de esquizofrenia que, desde su diario, nos aproxima al proceso
de la enfermedad en ella misma y en la carne y alma de dos amigos que, al igual
que ella, entran definitivamente en la ruina, en la noche. Varados primero
dentro de esa cárcel de cristal que es el hospital psiquiátrico, un barco, un
acuario sucio, rodeados de seres desposeídos, cuerpos abiertos con inmensas
fracturas en su estructura, marcados por la lobotomía química, por esas drogas
que los vuelven de caucho y fuera de la vida. Una tétrica, y sin embargo, muy
realista calada en la rutina diaria de un psiquiátrico donde -he aquí las
metáforas de la locura- se ven luces, regueros de color y se escuchan los
gruñidos de los monos, donde otros deciden por ti, sabedores además de que lo
que aguarda al final es la nada. Y fuera del hospital, saberse y sentirse
indignos, socialmente excluidos; y llevar el manicomio dentro circulando por la
propia sangre.
Relato del propio infierno y del de los
amigos, desechos en los márgenes de la gran ciudad; que intentan ser
esenciales, dejando de ducharse o trabando una amistad determinística con la
muerte que aguarda escondida como
trágico destino entre las olas del mar.
Xina Vega tematiza dolorosas y aterradoras
experiencias vivenciales, y al mismo tiempo hace que el lector sienta una gran
afinidad y empatía con estos enfermos, encerrados en la campana de cristal de
la indiferencia o del rechazo social. E incluso algo más: logra que pongamos en
duda la eficacia de ciertos medicamentos que convierten al enfermo en un
manicomio andante; así como la praxis médica de ciertos profesionales que,
incluso con esmerada cordialidad, piensan que el enfermo es un violín y que su
deber es conseguir afinarlo.
La autora yergue su novela con una
arquitectura compositiva múltiple y no carente de originalidad. La narradora
homodigética del diario personal que refleja sobre todo el punto de vista
subjetivo, y una gran cantidad de textos fragmentarios (fríos y asépticos
informes médicos, mensajes grabados, cartas personales) en los que se mezclan
una supuesta objetividad científica y el inmenso dolor de esa mariposa negra
que, en un acto final de libertad, rechaza la lenta lobotomía, pero no es capaz
de escapar de los aullidos que acaban por desgarrar su personalidad. Todo forma
parte del desarrollo argumental que halla en el fragmentarismo una apropiada
estructura constructiva. Especialmente cuando esta estructura se halla
revestida por un estilo fuerte, un lenguaje que revienta en metáforas
afortunadas, rebosantes de gran fuerza expresiva, y en una sintaxis que adecúa
su ritmo al propio de las vivencias que la autora se propone transmitirnos. Tejida con esos mimbres, la trama que Xina Vega nos
regala, se transforma en un libro pavoroso, como ya señalé, pero al mismo
tiempo romántico y heroico.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“20
de mayo
Los
antipsicóticos comienzan a hacer su efecto. Mis receptores de dopamina se
bloquean, las colas de luz de mis neuronas pierden capacidad de relampagueo.
Intento gobernar mi cuerpo y mi cerebro desobedece, las órdenes no llegan, se
pierden en el entramado brillante, flotan suspendidas en el vapor acuoso de mi
cráneo. Mi cuerpo está dejando de ser mío, colonizado por un programa
bioquímico con el que alguien se complace en torturarme. Veo mis piernas
bambaleándose, temblando. Tengo miedo de este cuerpo que me sacude sin motivo,
de modo fortuito. Tengo compasión de mi cuerpo que oscila y que se tensa, que
se retuerce, castigado.
Estoy
acostada en mi habitación. Fuera, la luz varía: blanca y vibrante; amarilla y
desierta, ocre y moribunda. Por veces la niebla diluye las horas, las difumina.
Puede entonces que el cielo empiece a cubrirse de enigmas que procuro
resolver…”
…..
“La
enfermera esperó a que las tres piezas de veneno entrasen en mi boca, me dio un
vaso de agua, quise rechazarlo, pero, como siempre, me forzó a beberla para que
todo aquello entrase arremolinado en el saco del estómago. «Ya te queda
menos, ¡ánimo!», dijo, y salió con su carrito para administrar la dosis en la
siguiente habitación. Volví a tumbarme en la cama, quería estar atenta.
¿Protestaría mi cuerpo reclamando de nuevo su dosis habitual de neurolépticos?
¿Resistirían mis nervios la falta de esta droga que me vuelve de caucho, que
amortigua los sonidos, la luz, la ansiedad? Pasaron los minutos, un pájaro se
posó sobre el alféizar de aluminio de la ventana y se puso a dar picotazos en
mi cristal.”
…..
“Conseguir alucinaciones por control
remoto. Convertida en una cometa que alguien manipula, el doctor tira y dejar
ir los hilos de esa extraña vida, que ondea en lo alto del aire, los mandos de
mi vida, los mandos de mi cabeza, subida de la ingestión de Plenur, de
Risperdal, de Akineton.
Desde su despacho de hospital el doctor
monitorea mis sueños, mi vigilia, aunque a mí me cueste separar el día de la
noche, la consciencia de la inconsciencia. Soy un juguete que da vueltas en
picado, que cae y asciende en una montaña rusa de píldoras y jarabes. El doctor
se ríe, como un niño que juega, complacido de su poder. Y yo soy sólo un sucio
pañuelo en el aire, empapado de lágrimas.”
…..
“Tengo tanto frío y esta torpeza en la
mente, en el cuerpo… Siento mi cara como una máscara de corteza. Intento cerrar
la boca, juntar los maxilares sin dientes, pero ha cedido el resorte, el
mecanismo no funciona. Mi cuerpo no obedece; se está convirtiendo en un palo,
en madera seca. Rigidez. Dureza. Quiero gritar, pero mi voz no sale, algo la
retiene, la ahoga. Un hilo, sólo un hilo de voz. La lengua se adormece, vacila.
Tengo que deletrear las palabras. Despacio, muy despacio, con esfuerzo. No sé
qué está pasando. Esta hospitalización no está siendo como las otras. El veneno
está ganando más espacio, el veneno está ganando la partida.
Me estoy olvidando de escribir, de
pensar
Mi mano ya no tiene fuerza.”
(Xina Vega, Dark Butterfly, páginas 35, 71, 143,
168)
Imagino lo que debe ser la novela, pues tan sólo con lo que cuentas en tu reseña y los fragmentos de la misma, me he quedado casi sin palabras. Una va sintiéndose aterrada con esas metáforas, que como bien dices, no son tales.
ResponderEliminarY además creo entrever una cordura dentro de la locura misma, ya que se da cuenta de los cambios negativos que le producen los químicos. Por eso es aterrador, porque se adivina que hay conciencia de los actos en los que misteriosamente parece que no los hay.
Me trajo a la memoria un cuento del libro "Ojos de Perro Azul" de García Márquez, no recuerdo el nombre del relato pero quedó imborrable en mí, la tortura del personaje que está en estado de coma, en que todos piensan que no siente ni escucha nada, cuando en realidad no puede moverse pero es consciente de cada persona que entra a verlo, y de todos los detalles. Me parece que esta enfermedad se acerca mucho a ese estado, del que lo desconocemos todo.
Me encantó tu crítica tan acertada en un tema tan triste y escabroso.
Desgarrador,estremecedor e inquietante. Me llama la atención cómo desde la cordura, se puede llegar a describir tan bien tanta locura. Ha habido libros que no he podido terminar de leer por el desenlace, que se adivina,de la historia y porque las emociones o hechos que se narran,me llega hasta el tuétano. Me ocurrio con " Un Mundo Feliz", de Huxley y con " Cien Años de Soledad".Cuanto más bueno es el libro y el escritor o escritora,más me marca. Siento impotencia al ver que no puedo hacer nada por aliviar tanto sufrimiento y con este libro,se añade la tristeza de saber que es cierto;que así tratan y adormecen a los pacientes hasta dejarlos convertidos en robots fácilmente manipulables. Duro, Francisco; tremendamente duro. Como siempre,tu reseña es tan profunda que no deja lugar a dudas de lo que te vas a encontrar, y los párrafos que aportas son tan estremecedores que...se me agotan los adjetivos y el sentimiento, pide paso a la palabra y se adueña de su espacio
ResponderEliminarDesgarrador,estremecedor e inquietante. Me llama la atención cómo desde la cordura, se puede llegar a describir tan bien tanta locura. Ha habido libros que no he podido terminar de leer por el desenlace, que se adivina,de la historia y porque las emociones o hechos que se narran,me llega hasta el tuétano. Me ocurrio con " Un Mundo Feliz", de Huxley y con " Cien Años de Soledad".Cuanto más bueno es el libro y el escritor o escritora,más me marca. Siento impotencia al ver que no puedo hacer nada por aliviar tanto sufrimiento y con este libro,se añade la tristeza de saber que es cierto;que así tratan y adormecen a los pacientes hasta dejarlos convertidos en robots fácilmente manipulables. Duro, Francisco; tremendamente duro. Como siempre,tu reseña es tan profunda que no deja lugar a dudas de lo que te vas a encontrar, y los párrafos que aportas son tan estremecedores que...se me agotan los adjetivos y el sentimiento, pide paso a la palabra y se adueña de su espacio
ResponderEliminarMuy interesante...
ResponderEliminarSaludos
Primero que nada, quiero felicitarte por compartirnos tu reseña que es como siempre, extraordinaria. Perdón si con lo que voy a decir, alguien se siente aludido, pero es lo que pienso.
ResponderEliminarUn tema muy controvertido, ciertamente aterrador por lo excesivamente criminal de los hechos, ya que pienso que los métodos que la psiquiatría impone en su muy aberrado “concepto médico”, están muy lejos de ayudar. Sus técnicas destruyen, maltratan a las víctimas que están expuestas; a que de manera impropia, se le trate de sanar, cuando ni los mismos médicos saben a ciencia cierta dónde está la causa de la demencia. Por ello medican, y usan las medicinas y sus métodos; como la lobotomía, para aparentemente terminar con el problema, pero roban vidas, mutilan, acosan y controlan sin tener un producto final valioso que salve vida. Los manicomios están llenos de gente que en contra de su voluntad son torturados, La Psiquiatría es un negocio donde se tiene nexos económicos con las compañías farmacéuticas. He visto de cerca, muchos casos así y terminan suicidándose, no debido a su locura, sino debido al efecto que provocan los medicamentos. En este caso la autora nos revela la conciencia que habla desde dentro de una víctima más y que sin poder hacer nada, nos introduce a este mundo siniestro, espeluznante y abrumador, que viven muchos “enfermos” en todos los rincones del planeta. Quiero leerlo, me interesa saber la proyección que la autora da a este infierno médico. Un abrazo.